No soy una mujer que siga reglas o estereotipos, odio que pretendan gobernarme.
A mis cuarenta y tres años soy la soltera más feliz que existe, no tuve hijos por elección propia. No consideré que para sentirme mujer debería ser madre.
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Zuácate
Flor Inés Villamizar
Me dirijo al set de fotografía, veo todas esas modelitos, coqueteando con René, además que parecen pulpos tocándolo.
Observo su cara de molestia, sé que esa es la razón por la cual jamás trabajaba, con mujeres. Me viene la pregunta «¿Por qué tomo este trabajo? ¿Qué hay detrás?» Es algo que averiguaré. Por el momento alejaré, a ese aquelarre.
—Buenos días, — lo digo fuerte y mirándolas con intimidación.
—Buenos días —responden al unísono y las veo distanciarse.
—Buenos días, Bella donna (hermosa mujer) — pronuncia René, ese saludo, es demasiado para mí. Era la forma en que cada mañana me levantaba. Tengo que dejar a un lado los recuerdos.
— Buenos días, señor Anderson.
—¿Hasta cuando seguirás siendo tan formal? —muerdo mi labio, porque este hombre, me hace perder la respiración con su sola voz.
—Esa soy yo, y a ustedes señoritas no les pagó, por andar de coquetas o ¿es que les está quedando grande el trabajo?, ¿Si es así dígamelo? Tengo una enorme lista de modelos esperando.
—Que aguafiestas eres, ¿qué de malo tiene admirar a un hombre guapo? Dice Sara, es la modelo más complicada y cotizada de las que está participando en esta campaña.
—No tiene nada de malo, siempre y cuando lo hagan fuera de aquí y no gasten mi tiempo. Si no puedes con eso, ya sabes que la puerta está abierta. —La veo cruzarse de brazos, sentarse en la silla y mirarme desafiante.
—Creo que hablaré con mi manager, ese no es el trato al que estoy acostumbrada.
—exclama.
—Niñita, hazlo rápido o si quieres te puedes ir porque dentro de tu contrato no hay ninguna parte donde diga que el fotógrafo, estará a tus servicios. —Levanto mis cejas esperando su respuesta, pero cómo lo imaginé se gira y comienza a maquillarse.
—Gracias —me susurra, el moreno más bello que he visto. Le regaló una sonrisa de medio lado. Mientras mi corazón late acelerado.
—Estaré pasando seguido, no quiero volver a ver la escena que encontré. ¿Entendieron? —cuestionó, ellas asienten.
—¿Cómo vas? ¿Crees que el material estará listo a tiempo? —Le pregunto a René.
—Claro que sí, ¿Podemos almorzar juntos, necesito hablar algo contigo? —Como si estar cerca de él fuese fácil, pero ni modo. Asiento.
—A la una para que el tiempo me dé para ir por tu pequeño demonio. —expreso y solo sonríe, debo simplemente salir de este lugar, ese hombre, me desarma.
—Entonces a la una paso por tu oficina. —Asiento.
—¡Toc! ¡Toc! Adelanté.
—¿Estás lista para salir? —Asentí, tomo mi bolso, mi teléfono y salimos. Nos dirigimos al restaurante gourmet del primer piso, aquí solo ingresan los ejecutivos y clientes, sus precios son bastante elevados, para los empleados.
En el camino me encuentro con algunas personas que me saludan, las cuales solo saludo con una sonrisa.
—¿Cuéntame que ha sido de tu vida? —Interrogo.
—Es una historia muy larga y realmente, no tenemos tiempo para ella, ¿Pero si deseas saber podríamos salir a cenar? ¿Tal vez el sábado en la noche? —Su propuesta me sorprende. Siempre pensé que me odiaba después de lo que le hice.
—Déjame revisar que pendientes tengo luego te aviso. —Él asiente como siempre en el restaurante me dan la misma, mesa nos dirigimos allí, pedimos el menú especial del día.
—Gaby quiere ir el Sábado al parque de diversiones.
—No, no, no. —no lo dejo terminar cuando ya estoy dando mis negativas y me exaltó. Él solo sonríe.
—¡Me vas a dejar hablar! — veo que se ha puesto serio, pero eso no me intimida.
—No lo voy a hacer — digo totalmente convencida.
—Le prometí a mi hija llevarla al parque de diversiones, nunca le he faltado a una promesa; sin embargo, me encuentro retrasado. Las modelos no colaboran, creen que me interesan y entre su coqueteo de a cuál le hago caso, pierden tiempo. Necesito poder recuperar el tiempo, pero si tú no puedes llevarla, no hay problema, iré yo.
—Tú sabes que ya estoy atrasada, otro día más, es fatal para mí. — Él levanta sus cejas.
—¿Qué propones?
—¿Dónde está la madre? —pregunto «¿Por qué no está aquí? Eso solucionaría todo. ¿Tengo qué saber?»
— Es una historia larga y no es el momento de hablar. —Sonrío, sé que no soy parte de su vida, que fui quien lo arruinó, pero me desespera tanto misterio.
—¿Cómo sería lo del parque de diversiones? Sabes que no tengo la más mínima idea en tratar con niños.
—Lo sé, pero sabes que cuando me comprometo con algo quiero sacar adelante, —asiento. —Puedes invitar al hijo de Karla y a tu sobrino, para que Gaby no se sienta sola y entre adolescentes se entienden mejor.
—Esa idea me suena, Simón, el hijo de Karla, es un amor y mi sobrino Mateo, es un terror con mi hermana, pero conmigo es un encanto. Así que está bien, pero creo que quedarás en deuda. —Él asiente.
—Gracias —dice mientras acaricia mi mano. Siento cómo mi cuerpo se estremece. ¡Dios que cruel eres! Con esta pobre terrícola.
El resto del tiempo seguimos hablando, de los cambios que quería realizar dentro de las fotos. De lo insoportables que son las modelos y del coqueteo descarado de Sara, por un momento sentí que el tiempo no había pasado, fue tan agradable. Prometí pasar más seguido.
Regresamos al trabajo, Amalia está esperándome.
—Señora, tiene el tiempo justo para ir por la niña Gaby, sabe que ella odia que sean impuntuales. ¡Cierto! Se parece a alguien que conozco — dice señalándome con su boca.
—La puntualidad, es una norma de buena educación —digo. Ella levanta sus hombros, no sé cómo la soporto. —Dile a mi chófer que nos vemos en cinco minutos en el parqueadero.
—Ya le informo, recuerde que tiene, dos reuniones más en la tarde. Así que no va a poder andar cuidando al bombón de las brujas, ¿si desea yo la relevó? ¡Porque me lo estás manoseando mucho! — le lanzó una mirada asesina, ella la entiende, se sienta en su escritorio, toma las carpetas —yo solo decía, —me dice mientras levanta sus hombros.
Recojo al pequeño demonio, la cual viene muy seria, a duras penas me saludo. Cosa que agradezco, lleve mi laptop para poder adelantar el trabajo en el auto.
40 minutos después Llegamos a la oficina.
—Flor, tienes que hacer algo, la garza esa, se abalanzó sobre nuestro bombón. La muy descarada hizo la que se resbalaba, el cómo todo un caballero, la sostuvo y zuácate que ella le estampa su beso — cuenta mi secretaria acelerada.
—¿De quién hablas? La interroga la chiquilla.
—Pues de tu papá. — responde Amalia.
—¿Y tú no has hecho nada? Dejaste a mi papi en garras de esa mujer — me reclama, el pequeño demonio cruzándose de brazos.