A los 18 años, Aurora Conti, una joven rebelde, es forzada por su familia a casarse con el enigmático magnate Salvatore Romano, para saldar una deuda millonaria. Tras el rechazo de su hermanastra
Valeria, Aurora es ofrecida como sustituta, manipulada con la vida de su madre enferma. Golpeada por su padre y humillada por Valeria, jura sobrevivir al "Rey de Hielo", un hombre frío y temido cuya reputación oculta su verdadera naturaleza: un mafioso. Atrapada en un matrimonio marcado por la pasión y la obsesión, Aurora desafía a Salvatore mientras descubre los secretos oscuros detrás de su fachada de CEO, luchando por su independencia en un mundo de intriga y peligro.
¿Podrá Aurora mantener su espíritu rebeldefrente al control obsesivo de Salvatore?
¿Es el amor de Salvatore por Aurora una salvación o una trampa mortal?
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CAPÍTULO 6
...𝑆𝐴𝐿𝑉𝐴𝑇𝑂𝑅𝐸...
...——— ☆ • ♧ • ♤ • ♧ • ☆ ———...
Tenía su boca muy seca de la mía y, por primera vez en mucho tiempo, sentí que se me escapaba el control... pero no me importaba. Su resistencia al principio me hizo querer besarla más. Cuando su cuerpo finalmente se relajó y se apoyó suavemente sobre el mío, el aire pareció volverse más pesado y lleno de vida. Sus labios, cálidos y suaves, se ofrecían sin necesidad de palabras, y había algo en su entrega que me desarmaba más que su rebeldía. Ella no se rendía del todo, pero se estaba dejando llevar, lo supe. Y yo no quería que terminara.
Hasta que tocaron la puerta..
Ese sonido me sacó del momento, todo mi cuerpo se tensó y sentí una rabia sorda. La interrupción me quitó de un instante que no quería soltar. Maldije para mis adentros. Quería seguir besándola. Quería disfrutar de otro segundo de su sorpresa, de su curiosidad, de su entrega incierta. Pero esa conexión entre nosotros comenzó a desvanecerse por un maldito golpe en la puerta.
—Maldición —bufé, frustrado, cuando el golpe interrumpió el momento preciso. Me separé de Aurora con una incomodidad interna que me costó disimular.
—¿Quién es? —grité, sin tratar de ocultar mi mal humor.
—Soy yo, Salvatore —respondió la voz del otro lado. La reconocí al instante. Era Alessandro, mi mano derecha.
—Adelante —respondí, mientras Aurora se levantaba de un brinco.
Alessandro entró con paso firme. Su rostro, normalmente sereno, ahora mostraba una tensión particular en ese momento.
—¿Qué sucede? —pregunté, sin rodeos.
Alessandro me miró primero a mí y luego dirigió una mirada de reojo hacia Aurora.
—No pasa nada —aseguré— Puedes hablar.
Él asintió, sin preámbulos.
—Tenemos un problema con el asunto de la exportación.
Me levanté al instante y me acerqué a él.
—¿Qué tipo de problema?
—Es Enzo... se ha confabulado con los Moretti —dijo en voz baja, pero con firmeza.— Les dio acceso a la ruta del envío. Nuestros camiones llegaron tarde. Tres contenedores fueron abiertos.
Fruncí el ceño y me detuve en seco.
—Espera.
Me volví hacia Aurora y me acerqué lentamente, bajando la voz mientras me inclinaba hacia ella.
—Necesito salir un momento. Pero cuando regrese… continuaremos con lo que tenemos pendiente.
Sus ojos buscaron respuesta en los míos, pero no agregué nada más. Me di la vuelta y caminé hacia la puerta, con Alessandro siguiéndome.
—Vamos.
Ambos salimos del despacho, descendiendo las escaleras con prisa. Mientras avanzábamos, él me explicó los detalles.
—Dime ya, ¿qué se llevaron?
—Una parte del armamento... y toda la droga que iba para Marsella —respondió con seriedad—. Supieron exactamente qué camiones vulnerar. Y, por cierto, uno de los contenedores estaba marcado para la entrega en el puerto. Enzo les pasó esa información a los Moretti. Lo sabían todo: nombres, horarios, acceso. No fue cuestión de suerte. Fue estrategia. Y alguien cobró por ello.
—¿Quién más está implicado?
—Aún no lo sabemos. Pero nuestras fuentes indican que Enzo estuvo en contacto con la familia Moretti hace dos semanas en Milán. No fue una coincidencia. Les ofreció vulnerar la entrega a cambio de protección... y dinero.
Apreté los dientes. Esa familia llevaba tiempo intentando recuperar territorio. Esto era su jugada. Utilizar a alguien del interior para debilitarnos.
—¿Dónde lo tienen?
—Nuestros hombres lo interceptaron antes de que pudiera desaparecer. Lo llevaron al almacén del distrito norte. Está esperando.
El auto nos aguardaba en la entrada. Subimos sin perder tiempo, y durante el trayecto me mantuve en silencio, analizando todo. Aunque callado, estaba atento. Enzo era parte del engranaje. Y los engranajes defectuosos no deben ser reparados… deben ser eliminados.
Al llegar, las puertas del almacén se abrieron como si anticiparan el juicio.
Enzo yacía en el suelo, malherido. Su camisa estaba rasgada, el rostro ensangrentado y la respiración entrecortada. Tres hombres lo rodeaban, pero al vernos, se apartaron sin pronunciar una sola palabra.
Lo observé.
Aunque apenas podía sostenerse sobre un brazo, intentó elevar la mirada.
Sabía quién había llegado.
Y sabía lo que eso significaba.
Ajustó las mangas de mi camisa, mientras dirijo mi mirada hacia Enzo, que se encuentra arrodillado. La sangre gotea de su labio cortado, manchando la tela desgastada de su traje. Sus ojos, empañados por el dolor, me observan como si me suplicarán piedad. Pero no siento nada, soy un hombre que no soporta las traiciones, y Enzo es consciente de ello, sin embargo, él aun así, tomo la audaz decisión de actuar en contra de lo que sabe que es mi límite.
—Enzo...Enzo..Enzo...—pronuncio, sin girar mi rostro hacia él— Lo que más odio en este mundo son los engaños, las traiciones , y esa falta de lealtad que exhiben algunas personas...y por encima de todo esto a los topos como tú.... sabes... estaba muy tranquilo en casa , disfrutando de un momento a solas con mi esposa, pero ese momento de tranquilidad se vio interrumpido por tu estupidez. Y créeme, estoy muy enojado ahora...
—¡P-por favor, Salvatore! —dice, su voz llena de miedo—. ¡N-no quería entregar toda la droga! Solo… solo una parte. ¡No pensé que los Moretti se llevarían todo! ¡Por favor, f-fue un error, solo me dejé llevar!
Una sonrisa sarcástica se dibuja en mi rostro mientras inclino ligeramente la cabeza hacia un lado. —¿Un error? —repito, dejando que mi voz se infunda de un tono sumamente burlón, casi como si disfrutara de la situación— Aquí, en este lugar, no tenemos cabida para los errores. Suelto un suspiro profundo y, dándome la vuelta para enfrentarle de forma directa, clavo mis ojos en los suyos por primera vez. —Qué lástima, Enzo. Te consideraba uno de los mejores en este negocio. Dime, ¿a dónde enviaste el resto de la mercancía?
Un temblor le recorre la voz mientras tartamudea, mirándome con preocupación, apenas logrando articular las palabras. —S-si te digo dónde está, ¿m-me dejarás vivir? —susurra, su tono apenas un hilo.
—Dejarte vivir ya es algo. Habla. ¿Dónde está el resto de las cosas?
Enzo se traga la saliva y sus ojos están muy abiertos. —Los Moretti… tienen un almacén en la zona industrial, cerca del puerto del sur. Ahí guardan las cosas, las municiones… ¡todo! —Empieza a llorar y se deja caer—. ¡Ya te conté todo lo que sé, Salvatore! ¡Por favor, déjame ir! ¡Prometo que no lo haré de nuevo!
Le dedico una sonrisa, esta vez más amplia, casi como si quisiera transmitirle un atisbo de amabilidad. Por supuesto que no lo volverás a hacer, digo, mi voz se tiñe de suavidad, casi reconfortante en medio de la tensión palpable. Sin necesidad de pronunciar otra palabra, desenfundo mi arma. Disparo cinco veces; los ecos de los tiros resuenan en el aire vacío, cada uno de ellos impactando de lleno en su pecho. El último disparo está destinado a su cabeza, y Enzo se desploma, quedando inerte sobre el suelo.
Aprovecho un pañuelo que Alessandro me ofrece para limpiar el arma, mientras dirijo la mirada hacia mis hombres. Los observo en silencio, sus rostros muestran una mezcla de tensión y asombro ante lo ocurrido.
—El siguiente que me traicione sufrirá las mismas consecuencias. O incluso peores. ¿Está claro?
—¡Sí, señor!—respondieron todos al unísono, con voces firmes y bastante temor.
—Lleven el cuerpo y cuélguenlo —ordeno, mientras guardo el arma en su funda—. Que sirva como una advertencia para todos.
Sin volver la vista atrás, salgo del almacén, limpiándome las manos con un pañuelo blanco mientras Alessandro me sigue de cerca, manteniendo silencio.
espero que este no diga ahora que está perra regresa y ese hermano o primero no se que es pero algo trama y no es nada bueno que el la traiga de regreso
Les salió el tiro por la culata 🤭🤭
Ya era hora de poner el freno de mano