Segunda parte de la Saga PROMESA Y DESTINO que narra la historia de Fafner y Lugus
La existencia de Taranis Lugus ha sido marcada por el dolor, creyéndose un ser maldito, que sólo puede llevar desgracia a los que lo rodean y que no merece la esperanza del amor. Decidido a ayudar a su pequeña Libelle a traer a sus crías al mundo, Lugus elige sacrificarse, creyendo que es lo mejor para sus seres queridos, a pesar de que esto pueda significar tener que dormir un par de siglos y no volverlos a ver...
Por su parte, Fafner intenta escapar nuevamente de lo que comienza a sentir por Lugus; embarcandose en una serie de misiones que en lugar de ayudarlo a olvidar lo harán conocer más sobre la raza demoníaca y quién es realmente Lugus.
¿Podrá Fafner regresar a tiempo para volver a ver a su demonio?
¿Lugus logrará superar su terrible pasado y aceptar que él también merece amor?
Acompaña en esta nueva historia al Clan Lanira y los Dragones del Clan Nithe Ragnar.
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El "guardián" de Cybele
Una vez dada por terminada la parte ceremonial, los Lanira se dispusieron a comenzar la parte festiva, y con el banquete a punto de iniciar, Fafner por fin logró ver a Lugus, se encontraba sentado junto a la que él asumió era la gemela de su cuñada, y aunque eran exactamente iguales, el color blanco de su cabello la diferenciaba bastante de Libelle, lo que le hizo preguntarse la razón para tener su pelo así, ya que los otros gemelos Lanira que el conocía, siempre parecían muy orgullosos de su parecido físico. La gemela, de la cual Fafner todavía no conocía su nombre, parecía hablar animadamente con un Lugus inusualmente callado, lo que volvió a inquietar a Fafner, por lo que decidió que en cuanto esa mujer se alejara él tomaría la oportunidad de acercarse.
Sin embargo, en cuanto ella se alejó, su lugar fue tomado de inmediato por uno de los trillizos de su otra cuñada, a los cuales él todavía no alcanzaba a diferenciar, ya que siempre olvidaba quien era el de los ojos color miel y cual el de los ojos verdes. Y aunque ver a la distancia Lugus fue suficiente para hacerlo sentir una extraña calidez mezclada con anticipación. De inmediato notó que las cosas eran muy diferentes de como las recordaba, ahora Lugus llevaba el cabello corto y en lugar de esa imagen madura que le gustaba usar, de un hombre de mediana edad con sus rasgos hermosos y afilados, alto, atlético y sobre todo elegante, frente a él tenía a un joven de no más de veinte, menor estatura que él y con un atuendo más informal de lo que su versión adulta acostumbraba, sin mencionar que parecía mucho más pálido, y a diferencia de antes, él no había volteado a ver a Fafner ni una sola vez, cuando antes de que se fuera, ese demonio no le quitaba la vista de encima.
Y debido a que sus instintos le gritaban, constantemente que las cosas no estaban bien, Fafner tomó la decisión de ser él, el primero en acercarse a Lugus, tanto para averiguar lo que estaba pasando, como porque lo estaba necesitando. Pero, antes de que pudiera llegar a él, cuando todavía no había dado ni dos pasos para llegar a Lugus, Fafner fue interceptado por uno de esos trillizos, quien trataba de entablar una frívola conversación con él, y al notar que ese dragón no sabía diferenciarlos, sin mostrar ningún signo de ofensa, se apresuró presentarse como Woden, para enseguida recordarle a Fafner que ellos ya habían tenido una conversación, cuando recién los dragones habían llegado a la ciudad, y mientras la charla seguía, aquel brujo se empeñaba en cerrarle el paso cada vez que Fafner intentaba avanzar con dirección a Lugus, e incluso le obstruyó la vista del demonio, descaradamente, en un par de ocasiones, por lo que ya frustrado y sin querer echar a perder la celebración, Fafner optó por intentarlo después. Sin embargo, durante toda la celebración, el dragón no tuvo una sola oportunidad de acercarse al demonio, y era evidente que no se trataba de ninguna coincidencia.
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—¡Tío Andas!— gritó una pequeña Cybele que se remolinaba en los brazos de su madre —¡Tío!— insistía la pequeña mientras estiraba sus bracitos al demonio.
—Una disculpa Andras— la voz de Damara sonaba apenada y eso a Andras le pareció conmovedor, como todo lo que hacía esa mujer por su familia —Dracul ya le dijo que vas a ser su guardián y como puedes ver ella esta muy emocionada— guardián era un eufemismo para guía, era difícil hacerle daño a un demonio aunque fuera un bebé, pero era importante que la nueva bebé tuviera un guía que la ayudara a adaptarse al hecho de volver a ser pequeña y sus nuevos poderes.
—Mi señora no hay nada de qué disculparse— en seguida respondió el demonio, haciendo un gran esfuerzo, ya que a él le costaba trabajo mantener la formalidad necesaria con su señora, estando en presencia de una criatura tan dulce y tierna como la pequeña Cybele —¿Puedo?
—Claro que sí— respondió de inmediato, sonando más entusiasmada de lo que deseaba —Ha estado despierta desde muy temprano— la pequeña no sólo se había levantado antes del amanecer, si no que se había desvelado emocionada planeando todo lo que quería hacer ahora que tenía un guardián —Y creo que no tardará en necesitar una siesta...— concluyó con tono de esperanza, aunque ahora que su hija tenía su poder demoníaco, parecía más inquieta que cuando era sólo una bebé humana, o quizás era que Damara, aunque no envejeciera por fuera debido a su pacto con Dracul, por dentro ya se estaba haciendo vieja.
—Entiendo mi señora— y vaya que la entendía bien, era obvio que después de tantos sobresaltos ella necesitaba descansar, incluso los demonios podían llegar al agotamiento, en especial del tipo emocional —Yo me encargaré de la Princesa.
—Gracias Andras, en verdad te agradezco mucho que aceptaras ser su guardián— la cara de alivio de Damara era muy divertida, era claro que aunque fuera una bruja muy poderosa, había estado necesitando de ayuda con la pequeña.
En respuesta Andras sólo se inclinó en una leve reverencia, a sí que después de mirar un par de veces más a su hija con una mezcla extraña de culpa y alivio, se acercó a darle un beso en la frente y apretar un poco su cachetito, para después alejarse a toda prisa sin mirar atrás, al final de cuentas ella era la anfitriona del evento y necesitaba hacerse cargo de ello.
Y en cuanto vio alejarse a su mamá, la pequeña por fin habló —No oi pincesa, yo me amo Cybelle— (no soy princesa, yo me llamo Cibele) La pequeña tenía el ceño fruncido, pero lejos de atemorisar con su expresión de enfado lo único que logró es que el corazón de Andras sufriera una sobre carga y se saltara un par de latidos.
—Entiendo señorita Cybelle— Andras contestó tratando de ser serio, aunque sospechaba que su enorme sonrisa lo delataba —Acatare sus deseos...
—No tio, seoita no, sólo Cybele— regaño la pequeña.
—Ja, ja, ja... usted se parece mucho a mi príncipe— comentó Andras sin poder contenerse más.
—¿A cuál?— la expresión de enfado de inmediato fue remplazada por una de curiosidad —¿A papá o al tío?
—Mmm... Creo que a los dos.
—¡Vite a papá chiquito! ¿Cómo ela?— la pequeña estaba tan emocionada que olvido por completo que había pensado poner una pose más madura para ganarse el respeto de su guardián.
—Ja,ja,ja... Ya habrá tiempo de que le cuente todas esas historias— y si que había muchas historias, ya que al ser uno de los demonios más antiguos, Andras estaba lleno de anécdotas de sus príncipes —Pero ahora debo ayudarle a comer algo y llevarla a descansar.
—No, yo no quieo come, ni domi, yo soy gande, y no nechechito auda— (no, yo no quiero comer, ni dormir, yo soy grande, y no necesito ayuda) respondió arremolinándose en los brazos de Andras buscando que éste la bajara.
—Si, bueno, pero yo si necesito ayudarla, ya que es una orden de mi Príncipe Dracul y no puedo desobedecerla— le replicó apelando a la compasión de la pequeña.
—Ta bien, auda poito y ya— terminó por ceder.
—Gracias es usted muy generosa...
gracias autora, un buen capitulo vamos x /Plusone/