Continuación de la novela La esposa del emperador...
Marcos ha conocido a la mujer que va a ser su emperatriz y hará todo para tenerla a su lado.
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Capítulo 7
Desde un lugar un poco más alejado de donde ella estaba ubicada, viendo a Víctor y a Luisa, había un joven que hoy cumplía sus veinte años. Él estaba viéndola fijamente, sin perderse un solo detalle de sus movimientos y de las emociones que su cuerpo demostraba a lo que estaba sintiendo en ese momento.
Ese joven era Marcos Castelli, quien era el nuevo emperador, el que acababa de ser nombrado y coronado por su padre y alabado por todos los presentes en la fiesta justo antes de que ella llegara.
Marcos no podía sacar los ojos de encima de ella, esa joven era preciosa para él, no solo su cara, también tenía un buen cuerpo, eso no lo podía negar, pero lo que a él más le llamó la atención en realidad fueron sus ojos. Esos ojos demostraban su alma y lo que él vio en ellos le encantó. Ella demostraba un fuego que era dirigido hacia una pareja que veía cerca de la pista de baile. Miraba con desprecio al hombre, que estaba tomado del brazo de la mujer, mientras se sonreían mirándose a los ojos derramando miel.
Él podía ver las manos de la joven, formarse en puños y darse la vuelta para mirar hacia otro lado completamente enojada y ahí es cuando sus miradas se conectan, durante unos segundos. Sorprendida por encontrarse con la mirada del emperador desde tan lejos y más porque él la estaba mirando fijamente, Ema solo pudo darse la vuelta y salir por uno de los balcones tratando de que nadie la vea, para no hacer un escándalo.
Marcos no podía solo quedarse allí y dejarla desaparecer, necesitaba saber quien era ella, aunque todavía no llegaba a comprender el porqué de eso. Justo daba solo unos pasos en dirección a donde ella se había ido, cuando escuchó unos comentarios mal intencionados de algunas jóvenes.
La furia lo recorrió unos segundos al comprender que ese hombre, al que ella miraba momentos antes, era el prometido de ella, pero decidió ignorarlo al recordar el desprecio que era dirigido a él en la mirada de ella y solo salir al balcón a ver como estaba.
Para cuando él llegó al balcón, la vio mirando hacia la luna, muy triste, y unas cuantas lágrimas se derramaban de sus ojos. Marcos se preocupó al notar eso, lo que él no sabía era que ella en realidad lo estaba haciendo porque las emociones de la Ema que se llegó a ilusionar con Víctor la invadieron por un segundo.
-¿Esta bien señorita?
Exaltada se dio la vuelta y lo miró.
-¡Emperador! Disculpe, si quiere me retiro y lo dejo tranquilo.
Dijo Ema caminando unos pasos, ya que se iba a marchar, cuando él la tomó del brazo
-No, solo quería saber si usted estaba bien. No quería que se retirara.
-Oh, sí, estoy bien.
Marcos le sonrió y le dio un pañuelo, para que se limpiara las lágrimas del rostro.
-Gracias, majestad.
Dijo sonriendo Ema, aunque por dentro estaba muy confundida, puesto que en su tiempo él jamás le había hablado siquiera, ni demostrado esta actitud con nadie. El príncipe Marcos Castelli que ella recordaba era alguien frío, no era de mostrar estas acciones con los demás, aunque ella no lo conocía mucho tampoco, solo había oído de él como todo el mundo.
-Le gustaría acompañarme a la pista de baile y bailar una pieza conmigo.
Ella lo miro dejando ver lo sorprendida que le había dejado la pregunta, pero asintió al poco tiempo con una pequeña sonrisa en sus labios, pues no se iba a perder la oportunidad de bailar con semejante hombre. Tomados del brazo ingresaron al salón atrayendo la mirada de todos, incluso la de Víctor y la de Luisa, quienes los miraban desencajados.
Bailaron durante un rato, dos piezas para ser exactos, después Ema, mientras estaban descansando y tomando una bebida para recuperar el aliento, le presentó a su padre quien estaba cerca de ellos.
Rogelio se portó como siempre, demostrando lo cariñoso que era con ella, sacándole sonrisas sinceras que sorprendieron a Marcos, pero luego aparecieron el resto de la familia y la expresión de ella decayó un poco, dejando ver lo que ella sentía por ellos.
-Querida Ema, ¿Por qué no nos avisaste que vendrías a la fiesta?
Dijo Luisa, sin ver realmente a Ema, solo tenía los ojos puestos en Marcos.
-Claro, cariño. Si hubiera sabido que vendrías, hubiera venido contigo.
Dijo Víctor con obvio fastidio al tener que verla allí, ya que ahora él tendía que pasar su tiempo con ella en la fiesta por el hecho de que eran prometidos y su suegro estaba allí. Pero le haría pagar el hecho de que algunas personas lo hayan mirado con cierta burla mientras ella bailaba con el emperador.
Ema no le dio importancia a las palabras de ningunos y solo siguió bebiendo, cosa que no paso desapercibida para ninguno de ellos, incluso Marcos soltó una pequeña risa mirando hacia otro lado, pasando desapercibido.
Al ver que ella los quería ignorar, hubo muchos comentarios mal intencionados de parte delos tres, disfrazados de sugerencias y concejos, que no le gustaron nada al emperador, como que no debería bailar con nadie antes de que bailara con su prometido, aunque ahora que tenía un prometido ya no debería estar bailando con otros hombres. Incluso Luisa, dejo entrever que su vestido era muy revelador, que tal vez eso llamaría la atención de otros hombres en ella, que debía de tener mucho cuidado.
Para salir de esa situación tan incómoda donde ellos habían puesto a Ema, sin ser descortés, Marcos le pidió bailar otra vez y ella aceptó gustosa, saliendo casi a las corridas a la pista con él. Esta acción fue algo que Rogelio agradeció dentro suyo, porque si no, él haría un escándalo callando a su mujer y a Luisa y que hablar del dichoso prometido de su hija que lo decepcionó tanto.
Cuando empezaron a bailar otra vez atrajeron más miradas, que al poco tiempo cuando Marcos los miraba desaparecieron. Al acabar la pieza, Marcos la guio al balcón casi sin ser vistos y allí le pregunto qué era lo que pasaba y Ema ni corta ni perezosa le contó la verdad de su familia, pensando que tal vez podría obtener su ayuda en el futuro, ya que ella parecía caerle bien al emperador.
Cuando ella terminó de decir algunas verdades de lo que era su vida en la casa de su padre, se dio cuenta de un cambio en la expresión del emperador. Creyó, hace un momento, que él la podría ayudar a acabar con su madrastra y su compromiso, pero jamás se le ocurrió que pasaría lo que pasó en ese instante.
Marcos se había dado cuenta de que su deseo, al soplar las velas del pastel de cumpleaños, se le había cumplido. Ya ha encontrado a la mujer que le acompañe en su camino, ahora solo tenía que sacar de en medio a cierto prometido molesto o eso era lo que él reflexionaba dentro de sí, sin que ella se lo imaginara siquiera.
Se acercó a ella despacio y limpio sus lágrimas con sus manos. Ella estaba llorando para hacer más creíble la historia, no pensó que el emperador se lo creyera tan rápido. Al verlo limpiarle las lágrimas, se quedó quieta, mirándolo casi sin respirar, por su acción imprevista, pero él, al tenerla así, acercó su cara a la de ella un poco más y le dijo sin ella esperarlo:
-Tú serás mi emperatriz.
Los ojos de ella se agrandaron por la impresión de sus palabras y él aprovechó dándole un pequeño beso en los labios, nada fuera del otro mundo, algo pequeño para que ella no se asuste. Pero cuando se alejó, es él el sorprendido porque su futura emperatriz lo atrae devuelta a ella para uno más largo. Ahora sí que estaban envueltos en un beso bien fogoso que les puso los vellos de puntas a ambos.