A sus 19 años, arina de lucas parece ser una estudiante común: bonita, callada y aplicada. Trabaja en la cafetería de su abuelo y aparenta ser una joven más de preparatoria. Pero bajo esa máscara se esconde la futura heredera de un poderoso imperio criminal. Entrenada en artes marciales, fría cuando debe serlo y con un corazón marcado por el rechazo de sus propios padres, dirige en secreto a los hombres de su abuelo, el único que la valora.
Del otro lado está ethan moretti, de 21 años. Inteligente, atractivo, respetuoso y aparentemente un estudiante modelo. Sin embargo, también arrastra un legado: pertenece a otra familia mafiosa rival, dirigida por su abuelo, que pretende heredarle el trono del poder. A diferencia de la chica, sus padres sí conocen la verdad, aunque intentan disimularlo bajo la máscara de ejecutivos ejemplares.
Lo que ninguno sospecha es que sus vidas están unidas por un destino retorcido: enemigos en la sombra, pero vecinos en la vida real.
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capitulo 7
El pasillo bullía de voces, mochilas golpeando unas contra otras y risas dispersas. Ariana caminaba con paso rápido, decidida a llegar al aula de literatura antes de que alguien la detuviera. Pero el destino, una vez más, parecía tener otros planes para ella.
Al doblar en la esquina, chocó de lleno contra una figura. Sus libros cayeron al suelo con un estrépito seco.
—Deberías mirar por dónde caminas —murmuró una voz masculina, y conocida.
Ariana alzó la mirada y su corazón dio un vuelco. Allí estaba jhonar, con su habitual porte, ojos claros y una seriedad.
—Tú estabas en medio —replicó con frialdad, inclinándose a recoger sus cosas.
Él se agachó al mismo tiempo, y por un segundo, sus manos se rozaron al sujetar el mismo cuaderno. Ariana apartó la suya de inmediato por sus nervios.
Ethan arqueó una ceja, divertido y molesto al mismo tiempo.
—Qué coincidencia… otra vez tú.
Antes de que pudiera contestar, un par de estudiantes que pasaban cerca comenzaron a murmurar:
—Mira eso, ¿no son De Luca y Moretti?
—Dicen que los pusieron en pareja para el proyecto de historia.
—¿Juntos? Eso va a ser un desastre.
Las voces se multiplicaron a medida que avanzaban juntos hacia el aula. Ariana podía sentir las miradas clavadas en su espalda, cuchicheos que crecían como un rumor imparable. Bajó la cabeza, apretando los labios, mientras Ethan parecía no darle la menor importancia, caminando con naturalidad, como si todo aquello le resultara entretenido.
Fue entonces cuando un grito agudo atravesó el aire:
—¡Ethan!
Las conversaciones se apagaron de inmediato. Al final del pasillo, avanzando con un paso seguro y altivo, apareció Isabella Romano. Llevaba el uniforme perfectamente entallado, la corbata ajustada con delicadeza y los labios pintados con un rojo sutil que resaltaba su arrogancia natural. A su alrededor, como satélites obedientes, caminaban tres amigas que la seguían como si formaran parte de su corte personal.
Los tacones que Isabella usaba a escondidas del reglamento resonaban con cada paso, hasta detenerse justo frente a Ariana y Ethan.
—¿Se puede saber qué es esto? —preguntó Isabella, con un tono que helaba el ambiente. Su mirada, oscura y afilada como un cuchillo, se clavó en Ariana con un desprecio absoluto—. ¿Por qué diablos le estas hablando a él?
Ariana frunció el ceño, incrédula.
—¿Perdón?
—No te hagas la inocente, De Luca —replicó Isabella, alzando la voz para asegurarse de que todos la oyeran—. No me sorprende que quieras llamar la atención, siempre buscando meterte donde no te llaman. ¿De verdad crees que alguien como tú podría compararse con… —pausó dramáticamente, posando una mano en el brazo de Ethan— alguien como él?
Las risas contenidas de algunos estudiantes resonaron en el fondo. Ariana sintió cómo la sangre le hervía, pero se obligó a mantener la calma. No iba a darle el gusto de perder el control frente a medio pasillo.
—Yo no necesito compararme con nadie —contestó con firmeza, clavando sus ojos verdes en los de Isabella—. Y, por cierto, no camino con él, es él quien al parecer me sigue.
Isabella soltó una carcajada amarga.
—¿Eso crees tu? Claro… qué conveniente. ¿No te da vergüenza? Todos saben que trabajas en la cafetería de tu abuelo como para sentirte importante. Una chica sin clase, sin estilo, y que encima se cree más de lo que es.
El murmullo creció. Ariana apretó los puños con tanta fuerza que sus uñas casi le marcaron la piel. Estaba a punto de responder con la misma dureza cuando Ethan dio un paso adelante.
Su voz resonó grave, firme y cortante:
—Basta, Isabella.
El silencio cayó como una losa.
—¿Qué dijiste? —preguntó Isabella, como si no pudiera creerlo.
Ethan se enderezó aún más, mirándola directamente.
—Dije que basta. No tienes derecho a hablarle así.
El pasillo entero contuvo la respiración. Que Ethan Moretti, siempre tan reservado y frío, interviniera de esa forma era como presenciar un eclipse.
—Ella es mi compañera de proyecto —continuó, con un tono que destilaba autoridad—. Y si alguien tiene un problema con eso, que lo hable conmigo.
El rostro de Isabella se desfiguró en una mezcla de furia y humillación.
—¿La estás… defendiendo? —escupió, incrédula.
Ethan no parpadeó.
—No la estoy defendiendo. Estoy poniendo límites. No me gustan los escándalos en los pasillos, y menos cuando se trata de atacar a alguien sin motivo.
Isabella retrocedió medio paso, algo que nadie había visto nunca. Sus amigas se miraban nerviosas, sin saber qué hacer.
—Tú no entiendes, Ethan —dijo finalmente, con la voz cargada de veneno—. Ella no es de tu nivel. Todos aquí lo saben. Y tarde o temprano, se va a notar la diferencia.
Ariana, que había permanecido en silencio, clavó una mirada fría en Isabella.
—Si tanto te preocupa la diferencia de niveles… tal vez seas tú la que teme quedarse atrás, vamonos jhonar, —se fueron.
Un murmullo ahogado recorrió el pasillo. Isabella abrió la boca, lista para responder, pero Ethan levantó una mano y la interrumpió con calma:
—Se acabó, Isabella.
El tono helado de sus palabras no dejó lugar a réplica. Isabella, con el orgullo herido, apretó los dientes y giró sobre sus tacones.
—Esto no termina aquí, De Luca —escupió, lanzándole una última mirada asesina a Ariana—. Ya veremos quién ríe al final.
Y con un movimiento teatral de su cabello oscuro, se marchó arrastrando a sus seguidoras detrás de ella.
El silencio volvió a reinar, roto solo por los cuchicheos de los estudiantes. Todos miraban a Ariana irse como si acabara de convertirse en el centro de un escándalo inesperado.
Ethan solo se quedó viendo como ariana se iba con jhonar. Sus ojos oscuros se clavaron en jhonar y en todos lo movimientos que hacía serca de Ariana.
—No tenías por que hacerlo Moretti no necesito que me defiendas—murmuró para sí misma.
Jhonar solo ladeó una sonrisa apenas perceptible.
—y susurro, !ay ariana esto apenas comienza!.
Caminaron hacia el aula de clase con calma y luego se separaron, como si nada hubiera pasado. Ariana, aún con el corazón acelerado sin saber si era por jhonar o por que ethan la habia defendido, entró a clase y permaneció quieta en su asiento un momento, sintiendo todas las miradas aún sobre ella.
Por primera vez en mucho tiempo, no sabía si sentirse agradecida o aún más confundida.
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Pasaron los minutos y el murmullo en el aula aún no se apagaban, Sabía que todas las miradas estaban fijas en ella: algunos con curiosidad, otros con burla y malicia y unos pocos con un dejo de admiración. Ethan se sentó en la última fila, como de costumbre, y, para su incomodidad, dejó la silla libre a su lado.
Ariana, sin más remedio, ocupó el asiento, aunque mantuvo la vista fija en su cuaderno, fingiendo que escribía algo. El ambiente era tan espeso que podía cortarse con un cuchillo.
Isabella, desde la otra esquina del salón, la miraba con odio abierto. Nadie se atrevía a acercarse a Ariana después del escándalo, pero Isabella no era de las que se detenían ante una advertencia.
Cuando sonó la campana del recreo, Ariana salió con calma hacia el patio. Apenas cruzó la puerta, sintió el murmullo de risas contenidas a su alrededor. No le dio importancia, acostumbrada a esas miradas envenenadas.
Entonces, de repente, una sombra pasó por encima de ella. Un balón de fútbol fue lanzado con fuerza en su dirección. Ariana, con reflejos entrenados, se habría movido sin problema… pero el dolor en su tobillo se lo impidió. El impacto fue directo a su hombro, desequilibrándola.
—¡Ups! —gritó uno de los chicos del equipo, fingiendo inocencia mientras Isabella y sus amigas reían desde un banco cercano.
Ariana se mordió el labio, intentando no mostrar dolor. Iba a incorporarse cuando un cubo de agua cayó desde una de las ventanas del segundo piso. El agua helada la empapó de pies a cabeza, arrancando carcajadas de un grupo de estudiantes.
—Pobrecita —se burló Isabella con voz cargada de veneno—. Parece que hasta el destino conspira en tu contra.
Ariana se quedó inmóvil, el cabello pegado a su rostro, la ropa empapada, el tobillo doliendo aún más. Por dentro, hervía de rabia, pero sabía que si reaccionaba de manera violenta, solo confirmaría lo que todos querían: verla perder el control.
Sin embargo, lo que nadie esperaba sucedió.
Una voz grave, cargada de autoridad, resonó por encima de todas las risas:
—¡Basta!
El silencio fue inmediato. Todos giraron hacia la entrada del patio. Allí estaba Don Alessandro De Luca, el abuelo de Ariana, con su porte imponente, traje perfectamente planchado y bastón en mano. Su sola presencia imponía respeto; incluso los profesores se quedaron quietos, sorprendidos de verlo en la escuela.
Caminó despacio hasta su nieta, que aún estaba empapada, y le ofreció un pañuelo para secarse el rostro. Después, giró hacia los estudiantes, su mirada dura como el acero.
—¿Así es como tratan a mi nieta? —preguntó con voz grave, cargada de reproche—. Con burlas, golpes y cobardías.
Nadie se atrevió a responder. Isabella intentó ocultarse entre sus amigas, pero Alessandro ya la había visto.
—Tú… —dijo, señalándola con el bastón—. Conozco esa clase de mirada venenosa. No importa cuánto intentes disfrazarla de gracia o inocencia. Lo único que veo en ti es envidia.
Isabella palideció, incapaz de replicar.
Alessandro se giró hacia todos, alzando la voz para que no quedara duda:
—Escúchenme bien. Ariana De Luca no es una don nadie. Ella es mi nieta, y será mi heredera. Casas, hoteles, restaurantes, empresas… todo lo que poseo, algún día será suyo.
Un murmullo de incredulidad recorrió el patio. Los ojos de los estudiantes se abrieron de par en par. Ariana, paralizada, apenas podía creer lo que escuchaba.
—El día que yo falte —continuó Alessandro con solemnidad—, será ella quien lidere todo lo que construí. Ninguno de ustedes podrá tocar ni un centavo, ni un ladrillo, ni una silla de mis negocios. Ariana De Luca será la dueña de todo lo que me pertenece y hay de ustedes si le hacen algo por que no quedará ninguno para contarlo, —dice con una mirada fria y una sonrisa malvada.
El silencio fue sepulcral. Isabella, roja de furia, apretó los puños, temblando de rabia.
Ariana, todavía empapada, miró a su abuelo con los ojos muy abiertos.
—Abuelo… ¿por qué dices eso aquí, delante de todos?
Alessandro posó una mano firme sobre su hombro.
—Porque ya estoy cansado de ver cómo te humillan. Que todos lo sepan: tú no estás sola. Y el que se atreva a tocarte, se las verá conmigo.
Ethan, desde un rincón del patio, observaba la escena en silencio. Su expresión era difícil de descifrar: mezcla de sorpresa, respeto… y algo más profundo, algo que parecía un destello de orgullo oculto.
Isabella, incapaz de soportar más, dio media vuelta y salió corriendo con lágrimas de rabia en los ojos, seguida de sus amigas.
El abuelo, sin inmutarse, se inclinó un poco hacia Ariana y susurró lo suficiente para que ella lo oyera:
—No bajes la cabeza, niña. Ahora saben quién eres. Y ahora, más que nunca, te van a temer.
Ariana tragó saliva, con el corazón desbocado. Por primera vez, no era invisible ni la “don nadie” de la que todos se burlaban. Ahora todos sabían que detrás de ella había un poder inmenso… aunque eso también significaba que su vida estaba a punto de volverse mucho más complicada.
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El eco de las palabras de Don Alessandro aún resonaba en la cabeza de Ariana cuando llegó a casa. El agua en su ropa ya se había secado, pero la sensación de frío en su piel no venía del balde que Isabella había arrojado: provenía de la certeza de que su vida acababa de cambiar.
No supo en qué momento las redes sociales estallaron. Apenas encendió su celular, vio decenas de notificaciones: mensajes de compañeros, fotos suyas empapada en el patio, videos del momento exacto en que su abuelo había proclamado en voz alta su decisión. El clip ya había alcanzado miles de reproducciones. El título del video era claro:
“El magnate Alessandro De Luca anuncia en plena escuela que su nieta Ariana será la heredera de toda su fortuna.”
Las noticias no tardaron en hacerse eco. Portales digitales, programas de farándula y hasta noticieros de televisión abrieron sus espacios con el mismo encabezado. Algunos presentadores sonreían con morbo, otros fingían solemnidad, pero todos coincidían en lo mismo: Ariana, la chica que hasta hace unas horas era invisible, ahora era la heredera de un imperio de millones.
—Ariana recibió un mensaje de su abuelo diciendo que la vería en la mansión de sus padres, asi que sin mas salio de su apartamento y se dirigió a la mansión.
—Llega a la mansión y toca el timbre.
La puerta de la casa se abrió de golpe. Su madre, Marisa, apareció con el ceño fruncido y un periódico arrugado en la mano.
—¡Explícame esto! —gritó mientras caminaba, lanzando el diario sobre la mesa. La portada mostraba la foto de Ariana, aún empapada, con la leyenda: “La nueva heredera del imperio De Luca.”
Ariana se quedó muda. A su lado, su hermana Bianca bajó corriendo las escaleras, con el celular en la mano y los ojos encendidos de furia.
—¡No puede ser! —exclamó—. ¡Eso tenía que ser mío, no tuyo! ¿Por qué siempre tú, Ariana? ¿Por qué te elige a ti cuando yo soy la que siempre he sabido cómo comportarme?
Ariana apretó los labios, evitando mirarla.
—Yo no pedí nada de esto —susurró.
—¡Mentira! —Bianca se cruzó de brazos—. Seguramente lo manipulaste, lo convenciste con tus lágrimas y esa carita de víctima.
Marisa dio un golpe sobre la mesa, cortando la discusión.
—Se acabó. ¡No pienso dejar que desperdicies esta oportunidad!
Ariana la miró, confundida.
—¿Oportunidad?
—Tu abuelo ha dicho que serás la heredera, pero eso no significa que todo esté asegurado. —Marisa habló con dureza, clavando sus ojos en ella—. Para consolidar esa herencia, necesitas un compromiso.
Ariana parpadeó, incrédula.
—¿Un compromiso?
Bianca sonrió con malicia.
—Ya lo hablamos. El señor victor de la cruz, dueño de las bodegas del sur, estaría encantado de unirse a la familia.
El corazón de Ariana se detuvo. Victor… un hombre de más de cincuenta años, conocido por su carácter tosco y sus “negocios turbios”.
—¿¡Quieren que me comprometa con un viejo!? —exclamó, horrorizada.
—No hables así —replicó Marisa con severidad—. Victor es un hombre respetable, con dinero, propiedades y poder. Si te casas con él, asegurarás tu posición. Nadie podrá quitarte nada.
Ariana sintió un nudo en la garganta.
—¡Yo no voy a hacer eso!.
Bianca soltó una carcajada amarga.
—Claro, porque ahora te crees demasiado buena para aceptar lo que se te da. Pero no te hagas ilusiones, Ari. Si no haces lo que mamá dice, podrías perderlo todo.
Continuará...