Katherine es una joven que tiene un pasado secreto, decide escapar de Argentina y llega a Italia donde tiene parientes lejanos. consigue trabajo cuidando una abuela, pero el nieto de esta es el mayor mafioso Siciliano de la historia.
Siendo dos personas completamente opuestas, de mundos distintos, pero con un corazón que ha pasado por muchas cosas... ¿Puede haber algo más entre ellos?
¿Podrán encontrar juntos el amor? ¿O ella volverá a escapar?
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8
Los días pasaban rápidamente y por una maldición del destino llego el tan odioso día anterior a mi muerte en vida. Hoy es 23 de septiembre y solamente quiero terminar mi jornada para poder ir a mi casa. Aunque pareciera que los dioses se pusieron en mi contra para complicarme todo. Primero a la mañana me quedé dormida lo que hizo que llegara tarde a lo de Amelia, por suerte la abuela no se enojó ni nadie de la casa así que pude hacer mi trabajo tranquila. El verdadero problema estaba en la mensajería, me dieron mucho más trabajo de lo normal por la ausencia de dos de mis compañeras. Pero conseguí terminarlo antes de entrar en el turno de la tarde.
Hoy pareces más distraída que de costumbre ¿qué ocurre preciosa?- me dijo Amelia mientras bebíamos la merienda en el jardín. Hoy el clima era como mi humor, un asco, todo nublado, pero al menos con una brisa bastante agradable.
No es nada abuela, ya sabes que mañana y pasado son mis días libres y la verdad es que me duelen- le dije derramando un par de lágrimas. El nudo de mi garganta no bajaba, solo se quedaba ahí haciéndome sentir mal.
A veces nosotros no podemos hacer nada en contra del libro de la vida, pero el recuerdo es la mejor manera de mantener vivos a los que amamos con el corazón y se fueron- gran consejo.
¿Le recuerdo como se encontraba usted cuando llegue yo a esta casa? Yo no pido años de superación, son solo esos dos días que necesito para poder continuar viviendo los restantes 363 del año- le dije mirándola fijamente a los ojos.
Y dime mi niña ¿cómo pasas esos dos días?- me pregunto dedicándome una sonrisa.
¿Realmente quieres saberlo?- la miré fijo. Y asintió.
Ese día lo único que hago es tomar alcohol, escuchar música y sentarme al lado de las fotos y de la urna donde descansan sus retos, esa es mi manera de pasar ese día. Pero al día siguiente me despierto con dolor de cabeza y vómitos por eso también pedí ese día, porque sé que no sirvo para nada- le confesé, no tenía por qué mentirle. Total a veces tardaba un poco más en recuperarme.
Sabes que eso daña tu salud, no necesitas que te lo diga, pero en algo tienes razón, no soy quien para cuestionarte. Espero que la resaca no te dure tanto y que puedas ahogar las penas- me dijo y realmente me dolieron sus palabras, aunque no sé porque.
Gracias- solté mirando el cielo. No el dolor no sé iba, ni con todo el alcohol del mundo dejaría de sentir el dolor que sentía. Me obligaba a vivir porque sé que así lo hubiesen querido, pero la verdad es que me hubiese gustado morir con ellos.
Termine mi jornada de la tarde y me fui en la moto al supermercado, tenía que abastecerme por las dudas de que me quedara sin reservas. Compre tequila, vino blanco y ron, sé que no beberé tanto, pero uno nunca sabe.
Volví a la tarde para poder prepararle un postre rico a Amelia, su charla me había llegado aunque sabía que no cambiaría nada. Prepare una rica chocotorta y la deje enfriando en la heladera. Una vez que terminamos de cenar con Amelia y Sofía (nataly había salido temprano en la mañana y Mario e Isabella siempre cenaban en su habitación) les mostré el postre que les había hecho.
Sofía saltaba de felicidad, diablos a esa niña le encantaban los postres, y Amelia solo se limitó a sonreírme. Terminamos de cenar y me preparé todo para irme.
Quiero que sepas que si Lo necesitas puedes llamarme cuando quieras hablar- me dijo amelia mientras acomodaba mi mochila.
Lo sé, solo espero poder pasar el día de mañana y todo volverá a ser como antes- le dije mientras secaba las lágrimas que amenazaban con mojar toda mi cara.
No me dijo más nada solo me abrazo, y con eso hizo estallar mi corazón. No pude contener más el llanto que venía del centro de mi pecho, de mis entrañas. Me separé cuando me di cuenta de que había mojado su blusa, le sonreí dándole las gracias por el momento y me fui. Tenía que llegar a casa cuanto antes, ya no iba a poder aguantar más.
Pase las puertas de mi departamento lo más rápido posible y solo en el interior me apoye contra la puerta y me senté a llorar. Los extrañaba, maldita sea los extrañaba tanto que no podía seguir en esas condiciones.
Puse música, obviamente a volumen considerable, no olvido que tengo vecinos, me bañe y comencé mi ritual.
Las fotos iban sobre toda la cama y la urna en el centro, esa noche yo dormiría en el piso. La música sonaba tranquilamente cuando ya me había acabado las dos primeras botellas de vino. Las horas pasaban y el sueño no venía a mí, con la vista nublada sigo tomando alcohol, en algún momento me desmayaré y si me dan ganas de vomitar no dudaré en usar el balde que traje a propósito del baño.
Me presenté a trabajar temprano el 26, admito que mi cara no era la mejor y no suelo maquillarme así que las ojeras se notan a leguas. Salude a los guardias quienes como siempre saludaron con un movimiento de cabeza, tan serios como siempre.
Las cocineras solamente se me quedaron viendo, supongo que a pesar de mi buen humor era imposible disimular que había pasado llorando las 48 horas anteriores.
Fui a la habitación de Amelia quien para mi sorpresa ya estaba levantada y parada al lado de la ventana, cuando ingrese se volteó a verme y solo extendió los brazos con una sonrisa tan cálida en su rostro que lo unció que pude hacer fue acercarme corriendo a ella y abrazarla para llorar.
Abuela- dije entre llantos.
Calma mi niña, todo va a estar bien- me decía mientras sobaba mis cabellos. Nunca necesite más palabras que esas, no quería que me vieran con lástima, pero a veces ya no podía ser fuerte.
Y así estuve un rato largo bajo las miradas de Nataly, Sofía e Isabella que había escuchado mi llanto y corrieron a la pieza para ver esa escena. Se quedaron paradas en la puerta y cuando me solté, pude observar que ellas también lloraban, incluso Amelia estaba llorando. No sé si ellas sabían mi pasado, solo había confiado en la abuela para contarle la verdad. Quizás ella sé los había contado o quizás no. La realidad era que después de tanto tiempo pude descargar parte del dolor que mi alma sentía.