Fernanda Salas, es una joven llena de optimismo, amante de la lectura y de la vida. Para ella no hay problema que no tenga solución, incluso cuando las cosas van mal en su vida, ella siempre mantiene una sonrisa.
Sin embargo, cuando es despedida de cada uno de los trabajos a los que aplica, ella no puede seguir siendo optimista, más cuando llega a la conclusion que la razón detras de sus despidos es el extremadamente guapo y frío CEO Max Hidalgo.
Fernanda deduce que aquel hombre guapo y rico quiere mantener una relación de sumisión con ella, tal como la de esos CEOs despiadados de las novelas webs.
Pero, ¿ella estará en lo correcto?, ¿será que sus desafortunados encuentros se deben a algún plan malévolo o solo serán casualidades del destino?
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Max: No hables así de una dama
Suspiré mientras miraba el montón de documentos encima de la mesa. Todo era un gran desastre. Sacudí la cabeza al recordar la mirada de aquella mujer antes de salir de la oficina junto con Carlos. Luego contemplé a Deán, uno de los socios comerciales con el que iba a hacer un tratado comercial, sin embargo, al notar su rostro lleno de impaciencia, tuve un ligero dolor de cabeza.
—Lo siento, programemos la reunión para otro día.
Deán negó con la cabeza para luego levantarse y extender su mano.
—No te preocupes Max. Esta reunión solo es una mera formalidad. Hablemos de ello más tarde.
Al escuchar sus palabras supe que la situación estaba estable. Pero estaba más que claro que este zorro astuto iba a aprovechar la situación para sacar ventaja, pero a pesar de saber sus planes, no había nada que pudiera hacer. En este momento necesitaba de manera urgente estabilizar la situación en el mercado de valores luego de todos los escándalos en los que se había visto mi familia en este año. Por lo que, estreche su mano en respuesta.
—Está bien. Si necesitas algo solo házmelo saber.
— Claro, estaré en contacto contigo — Deán, al notar como un agua turbia descendía por sus zapatos, me dio una sonrisa llena de impotencia — La próxima vez, elige muy bien a tu personal, esta es la primera vez que me ha pasado este tipo de situación. ¿Acaso esa mujer tiene manos de mantequilla, siquiera recibió capacitación? Me alegro de que la hayas despedido.
Guardé silencio al escuchar sus palabras.
Deán sacudió de nuevo su cabeza, me dio un ligero asentimiento y luego salió de la oficina. Una vez me quedé solo, desate mi corbata y pase una mano sobre mis cabellos. Cerré los ojos tratando de calmar mis emociones. Sin embargo, la imagen que acudió a mi mente fue un recuerdo perturbador, de un pasado que desearía olvidar, pero que me persigue cada día de mi vida, sobre todo en las noches, impidiendo que concilie el sueño.
Mientras tomaba una pastilla para el dolor de cabeza, regresó Carlos, su rostro estaba lleno de molestia.
— Esa mujer, ¿en dónde se supone que tiene sus ojos? Parece que solo se unió a la compañía para tener una oportunidad con usted, jefe — mencionó mi asistente con un tono lleno de reproche una vez dentro de la oficina —. Quizás todo eso de ella tirando el café fue una táctica para subirse en su cama. Ese es un truco tan viejo, lo ha de haber aprendido en la televisión. Conozco a las de su tipo, solo…
— No hables así de una dama, Carlos — interrumpí sus palabras ofensivas.
Carlos era mi asistente desde hace más de 10 años, era una de las pocas personas más cercanas a mí. Más que un asistente, era mi amigo. Sin embargo, a pesar de que era muy bueno en su trabajo, tenía un único defecto y esa era su lengua. Tendía a ser un poco entrometido y hablador, por lo que siempre tenía que corregirlo.
— Pero, ella se lo estaba comiendo con la mirada, jefe. No me lo va a negar…
Cuando notó mi mirada gélida, sabiamente, guardó silencio.
— Me iré a cambiar de ropa, hasta que regrese, ten listo los documentos del nuevo proyecto de licitación.
— Está bien.
— Y sobre la joven, habla con recursos humanos para que le debiten su salario por los días en los que ofreció sus servicios.
— ¿Le va a pagar, jefe? Por causa de esa mujer no pudo cerrar el acuerdo con el señor Deán. Ella es la que debería pagarnos por daños y perjuicios.
— Haz lo que te he dicho — le dije con la voz seria.
Después de todo, me gustaba ser una persona transparente y ética. Además, no podía dejarme llevar por mis propios prejuicios personales.
Carlos me miró para luego asentir. — Está bien, hablaré con recursos humanos.
Tras escuchar su respuesta entré a la habitación que tenía en la oficina y busqué una muda de ropa para cambiarme. Cuando estuve listo, recibí una llamada, era de parte de mi hermano Alejandro.
Con algo de confusión respondí.
— Hola.
— Tío Max, tío bello, feliz cumpleaños, tío guapo, tío lindo como un renacuajo, feliz cumpleaños, besos y abrazos ~~
Al escuchar el dulce canturreo de Milena, mi pequeña sobrina de 5 años, sonreí.
— No le digas renacuajo a tu tío Milena, no seas traviesa — escuché que la regaño mi hermano, Alejandro —. Feliz cumpleaños, Max.
— Gracias, ¿cómo has estado? — le pregunté.
— Bien, te llamaba para invitarte a cenar esta noche, si estás disponible, ¿cierto?
— Tengo algo que hacer.
— No todo es trabajo, Max. La compañía no se va a ir abajo. Ven, Milena y Andresito desean verte, yo también, hermano.
Dude por un momento, pero al final decliné su oferta. Tenía un mundo de cosas que hacer que no podían esperar.
— Lo siento, pasaré el fin de semana por tu casa —tras decir aquello, colgué la llamada.
Con sentimientos encontrados me acerco hasta la ventana y miro hacia el cielo que se encontraba nublado, solté un suspiro al sentir como el dolor en mi cabeza se incrementa. Desde mi altura, ya sea las personas, o las cosas alrededor, se veían como pequeñas hormigas. Y aunque parecía que estaba en el lugar más alto de la pirámide, no pude sentirme contento. Por alguna razón me sentí solo, muy solo al recordar la razón por la que ahora me encontraba sentado en este trono.
Todo lo que pasó con mi familia, el año pasado, todo lo que tuve que afrontar, el dolor y la pérdida. La desesperación que sentí en aquel entonces era algo que no podía olvidar con facilidad y que me seguía como un fantasma feroz, acechando en las sombras.
Cuando cerraba los ojos, imágenes atroces inundaban mi mente y hacían que el dolor en mi alma se hiciera más fuerte.
Sangre, había sangre, oscuridad, mucha oscuridad.
Mi corazón empezó a latir rápidamente. El año pasado fue doloroso, no solo para mí, sino para toda mi familia, fue un año lleno de perdida, un año lleno de dolor y desesperación.