En un mundo donde las mujeres están infravaloradas, Una Ceo que se aferra con todas las fuerzas a permanecer y ser la mejor en el ambiente llenos de hombres.
Lara Parisi lo tiene todo:juventud, belleza,una fortuna heredada y un imperio empresarial a sus pies. Pero detrás del lujo, hay una presión silenciosa que no la deja respirar: la obligación de tener un heredero para mantener su legado y complacer las expectativas de una familia que no perdona desvíos del plan.
Cuando un viaje de negocios la lleva a Italia, una noche de pasión con un desconocido lo cambia todo. Lo que parecía ser un escape sin consecuencias se convierte en el inicio de un torbellino emocional, cuando descubre que está embarazada.. de gemelos.
Y como si no fuera suficiente, Owen Bracco, el misterioso hombre que creyó haber dejado en el pasado, reaparece como asistente de su mayor rival.
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El Eco de Tu Nombre
Narra Lara
Una semana ha pasado y sigo sin encontrar rastro de Owen. Nada. Absolutamente nada.
Contraté a un investigador privado —de los mejores— y ni siquiera él ha podido darme un apellido, una dirección, una pista. Es como si el tipo nunca hubiera existido. O peor aún, como si me hubiese dado un nombre falso.
¿Y si todo fue una fachada? ¿Una mentira elegante envuelta en trajes italianos y sonrisas de infarto? Me niego a creerlo. Alguien como él... no puede ser invisible. Un hombre así no pasa desapercibido.
He buscado entre registros empresariales, eventos sociales, hasta en las malditas listas de millonarios y nada. Nada que encaje. Nada que me diga ese es él. Y eso me frustra. Yo, que siempre encuentro lo que quiero, no puedo encontrarlo a él.
Y mientras tanto, tengo una empresa que dirigir.
La próxima semana se incorpora personal nuevo, incluyendo un asistente que, según me enteré, contrató Aiden por su cuenta. Me haré cargo de revisar a todos los nuevos. No voy a permitir que otro inútil se infiltre en mi equipo.
Soy la jefa. Y como tal, tengo que demostrarlo.
Mi padre está bien, descansando por fin. Y por suerte, el tema del hijo ha quedado en pausa. Aunque no del todo... porque la conversación con mi madre sigue rondando mi cabeza.
Tal vez no sea tan descabellado pensar en formar una familia, en hacerlo bien... antes de que sea tarde.
Por eso hoy le pedí a Kassy que me liberara la agenda. Necesito una noche para respirar, pensar... o simplemente dejar de pensar.
—¿Lista para la diversión? —pregunta Kassy entrando a mi oficina con una sonrisa cómplice.
—No, primero tengo que pasar por casa a cambiarme. No voy a salir vestida como ejecutiva de funeraria.
—Por favor... como si en tu clóset hubiera algo distinto. Todo es negro, blanco o "CEO arrogante".
Le lanzo una mirada fulminante, pero solo consigue reír. Me conoce mejor que nadie. Es la única en quien confío de verdad.
Tomo mis cosas y al salir, me cruzo con Aiden. Viene justo hacia mi oficina.
—¿Ya te vas?
—Sí. ¿O ahora tengo que pedir permiso?
—No. Solo quería comentarte algo de los nuevos ingresos…
—Ah, ¿ahora sí quieres consultarme? Qué novedad.
—Sabes bien que eres la cara de esta empresa y que todo debe pasar por ti —dice con voz neutra, pero hay un dejo de desdén.
—No te equivoques, Aiden. No soy solo la cara. Esta empresa es mía. Así que sí, jodidamente todo debe pasar por mí. Y hoy, mi turno ha terminado.
Camino hacia el ascensor, con Kassy detrás. No soporto que me quieran hacer sentir menos. Me lo he ganado todo. A pulso. Sin favores. Sin atajos.
Horas después, estamos en un bar. Uno bastante lleno para ser miércoles. El lugar vibra de vida. Y yo necesito apagar la mía por un rato.
Voy directo a la barra. Necesito algo fuerte. Algo que me quite el mal sabor que dejó Aiden, y el vacío que dejó Owen.
—Bonita sonrisa la tuya.
Giro. La voz viene de un tipo alto, bien vestido. Guapo.
Pero no como él. Nunca como él.
—Gracias —digo, volviendo a mi bebida.
—¿Estás con alguien? ¿Puedo acompañarte?
—Puedes —señalo el asiento vacío a mi lado.
Se llama Carlos. Tiene 28 años, es del Reino Unido, y trabaja en importaciones. Habla con una seguridad que me resulta atractiva. Es educado, encantador. Me halaga, me escucha, me observa como si no existiera nadie más.
Pienso, casi con culpa, que tiene todo para ser un candidato ideal.
Y por un momento, trato de convencerme de que eso es suficiente.
Después de varias copas, risas y confesiones intrascendentes, siento el mareo en la cabeza y la pesadez en el cuerpo. Busco a Kassy, pero no la veo. La llamo. No responde. Le escribo.
"Me voy a casa. No tomes mucho. Llámame si necesitas algo."
Ella contesta al instante:
"Está bien. Cuídate, reina."
Carlos insiste en llevarme. Dice que no debería manejar así.
Y tiene razón.
Cedo.
Ya en mi apartamento, le ofrezco algo de beber. Él acepta. Whisky.
Yo paso. Ya he tenido suficiente.
Voy a cambiarme. Me quito los tacones, me suelto el cabello, y respiro hondo frente al espejo.
¿Qué estás haciendo, Lara?
No tengo respuesta.
Cuando regreso, él está en el balcón, admirando la ciudad como si fuera una postal. Me acerco. Me observa, me sonríe. Es guapo, sin duda.
Pero no puedo. No hoy.
Se inclina hacia mí, rozando mi mejilla con sus labios.
Y justo ahí... lo siento.
Esa incomodidad. Esa falta de algo. Ese vacío que Owen dejó.
—Carlos —digo suavemente, alejándome un poco—. Gracias por traerme. De verdad. Pero creo que debería descansar.
Él lo entiende. O al menos, finge que sí. Se despide con un beso en la mejilla y se va, sin reclamar.
Cierro la puerta. Me apoyo en ella.
Y suspiro.
"¿Qué me hiciste, Owen?"
No tengo idea. Pero lo que sea… aún no puedo quitármelo de encima.