En Tokio, Shiro, un joven de 18 años, se muda a un pequeño café con un pasado misterioso. Al involucrarse en la vida del café y sus peculiares empleados, incluyendo al enigmático barista Haru, Shiro comienza a descubrir secretos ocultos que desafían su comprensión del amor y la identidad. A medida que desentraña estos misterios, Shiro se enfrenta a sus propios sentimientos reprimidos, aprendiendo que el verdadero desafío es aceptar quién es realmente. En esta emotiva travesía, el mayor secreto que descubre es el que lleva dentro.
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Capítulo 5: Revelaciones Amargas
El sonido de las tazas de café tintineando contra los platillos llenaba el ambiente, pero había algo diferente en el aire. La atmósfera en el café estaba cargada de tensión, como si cada rincón del lugar estuviera conteniendo un secreto a punto de estallar. Shiro se sentó al borde de su asiento, observando a Haru, Aiko y Hikaru mientras estos se miraban unos a otros en silencio, como si estuvieran tratando de decidir quién debía hablar primero.
Finalmente, fue Haru quien rompió el silencio. Se acomodó en su asiento, sus dedos entrelazados sobre la mesa, y miró directamente a Shiro con una seriedad que lo hizo estremecerse.
—Lo que descubriste hoy no es solo un cofre antiguo —comenzó Haru, su voz firme pero baja—. Es la clave para entender todo lo que ocurre en este lugar. Y aunque hemos intentado evitarlo, ya no podemos seguir ocultándote la verdad.
Shiro tragó saliva, sus ojos moviéndose de Haru a Aiko y luego a Hikaru, quienes permanecían en silencio, sus rostros tan tensos como el de Haru.
—¿De qué se trata todo esto? —preguntó Shiro, su voz quebrándose ligeramente por la mezcla de nerviosismo y curiosidad—. ¿Qué es ese cofre y por qué es tan importante?
Haru suspiró profundamente antes de responder.
—Este café no es solo un lugar común. Desde que abrimos, hemos sabido que algo extraño ocurría aquí, algo que no se podía explicar. Y con el tiempo, descubrimos que todo se remonta a la familia que vivía en este edificio antes de que se convirtiera en un café. Una familia que desapareció sin dejar rastro... o al menos eso es lo que todo el mundo cree.
Aiko asintió lentamente, sus ojos clavados en la mesa como si estuviera recordando algo doloroso.
—La familia Nakamura —dijo en voz baja—. Nadie sabe qué les pasó realmente. Pero lo que la mayoría desconoce es que ellos practicaban algo que, en ese entonces, muchos temían. Algo relacionado con las fuerzas del más allá.
Shiro sintió cómo un escalofrío recorría su cuerpo al escuchar esas palabras. Forzó a su mente a asimilar la información, pero todo sonaba tan irreal, como una historia sacada de un libro antiguo de leyendas y mitos. Sin embargo, sabía que no estaban mintiendo. Todo lo que había sentido desde que puso un pie en el café, desde los extraños sueños hasta la sensación de ser atraído hacia ese lugar, comenzaba a tener sentido.
—¿Estás diciendo que la familia practicaba magia? —preguntó finalmente, su tono incrédulo.
Haru negó con la cabeza, pero Hikaru fue quien respondió esta vez.
—No es magia, no exactamente —explicó con su voz profunda—. Era más bien una conexión con algo que no comprendemos del todo. Algo que residía en este lugar mucho antes de que la familia Nakamura llegara aquí.
Shiro sintió que su mente comenzaba a girar con todas las revelaciones, pero antes de que pudiera hacer más preguntas, Haru continuó.
—El cofre que encontraste contiene algo que la familia dejó atrás —dijo—. Algo que sellaron para proteger no solo a ellos mismos, sino también a cualquiera que pudiera encontrarse con este lugar en el futuro. Se cree que dentro de ese cofre hay una llave, una especie de vínculo con las fuerzas que la familia controlaba.
Shiro se quedó en silencio, tratando de asimilar todo lo que Haru acababa de decir. ¿Una llave? ¿Una conexión con fuerzas sobrenaturales? Todo parecía increíble, pero al mismo tiempo, Shiro sabía que no podía ignorar lo que había sentido desde el principio. Algo en ese café lo atraía, algo que iba más allá de lo natural.
—¿Y qué pasa si abrimos el cofre? —preguntó finalmente, con la garganta seca.
Aiko y Haru intercambiaron una mirada, y fue Aiko quien respondió esta vez.
—Si abrimos el cofre... podría liberar aquello que la familia selló. Algo que podría cambiar nuestras vidas para siempre, y no necesariamente de una manera buena.
Shiro sintió que el peso de la situación recaía sobre sus hombros. No podía creer que todo esto estuviera ocurriendo, pero sabía que no podía retroceder. Desde el primer momento en que puso un pie en el café, había sentido una extraña conexión con el lugar, y ahora estaba claro que esa conexión lo estaba arrastrando hacia algo mucho más grande de lo que había imaginado.
—Entonces, ¿por qué no lo dejamos sellado? —preguntó Shiro, con la esperanza de que la respuesta fuera sencilla.
Hikaru negó con la cabeza.
—No es tan simple —dijo—. Desde que encontramos el cofre, hemos notado cambios en el café. Pequeñas cosas al principio, pero ahora... es como si el lugar estuviera vivo, como si nos estuviera empujando a abrirlo. No podemos simplemente ignorarlo.
Shiro no sabía qué decir. Todo lo que había creído hasta ahora sobre su vida, sobre el café, sobre Haru y los demás, estaba cambiando en un abrir y cerrar de ojos. Pero había algo más, algo que no lograba comprender del todo, y que lo hacía sentir inquieto.
—¿Qué pasará si lo abrimos? —preguntó Shiro, su voz apenas un susurro.
Haru guardó silencio por un momento antes de responder.
—No lo sabemos con certeza. Pero lo que sí sabemos es que, si no lo abrimos, el café podría verse afectado de maneras impredecibles. Ya hemos visto cómo el lugar comienza a cambiar, cómo ciertas áreas del café parecen tener una energía diferente, casi como si estuvieran vivas.
Shiro se recostó en su asiento, sintiendo el peso de la decisión que estaba por delante. ¿Qué debía hacer? Todo dentro de él le decía que abrir el cofre era una mala idea, pero al mismo tiempo, sabía que no podía quedarse de brazos cruzados. Había algo en ese lugar, algo que lo llamaba, y no podía ignorarlo por más tiempo.
—Shiro —dijo Aiko, interrumpiendo sus pensamientos—. Sabemos que acabas de llegar, pero por alguna razón, tú eres parte de esto. Desde el momento en que entraste en el café, sentimos que... tenías una conexión con todo esto.
Shiro levantó la vista, sorprendido.
—¿Conexión? ¿Por qué yo?
Haru suspiró y miró a Shiro con una expresión que parecía ocultar algo más profundo.
—No estamos seguros —admitió—. Pero lo que sí sabemos es que el café te eligió. De alguna forma, este lugar te trajo aquí por una razón. Y ahora... creemos que tú deberías ser quien decida qué hacer.
La habitación quedó en silencio mientras Shiro procesaba lo que acababan de decirle. ¿El café lo había "elegido"? Nada tenía sentido, pero al mismo tiempo, todo lo que había experimentado desde que llegó parecía encajar. Las miradas, los sueños, el cofre... todo apuntaba hacia él.
—Entonces, ¿qué hago? —preguntó finalmente, sintiendo el peso de la responsabilidad caer sobre sus hombros.
Haru lo miró fijamente, sus ojos reflejando una mezcla de confianza y preocupación.
—Eso depende de ti, Shiro —respondió en voz baja—. La decisión es tuya. Si decides abrir el cofre, todos nos enfrentaremos a lo que venga. Pero si decides que no debemos abrirlo, encontraremos otra manera de manejar esto. Lo único que te pedimos es que sigas tu instinto.
Shiro se quedó en silencio, su mente trabajando a toda velocidad mientras intentaba decidir qué hacer. Todo su ser le gritaba que el cofre debía permanecer sellado, pero una pequeña voz en el fondo de su mente, la misma voz que lo había empujado a seguir indagando en los secretos del café, le decía que debía descubrir la verdad.
Finalmente, respiró hondo y miró a Haru.
—Abrámoslo —dijo, su voz firme pero temblorosa.
El silencio que siguió a sus palabras fue denso, cargado de expectación. Haru asintió lentamente, mientras Aiko y Hikaru intercambiaban una mirada cargada de nerviosismo.
—De acuerdo —dijo Haru—. Entonces, vamos a enfrentarnos a lo que sea que esté dentro de ese cofre.
Y así, con el futuro incierto ante ellos, se prepararon para abrir el cofre que cambiaría sus vidas para siempre.