En un mundo donde las historias de terror narran la posesión demoníaca, pocos han considerado los horrores que acechan en la noche. Esa noche oscura y silenciosa, capaz de infundir terror en cualquier ser viviente, es el escenario de un misterio profundo. Nadie se imagina que existen ojos capaces de percibir lo que el resto no puede: ojos que pertenecen a aquellos considerados completamente dementes. Sin embargo, lo que ignoraban es que estos "dementes" poseen una lucidez que muchos anhelarían.
Los demonios son reales. Las voces susurrantes, las sombras que se deslizan y los toques helados sobre la piel son manifestaciones auténticas de un inframundo oscuro y siniestro donde las almas deben expiar sus pecados. Estas criaturas acechan a la humanidad, desatando el caos. Pero no todo está perdido. Un grupo de seres, no todos humanos, se ha comprometido a cazar a estos demonios y a proteger las almas inocentes.
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CAPÍTULO VEINTIUNO: INOCENTE CULPABLE
Los demás se encontraban reunidos alrededor de una fogata, resguardados en un lugar que parecía ofrecer una relativa seguridad. Draxar estaba despierto junto a Thaddeus, quien no lograba pegar ojo. Su mente estaba inundada por una mezcla caótica de sentimientos que no sabía cómo manejar. El ritmo de su corazón era frenético, como un pájaro atrapado en una jaula, mientras sus ojos se mantenían fijos en las llamas que danzaban en la fogata. La oscuridad de la noche parecía absorberlo todo, y el sentimiento de pérdida y desesperación por no encontrar a Victoria lo mantenía en un estado constante de inquietud. No podía tranquilizarse, no podía dejar de preocuparse.
De repente, la fogata se apagó, sacando a Thaddeus de su trance. Un escalofrío recorrió su espalda, y su preocupación creció aún más. No entendía lo que estaba sucediendo. Sin embargo, cuando las llamas volvieron a encenderse, se encontró frente a Celine, que se había materializado casi como por arte de magia. Ella tenía los brazos cruzados y una expresión de seriedad y determinación en el rostro. La presencia de Celine en ese momento era una mezcla de sorpresa y alivio para Thaddeus.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Thaddeus, su voz cargada de confusión y un alivio palpable al ver a Celine.
—¿Por qué desapareciste de esa manera, Thaddeus? ¿Acaso estás demente? Estás bajo el cuidado de la academia. No puedes simplemente desaparecer así cuando hay una amenaza tan grande aquí afuera. Debemos salir de aquí. Debo llevarte a la academia. Allí estarás a salvo hasta que los demonios hayan sido exterminados —respondió Celine con firmeza, su tono dejaba claro que no estaba dispuesta a aceptar ninguna objeción—. Bueno, a todos ustedes.
Thaddeus negó con la cabeza, su expresión se endureció mientras trataba de contener la creciente frustración.
—Debemos encontrar a Victoria.
—¿Victoria Lith? —preguntó Celine, su tono cargado de sorpresa y preocupación.
—Sí, ella —confirmó Thaddeus, su voz firmemente decidida.
—Thaddeus, por favor...
—Ya he dicho lo que haré, Celine. No voy a cambiar de opinión —dijo Thaddeus con una determinación que no dejaba lugar a dudas.
Celine suspiró, su resistencia pareció desmoronarse ante la firmeza de Thaddeus.
—Está bien —cedió finalmente Celine, su voz resonando con un tono de resignación—. Los llevaré a donde se encuentra ella.
—¿Cómo harás eso? —preguntó Thaddeus, su voz una mezcla de desesperación y curiosidad.
Celine miró a Thaddeus con una mezcla de seriedad y una chispa de complicidad.
—La academia tiene sus propios recursos y habilidades especiales. Podemos rastrear su ubicación a través de una serie de métodos... no convencionales. La clave está en un artefacto antiguo que posee la academia. No es infalible, pero es nuestra mejor opción.
—¿Vamos a seguirla? —le susurró Draxar a Thaddeus.
—Sí —respondió Thaddeus con firmeza—. No podemos perder más tiempo. Victoria está en peligro y tenemos que encontrarla.
Celine, con una expresión decidida, sacó de su bolsillo un antiguo artefacto: un pequeño medallón dorado con inscripciones en una lengua antigua. Lo sostuvo en alto, y una suave luz comenzó a emanar de él, proyectando sombras danzantes en el suelo.
—Este medallón tiene la capacidad de rastrear a aquellos que están conectados por un vínculo especial. En este caso, a Victoria —explicó Celine—. Nos llevará a ella.
El medallón comenzó a brillar con una intensidad creciente, llenando el lugar con un resplandor mágico que parecía devorar la oscuridad a su alrededor. Las llamas etéreas de la magia del medallón envolvieron el lugar, creando una atmósfera de luz sobrenatural. Eldrin y Thalion, que habían estado en un profundo sueño, se despertaron sobresaltados por la explosión repentina de luz. Sus ojos se abrieron en estado de alerta, buscando comprender la transformación abrupta de su entorno.
Antes de que pudieran procesar lo que estaba sucediendo, la cueva se desvaneció a su alrededor, reemplazada por un paisaje totalmente diferente. La luz del medallón había desencadenado un cambio mágico que parecía llevarlos a otro lugar, otro tiempo. La abrupta transición hizo que Thaddeus cayera al suelo, golpeándose ligeramente la cabeza en el proceso. Aturdido, se levantó con rapidez y miró a su alrededor, tratando de comprender el nuevo entorno.
Frente a él, una figura se perfilaba en la distancia, iluminada por el resplandor del medallón. Al acercarse, Thaddeus vio a Victoria, esta vez sin el velo que solía ocultar su rostro. La luz mágica reveló sus rasgos con claridad. Para Thaddeus, la visión de su rostro desnudo fue como una revelación. Por primera vez, pudo ver la verdadera Victoria, y aunque su corazón se sintió aliviado por su presencia, esa sensación de liberación se desvaneció rápidamente al notar el estado en el que se encontraba.
—Victoria… —murmuró Thaddeus, su voz temblando mientras extendía una mano hacia ella—. ¿Qué ha pasado?
Victoria, al mirar a Thaddeus, parecía estar en un estado de shock, sus ojos reflejaban una mezcla de desesperación y alivio. Su respiración era irregular, y la sangre en su rostro parecía contar una historia de dolor y pérdida.
—¿Qué sucedió con tu velo? —preguntó Eldrin de golpe, su voz cargada de curiosidad y preocupación.
Victoria lo miró con una expresión vacía, como si la pregunta fuera un eco lejano en medio de su tormento interno.
—No creo que eso importe ahora, ¿o sí? —respondió Victoria con un tono cansado, la frustración y la tristeza entrelazadas en sus palabras—. Solo quiero deciros que vuestros padres han sido asesinados… al igual que mi padre y el resto de nuestra familia.
Hizo una pausa, el dolor visible en cada línea de su rostro. Su voz se volvió más quebrada mientras continuaba.
—Vi a mi padre exhalar su último aliento en mis brazos, un momento que se grabó en mi… y… yo no supe qué hacer. Fue una escena que nunca podré olvidar. Me quedé paralizada, sin saber cómo reaccionar. Al igual que ustedes, me quedé sin nada por lo que seguir luchando. La sensación de vacío es abrumadora, pero estoy aquí porque sé que los demás no tienen que pagar por mis errores. No puedo dejar que su sacrificio sea en vano.
Thalion se levantó de golpe, el gesto de sus manos apretadas contra sus rodillas revelando una furia contenida. Su mirada se volvió un hielo implacable, incapaz de procesar el golpe brutal de la noticia. La seguridad que había sentido al proteger a su madre ahora se desmoronaba, y la fría verdad de la muerte de su familia era un castigo que no podía soportar. El mundo a su alrededor parecía desmoronarse, dejándolo atrapado en una tormenta de impotencia y dolor. El corazón de Thalion se partió en dos, sus pupilas se dilataron, estremecidas, al ver la agonía en los ojos de su prima.
Eldrin, por su parte, se arrodilló, sus dedos enredados en su cabello, arrastrando sus puños hacia el suelo con desesperación. La frustración se mezclaba con un dolor desgarrador mientras luchaba contra las lágrimas que amenazaban con brotar. La sensación de vacío, de perder a quienes amaba, lo consumía, y cada respiración se sentía como un esfuerzo titánico en medio de la tristeza abrumadora. Eldrin no podía creer lo que le estaban diciendo. Estaba rodeado de tinieblas, su corazón se doblaba de dolor y su estómago se revolvía contra sí mismo como una serpiente. ¿De verdad era esto el final de todo? ¿Cómo se suponía que debía seguir adelante sin la sombra de su familia?
Draxar soltó un suspiro pesado, como si todo el aire en sus pulmones se hubiera evaporado de golpe. La incredulidad se dibujaba en su rostro, y sus hombros se hundieron bajo el peso del sufrimiento. La sensación de desolación era palpable, como si todo lo que había conocido y amado se hubiera desvanecido en una noche de caos y destrucción. Era como si la vida de Draxar se estuviera desplomando a su alrededor. Se quedó paralizado, su cuerpo no respondía. Cerró los ojos y sintió como si una inmensa bola de plomo se acumulara en su pecho. Quería gritar, hacer algo, pero estaba demasiado aturdido para reaccionar.
¿Todo lo que habían conocido, todo lo que habían amado a su manera, se había desvanecido en un solo instante?
—¿Lo dices en serio?— preguntó Eldrin, con un temblor en la voz y la esperanza vacilando en sus palabras, como si la noticia fuera una cruel broma.
—No te lo diría si no fuera verdad —dijo Victoria, sus palabras cargadas de dolor—. Lo vi con mis propios ojos. No hay forma de que esto sea una broma cruel.
Eldrin sintió cómo su espina dorsal se enfriaba, una sensación gélida que se extendía por todo su cuerpo. Sus piernas temblaban bajo el peso de la realidad, incapaz de procesar la magnitud de la tragedia. Nunca había visto a su prima luchar tan duramente para mantener su compostura; su rostro, empapado en sudor y lágrimas, parecía estar al borde del colapso, y el esfuerzo por mantenerse en pie era visible en cada línea de su expresión.
La incredulidad se había transformado en desesperación; Eldrin estaba hundido en un pozo de emociones tan oscuras y perturbadoras que su mente se sentía a punto de romperse. Cada latido de su corazón resonaba en sus oídos, una batería de dolor que no cesaba. La tristeza era una marea implacable que arrastraba todo a su paso, y Eldrin no sabía cómo enfrentar el abismo de pérdida y desesperanza que se había abierto ante él.
—¿Quién fue?— preguntó Draxar, su voz rasposa y cargada de una angustia contenida.
—Astaroth— respondió Victoria, el nombre saliendo de sus labios como un susurro cargado de dolor y desesperación.
El nombre resonó en el aire con un peso aterrador. Draxar, que había sido testigo de muchas cosas, sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral. Astaroth era una figura temida en el mundo demoníaco, un nombre asociado con el caos y la destrucción. El simple hecho de mencionar su nombre era suficiente para enfriar la sangre en las venas de cualquiera que supiera lo que realmente representaba.
—Vamos a solucionar esto, Victoria. Solo… solo espero que no lo vuelvas a arruinar. Le estás arruinando la vida a muchas personas solo por tu maldito error.
Las palabras de Draxar golpearon a Victoria como un rayo ardiente del solsticio de verano, quemando su alma en sus profundidades más oscuras. Ella se encogió, como si su cuerpo tratara desesperadamente de protegerse de la realidad brutal que enfrentaba. Las lágrimas surcaban su rostro, mojando su piel y arrastrando su dolor hacia el corazón como la lluvia en medio de una sequía. Su voz, quebrada y temblorosa, apenas lograba ser audible:
—Sé que todo esto es mi culpa... —dijo Victoria, su voz temblando mientras sus ojos brillaban con una mezcla de angustia y desesperación. Sus hombros se sacudían ligeramente, como si cada palabra la hiciera más vulnerable—. Pero por favor, no me eches la culpa aún. Si me derrumbo ahora... si me desmorono completamente... no sé si podré volver a levantarme. ¿Podrías... dejarlo por un momento? No necesito sentirme peor de lo que ya estoy. Solo necesito un respiro, un breve intervalo para intentar olvidarme de todo, aunque sea por un instante.
El aire entre los primos se llenó de un silencio denso, casi tangible, como si el espacio mismo se hubiera convertido en una piedra helada. Eldrin miró a Victoria con una mezcla de frustración y dolor.
—¿Olvidarte de todo? —recriminó Eldrin, con la voz cargada de ira y sufrimiento, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas contenidas. Su mirada estaba fija en el devastador paisaje a su alrededor, donde los restos de lo que solía ser su hogar yacían esparcidos en ruinas. El dolor en su voz era palpable, como si cada palabra fuera un reflejo de la angustia que sentía—. ¿De qué piensas olvidarte, Victoria? Míralo. Míralo bien. No queda nadie. La mayoría de los que vivían aquí ya han muerto, y todo es culpa de que no supiste proteger la caja. ¡No me pidas que entienda que quieras olvidarte de todo ahora! ¿Realmente quieres olvidar el desastre que causaste?
—Yo... sé que tienes razón, pero es muy difícil lidiar con todo esto de un momento a otro. No puedo pensar de ninguna otra forma, Eldrin. — Su voz era un susurro quebrado—. Por favor, les suplico que no me guarden rencor, pues solo lograrían que me desprecie a mí misma aún más de lo que ya lo hago.
—Victoria, todo está perdido. No hay nada que puedas hacer ahora. Tu padre está muerto por tu culpa, mis padres también, y toda nuestra familia, junto con muchas otras personas, han muerto a causa de tus errores. Lo más probable es que más gente aún morirá por tu culpa. Deja de llorar y acepta que todo esto es únicamente tu responsabilidad.
—¿Solo es mi culpa? —exclamó Victoria, con lágrimas corriendo por sus mejillas mientras su voz se elevaba en una mezcla de desesperación y enojo—. ¿Por qué demonios le dieron esa caja a una chica que no sabe nada de la vida? No pedí nacer siendo mujer, no pedí tener que cargar con todas estas responsabilidades. Me impusieron más de lo que ustedes pueden imaginar. ¿Por qué no ven que estoy atrapada en una situación que nunca quise, y que estoy haciendo lo mejor que puedo con lo que me dieron?
Draxar, con los ojos llenos de furia y dolor, avanzó hacia Victoria, su expresión dura y cargada de resentimiento.
—¡No puedes simplemente echarle la culpa a los demás! —gritó, su voz rasgada por la angustia—. No importa lo que te hayan impuesto. Lo que importa es que no pudiste cumplir con tu deber. El mundo está hecho pedazos y tú estás aquí tratando de justificar tus errores en lugar de enfrentarlos.
Thalion, con el rostro pálido y las manos temblando, se unió a la confrontación.
—¿Cómo puedes hablar de responsabilidades cuando la gente está muerta? —dijo con voz quebrada—. Perdiste a tu familia y, a pesar de eso, solo te centras en tus propias desgracias. Es difícil ver el dolor ajeno cuando el tuyo propio es tan inmenso, pero no puedes seguir evadiendo la verdad. El daño ya está hecho. Debes aceptarlo, fue tu culpa. A veces, no se trata de lo que querías o de lo que te dieron —dijo con voz grave—. Se trata de cómo manejas lo que tienes en tus manos. No estoy diciendo que sea justo, pero sí que es necesario enfrentar las consecuencias de tus acciones y buscar una manera de enmendarlas, en lugar de quedarte en el lamento.
Thaddeus se sentó junto a Victoria, la atmósfera a su alrededor cargada con la tensión y el dolor de la situación.
—Shhh... no te culpes —dijo en un tono suave, intentando infundir un poco de calma en medio del caos—. No es nuestro lugar echarle la culpa a nadie ahora. Estamos solos en esto, y la culpa no va a traer a nadie de vuelta.
Sus palabras eran un intento de ofrecer consuelo en un momento en que el dolor parecía insuperable. Victoria lo miró con ojos llenos de lágrimas, su cuerpo temblando mientras trataba de encontrar algo de alivio en las palabras de Thaddeus.
—Pero... ¿qué puedo hacer? —preguntó ella, su voz rota por la desesperación—. ¿Cómo puedo seguir adelante sabiendo que todo esto es mi culpa?
Thaddeus la miró con una mezcla de compasión y determinación.
—No estás sola en esto —respondió—. Tenemos que encontrar una manera de solucionar lo que pasó, y eso es lo que debemos enfocarnos ahora. La culpa no cambiará lo que ocurrió, pero nuestra acción sí puede marcar una diferencia.
—Debemos ir en busca de la Escalera al Cielo —dijo Sebastián, sus brazos cruzados y una expresión de frustración y enojo en su rostro. A pesar de la irritación que sentía hacia la forma en que Victoria había sido tratada, sabía que permitir que su furia se desbordara solo complicaría más las cosas—. Cada segundo cuenta.
Draxar lo miró con desdén, su voz cargada de dureza.
—¿Y qué sabes tú sobre la Escalera al Cielo?
Sebastián levantó una ceja, su tono mordaz.
—Soy un demonio. Tengo conocimientos que van más allá de lo que un simple humano podría imaginar. Así que, o te unes a nosotros y avanzamos, o te vas de aquí.
Draxar, aún procesando la intensidad de la situación, se quedó en silencio por un momento. La determinación en la voz de Sebastián era innegable, y a pesar de su resentimiento, comprendió la urgencia de la misión. Su mirada se suavizó ligeramente mientras asimilaba la realidad de la situación.
—No… —dijo Victoria, su voz temblando con una mezcla de determinación y tristeza—. Ustedes pónganse a salvo. Yo me encargaré de esto. Es mi culpa, no la de ustedes. No tienen por qué involucrarse. Solo… déjenme sola. Creo que fue un gusto tenerlos a mi lado, aunque me haya sentido igual de sola. ¿Pero qué importa? Tengo que ser la protagonista de mi propia historia, tengo que ser la ganadora. Siento que si los tengo a mi lado, no lo lograré. No es que no sean buenos en lo que hacen, es solo que… cada vez que algo sucede, dirán que es mi culpa, aunque lo sea. No quiero que estén conmigo. Quiero hacer esto sola.
Su declaración dejó en el aire una pesada sensación de soledad y desafío. La tristeza en sus ojos y la firmeza en su voz revelaban el peso que llevaba consigo. Aunque su resolución era clara, también era evidente que el camino por delante sería un viaje solitario y lleno de obstáculos. La decisión de Victoria resonaba con la carga de sus responsabilidades y la búsqueda de redención.
—Creo que es momento de arreglar esto sola, como la gran Lith que soy. No importa si muero en el intento; al menos sabré que lo habré intentado.
—¿Estás de broma, mujer? —pronunció Sebastián, su voz cargada de indignación—. No permitas que las palabras de tu estúpida familia te nublen el juicio. No puedes ir sola. No es que no puedas hacerlo, es que es extremadamente peligroso. Tienes que mantenerte con vida si realmente quieres arreglar esto. ¿Qué sentido tiene ir sola si podrías morir en el proceso?
—Es solo que... —empezó Victoria, pero su voz se quebró.
—Nada de excusas, Victoria —intervino Celine, que había permanecido en silencio hasta ahora—. Sé que no somos amigas y que tal vez te he llamado insensible, amargada y caprichosa. Pero la verdad es que nunca sale nada bueno de ir sola. Necesitas ayuda, quieras o no, porque tienes que ganar. Aunque nunca pensé que diría esto, iré contigo. Y sí, el cabezón de Thaddeus también lo hará. Ese demonio también parece bastante decidido a acompañarte, y tus primos... bueno, eso ya es otro tema.
—No tiene sentido —dijo Victoria, sacudiendo la cabeza con frustración.
—Solo camina —respondió Celine con determinación—. No creo que sea una buena idea quedarnos aquí. Aunque... ¿a dónde iremos?
—Tenemos que encontrar un lugar que esté fuera del alcance de los demonios y lo suficientemente seguro para planear nuestro próximo paso —dijo Sebastián, mirando a su alrededor con preocupación—. Hay una antigua biblioteca en las afueras del bosque, que se dice que está protegida por el estúpido poder celestial.
—De verdad, no tienen por qué hacer esto.
—Es eso o quedarnos aquí y esperar a que todas esas cosas los maten. Tú decides. A mí no me afectará en nada. Ni siquiera estoy vivo. —su tono era despreocupado, como si la gravedad de la situación no le importara en lo más mínimo.
—A veces me caes tan mal, Sebastián. —ella frunció el ceño, dejando escapar un suspiro exasperado mientras se pasaba una mano por el cabello.
—Eso es parte de mi encanto, o al menos eso me gusta pensar. —respondió él con una sonrisa torcida, disfrutando del conflicto.
—Solo... solo vamos. —su voz se volvió más firme, tratando de dejar de lado la frustración que sentía.
—Esto será muy largo. —Sebastián se encogió de hombros.