El Sultán Murad, un hombre de 45 años, debió ascender al trono contra de su voluntad, debido al mandato del espíritu guardián del maldito de su padre; sin embargo, debido a los traumas que tuvo al crecer en el harem de su progenitor, lo que realmente deseaba era poder rehacer su vida lejos de aquel país.
Por una alianza realizada con el monarca del reino vecino, el rey Guillermo, decidirá viajar a tierras extranjeras con el fin de buscar esposa y así sellar por completo los acuerdos de paz entre ambas naciones. Sin imaginar, en su camino se cruzaría con la segunda princesa bailarina, maldita de nacimiento, y la cual provocaría que el espíritu guardián le hiciera una propuesta: salvarla de su maldición a cambio de su libertad.
Siendo un hombre completamente opuesto a lo que se esperaba en un gobernante, y sabiendo que su querido hermano menor podría ser el futuro sultán, acepta el trato.
¿Podrá ir en contra de tal poderosa maldición?
¿Podrá salvar a la segunda princesa bailarina?
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CAPÍTULO 8
La ira y la tristeza recorrieron el cuerpo de Murad, recordando en Beatrice lo que su madre sufrió a causa de las concubinas y demás esposas de su padre.
Podría no ser un hombre guapo, o un hombre como su hermano, quien tenía todo el derecho de ser sultán, pero agradecía por lo menos haber heredado la empatía de su madre y no la frialdad del desgraciado de su progenitor.
Tomando entre sus brazos a la princesa, notó que estaba atada con grilletes, por lo que Ibrahim tuvo que usar su navaja encantada para romperlos. Sin embargo, aquello desencadenó una corriente de energía maligna y se escuchara un gruñido animal.
Era tan ensordecedor, que sintieron como sus tímpanos sufrían y empezaban a sangrar sus oídos. El gruñido incluso retumbó en el piso de la habitación, como un terrible temblor. Sabiendo que era dentro de poco que la criatura que tenía cautiva a la princesa, llegara hasta donde ellos estaban, Ibrahim le hizo una seña con el rostro para que Murad se fuera de allí.
—¡Ibrahim!—gritó el sultán.
Cuando estaba por cruzar, un nuevo gruñido hizo que él se tambaleara de dolor y el portal que había sido abierto a través del closet de su hermano se cerrara. Cansado, sacando de su espacio interno su espada, se dio la vuelta para encarar al monstruoso demonio que estaba mirándolo con odio.
—¿Dónde está?—gritó el ser—¡¿Dónde está mi mujer?!
—Perro demonio de mierda—dijo blandiendo su espada—¿La quieres? ¡Sobre mi cadáver!
Ibrahim conocía muy bien la malignidad de los demonios, sabía que, aunque no pudieran pisar físicamente terreno santo como el palacio real, tenían sus métodos para manifestarse.
—En la que nos metimos, Murad—susurró listo para luchar—¿De verdad esas princesas lo valen?
Por lo que, un poco exasperado por involucrarse junto con Murad, en un problema que para él no era de ellos, tenía que deshacerse del demonio para evitar que a su hermano le pasara algo.
Colocando a una inconsciente, Beatrice, en su cama, gritó para pedir ayuda a sus soldados, luego de ver como el closet se cerraba tras de sí y su hermano quedaba atrapado en aquel infernal mundo. Por más que sus magos intentaran, tras explicarles lo ocurrido, abrir alguna puerta mágica que conectara al interior del armario, no podían hacerlo.
Ansioso, ordenó que se le fuera informado de inmediato lo ocurrido a los reyes y que enviaran ayuda para la princesa Beatrice. Sin embargo, aunque su mente estaba en ayudar a la pobre joven maldita, se encontraba mal pensando en lo que estaba ocurriendo con su hermano.
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A varios miles de kilómetros de distancia, en una vasta región compuesta en su mayoría por desierto, se encontraba el reino de Arubia. En Alki, la capital real, un banquete se estaba ofreciendo en honor al cumpleaños de la tercera reina viuda.
Sentada en la mitad de la enorme mesa, mientras las concubinas bailaban, una mujer de larga cabellera negra, observaba con preocupación su copa de agua de miel. Tenía un mal presentimiento en su corazón, que inclusive su piel blanca estaba mucho más blanca, evidenciando su preocupación.
—¿Si ves a la vieja?—susurró la segunda reina viuda—¡Está muy anciana! ¡¿Cómo es posible que ella sea la reina madre?!
—¡Concuerdo!—respondió la quinta reina viuda—de entre todas, la tercera reina es quien debería ser la reina madre, no solo fue la que tuvo más hijos varones, ¡Sino que también es la más hermosa!
Rashta, había sido, sin duda alguna, la más favorecida por el antiguo sultán. No solo por su belleza y carisma, fue ascendida de consorte a concubina y luego a tercera reina, sino que gracias a su favoritismo fue que logró tener siete hijos varones antes de que el anterior monarca muriera.
Sonriendo para sus adentros, no hizo el más mínimo esfuerzo por acallar los cuchicheos de las demás mujeres del antiguo harén. Le encantaba ver como ponían en un momento incómodo a Elizaveta. Sin embargo, la madre del sultán actual estaba concentrada en el terrible presentimiento que estaba agobiando su corazón.
No fue sino hasta que una explosión resonó por todo el palacio dorado, que todas las concubinas y esposas, inclusive hasta los guardias, se quedaron callados. Así, con una fuerte luz plateada, todos, hasta Elizaveta, tuvieron que arrodillarse ante la presencia del espíritu sagrado.
—Primera reina, Elizaveta de Arubia—aquella voz hizo que su piel se erizara—escuche mi mandato.
—Gran señor—respondió la mujer—escucho con humildad sus palabras.
—Mientras el sultán Murad y el príncipe Ibrahim, primer visir de Arubia, cumplen con su destino—habló con firmeza—será usted la reina regente hasta que el nuevo sultán se levante.
—¡¿Qué?!—preguntó temerosa—Gran señor...¿Mis hijos...ellos?
—¡Así ha de ser!—fue lo único que dejó.
Tras un segundo estruendo, y seguido de un destello enceguecedor, todos pudieron recuperar su vista solo para darse cuenta de que un cuerpo negro, carbonizado, pero aún viviente, se encontraba en frente de la reina Elizaveta.
—¡Mi tiara!—expresó sorprendida Rashta.
Todos pudieron notar que, de manera sorpresiva, en la cabeza de la primera reina, se encontraba la tiara que originalmente era de ella y que la designaba como esposa principal, pero que, en un arrebato, el antiguo sultán se la había quitado para dársela de manera caprichosa a su favorita.
Mientras Rashta se encontraba intentando ocultar su vergüenza, ya que el mero hecho de que el espíritu sagrado le hubiera regresado su corona a su antigua dueña era una humillación. No obstante, la madre de Murad e Ibrahim no estaba al pendiente del aura de odio que la mujer le dirigía.
—¿Ma...má?—el hombre calcinado la miró—duele... mucho... ayúdame...
—¿Ibrahim?—preguntó horrorizada—¡IBRAHIM!
El grito desgarrador de la primera reina, ahora reina regente de Arubia, hizo que todos los sirvientes y soldados despertaran de su ensoñación y corrieran a auxiliar al primer visir del sultán.
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AL DÍA SIGUIENTE...
El regreso de la desaparecida segunda princesa, hizo que todos en el palacio estuvieran al pendiente de su estado de salud crítico. Su hermana, la reina Irene, conmocionada y horrorizada al ver el estado de Beatrice, había ordenado que aquello se le comunicara de inmediato a su padre, el duque Jeremy.
Porque siempre los dioses caprichosos y los demonios malditos hacen con los hombres no se les antoja su gana...
aaaag. que coraje
teníamos que saber esto???!!!
y al regresar baba aseguró que habian perdido su virginidad...
ahí ya no entendí.
ahora lo desoreciaran por flaco y feo jajajaja
o la que se suicidó??/Skull/
sublime
hermoso
maravilloso...
Ojalá le hagas justicia a este héroe...
será en defensa propia
por eso corrompe y laceraba el cuerpo de Beatriz?
como venganza. por su hermano maldito demonio
suena que está madre tiene mucho que ver con la maldición de sus hijas
alguien me puede informar?
será épico este novelon
ya que acabe la masacre
parece los pasajes de Edgar Allan poe
me estoy confundiendo