𝖤𝗌𝗉𝖾𝗋𝗈 𝗊𝗎𝖾 le 𝗀𝗎𝗌𝗍𝖾
𝖸 𝗊𝗎𝖾 𝗆𝖾 𝖺𝗉𝗈𝗒𝖾𝗇 𝖼𝗈𝗆𝗈 𝗅𝖾 𝖺𝗉𝗈𝗒𝗈 𝖺 𝗎𝗌𝗍𝖾𝖽𝖾𝗌
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6
Rafael sintió un nudo en la garganta al escuchar las palabras de su madre. Su mente se llenó de imágenes de Elica, atada a una cama y luchando contra los médicos. La culpa lo invadió nuevamente, recordando el ataque que había sufrido dos días atrás.
—Yo también voy. No puedo quedarme aquí mientras ella está así. —dijo con determinación, aunque su voz sonaba débil.
Carlo y María intercambiaron una mirada de preocupación. Sabían que Rafael quería estar presente, pero también temían cómo podría reaccionar al ver a su hermana en ese estado.
—No creo que sea una buena idea, hijo...
Rafael se mantuvo firme, negándose a aceptar un no por respuesta. Sus ojos reflejaban una mezcla de miedo y determinación.
—No me importa. Es mi hermana. No la voy a abandonar. —insistió, cruzándose de brazos.
Maria suspiró, sabiendo que discutir con él sería inútil. Miró a Carlo, buscando su apoyo en la decisión.
—Es muy joven para ver algo así... —murmuró ella.
Carlo se pasó una mano por el pelo, claramente dividido. Después de un momento de silencio, finalmente asintió.
—De acuerdo, pero debes prometernos que no te acercarás demasiado a ella. Y mantén la calma, ¿entendido? Esto puede ser... difícil de ver.
Los tres llegaron al hospital psiquiátrico en un silencio tenso. Rafael miraba por la ventana del auto, su estómago revuelto por la ansiedad y el miedo. Cuando llegaron al hospital, se dirigieron rápidamente a la habitación de Elica. El olor a antiséptico y medicamentos llenaba el aire, y los pasillos estaban llenos de enfermeros y médicos con expresiones serias.
Al entrar a la habitación, Rafael vio a su hermana inmovilizada en la cama, con correas de cuero sujetando sus brazos y piernas. Su rostro estaba pálido y sus ojos estaban cerrados. Los monitores cardíacos emitían un pitido constante, indicando que su corazón latía con normalidad.
El médico que había atendido a Elica se acercó al grupo, su rostro cansado y preocupado. Se aclaró la garganta antes de comenzar a explicar la situación.
—Familia Moreno, gracias por venir tan rápido. —dijo en voz baja para no despertar a Elica. —Como le dije al señor Moreno por teléfono, tuvo un episodio violento y delirante hace unas horas. Tuvimos que sedarla para contenerla y evitar que se lastimara a sí misma o a los demás.
Miró brevemente a Rafael antes de continuar, notando la expresión de horror en su rostro.
—Estamos considerando cambiar su tratamiento a algo más intenso. El medicamento actual no está funcionando como debería y su estado mental está empeorando. Necesitamos detener el progreso de la enfermedad antes de que sea demasiado tarde.
Rafael sintió que su corazón se hundía mientras escuchaba al médico. Sus ojos estaban fijos en su hermana, en su pequeño cuerpo inmóvil y pálido. La palabra "intenso" resonó en su mente, llenándolo de miedo y confusión.
—¿Qué tipo de cambio? —preguntó con voz temblorosa. —¿Qué le va a hacer ese cambio?
El médico suspiró, claramente incómodo con la pregunta. Miró a los padres de Rafael antes de responder, buscando sus ojos para encontrar apoyo.
—Es un medicamento experimental, todavía en fase de pruebas. Pero es nuestra última esperanza para controlar la enfermedad. Tiene efectos secundarios muy fuertes, como somnolencia, náuseas y alucinaciones. También puede causar dependencia y puede ser adictivo.
Maria escuchó las palabras del médico con creciente horror. La idea de someter a su hija a un medicamento experimental y potencialmente adictivo la llenaba de miedo y preocupación. Miró a su esposo, buscando su opinión, pero Carlo parecía igualmente abrumado.
—¿Y si no funciona? —preguntó con voz quebrada. —¿Qué pasará si el medicamento no funciona y los efectos secundarios empeoran su estado?
El médico bajó la mirada por un momento antes de responder. Su expresión se volvió más seria y grave.
—Si el medicamento no funciona o los efectos secundarios son demasiado severos, tendremos que considerar otras opciones. —dijo con cautela. —Pero es importante entender que la enfermedad de Elica es grave y está avanzando rápidamente. Cada día que pasa sin un tratamiento eficaz es un día menos para ella. No podemos permitirnos el lujo de esperar a que las cosas mejoren solas.
El silencio cayó sobre la habitación. Los monitores cardíacos seguían pitando monótonamente, recordándoles el tiempo que corría contra la vida de Elica.
De repente, Elica abrió los ojos y comenzó a reírse histéricamente. Sus ojos estaban vidriosos y desenfocados, y su risa era escalofriante, sin rastro de alegría o felicidad. Los médicos y enfermeros en la habitación se tensaron, listos para intervenir si la situación empeoraba.
—¡Los muertos me están hablando! —gritó entre carcajadas, retorciéndose contra las correas que la sujetaban a la cama. —¡Están aquí, rodeándome! ¡Pidiéndome que los acompañe!
Carlo sintió que su corazón se rompía al escuchar las delirantes palabras de su hija. Las lágrimas brotaron de sus ojos mientras miraba a Elica reír y retorcerse en la cama, completamente fuera de sí. Nunca había visto a su pequeña niña tan loca y aterrorizada. El médico había dicho que los efectos secundarios del sedante podían incluir alucinaciones, pero verlo en acción fue aún más devastador.
Maria estaba en shock, incapaz de procesar lo que estaba viendo. Las lágrimas corrían por su rostro mientras observaba a su hija perderse aún más en la locura. Su voz temblaba cuando finalmente encontró la fuerza para hablar.
—Elica... cariño... —susurró, acercándose a la cama. —No hay nadie ahí. Estás a salvo. Estamos aquí contigo.
Intentó tomar la mano de Elica, pero los médicos la detuvieron, advirtiéndole que no se acercara demasiado. La risa de Elica se hizo más fuerte y desesperada, como si los muertos estuvieran burlándose de ella.
Entre risas, Elica dejó de retorcerse y miró directamente a Maria. Sus ojos estaban llenos de terror y confusión, pero también de una especie de conocimiento que no le pertenecía.
—¡Mentirosa! —gritó, su voz rasposa y llena de veneno. —¡Ellos están aquí porque no los dejaste entrar! ¡Debiste haberles abierto la puerta cuando tuviste la oportunidad! ¡Ahora están enfadados!
Las palabras de Elica eran incoherentes, pero contenían un significado perturbador. La mención de la puerta y la furia de los muertos hizo que Maria se estremeciera, recordando la noche en que Elica había estado fuera de casa.
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