Angela, una psicóloga promesa del país, no sabe nada de su familia biológica y tampoco le interesa saber, terminará trabajando para un hombre que le llevara directo a su pasado enterandose la verdad de su origen...
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CAPITULO 7
Al día siguiente, Daniela no dejaba de hablar sobre Luc. En su mente, ya nos había casado, teníamos hijos y vivíamos en una casa frente al mar. Yo solo rodaba los ojos mientras servía el desayuno.
—¿Me puedes dejar vivir tranquila? Apenas lo he visto dos veces.
—¡Ay por favor! No me mires así. Tú también lo notaste… cómo te miraba, cómo se preocupó por ti, cómo te ofreció el doble de tu sueldo. ¿Eso hace un hombre cualquiera?
—Lo hizo por Matt, no por mí.
—Ajá… sigue mintiéndote. Pero recuerda lo que dicen: “los ojos no mienten”. Y los de ese hombre te miraban con algo más que agradecimiento.
Intenté no pensar en eso. No debía ilusionarme. Ni siquiera sabía quién era realmente Luc Vivanco. Solo conocía fragmentos de su vida… lo que los rumores decían y lo que él me había contado.
Pero había algo en él. No era solo su apariencia —que, admitámoslo, parecía sacada de una película—. Era esa forma de proteger al niño, de tratar a Matt con cuidado… y esa tristeza oculta en su mirada. Como si arrastrara algo que no ha dicho, algo que duele.
Más tarde, recibí una llamada inesperada.
—¿Señorita Angela? Habla Martina , la asistente personal del señor Vivanco. Me indicó que le confirme si podrá asistir a una reunión privada en su oficina este viernes a las 10 a.m
—¿Reunión…? Sí, claro. Confirmo mi asistencia.
—Perfecto. El señor desea discutir lo referente al caso del menor Mateo Vivanco. También estará presente el abogado de la familia.
Colgué en silencio. ¿Una reunión formal? ¿Un abogado? ¿Qué clase de caso tenía Matt?
Mi corazón comenzó a latir con fuerza. No era una simple oferta laboral. Había algo más. Algo serio. ¿Tal vez un tema de custodia? ¿Una evaluación psicológica? ¿Un conflicto legal?
Sentí un nudo en el estómago.
El viernes llegó más rápido de lo que esperaba. Me vestí lo mejor que pude: pantalón beige, blusa blanca y una chaqueta gris que me hacía sentir segura. Quería verme profesional. Aunque en realidad… estaba nerviosa. Muy nerviosa.
La oficina de Luc era imponente. Vidrios polarizados, detalles en madera oscura, esculturas minimalistas. Todo hablaba de poder y control. Mariana me recibió con una sonrisa cálida, aunque estudiada.
—Él la espera adentro —dijo mientras abría la puerta doble de su despacho.
Luc estaba de pie, mirando por el ventanal. Vestía un terno negro y camisa azul marino. Se giró al escuchar la puerta.
—Gracias por venir, Angela.
—Gracias por invitarme.
Nos sentamos. Frente a nosotros, un hombre joven de aspecto elegante, con una actitud segura y mirada firme, me saludó con una sonrisa cortés.
—Hola, soy Lucas Castañeda. Abogado y mejor amigo de Luc desde hace años. Un gusto conocerte, Angela.
—El gusto es mío —respondí, algo sorprendida. No esperaba que un abogado tuviera esa calidez ni esa juventud.
Lucas tomó la palabra con naturalidad:
—Señorita Angela, me gustaría explicarle la situación de Matt.
—Por favor, adelante.
—Matt, como usted sabrá, perdió a sus padres no hace mucho. Desde entonces, su custodia ha sido motivo de disputa entre varios familiares. Actualmente está bajo la tutela de Luc, pero existe una demanda interpuesta por otro miembro de la familia: una tío materna que vive en el extranjero. El alega que tiene más estabilidad emocional y económica para criar al niño.
—¿Y Matt? —interrumpí— ¿Qué piensa él?
—Matt no habla —respondió Luc—. No verbaliza sus emociones… pero tú has logrado algo que nadie más ha conseguido. Él confía en ti. Se siente seguro contigo.
—Por eso te pedí aquí —añadió—. Necesito que trabajes con él. No solo como psicóloga. Quiero que observes, que evalúes. Que me ayudes a demostrar que este es su hogar. Que no necesita ser alejado otra vez.
Respiré profundo. Todo esto era mucho más grande de lo que imaginaba.
—Si aceptas —continuó Luc—, te daremos acceso completo al expediente del caso, a su historial médico y a todo lo que necesites. Confío en ti. Pero más importante aún… Matt confía en ti.
Lo miré fijamente. No había arrogancia en sus palabras. Solo una preocupación sincera. Un miedo oculto detrás de esa fachada de empresario intocable.
—Acepto —dije finalmente—. No por el sueldo, ni por usted… lo hago por Matt. Porque sé lo que se siente no tener un lugar seguro.
Luc asintió. Por un segundo, creí ver un poco de alivio en su rostro.
—Gracias, Angela.
Cuando salí de esa oficina, sentí que acababa de aceptar el reto más importante de mi vida.
Después de que Angela salió de la reunión, me quedé unos segundos en silencio, mirando el lugar que había ocupado. Su aroma suave aún flotaba en el aire, y su voz, firme pero empática, seguía resonando en mi cabeza.
—¿La vas a seguir mirando así o piensas decirme qué te pasa?
—preguntó Lucas con una media sonrisa mientras se dejaba caer en uno de los sillones de cuero.
Me crucé de brazos, dándole la espalda.
—No empieces.
—No me hagas hablar. Desde que entró esa chica, no paraste de observarla como si hubieras visto un fantasma… o a una posible esposa —dijo en tono burlón
—No seas idiota —solté, aunque sonreí un poco—. Solo me sorprende que Matt se haya encariñado tanto con ella en tan poco tiempo.
Lucas me estudió en silencio por unos segundos, luego habló con un tono más serio.
—No solo es Matt. A ti también te tocó. Se nota. Te bajó las defensas sin que lo notaras.
No respondí. Sabía que Lucas tenía razón. Yo, que no confío en nadie, le ofrecí a Angela algo más valioso que dinero: acceso a mi familia.
—Y pensar que hace dos días estabas a punto de llevar al acuario a Marian... o Abigail, o como se llame —añadió Lucas con tono sarcástico.
—Abigail —corregí sin entusiasmo.
—Sí, esa. Dios… ¿de dónde la sacaste?
—Su padre quiere cerrar un trato importante con nuestra firma. Pero solo me da luz verde si le hago el favor de acompañar a su hija de vez en cuando. Supongo que intenta casarla con uno de nosotros.
Lucas soltó una carcajada.
—Conmigo no va a poder. Ya te lo advertí, bro. Esa chica es lo peor que he visto disfrazado de “princesa de sociedad”. Solo piensa en su reflejo y en su apellido.
—Lo sé. En el acuario no paraba de dar órdenes como si fuera la dueña del lugar… y no pudo disimular los celos cuando Angela se acercó a mí, incluso se presentó como mi prometida }.
Lucas me miró, divertido.
—¿Y tú?... ¿Qué sientes por Angela?
—No lo sé —respondí, más honesto de lo que quería admitir—. Me intriga. Me desarma. Y eso me da miedo.
—¿Te da miedo sentir?
—Me da miedo necesitar —dije en voz baja.
Lucas asintió. Nos conocíamos demasiado. Él sabía lo que implicaba para mí permitir que alguien se acercara… después de lo que pasó con mi hermano, con mis padres, con ese accidente que lo cambió todo.
—Sabes que no todos te van a abandonar, ¿verdad? —dijo Lucas, más suave—. No todas las personas son como Abigail, ni como los que solo buscan tu apellido. Angela no es de ese tipo. Se nota en su forma de mirar a Matt… y de mirarte a ti.
Lo miré con cierta amargura.
—Por eso me da miedo. Porque si me equivoco con ella… no solo me lastimo yo. También Matt.
—Entonces hazlo bien —respondió Lucas sin titubear—. No huyas esta vez. No te escondas detrás del trabajo, ni uses a Abigail como escudo. Angela es distinta… y tú lo sabes.
No respondí. Solo miré el expediente de Matt que tenía sobre el escritorio.
Lucas se puso de pie, me dio una palmada en el hombro.
—Tienes miedo, hermano… y eso solo pasa cuando algo vale la pena.
Luego salió de la oficina, dejándome solo con mis pensamientos… y con la imagen de Angela en mi mente, más fuerte que nunca.