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Caminos que se Cruzan...

Caminos que se Cruzan...

Status: Terminada
Genre:Yuri / Amor a primera vista / Maestro-estudiante / Colegial dulce amor / Completas
Popularitas:1k
Nilai: 5
nombre de autor: Maria Kemps

Nunca pensé que mi vida empezaría a desmoronarse por una simple sonrisa.
Una sonrisa joven, llena de confianza, que me desarmó sin el menor esfuerzo. Solo era una tarde común, una clase cualquiera. Yo, con mis libros, mis papeles, mi matrimonio de fachada y la máscara que llevo años usando para sobrevivir en el papel que el mundo me impuso.
Pero cuando ella entró al salón, con ese aire despreocupado y esa voz dulce llamando a mi hija por su nombre… todo dentro de mí tembló.
Ella era solo la mejor amiga de mi hija. La chica que almorzaba en mi casa, que reía fuerte en la sala, que compartía historias de la universidad en la terraza mientras yo fingía no escuchar. Pero en ese instante, cuando nuestras miradas se cruzaron en el pasillo de la universidad, algo cambió.
Ella me miró como si ya supiera más de mí que lo que yo misma me atrevía a admitir.
Soy profesora. Estoy casada. Y no he salido del clóset.
Ella es mi alumna.
Y es todo aquello que he ocultado ser durante toda mi vida.

NovelToon tiene autorización de Maria Kemps para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 13

Habitación de Elisa – Más tarde esa noche

El silencio reinaba en la casa. Solo la suave luz de la lámpara de noche iluminaba la habitación de Elisa. Sentada en la cama, con el portátil apoyado en las piernas, miraba la pantalla en blanco, el cursor parpadeando como si la desafiara a sacar todo lo que había guardado durante años.

Respiró hondo, cerró los ojos un instante... y empezó a escribir.

"Cuando era adolescente, viví un amor prohibido.

Algo tan intenso y hermoso... pero que terminó en miedo, vergüenza y huida.

Ella era todo lo que yo quería ser: libre, audaz, sincera.

Pero en aquella época... yo no podía ser quien era.

Cuando el mundo lo descubrió, todo se derrumbó.

Mis padres me amenazaron, me aislaron, me hicieron creer que lo que sentía estaba mal.

Hui. No de la ciudad... sino de mí misma.

Empecé una nueva vida fingiendo ser alguien que no era.

Conocí a un hombre. Un buen hombre. No era amor, pero era seguridad.

Me casé. Tuve dos hijas maravillosas.

Y durante años, tantos años... enterré quién era de verdad.

Nunca más sentí que mi cuerpo fuera verdaderamente tocado.

Nunca más sentí mi corazón latir descontroladamente al mirar a alguien.

Nunca más me permití desear... hasta ahora.

Hasta que...

Ella apareció.

Hermosa.

Joven.

Con esa sonrisa ligera y esos ojos llenos de vida.

recordándome cómo era yo, cómo me gustaba dominar a una mujer

Un toque, una sonrisa, una provocación inocente... y mi mundo empezó a derrumbarse de nuevo.

Pero esta vez... de una forma que no quería impedir.

Por primera vez en tanto tiempo, me sentí viva.

Deseada.

Querida de verdad.

Por primera vez en décadas, vi a la mujer que escondí llorando de felicidad dentro de mí.

No es solo atracción.

No es solo carencia.

Es algo que intenté enterrar... pero que volvió con más fuerza que nunca

hicimos el amor 4 veces en un solo día y ella me hizo correrme, peligroso ¿verdad? pero la encimera de la cocina, el sofá del salón y el coche fueron lugares de amor únicos donde me sentí verdaderamente amada

Su nombre...

Julia."

Elisa terminó de escribir, los dedos temblándole. Se quedó mirando la última línea como si pudiera explotar.

Cerró el portátil con cuidado, como quien guarda un secreto peligroso... y lo abrazó contra el pecho, dejando que lágrimas silenciosas corrieran por su rostro.

Sabía que, pronto, tendría que elegir: entre la vida segura y sin alma que tenía... o el riesgo de finalmente vivir de verdad.

a la mañana siguiente

Julia fue a visitar de nuevo a Sofía

El olor a café fresco flotaba en el aire. Sofía y Júlia ya estaban sentadas en la cocina, riendo en voz baja por alguna tontería en el móvil, mientras esperaban a que Elisa bajara.

En la habitación, Elisa terminaba su largo baño, intentando distraerse de los pensamientos que la atormentaban desde la noche anterior. Se envolvió el cuerpo en la toalla, respirando hondo antes de salir del baño — cuando un grito cortó el silencio de la casa:

— ¡¿QUÉ MIERDA ES ESTA, ELISA?!

El grito hizo que Elisa se congelara en el sitio. Su corazón se disparó.

Antes de que pudiera reaccionar, la puerta de la habitación se abrió de golpe. El marido de Elisa tenía el rostro rojo de ira, sosteniendo el portátil de ella abierto en una mano.

— ¡¿Es esto verdad?! ¿Tú... tú me engañaste? ¡¿Quién es esa persona, Elisa?!

Su voz resonaba por toda la casa. Sofía abrió mucho los ojos, sintiendo que se le revolvía el estómago. Júlia, sin entender exactamente lo que estaba pasando, se quedó rígida en la silla, la sonrisa desapareciendo al instante.

— ¡Habla, Elisa! — él avanzaba hacia ella, que retrocedía hacia la cama, la toalla resbalándole un poco de los hombros. — ¡¿Me tomaste por idiota todos estos años?!

— No es así... déjame explicar, por favor — Elisa intentaba hablar, la voz temblorosa, pero la rabia de él era mayor.

En un impulso descontrolado, él levantó la mano y le dio una fuerte bofetada en el rostro.

El sonido seco del impacto pareció detener el tiempo por un segundo.

Sofía, que había subido las escaleras y estaba cerca de la puerta de la habitación, dio un respingo, gritando:

— ¡PAPÁ, NO!

Júlia se llevó la mano a la boca, horrorizada, el rostro perdiendo el color.

El hombre, respirando con dificultad, dejó el portátil en la cama y salió de la habitación resoplando, bajando las escaleras como un huracán. Sin mirar a nadie, cogió las llaves del coche y salió dando un portazo, dejando tras de sí el rastro de destrucción.

El silencio que quedó fue ensordecedor.

Arriba, Elisa estaba inmóvil, la mano en el rostro enrojecido, los ojos llorosos. Júlia y Sofía intercambiaban miradas asustadas, sintiendo el peso de lo que acababan de presenciar.

Sofía, con la voz entrecortada, susurró:

— Lo descubrió... ¿Verdad? Lo descubrió todo.

Júlia, con lágrimas en los ojos y el pecho oprimido, solo podía pensar en una cosa: la culpa era suya.

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