Después de un accidente de auto, quedé en sillas de ruedas, mi novia habia fallecido. Pasé años en depresión, hasta que un día, cuando mi hermana Antonella y yo salimos a la plaza y la vía ella, una chica sentada en una de las banquetas que estaba junto a la estatua del general.
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MI PRIMERA VEZ
YARA CORTÉZ
Regresé a mi cuarto. No debería sentirme así. Miguel o Adrián me llamaba, contesté.
— Hablemos.
— Tranquilo Adrián Miguel, no pasa nada.
— Voy camino a tu cuarto.
— No estoy en mi cuarto.
— Entonces espero a que regreses. Quiero hablar. Es el último intento por favor.
— Si estás aquí, entonces ven— me levanté de mi colchón y abrí la puerta.
Adrián estaba afuera.
— Después dices que no eres un acosador— él no dijo nada y entró, mientras el chófer quedó esperando en el auto.
Quedamos en silencio viéndonos fijamente el uno al otro.
— Ya, ni que fuéramos algo. Di lo que quieras decir y vete.
— ¿Quieres ser mi novia? — directo al grano y no lo ví venir.
— No quiero.
— ¿Por qué?
— No quiero tener novio.
— ¿Por qué estoy inválido?
— No es por eso.
— Demuéstrame que no es por eso.
— No voy a caer en tu juego. No quiero tener nada con nadie.
— Crees que no sirvo como hombre. ¿Es eso?
— No ando pensando en sexo. No soy tan pervertida como tú. Además, tu familia no va a aceptarme por ser pobre. Escuché a Antonella. Así que no voy en contra de la corriente.
— Te amo Yara.
— Que bien, aprecio tu buen gusto.
— Déjame demostrarte que...— no lo dejé terminar de hablar.
— No quiero estar con nadie. Además, me has montado un teatro. Si puedes como hombre o no, no ando pensando en eso, con decirte que mi primer beso fue en ese juego. Te parece que tengo tiempo para perderlo en tonterías. Yo solo necesito dinero para sobrevivir. No ves tu realidad y la mía. Tú aunque estés en esa silla ruedas, tiene dinero para botar y yo si no trabajo no como.
— Solo te importa el dinero. ¿Desde cuándo eres así? Estás viendo solo está silla de rueda y no a la persona que te ama.
— No es eso.
— Es eso.
— Que no es eso. Quieres que lo demuestre.
— Si
No sé que locura voy a hacer. Me acerqué a él. Me puse a su nivel y lo besé.
— No es por ti, es la mentira— me puse a llorar.
— Perdón Yara. Me es difícil acercarme a una chica en esta condición. No llores por favor.
Adrián acarició mis mejillas.
— Pero que hago con este amor que siento por ti— me jaló a sus labios y me besó intenso.
Mi mente se puso en blanco, no sabía si eso que estaba sintiendo era amor o solo deseo. Nunca he estado enamorada de nadie. Nunca me han interesado los romances.
Fueron varios minutos en ese beso, que sentía como unas cien mariposas volarán dentro de mi estómago.
Me separé de él. Puse mi mano en mi boca, tapando mis labios.
— Te amo Yara.
— Ya no lo digas más— sentía que mi cuerpo estaba caliente, mi corazón acelerado.
— Aceptas salir conmigo?
— Ya Adrián— mis mejillas estaban calientes.
— Entonces me voy. Ya hice mi último esfuerzo— su mirada se tornó triste.
— Espera— Estaba confundida.
— Yara— Me senté en sus piernas, viendo su cara.
— ¿Qué es esto que estoy sintiendo? Quiero saber que es— Me acerqué de nuevo y lo besé.
Las manos de Adrián tocaron mis pechos. Y fue ahí donde una corriente eléctrica recorrió mi espalda. Todo se volvió intenso.
— ¿Puedo?
—¿Cómo?
— No lo sé, quiero hacerlo.
Me levanté de sus piernas. Él intentó ponerse de pie y quiso caminar Pero se tambaleó. Lo ayudé a llegar al colchón. Se sentó.
— Ven— me acerqué.
¿Que estoy haciendo? Me repetí esa pregunta mil veces en mi cabeza. Y aunque me lo preguntaba, no podía detenerme.
Adrián tiene una voz que me fascina, su rostro es hermoso y esa mirada me pone nerviosa.
Me subí a él y empecé el juego con los besos. De un momento a otro no supe ni cuando me quité la ropa y él solo conservaba el pantalón. En un movimiento suave, de dolor y placer le entregué mi virginidad a Adrián. Terminé abrazándolo.
— ¿Cómo no voy a amarte aún más?— Adrián me dió un beso en la frente.
Busqué la cobija y me tapé. Me puse la ropa.
— Tonta, Como si no te vi toda— el se puso su camisa.
— Intentaste caminar. Deberías ir al médico.
— Sí. Solo que me da miedo intentarlo. Pero tal vez, ahora sí quiera intentarlo.
Le sonreí.
— Eres mi novia— Mordí mi labio inferior. No dije nada— o después de todo esto, no lo eres.
— No lo sé— lo ví apenada.
Sé que acabo de hacer con él, más por impulso y curiosidad que por amor. Pero él, tiene algo que me gusta. ¿Cómo a alguien puede gustarle la voz y excitarse por eso?
Me puse a reír.
— No me vuelvas a mentir. Te acepto con esa condición. Solo seamos tú y yo, sin ver tu condición física ni económica. Igual tú no veas a una Yara sin dinero, únicamente veamos la esencia de lo que somos.
— Sería un tonto si no acepto— Me acerqué a él y lo abracé.
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