Hace años, Ilán le mintió a su exmarido, Damon, diciéndole que el bebé que había dado a luz había muerto. Lo hizo por la profunda decepción que sentía hacia él, quien lo había abandonado en el momento más vulnerable, cuando estaba a punto de dar a luz.
Ahora, Ilán se ve obligado a enfrentarse nuevamente a Damon, ya que su hijo/a necesita desesperadamente un donante de médula ósea.
¿Cómo reaccionará Damon al descubrir que su hijo/a sigue vivo y está gravemente enfermo debido a la enfermedad que padece?
—Cásate conmigo otra vez, Ilán —dijo Damon, su voz impregnada de autoridad, mientras las feromonas alfa llenaban la habitación, abrumando a Ilán con una mezcla de tensión y deseo reprimido.
—Acepto... —respondió Ilán, conteniendo la respuesta instintiva de su cuerpo al poder que emanaba Damon—, pero después de que quede embarazado y dé a luz, nos separaremos.
El aire cargado de feromonas hizo que la atmósfera se volviera insoportable, incrementando la tensión entre ambos...
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13
Ilán y Damon estaban sentados frente al doctor Harir, el ambiente cargado de tensión mientras ambos aguardaban con nerviosismo los resultados que el médico estaba a punto de leer. Las feromonas de Ilán, un Omega profundamente afectado, llenaban el aire con una mezcla de desesperación y tristeza.
—¿Qué dice, doctor? ¿El resultado es negativo? —preguntó Damon, su tono incrédulo mientras la angustia comenzaba a apoderarse de su pecho.
Ilán, sentado a su lado, sintió que su cuerpo se debilitaba. Todo su mundo se derrumbaba al saber que la única esperanza para salvar a Gio no era viable. El aroma de su feromona se intensificó, creando una nube de angustia y desesperación que impactó directamente en Damon, quien sintió cómo sus instintos de alfa se activaban, luchando por mantener la calma.
—Según los resultados, solo uno de tus antígenos es compatible con Gio —explicó el doctor Harir—. Eso significa que de los ocho necesarios, solo uno coincide. No tendría sentido realizar un trasplante en estas condiciones.
—¿Pero cómo es posible, doctor? —la voz de Damon se quebró, su mirada fija en el médico—. Soy su padre biológico, ¿no debería ser compatible?
El doctor Harir suspiró, ajustándose las gafas mientras hablaba con tono paciente.
—La compatibilidad entre padres e hijos solo es del cinco por ciento. La posibilidad de encontrar una mejor compatibilidad es mayor entre hermanos, alrededor del veinticinco por ciento. Pero en el caso de Gio, él es hijo único.
La noticia cayó sobre ambos como un peso imposible de soportar. Damon e Ilán se miraron, sus ojos llenos de una mezcla de impotencia y dolor. El aire estaba cargado de feromonas tensas, las emociones de ambos agitadas y entrelazadas en esa pequeña habitación.
—¿No hay otra forma de salvar a Gio? —preguntó Ilán, su voz apenas un susurro mientras las lágrimas comenzaban a llenar sus ojos.
—Debemos buscar otro donante, pero puede ser difícil y tomará tiempo —respondió el doctor, su tono sombrío.
—No... —Ilán negó con la cabeza, las lágrimas rodando por su rostro—. No puede ser, tiene que haber otra forma, una más rápida. ¡Por favor, doctor! —rogó entre sollozos, su aroma inundando la sala con una intensidad desgarradora.
Damon observaba cómo Ilán se rompía frente a él, su cuerpo vibrando con la necesidad de consolarlo, pero sus manos permanecían inmóviles. Quería abrazarlo, quería protegerlo, pero la culpa lo detenía, congelándolo en su lugar. Desde que se habían casado, Damon había sido el causante de muchas de las lágrimas de Ilán. Primero, la pérdida de su hija. Y ahora, la enfermedad que consumía a Gio.
—¿Han considerado tener otro hijo? —preguntó el doctor de repente.
El corazón de Damon se detuvo por un momento. Él e Ilán intercambiaron miradas llenas de sorpresa, sin saber cómo procesar lo que acababan de escuchar.
—Para poder obtener sangre del cordón umbilical —aclaró el doctor, su mirada tranquila.
—¿Sangre del cordón umbilical? —repitió Damon, claramente confundido.
El doctor Harir asintió.
—La sangre del cordón de un hermano menor de Gio podría ser la clave para salvarlo.
El silencio llenó la habitación nuevamente, las palabras del doctor reverberando en sus mentes mientras salían de la consulta. No había más que decir, ambos estaban abrumados por la incertidumbre. Finalmente, el cuerpo de Ilán cedió y se dejó caer al suelo del hospital, las lágrimas fluyendo incontrolablemente.
—Ilán… —exclamó Damon, sorprendido, y corrió hacia él para ayudarlo a levantarse.
—¡No me toques! —gritó Ilán, su voz llena de rabia mientras empujaba a Damon con fuerza—. ¡Lárgate! ¡No tienes por qué estar aquí! ¡Vete! —Siguió empujándolo con desesperación, hasta que ambos cayeron al suelo, exhaustos. Ilán sollozaba, su cuerpo temblando de dolor—. ¡Dios mío, ¿por qué tiene que ser mi hijo el que sufra esta enfermedad?! ¡¿Por qué no él?! ¡Es él quien ha causado todo esto, Damon! ¡Él hizo que mi hijo sufriera desde el vientre! —Ilán lo señaló, su dedo temblando mientras lo acusaba con un odio profundo.
Damon esbozó una sonrisa amarga, negando lentamente con la cabeza.
—Sí… ¿por qué no yo? —murmuró con amargura—. Yo soy el que ha causado todo esto.
Pero Ilán no escuchaba. Seguía llorando, desahogando todo el dolor que lo estaba destruyendo por dentro. Las feromonas de ambos se entrelazaron en el aire, reflejando la tormenta emocional que compartían. A pesar de la furia y el rencor, se aferraron el uno al otro, llorando juntos en el suelo del hospital, ignorando a las personas que pasaban a su alrededor.
—Todo esto es culpa tuya, Damon. Todo… —murmuró Ilán, sus fuerzas agotadas por tanto dolor—. ¿Y ahora qué? ¿Qué vamos a hacer con Gio? ¿Cómo vamos a salvarlo?
—Cásate conmigo otra vez —interrumpió Damon de repente, su voz baja, pero firme, mientras sus ojos buscaban los de Ilán con intensidad—. Cásate conmigo, Ilán.
—¿Qué…? —Ilán lo miró, incrédulo, sin saber si había escuchado bien.
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