Idealizado es una novela juvenil que narra la vida de Elena, una adolescente atrapada en un hogar marcado por la violencia doméstica y el abuso psicológico de su padre. A través de su amistad con Carla, un breve romance con Lucas y su propio proceso de resiliencia, Elena enfrenta el dolor, la pérdida de su madre y la búsqueda de justicia. Con un estilo emotivo y crudo, la historia explora temas de empoderamiento, superación y la lucha contra el silencio, culminando en un mensaje de esperanza y amor propio.
NovelToon tiene autorización de criis jara para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
No es Rebeldía, Es Libertad
Elena se despertó antes de que sonara el despertador. Era extraño en ella, pero desde hacía unos días había algo distinto latiendo dentro. Algo que no sabía cómo explicar, pero que la impulsaba a levantarse con un propósito. Se sentó en la cama, con el corazón un poco apretado por todo lo vivido el día anterior, pero también con una determinación nueva. Se acercó al espejo y se observó. Tenía los ojos aún algo hinchados por haber llorado, pero también había algo en su mirada… algo que no se había visto nunca: firmeza.
Eligió la ropa con calma. Se puso una blusa celeste que le gustaba pero que casi nunca usaba porque su papá siempre tenía algo que decir sobre cómo “le marcaba el cuerpo”. Eligió también un jean claro que le quedaba justo, se peinó con esmero, y luego, de pie frente al espejo, se puso un poco de rímel y brillo en los labios. Nada exagerado. Solo quería sentirse bien. Linda. Como cualquier chica de su edad. Como lo que era: una adolescente que apenas empezaba a entender quién era.
Bajó a la cocina. Su madre ya estaba allí, preparando el desayuno. Estaba más callada que de costumbre, con un suéter grueso cubriéndole los brazos a pesar de que no hacía frío. Elena la observó en silencio.
—Mirá cómo salís vestida. ¿A dónde vas así? ¿Al desfile de modas o al colegio? -Dijo su padre.
—Voy al colegio —dijo con voz seca.
—¿Y con esa cara pintada? —se rió—. ¿Desde cuándo las nenas se maquillan para ir a estudiar? ¿O vas a encontrarte con tu “amiguito”?
—No tengo novio —contestó, firme.
—No lo necesitás. Si seguís mostrándote así, los vas a tener a todos encima. Después no vengas llorando.
La madre intentó intervenir con un hilo de voz.
—Está creciendo. Déjala...
Él ni siquiera la miró. Solo chasqueó la lengua con fastidio.
—Después se hacen las víctimas, pero no se dan cuenta que se ofrecen solas.
Elena sintió una punzada en el pecho, pero esta vez no bajó la cabeza. No le dio el gusto. Agarró la mochila del respaldo de la silla.
—Hoy me voy en colectivo —dijo con voz firme.
El padre alzó las cejas.
—¿En colectivo? ¿Y desde cuándo salís sola vos? ¿Quién te dio permiso?
—No necesito permiso para ir a estudiar.
Salió sin mirar atrás. Escuchó los insultos ahogados, pero no se detuvo. Respiró hondo al cruzar la puerta. Por fin, libertad.
El colectivo estaba medio vacío. Se sentó junto a la ventana y puso los auriculares. La música la envolvió como una barrera protectora. Miraba por la ventanilla y sentía que, aunque fuera por unos minutos, nadie podía alcanzarla. En ese reflejo de vidrio vio algo nuevo en sí misma: una chica que no tenía miedo de empezar a ser quien quería ser.
Al llegar al colegio, Carla la esperaba cerca de la reja.
—¡Pero qué diosa! —exclamó—. ¿Vos sos Elena o una influencer encubierta?
Elena rió bajito.
—Solo me arreglé un poco… quería sentirme bien conmigo.
—Y se nota. Te ves hermosa. Y feliz —le respondió con dulzura.
Mientras se dirigían a su curso, —Así me gusta. Estás volviendo a vos, ¿sabés? A la Elena que todos queremos ver.
Elena sintió un calor en el pecho. Le hacía bien tener esa red de afecto que, aunque pequeña, la sostenía. Carla era eso: un ancla.
...----------------...
Cuando sonó el timbre del recreo, Elena se dirigió al árbol grande del patio, ese que ya se había convertido en punto de encuentro. Lucas ya estaba ahí, recostado contra el tronco, con el sol filtrándose entre las hojas sobre su cara. Le sonrió al verla llegar.
— Oh, ¿Qué hacés, modelo de portada?
—¿Otra vez con eso? —rió ella, algo tímida.
—No es broma. Estás radiante hoy.
Daiana llegó detrás, con una gaseosa en la mano, y se sumó a la conversación sorpendida por el cambio de Elena. Entre todos, compartieron algunas risas y comentarios sueltos. Pero Lucas y Elena, sin decirlo, se buscaban con la mirada más seguido. Había algo nuevo entre ellos, algo cómodo. Una confianza que antes no estaba. Cuando los otros se distrajeron hablando de una profesora nueva, Lucas le susurró a Elena:
—¿Querés compartir auriculares a la vuelta?
—¿También volvés en colectivo? —preguntó, sorprendida.
—Sí. Hace unos días. Evito ciertos gritos... vos me entendés, ¿no?
Ella asintió en silencio.
—Hice una lista para vos —agregó, mostrándole su celular—. Se llama “Para cuando te sientas apagada”.
Elena lo miró, conmovida.
—Gracias. De verdad.
—No estás sola. Yo te veo —dijo él, mirándola a los ojos.
Ese “yo te veo” la atravesó. No por lo que decía, sino por lo que significaba. Porque por fin alguien la miraba de verdad, sin juzgarla, sin minimizarla. Y porque por primera vez en mucho tiempo, ella también empezaba a verse a sí misma.
La última hora de clase pasó volando. De regreso
...----------------...
Volvieron juntos en el colectivo. Él le hablaba de música, de películas, de lo que soñaba hacer. Elena lo escuchaba fascinada. Nunca le había pasado esto con nadie. Idealizaba cada gesto, cada palabra. Y no porque fuera perfecta. Sino porque la trataba como nadie lo hacía: con respeto, con ternura, con paciencia. Lucas era su respiro.
Al bajarse, cuando apenas puso un pie en la vereda de su casa, lo primero que escuchó fue la voz áspera de su padre desde la puerta.
—Ya era hora, ¿no? ¿Otra vez ese, quién es?
—Es solo un amigo —contestó sin mirarlo.
—Sí, claro. Un amigo. Así empiezan todas. Después no llores cuando te rompan el corazón, o algo más.
Elena cerró los ojos un segundo. Ya no tenía ganas de discutir. Entró, subió las escaleras sin responder, y se encerró en su cuarto.
Allí, se sacó los zapatos, se quitó el maquillaje con una toalla, y se sentó en la cama con su cuadernito entre las manos. El refugio donde todo podía ser dicho.
Empezó a escribir con fuerza, casi apretando el bolígrafo:
"Hoy me puse linda para mí.
No porque quiera llamar la atención,
sino porque por fin me estoy viendo.
No soy lo que él dice.
No soy una vergüenza.
Soy una chica que quiere sentirse bien con ella misma.
Y eso no es un delito.
Lucas es mi respiro.
Y no me da miedo idealizarlo,
porque cuando me mira, no hay juicio.
No soy rebelde.
Solo quiero ser libre.
Nadie debería vivir sintiéndose menos por ser quien es.
Que no te callen, ni siquiera si lo hacen desde tu propia casa.
Ser familia no les da derecho a lastimarte."
Apoyó el cuadernito en su pecho y cerró los ojos. Horas después, la noche caía en silencio. Pero adentro de Elena, empezaba a amanecer.