Josiane no quería estar allí, pero se vio obligada a ir a terapia debido a las reglas del refugio en el que vive.
Patrícia, su psicóloga, estaba acostumbrada a tratar casos difíciles, pero nada la preparó para Josiane.
Entre la ética y el amor ¿cuál prevalecerá?
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Capítulo 7
Séptima sesión
Patricia acomodó los papeles sobre la mesa, respirando hondo. La mañana había comenzado con una tensión inesperada. Uno de sus pacientes anteriores necesitó más tiempo del previsto, y ella no podía simplemente terminar la sesión abruptamente. Aunque la siguiente consulta era importante, sabía que necesitaba prestar atención a lo que estaba delante de ella en ese momento.
Cuando finalmente salió de la sala, ya llegaba tarde a la sesión de Josiane. Patricia sabía que eso podría complicar aún más la dinámica entre las dos.
"Ella va a usar esto como arma", pensó, pero decidió no dejarse intimidar.
Al abrir la puerta de la sala de espera, encontró a Josiane sentada, golpeando el pie impacientemente en el suelo.
— Josiane — llamó Patricia.
Josiane se levantó de forma brusca, en cuanto oyó a Patricia llamarla, con los ojos cargados de irritación.
— Por fin. — Dijo Josiane, entrando en la sala sin esperar a ser invitada.
Patricia cerró la puerta con calma, intentando mantener el equilibrio.
— Pido disculpas por el retraso. Tuve un imprevisto, que terminó alargando la sesión anterior.
Josiane se dejó caer en el sofá, cruzando los brazos con fuerza.
— Claro. Siempre hay alguien más importante, ¿no?
Patricia se sentó en el sillón, ajustando el cuaderno en su regazo. En el fondo, no le estaba gustando cómo le estaba hablando Josiane, pero intentó no dejarlo traslucir.
— No es una cuestión de importancia.
Josiane entrecerró los ojos, analizando a Patricia como si buscara un fallo.
— Está bien, vamos al grano. Tienes preguntas que hacerme, ¿no?
Patricia percibió el tono agresivo, pero optó por mantener la tranquilidad.
— En realidad, pensé que tal vez hoy podríamos conversar de forma más libre. Sobre cualquier cosa que quieras compartir.
Josiane rió, pero el sonido era seco, casi cruel.
— ¿Conversar libremente? Eso es gracioso, viniendo de ti.
— ¿Por qué piensas eso? — preguntó Patricia, inclinándose levemente hacia delante, con los ojos fijos en los de Josiane.
— Porque no importa lo que yo diga, vas a tomar notas, vas a interpretarlo como quieras. Eso es lo que hacen ustedes, ¿no? No están interesados en conversar, sino en seguir una programación, recopilar información, entregar una devolución cliché y pasar al siguiente paciente.
— Puede ser así con otras personas, pero no es lo que estoy intentando hacer aquí contigo.
Josiane puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza.
— Es siempre lo mismo, aquí contigo. ¿Sabes qué? Cada vez que vengo aquí, parece que estoy en una prisión. Un interrogatorio.
Patricia sintió el peso de las palabras, pero mantuvo el control.
— No quiero que te sientas así, Josiane. Mi papel aquí no es atraparte, sino ayudarte a liberarte de lo que te incomoda.
— ¿Liberar? ¿Libertad? — Josiane soltó una risa irónica—. Eso es tan cliché. Como si hablar fuera a resolver algo.
Patricia respiró hondo. La tensión en la sala era casi palpable, pero sabía que necesitaba continuar.
— Tal vez no lo resuelva todo, pero puede ayudarte a entender mejor lo que sientes.
Josiane golpeó las manos en sus rodillas, el gesto abrupto resonando en la sala.
— ¡Yo ya entiendo lo que siento! ¡Siento rabia! ¡Mucha rabia!
— ¿Rabia de qué, Josiane? — preguntó Patricia, suavemente, pero con firmeza.
— ¡Rabia de todo! — explotó Josiane, levantándose del sofá—. ¡Rabia de ti, rabia de este lugar, rabia de esta maldita obligación! ¡Si ni siquiera quiero estar aquí!
Patricia se mantuvo firme, pero sintió que algo en su interior se rompía.
— Si no quieres estar aquí, ¿entonces por qué sigues viniendo? — Su voz salió más firme de lo planeado.
Josiane se detuvo, mirando a Patricia como si fuera la primera vez que la desafiaba de esa forma.
— ¡Porque no tengo elección! — gritó, con los ojos empezando a brillar con lágrimas que intentaba contener—. ¡Porque si no vengo, pierdo el lugar donde vivo! ¡Solo por eso!
Patricia sintió el impacto de las palabras de Josiane, pero no retrocedió.
— Entiendo que te sientas así, pero no creo que sea la única razón. Estás aquí, Josiane, porque sabes que necesitas ayuda.
Josiane se giró hacia la ventana, con los hombros temblando levemente.
— No quiero ayuda. — susurró, pero había más dolor que convicción en su voz.
Patricia se levantó lentamente, acercándose unos pasos.
— No es fácil admitir que se necesita ayuda, Josiane. Pero eso no significa que no la quieras.
Josiane se giró hacia Patricia, las lágrimas ahora corrían libremente.
— ¡No quiero hablar. ¡No soporto hablar! ¡Me incomoda!
Patricia se detuvo donde estaba, respetando el espacio de Josiane.
— Entonces no hables ahora. Solo siente. Y cuando estés lista, yo estaré aquí.
Josiane sacudió la cabeza, como si estuviera intentando librarse del peso que sentía, pero finalmente se derrumbó volviendo a sentarse en el sofá, cubriéndose el rostro con las manos.
— No puedo... no puedo. — sollozó, con la voz quebrada por la emoción.
Patricia volvió al sillón, sentándose con calma, pero manteniendo toda su atención en Josiane. No había nada más que decir en ese momento. Sabía que, a veces, el silencio compartido era más poderoso que cualquier palabra.