el día en que sería feliz me encuentro con la sorpresa de que el hombre que sería mi esposo me traiciona con mi mejor amiga.desde ese momento mi mundo se nublo y decidí ser la viuda de blanco
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capitulo 7
No era hora de abrir mi corazón y mucho menos expresar mis sentimientos. Aún estaba protegiendo de la posibilidad de ser herida de nuevo.
—Agradezco tu oferta, Donatello —dije, intentando mantener la distancia—, pero no puedo aceptarla. No estoy lista para confiar en alguien nuevo.
Donatello asintió, sin parecer sorprendido.
—Entiendo —dijo—. Pero quiero que sepas que estaré aquí cuando estés lista.
Me sentí incómoda con su persistencia. ¿Por qué no se rendía?
—Donatello, no quiero darle falsas esperanzas —dije, intentando ser clara—. No hay futuro entre nosotros. No hay posibilidad de algo más.
Donatello se levantó de la silla, su mirada intensa.
—No estoy buscando un futuro contigo, Bella —dijo—. Solo quiero ser tu amigo. Y si algún día decides abrir tu corazón, estaré aquí.
Me sentí confundida. ¿Por qué estaba haciendo esto? ¿Qué ganaba con ello?
—Gracias —dije finalmente, intentando cerrar la conversación.
Donatello sonrió y se dirigió hacia la puerta.
—No tienes que agradecerme, Bella —dijo—. Solo quiero ayudarte.
Cuando se fue, me quedé sentada en mi escritorio, pensando en nuestras palabras. ¿Por qué me sentía así? ¿Por qué no podía dejar de pensar en él?
Después de ver que Donatello se iba de mi oficina, mi asistente Lilia me avisa que había llegado Sofía.
—Sofía está aquí para verte —dijo Lilia, asomando la cabeza por la puerta.
Me sentí aliviada de cambiar de tema después de la intensa conversación con Donatello.
—Hazla pasar —dije, sonriendo.
Sofía entró en mi oficina, con su característica sonrisa brillante.
—¿Qué pasa, Bella? —preguntó, sentándose en la silla que Donatello había ocupado minutos antes.
—Nada —dije, encogiéndome de hombros—. Solo una reunión con Donatello.
Sofía se interesó.
—¿Qué pasa con Donatello? —preguntó, inclinándose hacia adelante.
Me sentí tentada de contarle a Sofía sobre la conversación que acababa de tener con Donatello, pero algo me detuvo.
—Nada importante —dije, cambiando de tema—. ¿Qué te trae por aquí?
Sofía se rió.
—Solo quería verte y saber cómo estabas —dijo—. Pero ahora que mencionas a Donatello, tengo que preguntarte... ¿hay algo entre ustedes dos?
Me sentí sorprendida por la pregunta directa de Sofía.
—No —dije rápidamente—. No hay nada.
Sofía me miró con escepticismo.
—Bella, te conozco —dijo—. Sé que hay algo que no me estás diciendo.
Me sentí incómoda bajo la mirada perspicaz de Sofía.
Ya te dije que nada pasa entre nosotros, solo conversamos del nuevo proyecto —insistí, intentando convencer a Sofía.
Sofía se rió y sacudió la cabeza.
—No te creo, Bella —dijo—. Hay algo en tus ojos cuando mencionas a Donatello. Algo que no había visto en mucho tiempo.
Me sentí incómoda bajo la mirada perspicaz de Sofía.
—Sofía, te juro que no hay nada —repetí, intentando mantener la calma.
Sofía se levantó de la silla y se acercó a mí.
—Bella, eres mi mejor amiga —dijo—. Sé que has pasado por mucho, pero también sé que mereces ser feliz. Si Donatello es el hombre que te hace sentir algo, no te cierres a la posibilidad.
Me sentí conmovida por las palabras de Sofía.
—Sofía, no es tan fácil —dije—. Mi pasado... Marco...
Sofía me abrazó.
—Lo sé, Bella —dijo—. Pero no dejes que el pasado te defina. Tú mereces un futuro feliz.
Me sentí emocionada por la conversación con Sofía. Tal vez, solo tal vez, estaba empezando a abrir mi corazón.
Mientras tanto, en otra parte de la oficina, se encontraban dos secretarias, Ana y Cristina, hablando sobre lo sucedido en la fiesta que Leonardo había dado.
—No entiendo cómo la señorita Mancini pudo asistir a esa fiesta —dijo Ana—. Ella no es de esas mujeres a las que les gustan las reuniones sociales.
—Sí, y después de lo que le pasó con Marco... —añadió Cristina, sacudiendo la cabeza.
donatello, que estaba pasando por el corredor, se detuvo al escuchar la conversación. No quería que nadie hablara sobre Bella de esa manera.
—...y ahora resulta que está relacionada con el señor De lucca—continuó Ana—. No entiendo qué ve en él.
—Bueno, dicen que es un hombre muy atractivo —dijo Cristina, sonriendo.
Donatello se sintió incómodo al escuchar la conversación. No quería que Bella fuera objeto de chismes y rumores.
—¿Qué pasa aquí? —preguntó, apareciendo de repente en la habitación.
Ana y Cristina se sorprendieron y se callaron de inmediato.
—Nada, señor —dijo Ana, nerviosa.
donatello las miró fijamente.
—Recuerden que la señorita Mancini es la dueña de la empresa —dijo—. No quiero escuchar rumores ni chismes sobre ella.
Ana y Cristina asintieron, avergonzadas.
—Sí, señor —dijeron al unísono.
Leonardo se dio la vuelta y se fue, dejando a las dos secretarias en silencio.