La Bruja De Arendelle

DAMON

Los días pasaron y mis heridas habían sanado completamente, esa bruja además de hermosa era muy útil. Ahora entendía por qué mi Padre había insistido tanto en tenerla en Arendelle, ella era muy valiosa y por lo visto no era tonta. Ni siquiera le importó el hecho de que estuve en su casa, dormí en su cama malherido durante toda una noche, sabiendo que quizás alguien podía entrar a la casa y matarla junto conmigo.

Sin embargo...

No podía olvidar su rostro, sus ojos celestes brillantes, su cabello largo y oscuro, sus labios rosados y voluminosos, perfectos y suaves a simple vista, su piel ligeramente oscura pero no tanto.

No era muy alta, pero si tenía un buen físico cuando la hice caer sobre mí. Algo me hizo hacerlo, ni siquiera sabía bien por qué, pero había algo en ella que me hizo hacerlo. Quizá pudo haber sido el olor de su perfume o loción, posiblemente había sido eso. Porque no creía que hubiese otra explicación dado que ella no era mi Mate y aun así mi lobo interior Jacob estaba ansioso y deseoso de oler aquel aroma a sándalo y rosas. Un olor que era imposible de olvidar, refrescante y perfecto, un aroma que ni los mismos dioses podían poseer.

Mi instinto me decía que era ella y por alguna razón, sentía que era cierto, que era ella, debía traerla a mí lo antes posible, tenía que hacerlo; sin embargo, al haber el acuerdo entre las brujas y Arendelle... era complicado dadas las circunstancias en las que se llegó a dicho acuerdo con tal de no desatar peleas sin sentido alguno.

Pero eso no evitaba que hubiese fricciones por parte de los licántropos y brujas. Lo cual era bastante seguido y pese a esas diferencias debía reconocer que las brujas tenían más sentido común que nosotros los licántropos.

Mientras pensaba en ello no me di cuenta de que ya era de noche, en ese momento era luna llena y estaba brillaba en máximo esplendor, su luz tan brillante y hermosa iluminaba toda la habitación que estaba a oscuras. La oscuridad de la habitación se veía opacada por la luz de la luna.

Cerré los ojos un momento y de pronto me vino a la mente el rostro de esa bruja, nuevamente. Llevaba noches sin poder conciliar el sueño, la veía en mis sueños, en mis pensamientos, había momentos en los que simplemente no podía concentrarme en mi trabajo por el simple hecho de pensar en ella. Abrí los de golpe y pensé en que nada podía hacerme caer bajo el encanto de una bruja como ella.

Suspiré mirando el color gris de las mantas qué cubrían mi cuerpo del frío pese a que no sentía frío en las noches aun así me gustaba sentir la calidez de una manta porque eso me recordaba las noches en las que mi Madre me abrazaba y me cantaba una canción nórdica de la cual no recuerdo el nombre, recordaba perfectamente su voz tan dulce y melodiosa, cuya voz era capaz de calmar hasta la bestia más feroz.

Me daba igual que esa mujer fuera una bruja, debía traerla a mi lado, necesitaba saber sí ella era mi Mate y para ello tenía que hacer que su aroma hiciese acto de presencia.

(***)

 No pude conciliar el sueño en toda la noche, necesitaba saber cómo estaba ella, qué estaba haciendo y sobre todo qué le gustaba, qué cosas no le gustaban, necesitaba tanto saber eso pese a que ella no era mi Mate, pero mi corazón y mi lobo interior me decían lo contrario, mientras que mi mente y lógica decían que eso era imposible. Sin embargo; siempre había escuchado que el corazón de un licántropo jamás se equivoca cuando de su Mate se trata. Así que debía ser verdad.

Salí de mi oficina dejando todo el papeleo de todos los nuevos miembros que recién habían venido a vivir a Arendelle. Lo cual era sumamente estresante.

Decidí ir de incógnito al pueblo a respirar aire fresco esperando poder despejar mi mente. Me vestí de forma simple y ordinaria, un pantalón de mezclilla y camiseta blanca, encima llevaba una chaqueta negra con cierre y bolsillos a los lados, zapatos deportivos negros y por supuesto lentes de sol para darle un toque a mi atuendo.

Mientras caminaba por las calles del pueblo, en específico en el mercado, donde había mucha gente comprando en los puestos desde lo más básico e importante hasta lo más absurdo. Entonces sin esperarlo..., la vi a ella caminando justo frente a mí yendo en la dirección contraria, llevaba puesta una capa negra con capucha, pero su rostro no estaba cubierto al contrario en este tenía una auténtica sonrisa dibujada en su bello rostro. Sus mejillas estaban ruborizadas dándole ese toque tan auténtico y adorable.

Ella vestía con un vestido azul cielo y zapatos de piso sencillos del mismo color del vestido. Entonces se quitó la capucha dejando ver su hermoso cabello largo hasta la cintura. En ese momento ella miró hacia donde estaba y miró directamente hacia donde me encontraba. Su mirada se tornó seria, borrando todo rastro de aquella sonrisa angelical.

Caminó en dirección hacia mí y entonces sin esperarlo, ella me miró y dijo:

—Su Majestad—. Habló en voz baja haciendo una reverencia corta y discreta. Eso me puso algo nervioso, pero eso no evitó que mantuviera la calma.

—¿Cómo supiste que era yo?—Le pregunté. Se sonrió en modo de burla. Típico de las brujas.

—Es imposible olvidar al hombre que salvé hace solo una semana y por lo visto ya se recuperó por completo. Es un alivio—. Dijo manteniendo su sonrisa.

—Vaya. Creí que era discreto, pero por lo visto no lo soy. Por cierto... ¿Qué hace una bruja como tú aquí? Por lo que sé ustedes las brujas muy rara vez salen de sus cuevas—. Se rio.

—Vine porque necesito algunos ingredientes para unas medicinas que me pidieron; sin embargo, hoy tuve la mala suerte de venir antes de tiempo y por ende no encontrado todo lo que necesito para hacer las medicinas—. Habló algo apenada.

—Tal vez pueda ayudarte—me miró con desconcierto.

—¿Cómo?—Preguntó aún desconcertada.

—Dame tu lista.—Me dio la lista que llevaba consigo en su canasta.

—¿Qué es el Rooibos?

—Es una planta que ayuda en el embarazo porque contiene antioxidantes que son buenos para ello, además de prevenir alergias—. Me explicó.—Es de origen sudafricano y es difícil de encontrar en esta temporada, siendo primavera es complicado hacer que crezca, solo crece en verano, entre diciembre y febrero, pero por desgracia hubo alguien que me ganó y se llevó toda la que había. Ni modo tendré que buscar la forma de hacer la medicina sin esa planta—. Dijo con resignación.

—Puedo ayudarte a conseguirla.—Y así lo hice. Luego de un par de llamadas y favores, finalmente conseguí la planta para, que para mi sorpresa ella se mostró sorprendida, pero a la vez tajante cuando dijo:

—Gracias, por su ayuda Su Majestad. Le agradezco, mucho este gesto—. Tomó la canasta llena con la planta y demás, ni siquiera sonrió y mucho menos mencionó alguna forma de agradecimiento hacia mí.

—¿Es todo lo que dirás?—Me miró.

—¿A qué se refiere?—Se mostró sorprendida.

—¿Acaso... no te das cuenta de por qué hice esto?—Ella no supo responder.

—Lo siento Majestad, sí entiendo su punto, pero sinceramente no busco nada de usted y no tiene por qué pagarme el favor de haberlo salvado ese día. Y sí lo que busca es que no diga nada, no se preocupe ese asunto no es cosa mía y sinceramente es más fácil fingir no saber nada—. Ella tenía un buen punto, pero... ella no entendía que esto no solo lo hacía para ayudarla sino porque... deseaba ver y conocer cada una de sus expresiones, y hacerle saber que siempre que necesitara algo allí iba a estar.

—Vaya, eres muy honesta. Es claro que eres una bruja que sabe cuando meterse en un asunto y cuando no hacerlo.

Ella no dijo nada y simplemente se encogió de hombros.

Pronto ella se fue sin decir mucho y se desvaneció entre la gente que iba pasando. Esa mujer era todo un misterio y aun así no pude percibir su aroma, sabía esconderlo bien.

Sin embargo no iba a rendirme e iba a conseguir que ella lo hiciera cuando menos se lo esperara.