Tras ser brutalmente traicionada por Sebastián Montenegro, el hombre que le prometió un futuro, Aithana Rojas decide que la venganza es el único camino. Bajo el velo de la misteriosa y seductora "Lady Midnight", se infiltra en el exclusivo mundo de la alta sociedad, un lugar donde las apariencias lo son todo y las máscaras ocultan las verdaderas intenciones. Su plan es simple: destruir a Sebastián en su propio terreno.
Pero el destino tiene otros planes. En medio de sus intrigas, Aithana capta la atención de Lorenzo Montenegro, el hermano mayor de Sebastián, un hombre tan imponente como calculador. Atrapada entre su sed de justicia y la inesperada atracción que siente por el "enemigo" de su enemigo, Aithana deberá navegar un peligroso juego de poder, seducción y secretos. ¿Podrá Lady Midnight mantener su antifaz y ejecutar su venganza? ¿o el brillo de Lorenzo la deslumbrará hasta el punto de perderse en sí misma?
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Gala Benéfica
El portón se abrió con un murmullo de admiración cuando, Lorenzo Montenegro bajó del auto. A sus treinta y cuatro años, era un peso pesado en el mundo de los negocios, director de su propia empresa industrial, la más grande del país, y dueño de un imperio que iba más allá de su acaudalada familia.
Su presencia era magnética: el cabello negro azabache, perfectamente peinado pero con un toque rebelde, enmarcaba un rostro de facciones fuertes y unos penetrantes ojos verdes que parecían ver a través de todo. Vestía un traje de diseño impecable, un negro que acentuaba su figura atlética, con una camisa de seda negra y sin corbata, un gesto de elegancia relajada que solo él podía lograr. Era, sin duda, el soltero más codiciado de la ciudad, y lo sabía.
A su lado, con una energía más desenfadada pero igual de impactante, apareció Javier Villarreal. A sus treinta y dos años, otro millonario hecho y derecho, Javier exudaba carisma. Su cabello rubio, ligeramente despeinado, brillaba bajo las luces, y sus ojos azules, llenos de chispa y confianza, escaneaban el lugar con una sonrisa fácil. Llevaba un traje azul, cortado a la medida, que realzaba su complexión atlética, combinado con una camisa blanca abierta en el cuello, mostrando un toque de rebeldía sofisticada. Él también era un imán para las miradas, dos soltero de oro que disfrutaban cada momento.
Ambos se miraron, una sonrisa cómplice cruzando sus rostros. Eran la dupla dinámica, los reyes de la noche, y su entrada no pasó desapercibida. Un murmullo de "¡llegaron los Montenegro y Villarreal!", se extendió por el lugar.
Lorenzo y Javier hicieron su entrada, y el murmullo de la multitud se intensificó, un eco de admiración que los seguía. Antes de que pudieran dar dos pasos, dos meseros, con una eficiencia casi invisible, se acercaron con bandejas de plata, ofreciéndoles vasos de un whisky ámbar que brillaba bajo las luces.
—Gracias— dijo Javier, tomando uno con un gesto elegante. Lorenzo hizo lo mismo, llevando el vaso a sus labios y tomando un trago largo, mientras sus ojos verdes, con una discreción entrenada, escaneaban cada rincón del lugar.
Intercambiaban asentimientos y sonrisas apenas perceptibles con las figuras importantes que los rodeaban, pero la atención de Lorenzo estaba en otra parte.
Javier, con una sonrisa pícara que solo su amigo podía descifrar, notó la búsqueda incesante. —¿Buscando a tu Cenicienta, Montenegro?— preguntó, con un tono bajo y un codazo juguetón. Lorenzo le devolvió una sonrisa, sin decir nada, pero su mirada seguía danzando por el salón.
De repente, la búsqueda de Lorenzo se detuvo. Al otro lado de la sala, con la misma elegancia y porte que él, venía su hermano Sebastián, luciendo impecable en un traje oscuro que realzaba su figura. No venía solo; de su mano, una mujer rubia despampanante, con un vestido rosa que le quedaba de ataque, caminaba con una sonrisa radiante.
—¡Sebastián! Qué gusto verte— dijo Lorenzo, acercándose con una sonrisa genuina y extendiendo la mano para un apretón firme.
—¡Lorenzo! ¡Javier! Un placer encontrarlos— respondió Sebastián, devolviendo el apretón y luego dándole un abrazo rápido a su hermano. —Permítanme presentarles a mi esposa, Scarlett. Scarlett, el es mi hermano Lorenzo y nuestro gran amigo Javier Villarreal—
Scarlett sonrió, ofreciendo un saludo cordial y elegante.
—El placer es nuestro, Scarlett— dijo Javier, con su sonrisa de galán, haciendo una ligera inclinación.
Sebastián se giró hacia Lorenzo, su expresión volviéndose un poco más seria. —Hermano, voy a necesitar tu ayuda. Lo de los proveedores rusos se puso complicado y tenemos que revisarlo. No me fío de los números que me enviaron—
—Entendido, Sebastián. Claro que si. Despues lo vemos con calma— respondió Lorenzo, asintiendo con seriedad.
Scarlett, captando el cambio de tono hacia los negocios, sonrió con elegancia. —Disculpen, caballeros. Si me permiten, iré a saludar a la tía Marta. Me alegra haberlos visto— Con un gesto sutil, se despidió y se alejó con gracia entre la multitud.
Javier observó a Scarlett alejarse y luego se giró hacia Sebastián, con una sonrisa. —Tu esposa es una belleza, Sebastián. ¡Enhorabuena, mi viejo!—
Sebastián suspiró apenas perceptiblemente, sus ojos siguiendo a Scarlett por un instante antes de volver a su amigos. —Sí, gracias. Es... una buena mujer— respondió con una indiferencia que no pasó desapercibida.
Lorenzo frunció el ceño, notando el matiz. —Creí que estabas saliendo con alguien más, Sebas. ¿Qué pasó con... la otra chica?—
Sebastián suspiró de nuevo, esta vez más profundo, y pasó una mano por su cabello. —Sí, hermano. Estaba saliendo con alguien. Pero... eso tuvo que terminar. Ya sabes cómo son estas cosas— dijo, mirando a su hermano y a Javier con una resignación que ocultaba un peso mucho mayor, uno que ellos no alcanzaban a comprender. La decisión de su matrimonio, impuesta por su padre a cambio de poder, le pesaba como una losa.
Así mismo haber dejado a la mujer que amaba, para casarse con otra que apenas conocía.
Javier, con una sonrisa que no le llegaba a los ojos, intervino. —Quién lo diría, ¿no? El menor de los tres, y fue el primero en sentar cabeza. ¡Sebastián Montenegro, el esposo ejemplar! ¡Eso sí que es una sorpresa!— Su tono era ligero, pero había una punzada de ironía.
Sebastián forzó una sonrisa que apenas le llegó a los labios. —Sí, Javier. Las cosas cambian. A veces, las circunstancias nos empujan a tomar decisiones que no esperábamos— dijo, y su voz era un hilo apenas audible sobre el bullicio de la fiesta, dejando entrever el peso que cargaba.
Justo en ese momento, la mirada de Sebastián se desvió hacia un punto en el salón. Su madre, la matriarca de los Montenegro, le hacía una discreta pero firme señal desde el otro lado.
—Disculpen, muchachos. Nos vemos más tarde. El deber me llama— dijo Sebastián, forzando una sonrisa y dando una palmada en el hombro a Lorenzo antes de dirigirse hacia ella con su esposa Scarlett, que ya había regresado a su lado.
Lorenzo y Javier se quedaron observando cómo Sebastián se alejaba. Apenas habían pasado un par de minutos, cuando un nuevo murmullo, más intenso y cargado de expectación, recorrió el salón.
Las cabezas se giraron.
La razón: dos mujeres, realmente hermosas, habían hecho su entrada.
Lo que las hacía aún más llamativas y misteriosas era que eran las únicas en toda la fiesta que lucían delicados y hermosos antifaces, que acentuaban el misterio de sus bellos rostros y el brillo de sus ojos...