Isabella es la hija del Duque Lennox, educada por la realeza desde su niñez. Al cumplir la edad para casarse, es comprometida con el Duque Erik de Cork, un hombre que desconoce los sentimientos y el amor verdadero.
NovelToon tiene autorización de Lia para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
CAPÍTULO 8 MI DESTINO AL LADO TUYO
Un nuevo día amenazaba con despuntar en el horizonte, trayendo consigo el gran día de la boda. La ceremonia se celebraría antes de que el sol se ocultara.
Erik sentía que el peso del mundo se venía sobre sus hombros, comprendiendo que era mucho más fácil ganar una guerra que casarse.
Con una resignación profunda, se levantó de su cama en la posada, se vistió con ropas negras y se cubrió con una capa oscura que lo hizo invisible en la penumbra.
Salió de la posada sin ser visto.
Era la hora quinta del día, y la luna aún brillaba en el firmamento.
En el Ducado de Lennox, Isabella sintió una presencia en su recámara. Al despertar, vio una sombra negra que de inmediato la inmovilizó. Erik se quitó la capa, revelando su rostro a la tenue luz de la luna. "No os agitéis," le dijo, su voz un susurro en la oscuridad. "Solo deseo tener una conversación cordial con vos, sin la opresión de la realeza o de vuestra familia."
El duque, con una delicadeza inusual en él, la soltó suavemente y la ayudó a incorporarse, sentándola en la cama. El rostro de Isabella, iluminado por la luz de la luna, brillaba con una pureza que conmovió a Erik.
Nunca había conocido un alma tan serena como la de ella. Despejando sus pensamientos, le dijo: "Señorita Lennox, como es sabido, no tengo interés en casarme. No os conozco, y las pocas palabras que hemos intercambiado han sido para acordar la fecha de nuestra boda.
He escuchado que fuisteis educada desde niña para este compromiso. Sois una mujer muy lista, ¿por qué habéis de ataros a una promesa cuando podéis ser libre?"
Isabella notó que el duque tomaba la sábana y cubría su pecho, un acto que le provocó una vergüenza profunda, pues era deshonroso que un hombre la viera en su desnudez.
Intentó disimular su rubor y le dijo: "Duque, es cierto que fui criada para poder estar a vuestra altura. Pero continué mis estudios sin rebelarme porque era la única mujer a la que se le había otorgado el conocimiento que, por ley, al no ser hombre, se me era negado. No podía desaprovechar tal oportunidad. Y aunque el Rey me advirtió de vuestra personalidad, y al igual que vos, me dio la oportunidad de elegir, seguí mi camino ya trazado. No sintáis culpa por mí; yo decidí mi propia senda, seguir mi destino a vuestro lado. Esa es mi única respuesta."
"Decidme, ¿qué esperáis de mí?" preguntó Erik, su voz ahora con un matiz de curiosidad.
"Solo espero lo que los cielos han dispuesto en mi destino, Duque de Cork," respondió Isabella, sus ojos fijos en los de él. "No tengo ningún arrepentimiento."
El duque comprendió que su conversación con Isabella solo había confirmado que, a pesar de todo lo que había sido instruida, ella era prisionera de un destino que ciegamente había decidido seguir.
Por más que intentara convencerla de lo contrario, su opinión no cambiaría. Su hermana tenía razón: Isabella era como una máquina creada para una tarea determinada y, para su desgracia, un dolor de cabeza para él. No había vuelta atrás. Sin embargo, sintió una extraña compasión por aquella joven cuyo destino había sido forjado a su lado.
Erik notó la incomodidad de Isabella por su desnudez, aunque tuviese puestoun camisón, sabíaque para una noble era estar desnuda. "No debéis sentir vergüenza," le dijo. "Habéis elegido estar atada a mí de por vida y estar en mi cama, así que ¿de qué os avergonzáis?"
Con un gesto paternal, la acostó y la arropó. "Dormid. Hoy será un día pesado, y hoy mismo partiré a las fronteras. Este es mi sello." Tomó la mano de Isabella y la cerró con sus dedos sobre un pequeño sello. "Esto os permitirá ingresar al Ducado del Sol como la señora. Espero que os podáis adaptar a vuestra nueva vida lejos de los lujos a los que estáis acostumbrada. No sé cuándo volveré; me tomaré mi tiempo." El duque, tan misterioso como había llegado, salió de la mansión Lennox Aragón antes de que el sol asomara en el horizonte.
Al regresar a la posada, un carruaje real estaba estacionado frente a la entrada. Apenas intentó ingresar, el Marqués Esteban salió de él. "Duque Erik de Cork, Su Majestad ha solicitado vuestra presencia en el palacio real de inmediato."
El duque solo dio la vuelta y subió al carruaje real. No tenía otra opción. El matrimonio era lo único que el Rey Evan se permitía decidir por él.
Al llegar al palacio, el Marqués lo guio por la puerta principal hacia el salón del trono, una señal clara de que el Rey se dirigiría a él como su soberano.
Al llegar a las puertas, el Marqués anunció la llegada del duque. Las puertas reales se abrieron, y al ingresar, el duque se colocó al frente, hincándose y colocando su mano sobre su pecho en señal de sumisión y lealtad. "Larga vida al Rey Evan, soberano del Reino de Deira," exclamó.
La familia real, una vez más, era testigo de la lealtad inquebrantable de Erik. La Reina Vera sentía un inmenso orgullo por él. El Príncipe Miler, en su corazón, deseaba tener un amigo tan leal como su padre. Sin embargo, la Princesa Anna, al ver al duque, sintió que su corazón se destrozaba nuevamente y desvió la mirada.
El Rey Evan no dio la señal para que Erik se incorporara y, en esa posición, exclamó: "En este mismo sitio, hace quince años, os decreté como nuestro hijo de corazón y juré velar por daros lo que os habían arrebatado y por proteger a mi familia.
Aquí también, Duque Erik, conocí a Isabella cuando tan solo tenía cinco años. Vi la fragilidad y la determinación a la vez en su rostro y comprendí que los cielos os la habían enviado para vos. Desde pequeño, reflejasteis ser un hombre de mucha astucia e inteligencia, y necesitabais una igual a vos. Por eso, Isabella se destinó a ser vuestra compañera para toda la vida."
El Rey se levantó, acercándose a Erik. "Así que os ordeno que nunca os separéis de ella y que en el camino aprendáis a apreciarla." El Rey levantó su cetro y Erik se incorporó.
Comprendió que el Rey lo había recibido en el trono para dejarle en claro su decisión y cuál debía ser la suya. Todos los presentes, al igual que él, estaban sorprendidos.
De pronto, el Rey levantó su mano y golpeó su cabeza con ella. Erik, sorprendido por el acto, lo miró.
"¿No creéis, Su Majestad, que os estáis pasando con vuestra autoridad?" preguntó.
"Os lo merecéis," respondió el Rey, sentándose nuevamente en su trono.
"Acaso, querido hijo, creéis que hoy es un día de entierro," intervino la Reina. "Cómo os atrevéis a vestir con ropas negras en el día de vuestra boda. Ese golpe es bien merecido. Muy bien hecho, esposo."
"No fue mi intención, mi señora," respondió Erik con un tono de disculpa. "Hoy tenía un asunto personal que atender, y por eso mi vestuario."
"Marqués Esteban," ordenó la Reina, su voz llena de autoridad. "Llevad al duque a uno de los aposentos y vestidlo adecuadamente para la boda. No sea que se presente como un mendigo en medio de la ceremonia."
"Podéis retiraros," mencionó el Rey. El duque, al ver que no tenía sentido entrar en una lucha, se inclinó y se retiró en silencio.
...^^Autora^^...
...Gracias por el apoyo de sus 👍...