Su muerte no es un final, sino un nacimiento. zero despierta en un cuerpo nuevo, en un mundo diferente: un mundo donde la paz y la tranquilidad reinan.
¿Pero en realidad será una reencarnación tranquiLa?
Años más tarde se da cuenta que está en el mundo de una novela y un apocalipsis se aproxima.
NovelToon tiene autorización de Aly25 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Una bienvenida extrañamente calida
Los meses pasaron desde el cumpleaños de leo, pasaron como hojas que son llevadas por el viento sin ningún esfuerzo..
Sorprendente no habíamos cambiado de casa durante ese tiempo, pero ya era hora de irnos nuevamente.
Mamá había empacado durante el día, doblando con cuidado la ropa de Leo, guardando en un pañuelo los botones de madera que él solía apilar y tirar.
Aunque aguardaba las cosas en silencio, tenía la delicadeza de quien empaca más recuerdos que objetos.
No era una mudanza común.
Pero para Leo, esto ya era un poco comun.
En este momento era solo ella, con pasos callados, organizando sus pocas pertenencias en un bolso que parecía comerse el mundo.
(nota:es una bolsa mágica de almacenamiento, es bastante pequeña y puedes meter varios objetos dependiendo que tan grande es el almacenamiento.)
El bebé que observa estaba más callado que de costumbre.
Abrazando su muñeco de tela contra el pecho, la seguía con la mirada, y comenzó a dar pasitos inseguros con ese andar tambaleante que aún se parecía más a un bamboleo que a un caminar firme.
Seguía a su mamá quien caminaba de un lado a otro, cerrando ventanas y apagaba velas una por una con extremo profesionalismo.
Cuando todo estuvo listo, se agachó junto a él y lo tomo en brazos mientras le acarició la mejilla.
—Vamos a ir a otro lugar esta noche, bebe —le dijo en voz baja mientras lo acostaba en la cuna.
-Duerme un rato, bebe.-dijo con un tono cálido.
-buuuaaaaa- leo soltó un pequeño suspiro antes de quedarse dormido
Esa noche, me desperté cuando mamá me dio de comer después, me volvió a dejar de nuevo en la cuna.
Ella comenzó a guardó las últimas cosas con manos que sabían lo que hacían y ojos que no dejaban escapar la emoción.
Sabía que era hora.
Sabía que no podían quedarse más.
Antes de salir, lo abrazó con fuerza.
Luego, sacó una pequeña botella de vidrio azul, la misma que había estado guardada tras una tabla suelta del suelo, en el suelo más precisamente abajo de la madera se encontraban otros pequeños objetos, pero Leo no alcanzo a ver bien que era.
La destapó con cuidado y dejó caer el líquido sobre su cabeza.
Leo miraba desde la cuna, ya que no se podía mover,
El bebé no entendió y comenzó a sentir curiosidad, anteriormente cuando cambiaban de casa el se quedaba dormido además de que era muy pequeño para mantenerse despierto durante mucho tiempo así que no sabía cómo su mamá cambiaba de casa, cuando el se despertaba ya estaban en otro lugar.
Hoy por fin podía saberlo.
Su madre cerró los ojos y el líquido se deslizó como tinta viva.
Donde antes había una melena de un violeta suave, ahora había un castaño oscuro.
Su reflejo cambió.
Sus ojos seguían siendo los mismos, pero algo en ella parecía diferente.
-Esta es una poción que hizo personalmente mamá. —dijo con la nariz en alto, cuando miró que su hijo la estaba mirando como extrema curiosidad.
Leo la observó sin comprender.
Su mamá era su mamá.
No importaba el color de su pelo o ese rostro que se sentía un poco extraño.
Los instintos de bebe lo querían hacer llorar pero solo movió sus manitas para distraerse.
Su madre se acercó con pasos tranquilos a su cuna.
Lo envolvió en su cobija favorita, era muy acolchonada de color azul con movimientos delicados teniendo mucho cuidado.
Leo se acurrucó de inmediato, como si supiera que mamá lo necesitaría tranquilo esa noche, por la ventana el cielo se veia claro, y la luna colgaba como una bella lámpara que anunciaba su presencia como si los esperara en lo alto del mundo.
Leo no sabía lo grande que era el mundo.
No realmente..
Había vivido desde que nació entre cuatro paredes de madera clara, bajo un techo que crujía dulcemente cuando llovía, con ventanas que dejaban entrar la luz pero no el viento, podia ver el bosque, pero no más allá de el.
Jamás había cruzado el umbral.
Jamás había pisado la tierra.
Cuando su mamá cambiaba de casa el estaba dormido, así que eso no contaba.
Tenía mucha curiosidad pero también tenía miedo de salir afuera y darme cuenta que todo estaba destruido.
El mundo era su mamá, su voz, sus brazos, la suavidad de las mantas, el olor al pan de la mañana, eso era ella.
Sabía que estaba mal, sabía que tenía que salir y ver el mundo, pero tenía miedo.
Su mundo hasta ahora era pequeño, tibio… y seguro.
Pero esa noche era diferente
Su madre se acercó a el y lo tomo en sus brazos.
Cuando cruzaron la puerta, el frío lo abrazó como un nuevo ser.
Era la primera vez.
Literalmente era la primera vez que sentía el aire libre sobre su piel, que escuchaba el sonido real de los grillos y no su eco lejano.
Que el cielo, inmenso, se desplegaba por completo sobre sus ojos.
Era la primera vez que no estaba dormido cuando cambiaban de casa.
Leo abrió la boca sin emitir sonido.
Estaba asombrado.
El mundo… era gigante.
Y él, tan pequeño.
Los árboles parecían más altos por la noche, como torres protectoras.
El canto de los grillos llenaba los espacios entre sus pasos, y las luciérnagas flotaban como diminutas antorchas vivas.
Leo se apretó un poco más contra el cuello de su mamá, no por el mundo desconocido que acababa de descubrir si no porque le latía fuertemente el corazón.
La caminata fue larga.
El niño iba en brazos de su madre, acurrucado, pero con los ojos bien abiertos.
En el camino el pequeño Leo hablo después de un tiempo.
—Ma… ma.
Su madre lo miró, sonriendo.
—Sí, mi vida. soy mamá.
El bebé la miró fijamente.
Luego señaló su cabello con un dedo tembloroso.
—Mamá… no mama.
Ella parpadeó.no esperaba esa pregunta. Acarició su mejilla y rió apenas.
—Soy yo, aunque me vea diferente por la poción. Ohh claro… Cierto... No te he dicho mi nombre todavía, cariño.
Leo ladeó la cabeza, expectante.
—Me llamo Artemisa mi apellido será todavía un secreto ~
—A…ti… aaaa —repitió, mal pronunciado, pero claro.
La emoción la golpeó por dentro.
Artemisa apretó un poco más al bebé.
—Eres muy listo, bebé. Muy especial.- Artemisa continuo hablando
—Todo se ve más misterioso de noche, ¿verdad? —susurró ella, sabiendo que aunque él no entendiera del todo, sus palabras le tejían calma—. Cuando yo era pequeña, aprendí a escuchar los sonidos buenos. Los que no hacen daño.
Leo logro sacar una manita y la levanto tocando la mejilla de su mamá con suavidad, como si dijera "sigue hablando". Y ella lo hizo.
—Vamos a una casita nueva, más segura. No hay que tener miedo. Mientras estés conmigo, no pasará nada malo.
El camino era largo, pero mamá no parecía tener prisa.
Caminaba despacio, como si cada paso fuera una despedida del lugar que dejaban atrás casi pareciendo un ritual de despedida.
A lo lejos, empezaron a verse unas luces pequeñas.
Un pueblo.
—Mira bebe—le dijo, señalando con un dedo—. Es donde pasaremos la noche, mañana nos iremos de aquí.
'Es bonito, al final nada está destruido' -pensó Leo.
La noche se volvía cada vez más espesa y fría cuando Artemisa llegó al pueblo.
La posada era más moderna de lo que Leo esperaba.
El cartel colgaba torcido, pero aún legible: El Tejón Dormido.
Artemisa empujó la puerta.
El sonido del campanilleo fue seguido por un suave crujir de madera.
Leo se aferró a su cuello, abrumado por los olores:pan tostado, vino caliente, humo, cuero viejo… Y un perfume distinto: otras personas.
Era la primera vez que oía tantas voces juntas, risas, pasos, un murmullo vivo que no provenía solo de su mamá.
Sus ojos iban de un lado a otro, como si quisieran absorberlo todo.
El posadero los vio entrar y dejó su copa a un lado.
Era un hombre corpulento, con una barba poblada y ojos sorprendidos pero amables.
—Buenas noches, señorita —saludó, limpiando sus manos con un paño—. Hace frío para andar con un niño.
Artemisa asintió, ajustando el peso de Leo en su brazo.
-¿Tendrá una habitación disponible? No necesitamos una muy grande.
El hombre asintió, mirando de reojo al bebé con cierta ternura.
—Tengo una arriba, es pequeña pero acogedora. serían 5 de plata por noche.
Leo miraba al hombre fijamente.
Nunca había oído esa voz.
No sabía quién era, pero su tono no le asustaba. Solo era…Muy nuevo.
Artemisa asintió y saco 5 monedas de su bolsa mágica para luego entregárselas al hombre.
-Solo nos quedamos una noche.
El posadero observó un segundo más, luego sacó una llave de un clavo detrás del mostrador y se la entregó.
—Sube, es la puerta a la izquierda. La cama está tendida y hay un cuenco de agua fresca. Si necesitas papilla para el pequeño, puedo prepararla.
Leo ladeó la cabeza. Pequeño. ¿Él era eso?
—Gracias —respondió Artemisa, con una sonrisa leve—. Has sido muy amable.
Artemisa comenzó a subir las escaleras, cuando vio la puerta indicada, inserto la llave para así abrir la puerta.
El posadero tenía razón era pequeño pero muy acogedor.
Una cama con manta de lana gruesa, una ventana pequeña con postigos cerrados, y una lámpara de aceite que lanzaba sombras danzantes contra las paredes.
Artemisa colocó a Leo en la cama mientras él la miraba
Leo se sentía un poco cansado.
Dejo al bebé en la cama mientras ella se quitaba la capa que traía
Se acercó a la cama y tomo al bebé en brazos
Artemisa se dio cuenta que su bebé tenía un poco de fiebre así que lo cargo y volvió a bajar al primer piso.
Se quedó un momento junto al mostrador, meciendo a Leo suavemente
El posadero, notando que había bajado se acerco y habló con tono más bajo
—¿Necesita algo señorita?
Artemisa le dirigió la palabra
—¿No tendrá hierbas medicinales para la fiebre?- Artemisa no había llevado por qué leo no solía enfermarse en casa, solo paso en dos o tres ocasiones y había desaparecido rápidamente ocasiones.
Él asintió -Deja te traigo unas.
Mientras tanto, Leo apoyó la mejilla contra su pecho.
No se había dado cuenta que tenía fiebre solo se sentía pesado y con un poco de sueño.
Leo siempre tenía curiosidad de por qué le daba fiebre, pero pensó que era por culpa del cuerpo de bebe, ya que en su mundo no era raro que los bebés tuvieron fiebre a cada rato.
Las voces, los pequeños momentos de silencio y las palabras pronunciadas..
No entendía todo lo que hablaban, pero si sentía.
Aquí no había nadie con malas intenciones, era una posada muy acogedora por fortuna.
Estubo tranquilo, aquí no creía que pudieran dañar a su mamá, así cerrar sus ojitos y se quedo dormido.
El posadero nuevamente llegó dándole un frasco con las plantas medicinales necesarias.
Artemisa le agradecería y subió las escaleras de nuevo está vez a un ritmo más lento con temor de despertar al bebé
—Era amable, ¿verdad? —le dijo ella, sonriendo.
Leo, con los ojos ya cerrados por el sueño, murmuró
—baaaha- salió de su boquita un bonito sonido somnoliento.
Lo arropó y se sentó a su lado, pasando los dedos por su frente, peinando los pequeños cabellos castaños que comenzaban a crecer con más fuerza.
Artemisa comenzó a preparar la medicina para dársela, aunque no era médico y era muy torpe haciéndola , sabía hacer unas cuantas medicinas que aprendió de pequeña.
Esa noche, Leo soñó con la voz del hombre de barba, con las luces cálidas de la posada… y con la palabra “pequeño” flotando en el aire, pensando que ellos eran realmente amables.
Leo era muy feliz ahora mismo, solo esperaba que está paz durará para siempre.
^^^Continuara...........^^^