La Caida De Los Angeles

Me acerco más a mi casa para ver mejor al hombre. Parecía tener unos treinta y algo. Me acerco y le pregunto, pero sin decir nada me empuja, tirándome al suelo.

—Oye, ¿qué pasa? ¿Por qué estás golpeando la puerta de mi casa con tanta fuerza? —digo mientras me levanto.

—No te metas. Estoy buscando a alguien que me debe mucho por estos últimos diez años.

—No sé a quién buscas, pero seguro está en otro lado. Aquí solo vivo yo y una recién llegada.

Ni bien digo esto, el tipo se me abalanza, tratando de tumbarme otra vez. Esquivo sus tacleadas y, con una desesperación de ira y furia, va contra mí. Mientras escapo, esquivo sus ataques y lo llevo lejos para que no moleste más.

—Mira, si no estás dispuesto a hablar, mejor me encargo de ti.

—Bien, será más rápido que estarte persiguiendo.

Me preparo para pelear, aunque no estoy acostumbrado a pelear con los puños. Espero que este tipo sea peor que yo. Nos lanzamos y, mientras esquivo sus ataques, trato de conectar algunos golpes sin lograrlo. Él intenta agarrarme para lanzarme, así que me hago a un lado, lo agarro del cuello de la camisa y lo tumbo al suelo. Rápidamente, le hago una llave para que no se levante, pero el tipo es fuerte. Me hace a un lado y me da un golpe. Me defiendo como puedo, pero el golpe me afecta bastante. Aunque él también parece cansado, hago una finta para que vuelva a darme un golpe. Me agacho y le doy en la quijada, noqueándolo. Mientras está inconsciente, le ato las manos y los pies con mi chaqueta y descanso un rato. Al rato, despierta y le pregunto:

—Bien, ¿por qué estabas atacando mi casa? Dependiendo de la respuesta, te puedo quebrar algo.

—Suéltame, infeliz. ¿Crees que te lo voy a decir? Este es un asunto mío y de Abigaíl.

—Oye, estoy siendo bueno, pero si me estás insultando no creo que tenga mucha piedad —me acerco a sus pies y agarro su tobillo—. Así que, si no quieres hablar, tal vez tampoco quieras caminar.

—Oye, no estarás hablando en serio. Por favor, no lo hagas.

—Ya es muy tarde, amigo. Pero si respondes bien después de esto, eso será todo. ¿Qué te parece? —hago fuerza para romperle el tobillo.

—¡Aghhhhh! Bien, te lo diré. Solo no me rompas nada más. Abigaíl era una amiga de la escuela antes de que esta mierda del fin del mundo pasara. Solo nos teníamos el uno al otro, ya que vivíamos cerca de un bosque con pocas personas. La protegí como pude estos últimos diez años, pero cuando le pedí que me devolviera el favor de una manera especial, se fue sin decirme nada. Sabes lo que pasé. Me hirieron mucho estos bastardos de los infectados, y cuando le pedí una recompensa, se alejó. Por eso la estoy siguiendo.

—Entiendo tu situación, pero sabes, creo que tengo una solución para eso.

—¿Me vas a ayudar, verdad?

—No sé si pueda llamarse ayudarte, pero si ayudaré al mundo —digo esto mientras lo arrastro fuera del refugio.

—¿Dónde estamos y por qué me estás trayendo aquí?

—Es para tener privacidad. Así que emociónate, vas a ser el festín de varios infectados. Suerte con eso.

Me alejo mientras escucho los arbustos crujir y las pisadas rápidas que se dirigen al lugar donde lo dejé. Lo único en lo que pienso es que tengo que comprar otra chaqueta. Me dirijo rápidamente a mi casa para ver cómo está Abigaíl. Al llegar, veo que está dormida. Parece que se calmó cuando dejó de escuchar los golpes en la puerta y, por sus ojos, parecía que había estado llorando. La cargo en mis brazos, la llevo a mi cama, la cubro con las mantas y me voy a dormir en el sofá.