Su personalidad le permitió continuar con una vida que no recordaba.
Su fortaleza la ayudó a soportar situaciones que no comprendía.
Y su constante angustia la impulsó a afrontar lo desconocido; sobreviviendo entre una fina y delicada pared que separa lo inexplicable de lo racional.
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No hay más salidas
^^^18 de diciembre del 2022^^^
^^^Holdes, capital de Hiuston^^^
^^^20: 36 pm^^^
Había pasado un día desde lo ocurrido en Gold. Aquella noche dormí en casa de Dagan y al día siguiente volví a la universidad con toda normalidad, la beca no se mantendría por sí sola; esa misma noche aproveché para descansar como se debía ya que las reparaciones en la cafetería tardarían mínimo una semana entera.
Por arte de magia, las anormalidades cesaron luego del incidente. En circunstancias normales serían excelentes noticias, pero me quedaba claro que la normalidad iba por delante de mi.
— ¡Buenos noches Lia, con permiso! ¡Oh, qué bien huele!
Un revoloteante y animado rubio se coló en mi apartamento llevando grandes bolsas blancas en las manos, parecían compras de primera necesidad en el hogar. Dejó las fundas sobre la rectangular mesa junta a la pared para tronarse los dedos.
Félix me encontró vistiendo una bata de baño lila. El material era lo suficientemente grueso y se sentía casi como una pijama.
— Anda a vestirte, yo espero —sonrió sentándose al extremo de la mesa.
La comodidad con la que actuó sin lamentar haber irrumpido en mi apartamento me hizo reír; mientras buscaba algo abrigado que usar, pensé en la poca seguridad que tenía. La última vez Dagan también entró hasta llegar a mi habitación solo para derribar mi puerta.
— Hice hamburguesas caseras, ¿quieres cenar conmigo ya que estás aquí? —le ofrecí al salir.
— Está bien, traje algo para beber.
Tomé dos platos llanos del anaquel y luego coloqué dos hamburguesas en cada uno junto a unas servilletas. Félix ya había servido dos vasos de Coca Cola sobre los manteles de plástico.
— ¿Preparaste esto para ti sola?
Cada ingrediente era de gran tamaño y, teniendo en cuenta que había preparado cuatro, su pregunta fue predecible.
— Dagan también es de los que visita sin avisar, preparo de más por si acaso —contesté dándole la primera mordida.
No hay mucha ciencia al preparar una hamburguesa, pero me esforcé mucho en hacerlas. A juzgar por la reacción de mi acompañante, también fue de su agrado.
— ¿Está bien que esté aquí? ¿No te molesta?
— ¿Por qué lo haría? Trajiste la Coca después de todo —sonreí.
Nuestra trivial conversación fluyó espontáneamente, su naturaleza extrovertida fue la clave para no aburrirnos hablando sobre el frío clima que trajo éste diciembre. A diferencia de la última vez que lo ví, ahora vestía un grueso abrigo tejido con lana café y un buzo blanco por debajo.
Terminamos de comer y fue él quien tomó la iniciativa por lavar los trastes. No le importó cuánto me negara a qué lo hiciera, decidió abrir el grifo y meter las manos desnudas al agua.
Una vez terminó, le extendí una toalla para que se secara las manos.
— Eres muy amable —dijo al tomar asiento por segunda vez.
— Y tú algo necio —tirité—, está haciendo frío ¿Quieres tomar algo caliente?
Se negó riendo. Me pidió sentarme porque obviamente tenía sus motivos para aparecer de la nada a tan altas horas de la noche.
— Ahora mismo, tu vida está en una situación delicada.
De cierto modo, lo sabía. Daimond, además de enojarse y estallar cuando me vio, hablaba como si mi sola existencia trajera serios problemas.
— ¿Por qué? —necesitaba saber—. Supongo que es por mi habilidad.
— ¿Sabes algo? Todos los miembros de Gold tienen habilidades —al notar mi asombro, siguió—. Roxan es la fundadora de las cafeterías, actualmente es la dueña de la marca.
Eso explicaría la razón del porqué Roxan seguía en redes a Rina, a lo mejor contactó con ella por ese medio. También explicaba el truco de Dagan para enterarse de todo cuando ni al gerente ni a Cristian les agradaba.
— Entonces, ¿qué hay de malo conmigo? —presioné para obtener las respuestas o historias cuánto antes.
Acercó sus pálidas manos hacia su boca y exhaló suavemente buscando calentarlas un poco.
— ¿Qué has podido hacer con tu habilidad? —preguntó mirando sus manos—. Describe detalladamente lo que puedes hacer.
Mi instinto me hizo guardarme los acontecimientos recientes explicando únicamente lo que he visto, escuchado y olido. Lo que pasaba con mi cuerpo una vez decidía a viajar y...
De repente, no supe cómo describir los colapsos visuales, la mancha que aparecía en mi pecho cuando excedía el tiempo fuera de mi cuerpo y los abruptos cambios de escenarios.
— Ese es el principal problema de tu habilidad, Lia, es impredecible lo que podrás hacer o no con ella —devolvió su vista calmada a mi—. Tu habilidad podría alterar el orden entre nuestro plano y el siguiente.
Su forma de hablar expresaba que ya contaban con normas, clasificaciones y niveles de poder; tenían un sistema perfectamente equilibrado y yo era una habilidad errónea, sin lugar ni asignación.
— ¿Cuál es la solución?
— ¿Te parece que hay solución? —replicó aún sonriente.
— No estarías aquí de no ser así —contesté tranquila. Observé su rostro esperando algún cambio, pero no hubo nada—. Y si matarme fuera la opción, pudieron enviar al señor Oscuro.
Se echó a reír sabiendo que me refería a Daimond.
— Tal vez yo estaría aquí para hacerlo de manera rápida e indolora.
Pensé sobre lo poco que conocía de él.
— Tal vez —murmuré. Sonreí despreocupada—. Pero no es así. Te tomaste la molestia de ponerme un nombre para no llamarme "Eliana"
— A lo mejor–
— No me harás dudar, Félix —interrumpí—. No fuiste alguien peligroso para Eliana y no lo serás para mí, ¿entendido?
— Ja, ja, ja, entendido.
Lo siguiente que hizo fue explicar el método que diseñó para colocar un límite a mi expansiva habilidad.
— Olvídalo, sé alguien peligroso por favor —pedí ofreciéndole un cuchillo.
— Baja eso eso pequeña —dejó su silla para sentarse de lado sobre mis piernas; pellizcó juguetonamente mis mejillas aún insistiendo—. Tampoco tienes muchas caminos, será la más eficiente, ten fé.
La idea seguía sin agradarme por más que el rubio insistiera.
— ¿Y si al señor Oscuro le da igual el resultado y quiere matarme de todas formas?
Una sonrisilla especial e interesante le invadió los labios. Una fuerte ventisca chocó contra los cristales en la ventana y el ruido le dió un toque de suspenso a nuestra conversación.
— La gente tiene opción oír mis sugerencias, pero —mencionó apoyando cómodamente su cabeza en mi hombro—. Dentro de mi área, mis ordenes son absolutas e indiscutibles.
No percibí narcisismo, mentira, presunción o altanería en sus palabras, hablaba muy en serio. Reconocía el poder de su autoridad, pese a ello, no vino a imponerla sobre mi y aquello me inquietaba.
— Si no tengo otra salida, ¿por qué no obligarme directamente? ¿Cuál es la gracia de darle vueltas a esto?
— ¿Que por qué? —su sonrisa recobró la naturalidad que recordaba.
Bajó de mis piernas y estiró los brazos. Se quedó de espalda por unos momentos y luego volteó la mirada sobre su hombro.
— Para mi, el valor de una orden es igual al valor de una vida, ¿lo entiendes?
Desde que lo conocí, ví muchas sonrisas en él, pero hubo algo diferente en la que mostró en ese instante que de alguna manera logró endulzar mi existencia.
— Porque respeto la decisión de mis amigos.
Si llegó a mi con las intenciones de ayudarme, definitivamente daría lo mejor de mi como agradecimiento.