Cómo Ligarte Sin Querer A Un Millonario

Destiny se mordió el labio inferior disculpándose con el amable taxista que atendió a su llamado. Con temor a ser agredida de cualquier forma que fuese posible, entró corriendo a refugiarse en los baños del establecimiento más cercano. Bajó la tapa del retrete y por poco se sienta a llorar de cólera, pero el lugar estaba demasiado sucio.

Arrastró sus finos tacones rojos de diseñador que Ian le regaló en su cumpleaños, y se enjuagó el rostro en el lavabo. Descartó la toalla de papel y se retocó el rímel. James Miler no la vería derrotada.

Encontraría su maldita mansión y lo torturaría toda la noche para que no pudiese dormir. Se preguntaba qué había cambiado el humor de su nuevo jefe tan repentinamente, estaba cansado e irritable, lo entendía, muchas veces ella se sentía de esa manera pero no se desquitaba con los inocentes.

El pequeño bolso que sostenía debajo del brazo, comenzó a vibrar. Por un momento, la embargó un atisbo de esperanza. Quizá James se había arrepentido de sus malévolas acciones, regresando a buscarla para redimirse.

—¡¿James!? —respondió, deslizándose en una butaca con una lámpara de araña oscilando arriba de su cabeza. Pegó los ojos al escaparate en busca del automóvil negro.

—¿James? No, amor, tu amante llamará más tarde. En este momento creo que es mi turno —bromeó Ian desde el otro extremo de la línea.

A Destiny se le erizó el pelo de la nuca, permitiendo que el móvil se le resbalara de la mano. ¡Ian!

—Él es solo… Un cliente —se excusó la chica.

—Ya lo sé, cariño. No es la primera vez que me contestas de esta manera. ¿Falta mucho para que salgas del trabajo?

—Es tarde, ¿por qué esperaste hasta hoy para llamarme?

—Trabajo, Destiny. Sabes que el señor Evans descansará hasta que la muerte lo reclame. No he dormido desde que llegamos, es la primera vez que me deja en paz porque está bastante entretenido con unas jovencitas. Me ofrecieron la compañía de una amiga pero estoy demasiado cansado para eso.

—Mucho cuidado con lo que haces, Ian. —Una punzada de celos se apoderó de ella, obligándola a comerse una patata frita que encontró sobre la mesa. Luego se arrepintió.

—No sería capaz de engañarte, Destiny. Es más, quería hablarte respecto al tema, sólo faltan tres meses para la boda y pienso que ya no vale la pena esperar.

—¿A qué te refieres exactamente? —susurró recostándose en la mesa para ocultar su sonrojo de los comensales.

—Vamos, amor, lo sabes. Ya somos adultos, estamos comprometidos, es justo que nuestra relación pase a niveles más íntimos; te deseo desesperadamente. En cuánto regrese, lo resolveremos.

Pese a los años de relación que llevaban y a las innumerables ocasiones que Ian se había quedado a dormir, Destiny seguía siendo virgen. Intentó entregarse a él en varias ocasiones pero el miedo siempre le ponía freno a su pasión.

El desasosiego que le dejó la llamada de Ian, la impulsó a telefonear a Jennifer. Lamentablemente su detestable y huraño marido fue quien respondió. Kean se negó a comunicársela alegando estar ocupadísimos en su cama matrimonial, orillándola a soportar los gruñidos de Erick dictándole la dirección de James.

Erick había puesto el grito en el cielo en cuanto se enteró de que viviría con James unas de semanas. Aunque gritaría más si se enterase de lo que acababa de decirle Ian. Su amigo tenía una idea errónea sobre la castidad que ella conservaba, él creía que quería llegar virgen al matrimonio.

Para cuando llegó a la mansión Miller eran más de las once de la noche. Unos perros atravesaron el jardín con sus orejas flotando en el viento para recibirla. James venía despreocupadamente tras ellos con una caja de galletas en la mano. Destiny entrecerró los ojos, mirando su maleta todavía afuera de la casa. ¿Sería que él planeaba despedirla?

—Nos encontraste —James sonrió.

Destiny levantó su naricilla con el orgullo de una niña rica.

Choco y Late se tomaron su tiempo para olisquear los pies de Destiny y después trotaron muy dignos detrás de su dueño, ignorándola por completo.

—Vamos, te mostraré tu habitación —James recogió la maleta del piso—. A menos que prefieras dormir conmigo.

—Primero dormiría en una cama de clavos.

—Entonces te llevaré una sábana al cuarto de torturas.

Destiny lo siguió suspirando. No quería escuchar nada acerca de dormir con hombres esa noche. El vestíbulo estaba a oscuras, sólo las uñas de los perros repiqueteaban en los perlados pisos de mármol. Ascendieron por una doble escalera alfombrada, dirigiéndose a las habitaciones del lado izquierdo.

Destiny notó la extraña mirada de él cuando los perros tomaron el rumbo equivocado.

—Traidores —musitó James, frenando su marcha para que Destiny caminara adelante.

Ella dio un traspié con una mesita, abrazando el jarrón de la superficie para que no cayera al piso. James la admiró desfilar por el ancho pasillo con unos pequeños shorts de mezclilla desajustados. Tenía piernas bonitas, debía reconocerlo. Pero seguía creyendo que ella era un desastre en general.

—Esta es tu habitación —indicó, señalando con la cabeza una puerta blanca con el pomo dorado.

Destiny tragó saliva acercándose. Había conocido mansiones elegantes, pero ninguna como la de James.

Ella lo miró asustada, y a James le centellearon los ojos diabólicamente.

—Recuérdame por qué debo quedarme aquí —tartamudeó.

James apoyó la espalda en la pared, cruzando los brazos sobre su amplio pecho.

—Porque si intento escapar de noche, tendrás que detenerme o ir conmigo para que no ligue con ninguna rubia —le guiñó un ojo, enderezándose—. Si te da hambre, la cocina esta abajo. Choco y Late nunca descansan, ellos te guiarán si te pierdes. Sólo chifla si los necesitas. ¿Puedes hacerlo?

Destiny cayó en la broma, llevándose los dedos a la boca. Levantó sus tentadores labios rosados y sopló, quedando avergonzada frente a él por el sonido sordo que emitió.

James echó la cabeza hacia atrás, riendo entre dientes. La encantadora boquita de Chispita, era inútil.

—Mi habitación es la del frente —avanzó, intimidándola con su altura—. Mañana te contaré con más tranquilidad por qué hemos exorcizado la casa un par de veces.

Destiny se apresuró a detenerlo sosteniéndolo del brazo. Frunció el entrecejo presionando su piel para medir la tonificación de semejantes músculos. Por alguna razón, se sintió gorda al instante. El cuerpo de James no evidenciaba ni un gramo de grasa, en cambio ella tenía barriga y era pequeña. Apenas le llegaba hasta los hombros.

—Es mentira, ¿cierto? —susurró.

James le acarició la cabeza igual que a sus mascotas.

—No.

La treta para que Destiny dejara de mirarlo con rencor, funcionó. Pero ahora sus bonitos ojos verdes reflejaban temor. Mucho mejor.