Ashley Larson, una joven estadounidense que, sin saberlo, se convierte en el peón de un cruel juego de venganza orquestado por Andreas Kostas Papadopoulos, un empresario griego consumido por la obsesión y el rencor. Después de la trágica muerte de Anabel, la hermana mayor de Ashley y el amor perdido de Andreas, él trama un plan diabólico para hacerle pagar, seduciendo y casándose con Ashley, quien guarda un asombroso parecido con Anabel.
Después de medio año de matrimonio Ashley sufre un "accidente", que la hace perder su embarazo y su pierna. Lo que sumerge a Ashley en una depresión y un descenso terrible, pero después de tocar fondo solo puede subir y ella lo lograra a lo grande. Y va a vengarse del hombre que la arruino la vida.
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Capítulo 7
Los días se deslizaron en semanas, y para Ashley, la villa de Andreas se había convertido en una jaula dorada. Aunque el lugar rebosaba de lujo y belleza, una sensación de inquietud crecía en su interior. Constantinos pasaba la mayor parte del tiempo con la niñera, y Ashley encontraba refugio en la biblioteca, rodeada de libros que le ofrecían un escape temporal de su realidad.
Un día, mientras Ashley estaba sumida en un volumen de poesía griega, Andreas entró en la biblioteca. Su presencia llenaba la habitación, una mezcla de autoridad y un carisma innegable.
—¿Cómo estás, Ashley? —preguntó, su voz suave rompiendo el silencio del espacio abarrotado de libros.
Ashley levantó la vista, su expresión revelando una mezcla de sorpresa y hastío.
—Un poco aburrida, para ser honesta —confesó, marcando la página y cerrando el libro con delicadeza.
Andreas rió, un sonido rico y cálido que resonaba en las altas paredes de la biblioteca.
—Claro que te aburres si pasas todo el día aquí encerrada —dijo, acercándose a ella, su figura imponente recortada contra los estantes de libros.
Ashley lo miró, consciente de la proximidad que reducía la distancia entre ellos. Andreas, percibiendo su atención, continuó con una sonrisa persuasiva.
—¿Qué te parece si salimos de aquí y nos vamos de vacaciones para despejar tu mente? —sugirió, acercándose aún más, hasta quedar a centímetros de ella.
Ashley sintió una oleada de emociones conflictivas. La idea de escapar, aunque tentadora, se mezclaba con el creciente deseo que Andreas despertaba en ella. Su presencia, tan cerca, era abrumadora, y su perfume y la calidez de su aliento eran intoxicantes.
—Pero no sé… —comenzó a objetar, su voz perdiéndose en la proximidad.
Andreas no esperó más; la besó, un movimiento audaz y calculado. Ashley, después de un momento de vacilación, sucumbió al beso, una señal clara para Andreas de que había caído en su juego de seducción.
El beso, profundo y apasionado, selló un nuevo capítulo en la compleja relación entre ellos, una mezcla de poder, deseo y manipulación que comenzaba a desplegarse.
La intensidad del beso aumentó, con Andreas rodeando con sus brazos la cintura de Ashley, y ella, a su vez, llevando sus manos a la nuca de Andreas, buscando profundizar aún más la conexión. El momento estaba cargado de una tensión palpable, una mezcla de deseo y emoción contenida.
Sin embargo, Andreas, siempre calculador y consciente de su plan, se separó abruptamente de Ashley, dejando un espacio cargado de electricidad entre ellos. Aún jadeando por la intensidad del momento, se disculpó con un tono de voz que intentaba ser firme.
—Lo siento, Ashley, no debería haber pasado —dijo, su respiración aún acelerada.
Ashley, sonrojada y con el corazón latiendo rápidamente, también se disculpó, su voz temblorosa por la sorpresa y la intensidad del beso.
—No, yo… yo tampoco sé lo que pasó —admitió, evitando su mirada.
Andreas, tratando de mantener el control de la situación, insistió en que lo que había sucedido era un error.
—Fue solo un error —repitió, buscando reafirmar la idea, aunque su voz traicionaba una cierta vacilación.
Ashley, decepcionada pero asintiendo en aparente acuerdo, bajó la mirada. Andreas, entonces, le acarició suavemente el rostro, un gesto íntimo que redujo la distancia emocional que había surgido entre ellos.
—Te pareces mucho a Anabel —dijo suavemente, casi en un murmullo.
Ella, permitiéndose ser tocada, respondió con una voz suave, una mezcla de nostalgia y tristeza en sus palabras.
—Cuando éramos niñas, siempre nos decían eso. Tía Anna decía que parecíamos gemelas.
Andreas rió, un sonido que, por un momento, aligeró la atmósfera. Se sentaron juntos, reduciendo la formalidad de su encuentro anterior. La cercanía física pareció abrir una puerta a la intimidad emocional.
—Cuéntame sobre tu infancia —pidió Andreas, su interés parecía genuino, aunque detrás de su solicitud se escondía el cálculo de obtener más información que podría usar en su juego de manipulación.
Ashley, llevada por la necesidad de compartir y la aparente simpatía de Andreas, comenzó a relatar historias de su niñez:
—Cuando éramos niñas, Anabel y yo pasábamos todo el verano en la casa de campo de nuestra tía Anna —empezó, una sonrisa suave apareciendo en su rostro—. Había un viejo manzano en el jardín, y Anabel adoraba treparlo. Siempre estaba desafiándome a subir, pero yo era demasiado miedosa.
Andreas escuchaba atentamente, su expresión mostraba un interés que iba más allá de la simple curiosidad.
—Un día, —continuó Ashley—, Anabel subió tan alto que no pudo bajar. Estuvo allí, colgada en una rama, llamándome. Yo estaba asustada, pero la risa de Anabel llenó el aire. Desde entonces, la llamé ‘Mono Ani’, porque trepaba como un monito. Se convirtió en nuestro pequeño secreto, ese apodo tonto.
Andreas se rió junto a ella, aunque su mente estaba ocupada procesando la información. ‘Mono Ani’, un apodo cargado de afecto y recuerdos, podría ser una herramienta útil en su arsenal emocional.
—Eso es adorable, Ashley. ‘Mono Ani’… —repitió, saboreando las palabras, su sonrisa ocultando la maquinación detrás de su interés.
Ashley asintió, perdida en el recuerdo, sin darse cuenta de que había compartido algo que Andreas podría utilizar. En ese momento, el relato se convirtió en algo más que una simple anécdota; se transformó en una clave para desbloquear una conexión más profunda, un medio a través del cual Andreas podría tejer su influencia y manipulación.