Tres amigos, tres historias diferentes. Un solo destino.
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Amistad es...
Rodrigo.
La semana había sido muy dura, los Leal de verdad que se habían aprovechado de mi nobleza, entraba a trabajar muy temprano y salía muy tarde. No había podido asistir a la universidad por el trabajo y tampoco había podido pasar tiempo con Sandra, ni con mis amigos.
Hoy domingo, por fin había logrado tener algo de tiempo, así que lo primero que hice luego de asistir a la misa matutina, fue salir con ella al parque por un helado. Estaba molesta conmigo porque en toda la semana no la visite, pero le expliqué mis razones y al parecer comprendió.
Apenas nos estábamos contentando, cuando apareció el Chuli, mi amigo se veía muy serio, y podría decir que hasta un poco molesto estaba, pero eso no era ni edad, él y Rut siempre reaccionaban así cuando me veían con Sandra. Él me pidió que habláramos, pero no quería porque si me ponía a atenderlo, capaz Sandra se enojaba conmigo, y de por sí ya era muy difícil lograr complacerla. Pero por su insistencia, no tuve más opción.
— Ayer en la tarde vi a Sandra con Roger Leal en el río...
Esas palabras retumbaron en mi cabeza.
— ¿A qué horas? — Le pregunté a mi amigo.
— Eran como las cinco, tú sabes que el señor Román me pidió cortar unos bambúes, aproveché ayer y fui a la rivera, y sin querer los vi, más ellos ni cuenta se dieron de mi presencia. Rodrigo, yo sé que a ti no te gusta que te digan nada sobre esa mujer, pero por dios amigo, abre los ojos, ella no te quiere, solo te usa a su conveniencia.
— Chuli, cállate por favor, hablaré con Sandra sobre esto.
— Ja, ya te va a decir la verdad, seguramente lo aceptará diciéndote con detalles todo lo que hizo con el baboso de Roger en el río.
No lo pude seguir escuchando, tenía mucha rabia y de solo imaginar la escena sentía que quería matar a Roger. Me dirigí hasta donde estaba Sandra, mis celos y el dolor de la traición me estaban carcomiendo.
— ¿Qué te sucede? ¿Por qué traes esa cara?
Ella parecía estar sorprendida de verme así.
— Dime qué tienes con Roger Leal, ¿Te acuestas con él en el río? Habla de una vez.
— Ya te fue tu amigo con cuentos, ¿Sabes qué? Si tanto confías en el mugroso de tu amigo, entonces quédate con él, yo a ti no tengo por qué darte explicaciones de nada de lo que haga con mi vida, por favor, deberías de agradecer que por lo menos te dejo que me enamores, pero bien sabes que tú no estás a la altura de pretender siquiera ser algo más que un amigo en mi vida.
Sus palabras me golpearon, y recordé que desde el inicio ella me había dicho algo así, que me dejaba pretenderla, pero que no esperara nada serio. Ahora comprendía que era cierto, ella solo jugaba conmigo y yo caí en su trampa. Me sentí humillado, traicionado y desilusionado.
Decidí alejarme de ella en ese momento, no quería escuchar más mentiras, no quería seguir siendo un juguete en sus manos. Le dije adiós y me fui sin mirar atrás.
El camino de regreso a casa fue difícil, me sentía vacío y herido. Pero al menos ahora podía ver la verdad, y podía empezar a sanar. Mis amigos siempre me habían advertido sobre Sandra, pero yo no quería escuchar. Ahora entendía que debía aprender a valorarme y no permitir que nadie me tratara de esa manera.
Decidí enfocarme en mi carrera y en mis estudios, dejar de lado las distracciones y las relaciones tóxicas. Aunque el dolor seguiría ahí, poco a poco iría sanando y saldría adelante, sabiendo que merecía algo mejor en la vida.
Me encerré en mi habitación y no quise comer, apague mi teléfono y luché hasta quedarme profundamente dormido. Cuando desperté ya era de noche, y encontré a mi abuelo junto al Chuli en la sala.
— Ya despertaste, eso es bueno, la cena está lista y tu amigo lleva esperándote casi toda la tarde.
Mi abuelo me habló, pero la verdad es que a mí me pesaba toda la vida, luego se retiró dejándome solo con el Chuli.
— Por favor Chuli, ni vayas a salir con que te lo dije, porque lo que menos quiero escuchar ahora sin reproches, ni tuyos ni de Rut, ni de nadie.
— No vine aquí a reprocharte nada, solo estoy preocupado por ti, quiero saber cómo estás.
Sabía que mi amigo era honesto, a él no le podía mentir.
— Ella me uso, me estuvo mintiendo, solo fui un juguete, un tonto útil. Pero eso se acabó, que se haya metido con ese bastardo de Roger, y encima, tuve que esperar a que él terminará su cita con ella, para alimentar su caballo y bañarlo, eso es una gran humillación.
— Quiero que sepas que estoy aquí para lo que necesites, en cuanto a Rut, aún no sabe nada de esto, pues no la he visto desde antes de ayer.
Estaba dolido, peor aun así, quise saber sobre Rut.
— ¿Y dónde está?
— No lo sé, ayer fui a buscarla y su papá solo dijo que no estaba.
— ¿Y no le preguntaste donde estaba?
— No, nos ocupamos en otro tema y olvidé preguntarle.
Tome mi celular y timbre al de ella, pero me mandó a buzón.
— Hay que ir con el profesor y preguntarle.
— Iré yo, tú quédate aquí y descansa.
— No, yo iré contigo, necesito salir de esta casa y hacer otras cosas, de lo contrario me voy a volver loco.
Así convencí al Chuli de acompañarlo a casa de Rut, lo hicimos en la vieja camioneta del abuelo, pero en cierta parte del camino, una todoterreno se nos atravesó, y ni hubo que adivinar tanto para saber quiénes eran. Los estúpidos Leal.
—Así es como queríamos encontrarlos par de ratas, ustedes dos me deben una, y ahorita mismo me la voy a cobrar.
El idiota de Bruno quería amedrentarnos, pero resulta que aquí estábamos parejos.
— Como quieras idiota, solo que luego no anden por allí chillando metiéndose bajo la falda de su papito.
Miré a Chuli con sorpresa luego de lo que dijo, la verdad es que yo no quería problemas, y menos con esos dos, aunque si deseaba partirle la cara a Roger, el trabajo de mi abuelo estaba por medio, no podía arriesgarlo. Pero mi amigo al parecer estaba dispuesto a darse mano con esos dos.
— Un momento — Trate de razonar un poco — Esto no nos va a llevar a ninguna parte ok, así que dejemos los santos quietos, ustedes sigan su camino que nosotros seguimos el nuestro.
— ¿Qué? ¿Tienes miedo? Aparte de idiota eres cobarde.
Roger dijo esas palabras y juro que toda mi paciencia se fue al caño, no estaba asustado, es solo que no quería perjudicar a mi abuelo, pero ese desgraciado me las debía, y si esto era lo que buscaba, pues lo iba a encontrar.
No sé de qué manera ni en qué momento, pero me lancé sobre el, ni estaba pensando, solo quería destrozarle la cara al muy maldito.