Aruni ya estaba completamente resignada a su vida, pensando que no tendría un futuro y continuaba soportando una existencia dolorosa.
"¡Estúpida mujer, inútil! ¡Mejor muérete!" Las crueles maldiciones salieron directamente de la boca de su esposo, acompañadas de golpes que Aruni no pudo evitar.
A pesar de que durante 20 años de matrimonio, Aruni había sido el pilar de la familia, ¿para qué divorciarse? Aruni sentía que ya era demasiado tarde, tenía 45 años. Así que en lugar de irse, decidió seguir viviendo esta vida.
Hasta que un día, su encuentro con alguien de su pasado parecía ofrecerle una bocanada de aire fresco.
"Te ayudaré a liberarte de tu esposo. Pero después de eso, cásate conmigo." Gionino.
"Lo siento, Gio, no puedo. ¿No sería mejor morirme, que casarme de nuevo?" respondió Runi, quien ya estaba tan traumatizada.
"Tú también necesitas a alguien que te entierre, Runi. Te aseguro que morirás en paz."
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Capítulo 19
"¿Qué tal te fue en el nuevo trabajo, mamá? ¿Es amable tu jefe?", preguntó Adrian, mirando a su madre con curiosidad, deseando saber quién era su jefe y si se trataba del Sr. Gionino.
Ya estaban en casa. En el camino de vuelta, Aruni había comprado una caja de comida para llevar que compartirían, mezclándola con el arroz blanco que tenían en casa si era necesario, ya que la comida para llevar tenía muchas especias.
"No he visto al jefe directamente, Adrian. Solo he conocido al ama de llaves", explicó Aruni mientras preparaba los platos para comer en la sala de estar.
"La casa es enorme, lujosa. Me daba miedo hasta ensuciar el suelo", explicó Aruni con una risita.
"También hay un pabellón especial para el personal. Me han pedido que me quede allí contigo para no tener que ir y venir todos los días, pero no me he sentido cómoda aceptando directamente", añadió Aruni. Ahora estaba sentada frente a su hijo.
Estaban sentados en el suelo de baldosas, sin nada debajo.
"El pabellón es muy bonito, pero ¿te parece bien que nos quedemos aquí por ahora?", preguntó Aruni.
Con una sonrisa, Adrian asintió con la cabeza. "Para mí, aquí también se está bien. Es más cómodo que vivir en casa de papá", respondió Adrian.
"De acuerdo. Ahora vamos a comer", dijo Aruni, cambiando de tema. No quería que Adrian siguiera hablando del odio que sentía hacia su padre.
Aruni incluso esperaba que algún día Adrian pudiera olvidar todo ese odio. Adrian debía respetar siempre a Hendra como su padre, sin importar lo ruin que fuera.
"Sí, mamá. Comamos", respondió Adrian, cada vez más convencido de que el verdadero jefe de su madre era el Sr. Gionino. Porque de repente le habían pedido a su madre que se quedara allí con él también.
Exactamente igual que lo que había dicho el Sr. Gio el día anterior.
En realidad, Adrian no estaba nada enfadado por ello. Más bien se sentía agradecido de que su madre trabajara en casa de una persona tan buena como el Sr. Gionino.
Al atardecer, Aruni le pidió ayuda a Adrian para ir a la tienda más cercana. Necesitaban comprar algunas cosas para los dos, como jabón, pasta de dientes y champú.
De camino a la tienda, Adrian tuvo por fin la oportunidad de ponerse en contacto con el Sr. Gionino. Adrian no se atrevía a llamar, así que solo le envió un mensaje de texto al número de teléfono que figuraba en la tarjeta de visita.
"Buenas tardes, señor. Soy Adrian. Gracias por toda su ayuda. Sé que nos ha estado ayudando a mí y a mi madre desde ayer. El alojamiento y el trabajo que ha conseguido mi madre. Gracias, señor", escribió Adrian y lo envió inmediatamente.
Cuando el teléfono de Gio vibró con un mensaje entrante, el hombre lo abrió inmediatamente. Llevaba días esperando que Adrian le contactara primero.
Los labios de Gio se curvaron en una sonrisa al leer el mensaje y ver el nombre de Adrian en él.
El lenguaje utilizado por Adrian era muy formal, pero le gustaba mucho. "Adrian debería ser mi hijo, no el hijo de ese bastardo", murmuró Gionino.
Pero recordar que Adrian solo tenía 18 años le hacía sentirse decepcionado consigo mismo. Si Aruni se hubiera quedado embarazada cuando se separaron, su hijo tendría ahora 19 años.
Pero ese hecho no le hacía odiar a Adrian. Adrian no podía elegir a sus padres; había nacido en este mundo por la voluntad de Dios.
Además, cada vez que veía a Adrian, Gio se acordaba de Aruni y de todo el sufrimiento que habían pasado madre e hijo.
Ahora, Gio no quería añadirles más carga. Al contrario, quería hacer felices a ambos, a Aruni y a Adrian.
Teniendo en cuenta que sus sentimientos por Aruni seguían siendo muy fuertes, Gio incluso estaba dispuesto a considerar a Adrian como su propio hijo.
Después de leer y releer satisfecho el mensaje de Adrian, Gio decidió llamar al chico.
Con nerviosismo, Adrian respondió: "Hola, señor".
"¿Cómo sabías que todo eso era ayuda mía?", preguntó Gio directamente.
"Lo siento, señor. Solo estaba adivinando".
"Prométeme que esto quedará entre nosotros. Tu madre, Aruni, no debe saberlo todavía".
Adrian sonrió de oreja a oreja. "Sí, señor", respondió Adrian obedientemente. Por alguna razón, sentía que había encontrado una figura paterna en otro hombre, no en su propio padre.
Alguien capaz de protegerle a él y a su madre.
