En un mundo donde las diferencias culturales pueden ser un obstáculo, dos personas se encuentran Pero su amor está condenado desde el principio. ¿Podrán superar los desafíos y encontrar un futuro juntos?
NovelToon tiene autorización de Aleja_22 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
capitulo 11 La Herida Abierta
...Escena Emir y Faisal:...
Después del enfrentamiento físico con Markus, Emir se quedó en su oficina, aún respirando con dificultad. Sentía que su corazón estaba dividido entre el dolor y la rabia. Las palabras de Markus habían sido venenosas, y aunque intentaba convencerse de que eran mentiras, no podía evitar que la duda se enredara en sus pensamientos. A su lado, Faisal se quedó en silencio, observando cómo su amigo luchaba internamente.
—Emir comenzó Faisal, rompiendo el silencio —sé que esto es difícil, pero tienes que calmarte. Lo que ese hombre dice... no puedes darle poder sobre tus emociones.
Emir miró a Faisal, tratando de controlar el temblor de sus manos.
—¿Y cómo esperas que lo haga? respondió, con la voz cargada de dolor —Él... él dijo que ella era suya, Faisal. ¿Y si es verdad?
Faisal negó con la cabeza y colocó una mano firme sobre el hombro de Emir.
—Escúchame, hermano. Si Markus te está provocando de esta manera, es porque sabe que esas palabras te hieren. Él solo quiere hacerte daño, y lo está logrando. No puedes dejar que te envenene el corazón con sus mentiras.
Emir desvió la mirada hacia la ventana, donde el sol se ponía lentamente sobre el horizonte. La incertidumbre en sus ojos era evidente, y Faisal, queriendo ser de apoyo, continuó hablando con calma.
—Emir, una relación verdadera no se basa en las dudas. Debes confiar en lo que tú sentiste con Helena. Y si ella te amó de verdad, ¿no crees que eso vale más que cualquier cosa que pueda decir Markus?
Emir cerró los ojos un momento, dejando que las palabras de Faisal lo calmaran. Aunque sabía que el camino para sanar no sería fácil.
...Escena Markus:...
Al mismo tiempo, Markus se encontraba solo en su habitación, limpiando la herida en su labio con una sonrisa arrogante. Sabía que había ganado, al menos por el momento. Había logrado desestabilizar a Emir y hacerle dudar de Helena. Su plan estaba funcionando.
—¿Qué tan fácil es manipular a alguien que no confía en sí mismo? —murmuró, disfrutando de su propio juego -Si él cree lo que le dije, entonces mi trabajo aquí está hecho. Pronto, Helena y yo seremos solo nosotros.
Pero, en su interno, Markus también estaba peleando una batalla. Sabía que su manipulación era una estrategia, pero sus sentimientos por Helena eran más complejos de lo que quería admitir. Su deseo de "ganar" la rivalidad con Emir se mezclaba con una atracción genuina hacia ella.
En la soledad de su habitación, Emir luchaba con sus pensamientos, un torbellino de dudas y dolor que no le daba descanso. Las palabras de Markus lo perseguían, hirientes como un eco que no podía callar. Esa certeza que él afirmaba, de que había hecho suya a Helena, se había convertido en una daga clavada en su corazón. Aunque quería dudar, quería creer que Markus estaba mintiendo, algo dentro de él sentía que esa afirmación era, tal vez, demasiado vívida para ser una simple provocación.
La idea de que Markus y Helena hubieran compartido algo tan íntimo lo destrozaba. Cada vez que cerraba los ojos, las imágenes que su mente creaba lo torturaban. Recordaba cada momento que había pasado con ella: sus sonrisas compartidas, sus miradas secretas, el dulce aroma de su piel. Todo lo que alguna vez había significado esperanza y calidez en su vida ahora se teñía de una amarga sombra. ¿Había perdido a Helena para siempre?
Desesperado, tomó su teléfono y en un arrebato, buscó su contacto. Pero era inútil. Emir no sabía que Cuando Helena se marchó de Afganistán, su teléfono había quedado inservible por la rabia de Markus, y, desde entonces, no había manera de comunicarle sus sentimientos. Intentó preguntar a los demás miembros en la misión humanitaria pero ninguno tenía noticias. Era como si el mundo entero le hubiera arrebatado a Helena de un plumazo, dejándolo con el pecho vacío y las manos atadas.
Mientras tanto, Markus experimentaba un sentimiento similar. Desde que había llegado a Catar, había tratado de convencer a todos y a sí mismo de que el único motivo de su transferencia era su trabajo. Pero algo en su pecho sabía la verdad. Él no estaba aquí solo por la misión. Helena estaba presente en sus pensamientos, en cada rincón de su memoria. No podía ignorarlo.
Intentaba justificarse, diciéndose que ella le pertenecía porque, después de todo, fue a él a quien había besado. Pero a pesar de sus intentos por mantener la compostura, el hecho de que no podía contactarla lo dejaba impaciente y frustrado. "¿Dónde estará ahora? ¿Pensará en mí o en Emir?" Se preguntaba, con una mezcla de celos y resentimiento que no podía disimular. Revisaba compulsivamente el móvil, buscando alguna señal, alguna oportunidad de reconciliarse con ella. No había manera de saberlo; era como si Helena hubiera desaparecido en un lugar al que él no tenía acceso.
Para Emir, cada día que pasaba sin recibir noticias de Helena era una nueva agonía. Esa idea de que ella estuviera feliz en brazos de Markus, de que le hubiera dado a otro hombre lo que él tanto deseaba, lo llenaba de una angustia tan profunda que incluso comenzaba a afectarlo en su trabajo. Faisal, su amigo, lo había notado y, en varias ocasiones, trató de ayudarlo a poner en perspectiva su situación.
—Emir, ¿por qué dejas que Markus controle tu mente? —preguntó Faisal, en un intento de hacerlo entrar en razón -No tienes pruebas de que lo que te dijo sea cierto.
Emir suspiró, su mirada oscurecida por el dolor.
—No lo entiendes, Faisal. Si hay siquiera una mínima posibilidad de que Helena esté enamorada de él… No creo que pueda soportarlo.
—¿Y si no es así? ¿Y si solo te lo dijo para lastimarte? —Faisal insistió, con la esperanza de hacerle ver otra perspectiva
-Markus no es más que un hombre despechado, Emir. Un hombre que necesita hacer daño para sentirse en control. No caigas en su juego.
Pero las palabras de Faisal no lograban calmar el conflicto interno de Emir. ¿Y si, después de todo, Markus no mentía? La incertidumbre lo desgastaba cada vez más.
después de una semana Emir se encontraba sentado en la oficina con las manos entrelazadas sobre la mesa, mirando al vacío. Su mente no dejaba de dar vueltas al mismo tema: Helena. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que la vio, y aún no podía entender por qué se había ido tan repentinamente, sin despedirse. Ella, la mujer que había invadido sus pensamientos durante semanas, meses… se había desvanecido de su vida sin dejar rastro.
A medida que el tiempo pasaba, Emir no podía dejar de preguntarse si realmente había tenido algún significado para ella, o si todo lo que había sentido era solo un espejismo. Pensaba en el momento en que Helena se fue a Afganistán, cómo su partida lo había dejado vacío y desconcertado. ¿Por qué no le había llamado después? ¿Por qué no había intentado contactarlo? Su mente lo llevó a una conclusión dolorosa: Helena nunca había sentido nada por el, Tal vez solo había sido él quien había sentido algo más allá de una simple amistad.
La idea de que ella ahora estuviera con Markus, el hombre alemán que había conocido en Afganistán, lo martillaba en su cabeza. Si él no había tenido la oportunidad de estar con ella, tal vez Markus sí lo había logrado. La idea de que ella pudiera estar viviendo una relación con él, una que incluso había llegado a ser íntima, le hizo sentir una punzada en el pecho. ¿Qué había hecho mal? ¿Por qué no había luchado por él?
Emir sabía que sus principios y su cultura lo habían alejado de Helena, pero ahora pensaba que tal vez había sido demasiado tonto. Había renunciado a la oportunidad de ser feliz por algo que, al final, solo él veía como un obstáculo. Helena no lo había buscado, no había vuelto a llamarlo. ¿Eso no era una señal de que sus sentimientos nunca fueron verdaderos?
Con la cabeza baja y el corazón pesado, Emir tomó una decisión que le costó más de lo que esperaba. Dejarla ir. Había estado sosteniendo una esperanza que ya no tenía fundamento. No podía seguir adelante esperando algo que no sucedería. La verdad era clara: no podían estar juntos. No podía tener un noviazgo. Su mundo, sus responsabilidades, su cultura, no lo permitían. No podía arrastrar a Helena a una vida llena de reglas y limitaciones que, al parecer, ella no estaba dispuesta a aceptar.
Con una determinación triste pero firme, Emir decidió dejar que Markus ganara. Ya no quería estar en medio de esa guerra interna, esa lucha constante entre sus sentimientos por Helena y su lealtad a su cultura. Era el momento de seguir adelante, de centrarse en su trabajo y dejar atrás todo lo relacionado con ella. No podía seguir en la misión humanitaria, no podía enfrentarse más a Markus, ni siquiera soportaba estar cerca de él. Lo mejor sería alejarse de todo esto.
-Faisal, dijo Emir con voz grave cuando su amigo entró en la habitación, -te dejo a cargo de la misión. Me voy con el jeque. Necesito un cambio. He tomado una decisión
Faisal lo miró con sorpresa, pero Emir no estaba dispuesto a dar más explicaciones. Era su vida, su dolor, y él debía lidiar con ello a su manera. Faisal, con el rostro lleno de preocupación, trató de hablar, pero Emir levantó la mano, pidiéndole que no insistiera. -Necesito alejarme, Faisal. Necesito olvidarla, para siempre.
Al darse cuenta de que era inútil seguir luchando por algo que no podría ser, Emir hizo una última resolución: olvidaría a Helena, olvidaría todo lo que había sentido por ella. Se despediría de ese amor que lo había marcado profundamente, y comenzaría una nueva vida lejos de cualquier recuerdo que pudiera traerla de vuelta. Tenía que centrarse en su futuro, en su trabajo, en sus deberes.