Viviana es la menor de tres hermanas, su vida da un giro inesperado cuando se ve obligada a tomar el lugar de su segunda hermana para casarse con un Despiadado multimillonario y así poder salvar la vida de toda su familia, tras el matrimonio forzado Ares Grey la hace vivir un infierno por venganza... Acompáña a Viviana en esta historia desafortunada.
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Incomodidades
No entendía qué era lo que quería decir. Me quedé en silencio, tratando de procesar todo lo que me acababa de decir. No tenía idea de quién era el hombre que estaba a mi lado, ni siquiera sabía cómo se llamaba. La confusión y el miedo se apoderaron de mí, y mi mente se quedó en blanco.
De repente, su voz gruesa y vibrante me hizo salir de mis pensamientos con un pequeño salto de susto.
—Come—dijo, y yo miré la comida sin hacer nada. El plato estaba lleno de comida deliciosa, pero ahora no tenía apetito.
Un golpe en la mesa me hizo sobresaltar, y mi corazón latió con fuerza. Él me miró con una expresión dura, y sentí un miedo creciente.
Con mi mano temblando, tomé el tenedor y empecé a comer. La comida no sabía a nada, y mi estómago se revolvía con ansiedad.
Mientras comía, mis lágrimas caían silenciosamente. No podía creer lo que estaba sucediendo.
No sabía qué iba a pasar conmigo, ni qué quería este hombre de mí. Solo sabía que estaba atrapada en una situación que no podía controlar, y que mi vida había cambiado para siempre.
Las lágrimas seguían cayendo, y yo trataba de contenerlas, pero no podía. Él me miró con una expresión indiferente, sin mostrar ninguna emoción.
No parecía importarle que estuviera llorando, o que estuviera asustada. Solo me miró, esperando a que terminara de comer.
Cuando vio que terminé de comer, me dijo: —Si no paras de llorar, esos hermosos ojos azules seguirán viéndose rojos—. Seque mis lágrimas que seguían cayendo, y no podía dejar de mirar el plato vacío frente a mí.
—Puedo retirarme—, le dije con voz suave, tratando de contener mis emociones. El suspiró y dijo: —Puedes irte—. No me miró siquiera, simplemente me dio permiso para irme.
Me levanté de la mesa como pude, sintiendo que mis piernas temblaban debajo de mí. Caminé hacia la habitación, sintiendo que la casa era enorme y que nunca iba a llegar allí. Cada paso que daba parecía tomar una eternidad, y mi corazón latía con fuerza en mi pecho.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, llegué a la habitación. Me recosté sobre la cama y dejé que las lágrimas brotaran de nuevo. Lloré sin control, sintiendo que mi mundo se había derrumbado y que no sabía qué hacer. La soledad y el miedo se apoderaron de mí, y me sentí completamente perdida.
Lloré durante lo que parecieron horas, sin poder parar. Mi cuerpo se sacudía con cada sollozo, y mi mente estaba llena de pensamientos oscuros y temores. No sabía qué iba a pasar conmigo, ni qué quería exactamente el de mí. Solo sabía que estaba atrapada en una situación que no podía controlar, y que mi vida había cambiado para siempre.
Las horas pasaron y lo sentí como si fueran minutos. La oscuridad comenzó a caer y yo seguía acostada sobre la cama, mirando hacia el techo con una sensación de vacío y desesperanza. Mi mente estaba llena de pensamientos y emociones contradictorias, y no podía dejar de pensar en la conversación que había tenido con el.
De repente, sentí la puerta abrirse y me incorporé ligeramente. Era la señora Luz, quien al verme sonrió con amabilidad. —Te traigo la cena—, me dijo. —El señor no cenará en casa esta noche, así que puedes comer tranquila—.
Me sentí agradecida de que no estuviera allí, y asentí con la cabeza. La señora Luz me trajo la bandeja con la comida y me dio mis medicamentos. —Toma esto—, me dijo. —Te ayudará a sentirte mejor—.
Le sonreí débilmente y tomé la comida. La señora Luz se fue después de asegurarse de que estuviera cómoda, y yo empecé a comer lentamente. La comida estaba buena, pero no tenía mucho apetito. Sin embargo, sabía que necesitaba comer para mantener mis fuerzas.
Mientras comía, mi mente seguía pensando él el y en la situación en la que me encontraba en ese momento, solo quería disfrutar de la tranquilidad de la noche.
Me sentí un poco más relajada, y terminé de comer en silencio, disfrutando de la paz momentánea.
El nuevo día llegó a mi habitación con la luz cálida del sol, y me desperté sintiéndome un poco mejor.
La noche anterior había sido larga y emocional, pero el descanso me había ayudado a sentirme más tranquila. El día transcurrió tranquilo, y la señora Luz me trajo el desayuno y el almuerzo a la habitación, lo que me alegró mucho.
Para distraerme, me limité a leer algunos libros que estaban en la habitación. La lectura me ayudó a escapar de la realidad y a no pensar en la situación en la que me encontraba. Pero mi tranquilidad se vio interrumpida cuando tocaron a la puerta.
—¿Sí?—, dije, y la puerta se abrió lentamente. Era una de las empleadas, que me miró con una expresión seria. —El señor desea verte en su oficina—, me dijo.
Sentí un miedo instantáneo al escuchar sus palabras. No sabía qué quería el de mí, y la idea de tener que enfrentarlo de nuevo me hacía sentir ansiosa. Pero sabía que tenía que ir, para no hacerlo enojar. —¿Dónde está su oficina?—, le pregunté a la empleada.
La mujer asintió y me indicó el camino. —Está en el piso de abajo—, me dijo. —Tienes que bajar las escaleras y girar a la izquierda. La oficina está al final del pasillo—.
Le di las gracias y me levanté de la cama, sintiendo un nudo en el estómago. Sabía que tenía que ser fuerte y enfrentar lo que fuera que él quería ahora.
Respiré profundamente y seguí a la empleada hacia la puerta,
Llegué a la oficina y me tomé un momento para tocar la puerta. Toqué con dos golpes y su voz sonó indicándome que entrara. Al entrar, me llevé una sorpresa.
Lo vi sentado sobre la silla detrás del escritorio, abrochando su pantalón. La escena era incómoda y me sentí un poco aturdida.
A su lado, una mujer se terminaba de poner su mini vestido. Me miró con una sonrisa y se agachó para recoger sus tacones del suelo. Luego, salió de la oficina sin decir una palabra, dejándome solas con el.
Me miró con una expresión seria y me dijo que me sentara. Pero yo me acerqué un poco más y le dije que así estaba bien. No quería sentarme, no quería estar cerca de él más de lo necesario.
Me observó analizándome de arriba a abajo, como si estuviera estudiándome. Su mirada me hizo sentir incómoda y me pregunté qué estaría pensando. ¿Qué veía en mí? ¿Qué quería de mí? Su mirada era intensa y me sentí como si estuviera desnuda frente a él.
No dijo nada durante un momento, simplemente me miró. Luego, habló con una voz baja y seria. —¿Qué te parece?—, me preguntó, refiriéndose a la mujer que había salido de la oficina. Me sentí un poco sorprendida por la pregunta y no sabía qué responder.
—No es asunto mío—respondí, tratando de mantener la calma. Mi voz sonó firme, a pesar de que por dentro estaba temblando. El me miró con una expresión intrigada, como si estuviera disfrutando de mi incomodidad.
—¿No te parece atractiva?—, preguntó, inclinándose hacia adelante en su silla. Su voz era baja y sensual, me sentí un poco incómoda. No quería hablar sobre la mujer, no quería hablar sobre nada que tuviera que ver con él.
—No lo sé— respondí, encogiéndome de hombros. —No la conozco—. Traté de mantener mi mirada firme, pero no pude evitar sentirme un poco intimidada por su mirada intensa.
El se rió, un sonido bajo y gutural que me hizo sentir un escalofrío. —No importa— dijo, recostándose en su silla. —No te he llamado para hablar sobre ella—. Me miró con una expresión seria, y supe que estaba a punto de decir algo importante.
—¿Para qué me has llamado?—, pregunté, tratando de sonar calmada. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, y me sentí un poco ansiosa por saber qué quería.
—En la noche tendremos una cena y quiero que estés lo más arreglada posible— dijo con una voz suave pero firme.
Me miró con una expresión seria, como si estuviera esperando que yo aceptara sin cuestionar.
Me sentí un poco incómoda al escuchar sus palabras. No sabía qué tipo de cena era, ni quiénes serían los invitados. Pero sabía que no podía negarme a sus deseos.
—¿Qué debo ponerme?—, pregunté, tratando de sonar sumisa. El sonrió ligeramente y se levantó de su silla.
—Hay un vestido en tu habitación—, dijo. —La señora Luz te ayudará a prepararte—. Me miró con una expresión que parecía decir "no te preocupes por nada", pero yo no podía evitar sentirme un poco ansiosa.
Asentí con la cabeza, sin saber qué otra cosa hacer. El asintió también y me indicó que podía retirarme. Me di la vuelta y salí de la oficina, sintiendo un poco de alivio al escapar de su presencia. Pero sabía que la noche que se avecinaba sería larga y posiblemente difícil...