Emma, una chica carismática con una voz de ensueño que quiere ser la mejor terapeuta para niños con discapacidad tiene una gran particularidad, es sorda.
Michael un sexi profesor de psicología e ingeniero físico es el encargado de una nueva tecnología que ayudara a un amigo de toda la vida. poder adaptar su estudio de grabación para su hija sorda que termina siendo su alumna universitaria.
La atracción surge de manera inmediata y estas dos personas no podrán hacer nada contra ella.
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capitulo 5.2
Su mirada es la de una persona que ha perdido la razón, se acerca y me toma del brazo tirando de mí. No hago ni digo nada, aunque lo sigo. Ahora sé que lo seguiría a donde sea que él disponga.
Mi brazo duele por donde me tiene agarrada, caminamos un poco internándonos en la arbolada que tenemos a un lado del camino y cuando ya pasamos algunos árboles se detiene frente a uno, es inmenso, y quedo perdida entre su cuerpo y la madera rugosa que choca con mi espalda.
Sin saber muy bien que sigue levanto la mirada, es como si estuviera en trance, como si otra persona se hubiera apoderado de él. Lo curioso es que no tengo miedo, espero. No mucho, porque siento la presión que ejerce sobre mi cuerpo cuando captura mis labios con los suyos.
Siento como una fuerte vibración crece en mi pecho a medida que el beso se profundiza. Sé que es un gemido, uno grande, uno que demuestra cómo me hace sentir. Mis manos cobran vida y tocan todo lo que pueden de él, sus brazos, su pecho, su cuello y llego a su cabeza para tirar de sus cabellos.
Suelta mi boca y me mira, pasa su lengua por mis labios, como probándome. Ese toque simple me calienta y tiro de él para que me bese de nuevo. Esta vez se pega más a mí, siento su firme eje golpeando mi vientre. Quiero sentirlo más y me refriego, pero no puedo calmar ese dolor que siento.
Lo empujo alejándolo de mí, no sé de dónde sale esta fuerza primitiva que me hace actuar. Me acerco a él que me mira desconcertado y quiero que este en el piso. Lo vuelvo a empujar y cae sentado contra un tronco de un árbol caído. Aprovecho y me lanzo a horcajadas sobre él. Sus manos buscan mi cadera y las mías su cara, mi boca abierta reclama sus labios que me reciben gustosos.
Muerdo su labio y su pecho vibra junto con el apriete de sus manos en mis caderas. Se produce una fricción de mi centro con ese eje duro entre sus pantalones que me hace soltar su boca y gemir. Busco moverme de nuevo, se siente bien. Su boca cae en mi cuello, me besa y me muerde. Me hace perder la cordura un poco más, si es que se puede, mi cuerpo no deja de moverse sobre él, la excitación crece en mis venas, mi piel palpita, mi sangre está caliente y mi cuerpo solo desea llegar al fin.
Sin dejar de moverme, tirar de su cabello, morder y besar sus labios, me rompo. Mi cuerpo late furioso, mi centro convulsiona y mi garganta se seca.
Con la respiración agitada, me quedo por un momento esperando a recuperar la conciencia, sus brazos a mi alrededor se ajustan y su cabeza descansa en mi pecho. Noto su respiración agitada, no quiero apartarme por miedo a que me vuelva a llamar niña. Por miedo a que insinué de nuevo que es mi profesor y que nada puede pasar. No quiero escucharlo.
En este momento odio mi condición de sorda, porque para poder hablar si o si necesito verlo a la cara y no estoy muy segura de hacerlo.
Tomo aire y me separo de él, me mira. Su cara esta seria nuevamente y esa mirada perdida que tenía al llegar ya no está. Es como si hubiera levantado un muro. No quiero que diga lo que dirá.
Tomo su cara y lo beso de nuevo, el calor crece rápidamente en mí, es como si necesitara saciar algo que llevo acumulado por años.
Su agarre en mi cuerpo se siente bien, parece que estamos hechos para encajar, pero de todos modos me separa de él.
—Si vas a insinuar que soy una niña o que eres mi profesor, por favor, no lo hagas —me adelanto al ver que eso es lo que dirá.
—Pero es la verdad —dice de todos modos.
—Creo que lo que hicimos te puede dejar muy en claro que acabamos de romper esa barrera —murmuro. Acompaño mis palabras con el roce de mis caderas en su entrepierna.
Cierra los ojos y toma aire. Al abrir de nuevo, el verde de sus ojos es más claro.
—Sé que es un error, pero no puedo evitarlo —dice y miro al cielo.
—Gracias —digo.
De pronto se levanta, me mueve como si fuera un libro y no una persona. Miro su cuerpo, su pantalón muestra una mancha oscura y sonrió porque eso lo provoqué yo. Está lleno de pasto y hojas, dándome a entender que yo estoy igual o peor. Saco un par de hojas de su pelo y el hace lo mismo con mi cabello. Al finalizar me mira, suspira.
—Esto no puede pasar de nuevo —dice de pronto.
—¿Por qué? —pregunto sintiendo que mi garganta arde.
—Porque está mal —murmura, su mirada de hielo me congela.
—Si está mal, porque me buscaste —estoy enojada que tengo que utilizar mis manos para hablar.
—No lo pude evitar, me vuelves loco, te deseo, pero está mal —responde con sus manos, como si no pudiera hablar al igual que yo.
—Lo dices por la edad, es solo un número —a porfiado, porfiada y media.
—No solo eso, mi trabajo corre peligro —contra eso no tengo nada que decir.
Bajo la mirada, las lágrimas que contengo ya no puedo retenerlas más y bañan mis mejillas. De pronto me encuentro en su pecho, bajo el calor entre sus brazos.
Es ridículo que me sienta así cuando solo hace unos días que lo conozco, pero ahora entiendo el amor a primera vista. Es doloroso e impactante, delirante y desconcertante.
Luego de un momento en el que me calmo, el roce de sus dedos en mi mejilla levanta mi mentón. Una corriente me recorre completa, no es la primera vez que la siento y eso me hace ver lo estúpido que puede ser pensar que podré alejarme de él. Miro las profundidades de sus orbes esmeraldas y espero.
—Te acompaño a casa —dice.
—No, mejor dejémoslo así, después de todo solo eres mi profesor —digo y sé que suena con rencor.
Me alejo de él, trato de caminar más rápido, pero él es como tres veces más grande que yo y me alcanza rápido. No lo miro en lo que llegamos nuevamente a la ruta. El insiste en acompañarme, pero mi casa está a la vista. Me niego y camino hasta mi casa, enfadada conmigo misma por sentir lo que siento. Enfadada con él por no querer hacerse cargo de lo que pasa.
Entro y las paredes vibran cuando cierro la puerta, mi padre se asoma y lo saludo con la mano. Escapo de su interrogativa metiéndome a mi habitación.
¡¡Sé que querrá venir después de todo mi querido profesor, no podrá fácilmente olvidar lo que pasó!!
Dejo mis útiles y decido que lo mejor será darme un baño para bajar la mala onda. Busco en mis cajones un cambio de ropa y cuando estoy por meterme al baño, mi padre hace su entrada maestra.
—¿Todo bien? —preguntó.
—Necesito un baño, Zoe estará fuera del campus —suspiro abrazando mi ropa de cambio—. Estoy bien, solo que me acostumbré a estar con ella y me dió un poco de pánico, Michael me ayudó. ¡Tranquilo!
—Lo siento, cariño —dice mi padre y termina de entrar a mi cuarto y me envuelve en sus brazos—. Creo que hacer nuevos amigos te ayudará también —dice cuando se aleja.
¿Debería hacer amigos o seguir besuqueándome con el profe? Una cosa me aterra y la otra...
—Debería... —coincido no muy convencida—. Me baño y preparamos juntos la cena —señalo.
—Eso... —lo miro—. Invité a Michael, estoy en deuda con él, te ayudó y eso significa mucho para mí.
¿Si supiera como me revolqué con él en el bosque seguirá sintiendo lo mismo?
—Está bien papa...
Mi padre sale de mi habitación y por fin me puedo meter a bañar.