Contraataque de la esposa

Cuando salí del edificio, vi a Isaac apoyado contra su coche, coqueteando con unas chicas hermosas que estaban en la vereda. No tenía el semblante de un abogado común y corriente, sino más bien el de un joven adinerado. Cuando no estaba trabajando, siempre vestía una camiseta blanca de algodón y un par de jeans, que resaltaban su atractivo juvenil.

—¡Reina! —Apenas me vio, se enderezó y corrió hacia mí.

—¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunté.

—Te estaba esperando —dijo con una sonrisa brillante—. Ya investigué y es verdad, tu marido está durmiendo con Morley. No esperaba que estuvieran juntos. Ella no necesita dinero y es difícil creer que se haya involucrado con Ivan. ¿Y él? ¿Dejarte a ti, que atravesaste tantas dificultades a su lado, por una jovencita como ella? ¿Qué le pasa?

—¿Por qué viniste a verme? —lo interrumpí.

—Tengo todas las pruebas de que tu esposo te engañó. Tengo los registros de las habitaciones de hotel y de las vacaciones. Aquí hay algunas fotografías. —Señaló unos papeles que tenía en la mano e hizo una pausa breve antes de continuar—: Además, Morley se hizo una prueba de embarazo y él estaba con ella. —Tras decir eso, me miró en busca de alguna reacción; sin embargo, después de unos segundos, se rindió y suspiró—. Eres igual de apática que de costumbre. Nunca muestras lo que sientes, pero nos conocemos hace más de cuatro años, así que ¿puedes dejar de aparentar que eres superfuerte delante de mí? Sube al coche. —Cuando había salido de la sala de conferencias, ya no podía seguir fingiendo y estaba esperando subirme a mi automóvil para largarme a llorar, pero no esperaba encontrarme con Isaac en el camino. Al verme ensimismada en mis pensamientos, él aprovechó para empujarme hacia su coche. Me ayudó a abrocharme el cinturón de seguridad y luego me dijo con seriedad—: Si quieres llorar, no te contengas. Cuando termines el duelo, puedes llevarlo a juicio. Seré tu abogado sin cargo. Además, puedo recopilar toda la información por mi cuenta. Quiero proteger a mi amiga, así que no puedo dejar que otros se salgan con la suya.

—¿Qué amiga? —Estaba un poco exasperada con él porque no me había dado tiempo de hacer nada.

—Tú —respondió con total naturalidad—. Te considero mi amiga, así que te diré que Ivan solo te estaba haciendo perder el tiempo.

—¡Mierda! —maldije entre dientes, y él lanzó una carcajada.

—Por fin demuestras enojo; eso no es fácil. Si quieres llorar, puedes hacerlo sin problemas. Si te molesto, trátame como si fuera tu hermano menor o tu mejor amigo. —No le respondí, pues no pude detener las lágrimas que empezaron a caer en ese momento. Isaac no dijo nada más y se limitó a conducir. Cuando el semáforo se puso en rojo, me dio unos pañuelos descartables y una botella de agua y, de vez en cuando, me recordaba que bebiera un poco. A pesar de que las oficinas del Grupo BK no estaban muy lejos de su despacho, había tanto tráfico que pasó más de una hora antes de que llegáramos a destino y ya era la hora del almuerzo—. Debes estar cansada de llorar tanto. Vamos a comer algo. —Sin esperar que le contestara, bajó del coche, abrió la puerta junto a mi asiento y me sacó de allí—. Vamos.

Miré mi rostro en el espejo retrovisor y negué con la cabeza.

—Olvídalo, no iré. Parezco un fantasma. Si alguien me ve, empezará a decir cualquier cosa sobre ti.

—Cuando estoy contigo, no me importa lo que digan. Vamos. Estás en un momento crítico, no voy a preocuparme por lo que piensen los demás. —Con esas palabras, me tomó del brazo y empezó a caminar.

Isaac había almorzado conmigo muchas veces, sin embargo, nunca me preguntaba a dónde quería ir; me llevaba directo a algún lugar y los platos que él ordenaba siempre resultaban perfectos para mí.