El Hermano Silencioso

La tarde se arrastró con la lentitud de una sentencia. Me reuní con Clara en la biblioteca, el mismo lugar que ahora se sentía como un confesionario para mis pecados y el campo de batalla de la familia Hawthorne. Clara estaba sumida en una pila de invitaciones de boda, marcando direcciones con un bolígrafo con punta de diamante.

—Ya terminé con el ala este —dije, sintiendo el eco de mi mentira.

—¿El ala este? —Clara levantó la vista, confundida—. ¿Para qué fuiste allí? Toda esa zona es de negocios, Liv. Aburrida. Te dije que nos quedáramos aquí.

—Oh, me equivoqué de ala —me apresuré a corregir, sintiendo que me ardían las orejas—. Quise decir el ala oeste. La del salón de baile. Tuve que confirmar los arreglos florales con la señora Perkins.

Clara asintió, volviendo a su tarea. Mi corazón se calmó. La mentira había pasado, pero la sensación de estar viviendo bajo el microscopio de Ethan no. Él estaba en alguna parte de esa mansión, calculando, planeando, y esperando mi siguiente error.

—¿Sabes qué es lo más molesto? —dijo Clara, rompiendo el silencio—. Mi madre insiste en que Alexander y yo pasemos más tiempo juntos para proyectar una imagen de 'pareja unida'. Vamos a tener que asistir a un evento de caridad esta noche. Es de etiqueta.

—¿Y tú estás emocionada?

Clara hizo un puchero. —Emocionada de que termine. Ojalá pudieras venir, pero es solo para miembros de la junta y sus... cónyuges.

Mi mente se disparó. La junta. Alexander. Y seguramente Ethan, quien acababa de salvar su empresa de un problema con "inversionistas" para mantener el control. El evento de caridad era la coartada perfecta para que Alexander se reuniera con cualquiera de sus contactos turbios, o peor, para que Ethan hiciera un movimiento.

—¿Ethan irá? —pregunté, doblando una invitación cuidadosamente.

—Sí, por desgracia. No creo que se pierda una oportunidad de ver a su archienemigo Alexander sudar bajo la presión social. Aunque ya sabes cómo es. Estará callado y sombrío en un rincón. La personificación del 'heredero silencioso'.

Clara no sabía que esa "personificación" era mi cómplice.

—¿Y tú qué harás esta noche? —preguntó Clara.

—Yo me quedaré aquí. Necesito desempacar el resto de mis cosas y ponerme al día con el jet lag. Y leer mis cartas viejas —mentí. En realidad, pensaba en hacer una visita furtiva a la biblioteca. Necesitaba más que un apretón de manos para solidificar mi alianza con Ethan.

Al caer la noche, la mansión se vació. Los Hawthorne, con Clara y Alexander a remolque, se fueron en una caravana de coches negros, dejando tras de sí un silencio denso y expectante. Me sentía como la protagonista de un thriller.

Subí a mi habitación, pero no para desempacar. Me vestí con ropa oscura: jeans negros y una sudadera con capucha. Si iba a ser la cómplice, tenía que actuar como tal.

Mi primera parada fue la biblioteca. La puerta estaba sin seguro. Entré. Todo estaba exactamente como lo habíamos dejado: el escritorio de Ethan, los gráficos financieros en la pantalla del ordenador... y el olor a café y colonia amaderada que me volvía loca.

Me acerqué al escritorio. La computadora estaba encendida, pero con un protector de pantalla. Dudé. Regla uno: No inmiscuirse en sus estrategias. Pero no me estaba inmiscuyendo, estaba buscando una forma de ayudar sin poner en riesgo la operación.

Deslicé mi dedo sobre el mouse. La pantalla se encendió. Había una sola ventana abierta: un documento de texto que no contenía números ni acciones. Era una lista.

Una lista de nombres, fechas y empresas. Y justo en el centro, destacaba un nombre: Alexander Sterling.

El documento detallaba una serie de transacciones sospechosas, pero lo que me hizo detenerme fue la línea final.

Clara Hawthorne. Cuenta de Ahorros Familiar. Acceso total a los fondos en caso de Matrimonio. Cláusula de separación.

Alexander no solo quería fusionar las empresas; también estaba planeando saquear los activos personales de Clara después de la boda, con una cláusula matrimonial que le otorgaba control total sobre sus ahorros familiares. Ethan no estaba exagerando. Alexander era un depredador.

Dejé el escritorio con un escalofrío. Necesitaba alertar a Ethan.

Salí de la biblioteca y busqué un teléfono. No iba a usar mi móvil personal. Encontré un teléfono fijo antiguo en el estudio. Marqué el número de la oficina de Ethan, que había memorizado del documento. Estaba segura de que él se pondría en contacto conmigo en cuanto tuviera un momento libre.

Al tercer tono, una voz grave y tensa respondió.

—¿Sí?

—Soy yo —susurré, sintiéndome ridícula por el secretismo, pero la paranoia era una nueva realidad en esa casa.

Un silencio pesado. Luego, un suspiro de frustración.

—Liv. ¿Qué demonios estás haciendo llamando aquí? Si alguien me escucha...

—Tu ordenador está abierto. Encontré el archivo. Alexander tiene una cláusula en el acuerdo matrimonial para acceder a la cuenta personal de Clara, la de ahorros familiar. No es solo la empresa, Ethan. Va a dejarla en la calle.

El silencio fue más largo esta vez, cargado de una rabia palpable.

—Ese hijo de puta. Sabía que era sucio, pero no tanto. Escucha. ¿Tienes el documento delante?

—No, lo dejé. No quería dejar huella.

—Bien. Escúchame con atención. Necesito ese documento. No lo toques. No lo imprimas. Solo quiero que me confirmes si tiene una fecha de caducidad. Algún tipo de vencimiento para la cláusula.

—De acuerdo. Dame un minuto.

Colgué el teléfono y volví corriendo a la biblioteca. Me acerqué al escritorio, temblando ligeramente. Revisé el documento de nuevo. Deslicé el cursor hasta la sección de cláusulas financieras.

Ahí estaba. Una letra pequeña: Cláusula de Disolución: Válida hasta 72 horas después de la ceremonia nupcial.

La boda era en tres semanas. Ethan tenía poco tiempo.

Corrí de vuelta al estudio y marqué el número de nuevo.

—Vencimiento: 72 horas después de la ceremonia.

—Perfecto —dijo Ethan, su voz ahora un susurro frío y calculador—. Me has dado la munición que necesito. La única forma de invalidar legalmente ese documento sin exponer a Clara o a mi padre es si Alexander comete un error grave ante la junta antes de la boda. Necesito que no le dé tiempo a cubrir sus huellas.

—¿Qué vas a hacer?

—Voy a hacer lo que hago mejor. Ser el heredero silencioso y ponerle trampas financieras. Pero necesito que tú hagas tu parte.

—¿Cuál es mi parte?

—Distracción. Alexander no puede estar en su oficina revisando sus transacciones. Necesito que tú mantengas a Alexander ocupado y distraído con "tareas de boda" ridículas. Que piense en flores, no en fraudes.

—¿Estás diciendo que debo coquetear con el prometido de mi mejor amiga? —pregunté, sintiendo un nudo en el estómago.

—No. Estoy diciendo que utilices tu papel de dama de honor para mantenerlo enfocado en Clara. Conviértete en su sombra, Liv. Sé el pegamento entre Clara y Alexander. Hazle creer que su matrimonio está progresando y que su futura esposa está cada vez más feliz con él. Si cree que todo está bajo control en casa, se relajará en el negocio.

La tarea era repugnante. Usar la lealtad a Clara para manipular a Alexander, y a Ethan para encubrirlo todo.

—Lo haré —dije finalmente, tragando mi orgullo.

—Bien. Eres una buena cómplice, Liv. Ahora, borra mi número, olvida que tuviste esta conversación, y ve a dormir.

Colgué el teléfono, mi mente dando vueltas. Me sentía asqueada por la tarea, pero al mismo tiempo, la emoción de la caza me inyectaba adrenalina. La vida que Clara me había pedido que eligiera era una de libertad y felicidad. Y en este momento, esa libertad dependía de mí, y de mi alianza prohibida con el hermano silencioso.