La vida es la esencia misma, la esencia son los artes manipulables.
El arte de la vida, realidad y muerte; y el arte de los elementos.
Unos nacen con gran Voluntad, otros con una mediocre. Otros deciden luchar con garras y dientes, otros quedarse a esperar.
Unos nacen en la gloria, otros deben pelear por esa gloria. Otros yacen en la ruina, y otros crean su ruina.
La vida es injusta, sin embargo, es justa para quienes deciden enfrentarla. Pocos lo logran, y cuando lo logran, el mundo se doblega ante su voluntad.
Solo aquel con una Voluntad insondable y vasta, es capaz de subyugar y manipular la voluntad de otro, sin embargo esto es tabú.
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Cap. 5: Brock
El espíritu se alzó sobre sus tres patas traseras, las otras cuatros estaban divididas, dos en su costado derecho y las otras en el izquierdo; sus extremidades humanoides, que terminaban en cuatro garras afiladas, donde colgaba la soga cortada, estaban ubicadas arriba de sus patas laterales.
Levantó ambas extremidades, dispuestas a desgarrarme, por lo que, tuve que moverme con rapidez, pero se me había pasado por alto la esencia de mi voluntad.
– Cierto, la usé para escalar –. Me dije a mi mismo con pena.
La primera extremidad cayó como plomo sobre mi pierna izquierda, clavando dos de sus potentes garras, atravesando carne y huesos a la vez.
Mi grito salió desfigurado, por el dolor, un grito de agonía profunda.
Me levantó como si no pesará nada, dispuesto a devorarme completo.
Cerré los ojos, y espere a mi inminente final.
Pero jamás llegó, lo que si llego fue un sonido piedra resquebrajándose, carne desgarrándose, y huesos quebrándose, además, de un chillido de dolor. Abrí lentamente los ojos, y una punta de hielo en forma de colmillo curvo sobresalía del cuerpo del espíritu inmundo, la sangre me recordó a la brea por su color, sus entrañas se elevaban en la punta de hielo y esta, se deslizaba lentamente del colmillo de hielo.
Una voz gruesa y profunda, habló desde donde dejé asegurada la cuerda. Giré la cabeza mientras estaba elevado en el aire, y un hombre de al menos mediana edad, con barba tupida, un peinado de lado, con unas mechas de cabello en su frente, todo era de un color negro azabache. Vestía un abrigo oscuro, con pantalones gruesos de cuero y botas del mismo material.
Sus ojos brillaban en un tono café claro brillantes. Su voluntad estaba encendida.
Caminaba lentamente, pero con paso firme, hacia mí.
Todo en el hombre, emanaba autoridad y poder, pero no pude dejar de mirar la espada de doble filo que empuñaba en su mano derecha, porque esa espada, era la mía.
Era Brock, mi guardián.
– Joven Valian, le aseguro que si no hubiera gritado, no lo hubiera encontrado–. Dijo, con un tono sombrío. – Más vale que tenga una buena razón para haber escapado en medio de la noche –. Añadió.
La extremidad del espíritu bajo bruscamente, tirándome al suelo con fuerza. Luego, señale abajo del abismo y le explique que se acercaban tres espíritus más.
Brock, meneo la cabeza, suspiro con resignación, y alzando la espada, la clavó en el suelo. Activó su voluntad, y el brillo de sus ojos volvió.
Gotas de agua comenzaron a aparecer alrededor de sus manos desnudas. Él, las alzó a sus lados, y las gotas se reunieron en las puntas de sus dedos. Luego, se separaron y formaron dagas de hielo, que se concentraban en la punta de sus dedos creciendo hacia arriba.
– Ehh… Brock, lo que sea que vayas hacer hazlo ya, los espíritus… ya están aquí –. Advertí con miedo.
– Cálmese, todo saldrá bien –. Respondió Brock, con serenidad.
Las dagas de hielo comenzaron a emanar el poder de la esencia de voluntad, era del mismo tono que el color de sus ojos cuando brillaban.
Los espíritu tan horrendos como describieron en la academia, se levantaron en sus patas traseras, y abrieron sus fauces. La misma luz de antes salió de su interior, esta vez más potente.
Los dos espíritus de los extremos eran pequeños, sin embargo, el que estaba en la mitad, era grande, media al menos unos cuatro metros de altura y dos de ancho.
Soltaron un chillido del mismísimo infierno.
Miré a Brock con temor, pero él tenía una leve sonrisa en sus labios, y sus ojos se afilaron con determinación. Toda su mirada expresaba condena.
Las diez dagas de hielo giraron, apuntando a los espíritus inmundos, luego… el caos se desató.
El suelo cubierto de nieve, ya no existía, las fuerzas que luchaban entre sí mismas devastaban el suelo, lanzando pedazos de piedra y astillas de roca por todos lados.
Los dos espíritus pequeños, llenos de inmundicia, luchaban con sus enormes extremidades humanoides, tratando desesperadamente desgarrar a su duro adversario.
Brock, con maestría esquivaba y cortaba el duro exoesqueleto de los espíritus, mientras que las dagas volaban y dejaban aruños en el espíritu grande.
El suelo temblaba bajo la fuerza de las patas en forma de guadañas que caían en el suelo, resquebrajándolo en el acto.
El espíritu de gran tamaño, arañaba el aire, tratando de despedazar las dagas que surcaban a su alrededor. Sin embargo, jamás acertaba ningún golpe. Por otro lado, parecía que estaba jugando a atrapar moscas.
Los espíritus pequeños se alzaban y bajaban dispuestos a aplastar a su rival con su brutal peso, pero jamás daban con su objetivo. Brock, se movía con fluidez, esquivando por centímetros las garras nauseabundas que amenazaban con despedazarlo al mínimo roce.
Algo de lo que me percaté es que, Brock, no dejaba que la luz que emanaba esos bichos, lo tocará.
Siempre se mantenía en las espaldas o a los lados de los espíritus, pero jamás de frente.
“¿Por qué será?”.
Igual no había tiempo para seguir indagando, tenía que mantenerme alejado de la batalla.
Mientras trataba de alejarme, a pesar, de mi pierna en pésimo estado. Pude llegar a la quebrada que daba hacia el pie de la montaña.
El frio era matador.
Tomé el cuchillo de mi pecho y corte la cuerda en dos partes pequeñas. Luego, até la soga alrededor de mi pierna para evitar seguir sangrando. Algo que era muy difícil, ya que los constantes temblores y chillidos angustiantes, me hacían tambalear y perder el equilibrio, aún estando sentado.
Volví a mirar la batalla, y uno de los espíritus ya estaba desmembrado, le faltaban algunas patas y un brazo humanoide. La sangre espesa y negra como la brea, salía a chorros en algunos cortes profundos que tenía a lo largo y ancho de su cuerpo. Además, de donde estaban amputadas sus extremidades.
En cuanto al otro espíritu, tenia estacas de hielo clavas en varias partes de su cuerpo, pero no eran del mismo tamaño que la que mato al primer bicho. Sin embargo, a pesar de no estar tan herido como el otro, este de aquí le faltaba una parte de sus cuatro caras que se abren. Cada choque entre las garras y patas de los bichos con la espada reforzada en esencia de voluntad, desprendían un chillido cortante y estridente que inundaba este lado de la montaña. Los espíritus, con sus voluntades intentaban angustiosamente frenar a Brock, algo que les era imposible.
Sus chillidos melancólico y eufóricos, se mezclaban con el frenético choque de espada con guadañas, creando zarcillos de chispas que caían en el suelo destruido. Brock, no mostraba signos de cansancio ni de herida alguna. Es más, parecía poder seguir luchando por horas y no sudar nada. El movimiento de su cuerpo y la espada eran como el agua, fluían sin descanso alguno. Una tajada seguía de una estocada; una estocada seguía de una esquivaba, una esquivaba seguía de una táctica defensiva, y así sucesivamente.
Parecía una danza de sangrienta que sentenciada a sus víctimas, y estas no podían hacer nada.
La sangre que brotaba sin cesar de mi pierna perforada había cesado, dejando ver la carne y hueso desgarrados por la empalada. No se si era el frío o el miedo, lo que si se es que estaba temblando como loco.
Astillas de hielo aparecieron volando en la periferia de mi visión, no escatimé en mirar, y lo que vi, hizo sacudir mi ser. El bicho enorme estaba a escasos metros de mi vida. Inconscientemente mantuve la respiración, como si eso evitará el espíritu me percibiera. El bicho que parecía un gusano espantoso, con la carne podrida y repleta de gusanos por doquier, sus enormes patas en forma de guadañas agrietadas, perforadas y putrefacta desprendían un nauseabundo olor a podredumbre.
“Viéndolo más de cerca, esto es una maldita pesadilla viviente”.
El bicho abrió sus fauces y la luz etérea blanca mezclada con azul, alumbró todos a mi alrededor, incluyéndome. Sentí que algo cambiaba dentro de mí, más bien, sentí que algo era jalado.
Para cuando me di cuenta, ya era tarde. La sangre comenzaba a brotar de mis ojos, oídos y nariz, toque suavemente mis labios manchados en sangre, mi visión se tornó rojo por la sangre que empapada mis ojos, mi conciencia se fue apagando, busqué desesperadamente una perla de esencia, tomé una y la tragué, sin emabrgo, lo último que logré escuchar fue el grito de Brock.
– ¡Valian! –. Gritó con desesperación.
Perdí por completo el conocimiento en ese momento, recuerdo que para cuando abrí los ojos, los dos espíritus menores ya estaba muertos, a pocos metros de mi ubicación. Uno estaba desmembrado y decapitado; el otro cortado por la mitad, y su grotesca cara estaba cortada frontalmente, en un corte vertical.
Mi cabeza me daba vueltas aún, y no parecía estar cerca de salir de la confusión.
Me dejé llevar por el sonido de choques metálicos, buscando por mi alrededor, pude vislumbrar pequeños zarcillos de luz que, débilmente iluminaban el entorno. Fijé la mirada al cielo, y la luna parecía perder su brillo, como si se estuviera alejando poco a poco del mundo.
"Ah, parece que estamos cerca del amanecer".
Un chillido melancólico, me saco de mis pensamientos. Y, a tan solo varios metros detrás, un espíritu grande, luchaba contra un diminuto hombre, que a lo mucho pienso que ha de tener un metro ochenta; el bicho con forma de gusano, brazos humanoides, y patas en forma de guadaña, ha de tener unos cuatro metros y algo.
"¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?".
Los constantes temblores no hacían más que empeorar mi condición ya patética.
Otro chillido ensordecedor me saco de mi aturdimiento, obligándome a taparme los oídos. Hice una mueca de dolor, mientras gritaba de agonía por aquel chillido.
Volteé la mirada a la batalla que se libraba, traté de ponerme en pie, las piernas me temblaban, odiaba admitir que estaba totalmente indefenso. Pero no quería quedarme así, quería poder ayudar a ese hombre, que danzaba con la espada, dejando rastros de gotas de agua por donde encaminaba la espada.
Sentía todo el cuerpo pesado y adolorido. Pero aun así, me moví, lento, pero me moví. Caminé lentamente hacia la batalla frenética que se desarrollaba frente a mis ojos cansados.
El bicho comenzaba a erguirse con sus tres patas traseras, y se enrolló como un ovillo, comenzando a rodar, con la intención de aplastar al hombre. Sin embargo, este esquivo saltando a su izquierda, deslizándose por el suelo, ya que, el espíritu en pleno ruedo se había desenrollado, y alargado su brazo derecho para agarrar al hombre y despedazarlo, cosa que no logró.
El hombre fue más astuto, porque mientras se deslizaba giro con su torso, y con su espada realizó un corte en media luna vertical, cortando tres garras del bicho inmundo. Soltó un chillido de agonía y melancólia, mientras que con la otra trataba de alcanzar al hombre que se mantenía a centímetros de su agarre.
"Este hombre me resulta conocido".
La neblina en cabeza se estaba despejando, dejando una vez más la conciencia clara como el agua.
"Es Brock... mierda".
Brock mantenía su voluntad activa, manipulando el agua del entorno, y usándola como dagas y fuertes látigos, capaces de quebrar metales y piedras de gran durabilidad.
"O al menos, esa es la sensación que me da".
Lo malo, es que el bicho no parecía estar tan herido como quisiera creer. Solo podía ver los surcos hechos por los látigos y las dagas. además, de las garras cortadas.
"Tengo que ayudar de alguna manera".
O eso quisiera hacer, pero la batalla era tan caótica y destructiva, que solo al estar cerca podía sentir el retumbar de los choques. El suelo cedía a la fuerza bruta del espíritu. Y Brock... Brock parecía no poder más.
Sentí que el corazón me dio un vuelco, mientras que el miedo se apodera de mi alma.