Hace años, seis cristales sellaron a Lord Oscuro, un ser tan poderoso que corrompía el mundo. Ahora, un nuevo enemigo quiere liberarlo… y solo un joven con un poder desconocido puede detenerlo.”
Lloyd jamás pensó ser el Elegido de la Esencia Esmeralda. Ahora, arrastrado por una profecía y perseguido por Xandros, deberá decidir entre huir… o salvar al mundo.
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"Viejo Amigo"
Escena 1 - Almacén de herramientas, prepa]
El aire olía a polvo viejo y madera húmeda. Había cajas con clavos oxidados, frascos de pintura seca, botellas de limpiador rotas y estantes repletos de herramientas sin usar desde hacía años.
Lloyd estaba sentado sobre un banco bajo, con el uniforme escolar algo sucio de polvo y tierra. Balanceaba sus pies contra el piso, sujetando la escoba con ambas manos como si fuera un arma, su ceño fruncido y su expresión llena de irritación infantil.
> Lloyd (bufando, con tono infantil y molesto, moviendo los pies con desesperación):
-No es justo... solo porque accidentalmente lancé mi mochila a la ventana... ya nos ponen a limpiar este basurero todo el día...
Su voz temblaba de fastidio genuino, como un niño castigado sin entender su culpa.
Ryan, de pie junto a un estante, acomodaba tornillos en frascos con rapidez. Sin mirarlo, soltó una carcajada baja y burlona.
> Ryan (tono divertido, sin voltear, con burla juguetona):
-¿Accidentalmente? Bro... yo vi cuando la aventaste directo después de que Vanessa te dijo "inútil en matemáticas". Fue como ver un perro enojado lanzando su juguete al suelo.
Lloyd infló las mejillas y frunció más el ceño, volteando hacia él con sus grandes ojos verdes brillando de vergüenza.
> Lloyd (voz aguda, genuinamente confundido e indignado):
-¡Es que me enoja! Siempre se burla... además... ¿quién pone ventanas tan cerca de las mesas? Es una trampa... ¡seguro lo hicieron a propósito!
Nathan estaba en lo alto de una repisa, limpiando telarañas. Se giró con una sonrisa burlona y sus ojos castaños chispeando con malicia.
> Nathan (voz relajada y burlona, inclinando la cabeza con coquetería):
-Sí, claro... seguro la ventana se movió y chocó con tu mochila. Mejor apúrate, príncipe esmeralda, antes de que el profe llegue y te deje limpiando hasta el atardecer.
Christian, sentado en cuclillas junto a la puerta, revisaba focos rotos y los ponía con cuidado en una caja. Su expresión era calmada y su voz sonó suave, sin dureza.
> Christian (con calidez tranquila, sin alzar mucho la voz):
-No importa cómo pasó... lo importante es dejar esto limpio. No queremos que alguien se lastime... especialmente niños pequeños.
Lloyd lo miró un segundo, su enojo desinflándose un poco ante la serenidad de Christian. Bajó la mirada y comenzó a barrer el piso polvoso, murmurando en voz baja.
> Lloyd (con tono infantil, fastidiado pero resignado):
-Sí, sí... lo que digas, sensei de la tierra...
Ryan estornudó al levantar polvo y su carcajada nasal retumbó en el almacén. Miró a Nathan con una sonrisa llena de picardía.
> Ryan (tono bromista y orgulloso, con malicia divertida):
-¿Te imaginas que aparezca un ratón y Lloyd salga corriendo gritando como niña?
Nathan sonrió de lado, con un brillo burlón en su mirada mientras bajaba de la repisa.
> Nathan (burlón y coqueto, empujándolo suavemente con el codo):
-No gritaría como niña... gritaría como Camila cuando Lloyd la hace enojar.
Los tres rieron suavemente mientras Lloyd los miraba con el rostro rojo como un tomate, sus labios formando un pequeño puchero avergonzado.
🧹 [Escena 2 - Canchas exteriores, horas de servicio]
El viento era fresco y barría las hojas secas acumuladas. Los árboles formaban un perímetro verde alrededor de las canchas, dejando caer flores blancas con cada brisa suave.
Camila barría con fuerza, su cabello oscuro atado en una coleta alta que oscilaba con cada movimiento preciso de su escoba. Su mirada estaba concentrada y su frente brillaba con gotas finas de sudor.
Diana caminaba detrás de ella, su escoba demasiado grande para su estatura. Intentaba imitar los movimientos de Camila, pero con cada paso, la escoba chocaba contra los tenis blancos de su amiga.
> Diana (con risa suave, su voz dulce y avergonzada):
-Ups... perdón, Camila... no soy muy buena en esto... la escoba es más alta que yo...
Sus ojos brillaban de ternura y su sonrisa iluminaba su rostro infantil.
Camila se giró con lentitud y suavidad. Su expresión seria se relajó, mostrando un atisbo de dulzura.
> Camila (voz calmada y firme, con calidez suave):
-No te preocupes, Diana. Solo hazlo despacio... paso por paso. Mira...
Le tomó las manos y le enseñó el ángulo correcto.
Vanessa, más alejada, barría la orilla de las gradas con movimientos rápidos y precisos. Sus ojos celestes no se apartaban del piso y su expresión era seria como siempre. Suspiró con fastidio y habló sin mirarlas.
> Vanessa (voz fría y sarcástica, tono cortante):
-Si barrieras con esa filosofía tan lenta en mis entrenamientos... no terminarías ni en un año.
Diana infló los cachetes con un puchero, girándose hacia ella con el ceño fruncido.
> Diana (voz infantil, ofendida y genuina):
-¡Oye! No seas mala... además, tú eres como un robot, Vanessa. ¡Ni siquiera te cansas!
Camila sonrió levemente, con un suspiro pequeño que relajó sus hombros tensos. Volvió a barrer, su mirada fija en el suelo.
> Camila (voz suave y analítica, con autoridad tranquila):
-Aunque... es bueno ser disciplinada como Vanessa, Diana. Pero también está bien tomarse tiempo para aprender... la rapidez no siempre significa perfección.
Vanessa detuvo su escoba un momento. Sus ojos fríos se suavizaron apenas un segundo, volviéndose hacia Diana. Su expresión seguía seria, pero su tono bajó sutilmente.
> Vanessa (voz fría, con un leve tono cálido casi imperceptible):
-Hazlo como quieras... pero no te quedes atrás.
Diana abrió los ojos con sorpresa y luego sonrió ampliamente, como si Vanessa le hubiera dado el mejor cumplido del mundo.
> Diana (voz dulce, con alegría genuina):
-¡Sí, robot sensei!
Vanessa chasqueó la lengua y volvió a barrer con rapidez, pero el leve sonrojo en sus orejas era visible.
El sol suave de la mañana iluminaba el patio, reflejándose en las canchas y haciendo brillar el polvo que Diana levantaba al barrer con torpeza. Su escoba era tan grande como ella y se balanceaba de un lado a otro sin control.
Vanessa, que barría cerca, detuvo sus movimientos precisos al sentir motas de polvo caerle sobre sus calcetas blancas impecables. La miró con frialdad y sacudió su falda con un gesto casi elegante, aunque lleno de desprecio.
> Vanessa (mirándola con frialdad, su voz gélida y cortante):
-¿Puedes... no barrer como huracán? Mis calcetas blancas no necesitan tierra extra hoy, gracias.
Sus ojos azules la analizaron con dureza antes de volver a su escoba.
Diana se encogió un poco, abrazando el palo de su escoba con ambas manos mientras reía nerviosa, sus mejillas sonrojadas.
> Diana (voz suave, con risa nerviosa, mirando su escoba con timidez):
-Perdón... es que... está muy grande para mí. Se me va para todos lados...
Camila, que barría a su lado con movimientos firmes y fluidos, sonrió levemente sin dejar de mover la escoba. Su coleta alta oscilaba con gracia cada vez que giraba las muñecas con disciplina.
> Camila (voz calmada y suave, sin mirarlas directamente, con tono analítico):
-Solo inclínala un poco más, Diana... y hazlo con ritmo. Respira y usa el peso de tus brazos, no solo las manos.
Diana la miró con un brillo lleno de admiración en sus grandes ojos castaños. Su sonrisa se amplió con ternura y emoción genuina.
> Diana (voz infantil, llena de calidez y alegría):
-¡Eres como una maestra, Cami! Siempre sabes cómo enseñarme... aunque sea algo tan simple como barrer.
Vanessa resopló con sarcasmo, girando los ojos antes de volver a sus movimientos rápidos y precisos, su falda moviéndose con elegancia disciplinada.
> Vanessa (voz fría y directa, cargada de impaciencia):
-Solo no tardes una hora en aprenderlo. No quiero estar aquí cuando el sol pique más fuerte.
Su tono era duro, pero al final su voz bajó apenas, casi imperceptiblemente suave.
Diana infló los cachetes, haciendo puchero, mientras bajaba la mirada con leve tristeza. Sin embargo, pronto sonrió, interpretándolo como preocupación de Vanessa.
> Diana (voz dulce, con una pequeña risa tímida):
-Sí, sensei robot... lo haré rápido.
De pronto, un grito retumbó en todo el patio, rompiendo el silencio de la mañana.
> Ryan (gritando con voz ronca y llena de furia contenida):
-¡¡HIJO DE TU MADRE, VEN AQUÍ!!
Entre las gradas y los árboles, apareció Lloyd corriendo a toda velocidad, su cabello castaño revuelto como siempre y su corbata escolar colgando desordenada. Sus ojos verdes estaban llenos de pánico infantil mientras esquivaba bancas y piedras, brincando con torpeza.
Se detuvo de golpe detrás de Camila y Diana, respirando agitado, encorvándose mientras usaba a ambas como escudo.
> Lloyd (con tono suplicante e infantil, su voz temblando mientras se abrazaba a Diana):
-¡Por favor cúbranme! ¡Está loco, me va a matar!
Vanessa los observó con absoluta indiferencia, levantando una ceja y apartándose sin dudarlo para no verse involucrada.
> Vanessa (seca y sarcástica, sacudiendo su falda con elegancia fría):
-No cuentes conmigo para tus idioteces, Varek.
Camila lo miró con serenidad, sus ojos oscuros analizando su expresión y postura con calma.
> Camila (tono calmo y analítico, sin detener sus movimientos de barrido):
-¿Ahora qué hiciste, Lloyd...?
Lloyd soltó una pequeña risa nerviosa, sus mejillas enrojecidas mientras miraba hacia el suelo con inocencia infantil.
> Lloyd (voz suave, como si fuera un niño confesando un travesura):
-Encontramos una rata muerta en el almacén... y... se la lancé a Ryan... solo para ver su cara.
Levantó la mirada con una sonrisa avergonzada.
Diana soltó una carcajada aguda, tapándose la boca con sus manos pequeñas mientras sus ojos brillaban de diversión.
> Diana (riendo suave, con tono infantil lleno de alegría):
-¡Ew, Lloyd! Pero... ¡qué divertido! Seguro puso cara de limón agrio.
En ese momento, Ryan apareció desde la entrada de las canchas, su uniforme sucio de polvo y su cabello negro desordenado por la carrera. Su ceja temblaba de pura furia contenida mientras apretaba los puños con fuerza.
> Ryan (voz fuerte, cargada de rabia y humor mezclados, casi rugiendo):
-¡¡Te juro que si no sales de ahí ahora, te haré comer esa rata con todo y cola!!
Lloyd chilló con risa nerviosa y salió corriendo de nuevo, agitando los brazos mientras su risa infantil resonaba por todo el patio.
> Lloyd (mientras corría, con voz burlona y cantarina):
-¡¡Jajaja, ni me alcanzas, anciano ardido!!
Ryan rugió un insulto ahogado y lo persiguió a toda velocidad, dejando una nube de polvo tras de sí. Vanessa los siguió con la mirada, su expresión llena de absoluto desprecio, mientras Diana los observaba con sus ojos grandes llenos de diversión y ternura.
Camila volvió a barrer en silencio, sus ojos oscuros fijos en el piso mientras escuchaba a Diana contarle con emoción sobre su clase de matemáticas. De pronto, un toque suave en su hombro la hizo girar con rapidez.
Sus ojos se abrieron con sorpresa y sus labios temblaron ligeramente.
> Camila (voz baja, temblorosa y sorprendida, sus mejillas sonrojadas):
-Za... Zarek... ¿?
Frente a ella estaba un joven alto, de hombros anchos, cabello negro azabache perfectamente peinado y ojos marrón oscuro que la miraban con calidez y nostalgia. Su uniforme estaba impecable y su postura, firme y confiada.
> Zarek (voz grave y cálida, mirándola directo a los ojos con suavidad):
-Cuánto tiempo sin verte, Camila...
Sin darle tiempo de reaccionar, la atrajo hacia un abrazo firme, rodeándola con su brazo fuerte. Camila se quedó quieta, con las manos alzadas sin saber dónde ponerlas, su rostro rojo como un tomate mientras su corazón latía con fuerza.
> Camila (voz baja, tímida y temblorosa):
-E-Esto... yo... pensaba que... te habías mudado...
Zarek se separó un poco, manteniendo sus manos firmes en sus hombros, mirándola con una leve tristeza en sus ojos cálidos.
> Zarek (voz calmada, con un dejo de melancolía):
-Así fue... pero... mi mamá consiguió un mejor trabajo aquí. Volvimos hace dos días.
Camila bajó la mirada, sus mejillas aún encendidas mientras su respiración se tranquilizaba. Diana los observaba con curiosidad infantil, masticando un dulce de tamarindo con su característico brillo inocente en los ojos.
> Diana (voz dulce y curiosa, ladeando su cabeza):
-¿Quién eres tú? ¿Eres amigo de Camila? Te ves muy... fuerte.
Antes de que Zarek respondiera, Ryan y Lloyd regresaron corriendo, ambos jadeando con el pecho agitado. Ryan se lanzó sobre Lloyd y lo tiró al suelo, sentándose sobre su espalda con una expresión de victoria mientras Lloyd reía sin parar, incluso aplastado.
> Lloyd (voz ahogada por el piso, riendo con carcajadas infantiles):
-¡Jajajaja ya déjame... pesado...! ¡No puedo respirar!
> Ryan (gruñendo con media sonrisa, sacudiéndolo del cabello con rudeza pero sin verdadera maldad):
-Te lo merecías, idiota...
Ambos levantaron la mirada al escuchar las risas suaves de Camila. Vieron a Zarek de pie frente a ella. Ryan frunció el ceño de inmediato, su expresión cambiando a una más fría y desconfiada mientras ayudaba a Lloyd a levantarse con brusquedad.
> Ryan (con tono serio y un matiz de desconfianza):
-¿Y este quién es...?
Lloyd, con su cabello despeinado y una mancha de tierra en la mejilla, parpadeó un par de veces, confundido. Pero pronto sus ojos verdes brillaron con reconocimiento.
> Lloyd (voz alegre, levantando una mano para saludar, su tono infantil y despreocupado):
-¡Ah! Zarek... ya me acordé. Eres el grandote que venía por Camila en primaria, ¿no? Siempre la seguías como perrito.
Zarek lo miró con su expresión calmada, pero su ceja tembló levemente ante el comentario. Aun así, le sonrió con educación forzada y le extendió la mano con firmeza.
> Zarek (tono grave, firme, pero con sonrisa educada y fría):
-Así es... mucho tiempo sin verte, Lloyd.
Lloyd tomó su mano y la sacudió con fuerza, sonriendo sin notar que Zarek apretaba cada vez más su mano. Finalmente, Lloyd soltó un pequeño gemido de dolor, intentando zafarse.
> Lloyd (riendo con incomodidad, sacudiendo su mano adolorida):
-¡Auch... tienes fuerza...! Bueno... jeje... bienvenido de regreso...
Zarek suelta la mano de Lloyd de golpe. Lloyd sacude su mano un poco adolorido, pero sonríe como si nada hubiera pasado, sin notar la tensión. Sin embargo, Ryan, que observa todo con atención, frunce el ceño y cruza los brazos.
> Ryan (tono serio, voz baja mientras mira a Zarek con desconfianza):
“Oye, Lloyd… ven, necesito hablar contigo.”
Lloyd lo mira curioso.
> Lloyd (con voz despreocupada, rascándose la nuca):
“¿Eh? ¿De qué o qué? ¿No ves que estamos saludando?”
> Ryan (insistente, inclinándose hacia él y susurrando):
“Ven. Ahora.”
Ryan lo toma del hombro y se lo lleva unos pasos lejos de Zarek y Camila, mientras Zarek aprovecha para mirar a Camila con una sonrisa suave. Diana sigue ahí, masticando su dulce de tamarindo con curiosidad.
> Zarek (con voz grave y cálida, mirándola a los ojos):
“Y dime… ¿Sigues viviendo en la misma casa? ¿En la colonia de antes…?”
Camila parpadea, algo desconcertada, pero asiente con su calma habitual.
> Camila (voz serena, algo tímida):
“Sí… ¿por qué lo preguntas…?”
Zarek baja la mirada, con una sonrisa que oculta un matiz de frialdad.
> Zarek (tono calmo pero con un brillo extraño en los ojos):
“Quiero ir a visitar a mi maestro. A Gabriel.”
Diana, al escucharlo, abre grande sus ojos y se adelanta emocionada.
> Diana (voz alegre y sorprendida):
“¡¿Espera, tú también eras alumno del señor Gabriel!”
Zarek ríe bajo, asintiendo mientras pasa una mano por su cabello oscuro.
> Zarek (con cierto orgullo):
“Sí… fui su mejor alumno. El maestro de la telequinesis.”
Diana abre aún más sus ojos y brinca ligeramente, emocionada.
> Diana (voz llena de brillo):
“¡¿En serio?! ¡Muéstrame, muéstrame!”
Zarek sonríe de lado, alzando su mano con calma. Sin esfuerzo, hace que una rama seca tirada a unos metros se levante suavemente y gire en el aire. Diana aplaude suavemente, maravillada.
> Diana (voz infantil, fascinada):
“¡Woaaah! ¡Eso es increíble! ¡Voy a contarle a Vanessa!”
Rápidamente corre hacia donde Vanessa barre sola en la cancha. Camila mira a Zarek con una expresión seria, como conteniendo algo dentro. Se arma de valor y baja un poco la voz.
> Camila (voz firme, seria pero suave):
“Zarek… ya no estás enojado… ¿verdad?”
Zarek la mira con una sonrisa que parece pacífica, pero sus ojos muestran un destello amargo.
> Zarek (con tono suave, casi melancólico):
“¿Enojado? ¿Por qué estaría enojado…?”
Camila baja la mirada, su cabello castaño cubriéndole un poco el rostro.
> Camila (voz baja, un poco culpable):
“Por… no haber sido tú… el elegido. Perdón… no quise recordártelo…”
Zarek la observa en silencio por un segundo. Sus labios forman una pequeña sonrisa, pero sus ojos marrones muestran un frío apenas perceptible.
> Zarek (voz calmada, acariciándole la mejilla con sus dedos ásperos):
“Ya no me importa, Camila. Eso es cosa del pasado…”
Camila asiente, aliviada, pero no puede evitar notar algo extraño en su mirada. Antes de que pueda decir algo más, Zarek baja su mano y su sonrisa se vuelve más amplia.
> Zarek (tono misterioso, con un brillo retorcido en sus ojos):
“Además… escuché que el elegido apareció. Últimamente en las noticias… hablan de un grupo de chicos protegiendo la ciudad… me gustaría conocerlo.”
Camila traga saliva con nerviosismo. Sus manos aprietan el palo de la escoba mientras sonríe débilmente.
> Camila (voz baja, nerviosa):
“Je… je… sí… tal vez…”
De pronto, Zarek le toma el mentón con cuidado y la mira directo a los ojos, sus labios formando una suave sonrisa.
> Zarek (voz grave y suave):
“Nos vemos, Camila.”
Se gira y se aleja con pasos firmes y elegantes. Camila se queda congelada en su lugar, con el rostro completamente rojo. En eso, Diana vuelve corriendo y la mira con picardía.
> Diana (voz juguetona, cantarina):
“Uuuuuy~ amorcitoo~”
Camila, sobresaltada, la golpea suavemente en el brazo con su escoba mientras su rostro enrojece aún más.
> Camila (voz temblorosa, avergonzada):
“¡No digas tonterías, Diana!”
Ryan cruza los brazos mientras observa de lejos a Zarek marcharse. Mira a Lloyd, quien sacude su mano adolorida pero sonríe como si nada.
> Ryan (voz seria y baja, mirándolo fijamente):
“¿Te diste cuenta de eso…?”
Lloyd parpadea, ladeando la cabeza como un cachorro confundido.
> Lloyd (voz inocente y curiosa):
“¿De qué hablas…? ¿De que casi me rompe la mano? Jejeje, solo estaba feliz de verme, supongo.”
Ryan suspira, pasando su mano por su cabello con frustración.
> Ryan (voz cargada de preocupación y dureza):
“No seas idiota, Lloyd. Ese tipo… no le agradas. Se notaba en su mirada. Ten cuidado.”
Lloyd ríe despreocupado mientras se rasca la nuca.
> Lloyd (voz infantil y relajada):
“Ay Ryan… estás loco. Zarek es buen tipo. ¡Era amigo de Camila! ¿Cómo no me va a querer a mí?”
Ryan lo mira con resignación, sacudiendo la cabeza mientras observa de nuevo hacia donde Camila se quedó mirando a Zarek.
> Ryan (voz baja, para sí mismo):
“A veces… no entiendo cómo sobrevives, en serio…”
En ese momento, suena el timbre de cambio de clase. Ambos se miran y suspiran al unísono.
> Lloyd (con tono alegre, sin preocupaciones):
“¡Hora de educación física, vamos!”
> Ryan (resoplando, caminando tras él):
“Algún día, Lloyd… algún día abrirás los ojos.”
[Escena – Al día siguiente... Monasterio Solenne, patio de entrenamiento]
El sol matutino iluminaba el amplio patio de piedra, revelando cada grieta y musgo en los bordes. El eco de golpes, pasos y respiraciones agitadas llenaba el lugar como un tambor de guerra.
Ryan, Nathan, Christian y Vanessa entrenaban juntos, formando un círculo alrededor de Francisco. Él los observaba con sus manos cruzadas detrás de la espalda y esa expresión calmada que siempre parecía leer sus pensamientos más oscuros.
Sin previo aviso, Nathan se lanzó primero, intentando un giro rápido para inmovilizarlo. Su cabello castaño voló con su movimiento ágil, pero Francisco simplemente inclinó su cuerpo con gracia, dejando pasar el ataque como si fuera viento.
> Nathan (chasqueando la lengua con frustración, su voz cargada de orgullo herido mientras lo observa con sus ojos marrones entrecerrados):
—Tch… no puede ser… es como si flotaras, viejo. ¿Acaso pesas menos que tus palabras?
Francisco sonrió con calma, sin responder. Christian se adelantó con pasos firmes, sus hombros anchos tensos mientras intentaba derribarlo con un empuje directo y sólido. Francisco giró sobre su pie, colocó su mano en su hombro y detuvo su avance con un movimiento tan suave como firme.
> Francisco (voz tranquila, casi amable, su mirada llena de serenidad mientras lo observa a los ojos):
—Más peso en tus caderas, Christian. Recuerda… tu fuerza nace de la tierra, no de tus brazos.
Su voz era tan pacífica que casi parecía un consejo de padre.
Christian retrocedió, asintiendo con respeto. Su respiración era profunda y sus cejas estaban fruncidas con concentración. Mientras tanto, Vanessa, que los observaba con sus ojos azules fríos y calculadores, dio un paso al frente sin dudar. Lanzó un ataque rápido directo al cuello de Francisco con su mano extendida como una cuchilla de hielo.
Francisco la bloqueó con su antebrazo y la giró con un solo movimiento elegante, haciéndola perder el equilibrio por un instante. Ella apenas se reincorporó, su respiración era calmada, pero su ceño estaba fruncido con frialdad.
> Vanessa (voz gélida y sarcástica, secándose con elegancia el sudor de la frente):
—Hmph… qué molesto eres. Ni siquiera usas tu fuerza, ¿o es que no tienes?
Sus palabras eran veneno puro, pero su mirada estaba cargada de respeto silencioso.
Finalmente, Ryan, que observaba con sus ojos oscuros cargados de fuego y orgullo, estalló. Su respiración era agitada y su mandíbula temblaba de frustración.
> Ryan (gritando con voz grave, su tono cargado de furia y desafío):
—¡YA BASTA!
Con un rugido, comenzó a lanzar golpes rápidos y fuertes, cada uno cargado con toda su rabia contenida. Francisco se movía como un espectro, esquivando sin esfuerzo, sus túnicas blancas ondeando con cada giro. Ryan soltó un rugido profundo y fue por un gancho directo a su rostro, su puño envuelto en un leve calor rojizo.
Pero antes de que pudiera tocarlo…
Un golpe veloz y seco impactó directo en su estómago. Ryan se dobló con un gemido ronco de dolor, tosiendo saliva al suelo. Frente a él estaba Danna, su uniforme perfectamente limpio, sus ojos oscuros mirándolo con absoluta indiferencia mientras retiraba su puño con elegancia letal.
> Danna (voz calmada pero cortante, sus palabras como cuchillas de obsidiana):
—Levántate. Si peleas así… jamás serás un rival digno de respeto.
Su mirada era fría como la luna nueva.
Ryan respiró agitado, limpiando con el dorso de su mano la saliva que escurrió de su boca, y la miró con furia e inseguridad mezcladas en sus pupilas.
> Ryan (voz grave, jadeante, con un atisbo de arrogancia herida y fuego en la mirada):
—¿Ah, sí? ¡Pues ven aquí y dímelo de frente!
Con un rugido, se lanzó contra ella con velocidad. Danna inclinó su cuerpo hacia un lado con agilidad felina y, sin esfuerzo, lo sujetó del brazo, usando su propia fuerza contra él para derribarlo al suelo con un fuerte impacto que retumbó en la piedra. Ryan soltó un gemido mientras su espalda ardía de dolor.
> Danna (sin emoción en su voz, mirándolo desde arriba mientras lo soltaba):
—Patético.
En otra parte del monasterio, más alejada y silenciosa, Lloyd estaba de pie. Sostenía con ambas manos su espada de Esencia Esmeralda. Sus piernas temblaban levemente, pero su mirada estaba fija al frente, decidida.
Frente a él, Gabriel y Caelum lo observaban. Sus rostros eran serios, sus miradas tan pesadas como el cielo gris antes de la tormenta.
> Gabriel (voz grave y firme, su presencia imponía respeto y seguridad):
—¿Estás listo, Lloyd?
Lloyd tragó saliva y asintió con fuerza, su cabello castaño revoloteando con el viento matutino. Su corazón latía como un tambor de guerra, pero su sonrisa infantil y confiada apareció en su rostro.
> Lloyd (voz fuerte, con su tono infantil lleno de emoción y una risa suave):
—¡Obvio! Venga… estoy listo… creo.
Sin previo aviso, Gabriel extendió su mano y un torrente de llamas ardió directo hacia él. Lloyd gritó con sorpresa y saltó hacia un lado, esquivándolo apenas mientras sentía el calor abrasar su brazo. Cuando aterrizó, Caelum ya estaba frente a él con su espada lista.
Con un movimiento rápido y preciso, Caelum cortó el aire, buscando su torso. Lloyd, reaccionando solo por instinto, levantó su espada de Esencia Esmeralda y creó un muro de energía verde brillante. Sin embargo, la barrera era inestable, vibraba y brillaba como agua agitada.
La ráfaga de poder fue tan volátil que empujó a Caelum hacia atrás unos pasos, sin dañarlo realmente. Gabriel se lanzó de nuevo, entrando en combate directo. Chispas verdes y rojas iluminaban el patio cada vez que sus espadas chocaban, resonando como un trueno entre las paredes de piedra. Lloyd jadeaba, sus brazos temblaban por el peso y el esfuerzo, pero sus ojos verdes brillaban con absoluta concentración.
> Gabriel (mientras luchaba, su voz calmada y profunda como un río antiguo):
—Bien… has mejorado. Pero…
De pronto, Caelum apareció a su espalda como un susurro del viento. Antes de que Lloyd pudiera reaccionar, un fuerte impacto en su espalda lo derribó al suelo. Su espada se desvaneció en un polvo verde que flotó y desapareció.
> Caelum (voz fría, su tono tan seco como el invierno, mirándolo con absoluto desprecio):
—Si solo te concentras en un oponente… estás perdido.
Lloyd jadeaba, su respiración era agitada y sentía su corazón retumbar en su pecho como un tambor. Sus puños temblaban sobre las piedras calientes. Gabriel lo observó desde arriba, su mirada cargada de un orgullo sereno.
> Gabriel (voz suave y paternal, cargada de calidez y fuerza):
—Has avanzado bastante, hijo. Pero no olvides… no luches solo con tu fuerza… lucha con tu mente.
Caelum se dio media vuelta sin decir nada más, su túnica ondeó con elegancia gélida mientras se alejaba en silencio. Lloyd bajó la mirada, apretando sus puños hasta que sus nudillos dolieron.
> Lloyd (voz baja, temblorosa, llena de tristeza y rabia contenida mientras sentía sus ojos arder):
—Algún día… algún día te ganaré… Caelum.
⚠️ [Interior del monasterio]
En un pasillo iluminado solo por velas, Camila y Diana estaban sentadas contra la pared de piedra, con sus cuadernos abiertos sobre sus piernas. El sonido de los combates afuera era un eco lejano, como el latido de un corazón gigante.
Diana, distraída de sus apuntes, dibujaba pequeños corazones en la esquina de su hoja mientras miraba a Camila de reojo.
> Diana (voz suave, con un tono infantil y curioso, ladeando su cabeza mientras juega con su lápiz):
—Nee, Camila… ¿te gusta Zarek?
Camila levantó la mirada de sus apuntes, sus ojos oscuros reflejaban incomodidad y su ceño se frunció ligeramente.
> Camila (voz baja, suspirando mientras se recogía un mechón de cabello detrás de la oreja con elegancia cansada):
—Diana… no digas tonterías. Concéntrate en las fórmulas.
Diana sonrió con inocencia, ignorando su regaño mientras balanceaba sus piernas contra el suelo de piedra fría.
> Diana (voz dulce, suave y curiosa):
—Pero… es que cuando hablas de él te pones rara. ¿No eran muy amigos antes…? Siempre te buscaba en la primaria, ¿verdad?
Camila cerró su cuaderno con un leve golpe, bajando la mirada hacia el suelo. Su voz salió tranquila, pero cargada de una tristeza silenciosa que Diana rara vez escuchaba.
> Camila (voz fría y firme, casi un susurro, su mirada perdida):
—Zarek… siempre fue muy intenso. Muy obsesivo. Siempre quería ser el mejor en todo. Cuando supo que no era digno de la profecía… se enojó mucho. Con papá… con todos… conmigo.
Diana la observó con atención, sus ojos grandes llenos de preocupación pura. Apretó su lápiz contra su pecho como si quisiera protegerla.
> Diana (voz suave, con empatía y un matiz de valentía infantil):
—¿Te hizo algo malo…?
Camila negó lentamente con la cabeza, pero su gesto era tenso, sus hombros encorvados.
> Camila (voz baja, firme pero temblorosa, casi rompiéndose):
—No… nunca físicamente. Pero… su mirada… su mirada me da miedo, Diana. No sé si siga siendo el mismo.
Diana dejó su cuaderno a un lado y la abrazó con suavidad, apoyando su cabeza en su hombro mientras cerraba los ojos con fuerza.
> Diana (voz tierna, con determinación pura):
—No te preocupes, Camila… yo te protegeré. Y Lloyd también. Siempre vamos a estar contigo.
Camila sonrió levemente, cerrando sus ojos mientras sentía el calor suave de Diana, como un bálsamo que calmaba sus miedos.
.............El sonido suave de las hojas moviéndose por el viento se colaba por las rendijas del viejo monasterio, como susurros de un bosque lejano. Camila y Diana seguían sentadas sobre un tapete grueso, rodeadas de pergaminos antiguos y anotaciones abiertas a su alrededor. El aroma a papel envejecido y cera de vela llenaba el lugar.
De pronto, un golpe suave resonó en la puerta lateral, esa pequeña puerta de madera que casi nadie conocía ni usaba. Un escalofrío recorrió la espalda de Camila, haciéndola tensarse al instante. Sus ojos morados se abrieron con alerta y sus dedos comenzaron a moverse con fluidez sobre su anillo, formando un círculo de agua translúcida en sus manos.
> Camila (voz baja, seria y protectora, sin apartar la vista de la puerta mientras su tono era firme):
—Diana… ponte detrás de mí. Ahora.
Diana, aunque su corazón latía con fuerza, obedeció sin protestar. Se colocó detrás de Camila, abrazando su cuaderno contra el pecho, asomándose apenas con sus grandes ojos color miel llenos de curiosidad y miedo.
Camila avanzó con pasos cautelosos hacia la puerta. Podía escuchar su propia respiración pesada, intentando calmar los latidos acelerados de su pecho. Su mente analizaba cada posibilidad: un intruso, un enemigo, un ladrón de documentos… Con un solo movimiento rápido, giró la manija y abrió la puerta.
> ???:
—¡Hey!
Camila parpadeó sorprendida. El agua de sus manos casi cayó al suelo, desvaneciéndose en el aire al ver quién estaba frente a ella.
Era Zarek.
Vestía una sudadera negra ancha con las mangas arremangadas y jeans oscuros. Su cabello castaño oscuro caía desordenado sobre sus ojos marrones, que la observaban con una mezcla de despreocupación y una profundidad inquietante.
> Camila (bajando lentamente sus manos, su voz temblorosa mientras intentaba recuperar su compostura, aún con el corazón acelerado):
—Za… Zarek… ¿qué… qué estás haciendo aquí? ¿Cómo… cómo supiste que yo…?
Zarek sonrió con un gesto autosuficiente, cruzando los brazos sobre su pecho con esa actitud suya de siempre, casi arrogante.
> Zarek (voz relajada, con un matiz orgulloso y seguro mientras la miraba directo a los ojos):
—Fui a tu casa. Tu mamá me reconoció y… bueno, me dijo que estabas aquí. No fue difícil.
Camila rodó los ojos, dejando escapar un suspiro cargado de cansancio y resignación. Murmuró para sí misma, apenas moviendo sus labios.
> Camila (voz baja, con un dejo de fastidio y tristeza al mismo tiempo):
—Mamá… por favor… no otra vez…
Mientras tanto, Diana, que seguía detrás de Camila, asomó su rostro con intriga, inclinando un poco su cabeza con esa expresión infantil que siempre desarmaba a todos.
> Diana (voz suave y curiosa, con un leve brillo en sus ojos mientras lo examinaba con atención):
—¿Y tu que quieres …?
Zarek la miró con cierta extrañeza, como si recién notara su presencia, pero pronto su gesto se suavizó y una pequeña sonrisa apareció en sus labios.
> Zarek (voz relajada, con un matiz amable aunque su mirada seguía siendo fría en el fondo):
— Vine a invitarla a salir. Hace mucho que no hablamos… y hay cosas que quiero decirle.
Camila abrió sus ojos con sorpresa, su respiración se detuvo un segundo. Sus pensamientos viajaron al pasado: a los días de entrenamiento juntos en los jardines de su casa, a las risas compartidas en la escuela primaria… y también a la última vez que lo vio, cuando su mirada estaba llena de ira, decepción y un dolor que nunca logró entender del todo.
Diana, sin percibir la tensión que nacía en Camila, sonrió emocionada. Se acercó a su amiga y la jaló suavemente del brazo, acercándose a su oído para susurrarle con su voz dulce y persuasiva.
> Diana (voz tierna, con una sonrisa llena de esperanza e ingenuidad):
—Anda, Cami… dale una oportunidad. Las personas cambian, ¿no? Tal vez él también haya cambiado… se ve bonito cuando sonríe.
Camila la miró, encontrándose con esos ojos tan puros y llenos de calidez que casi le rompieron las defensas. Suspiró profundamente, bajando su mirada hacia el suelo de piedra. Luego la levantó hacia Zarek, quien la miraba con una expresión que intentaba parecer tranquila, pero sus ojos marrones brillaban con una intensidad incontrolable.
> Camila (voz suave pero firme, intentando sonar segura a pesar de la inquietud en su pecho):
—Está… está bien. Vamos.
Zarek sonrió ampliamente. Sus ojos reflejaron un destello de victoria, como si acabara de obtener algo que llevaba tiempo planeando.
> Zarek (voz segura y confiada, con un toque arrogante mientras le hace un gesto para que lo siga):
—No te arrepentirás, Camila.
Pero antes de que Camila pudiera dar un paso, Zarek la miró fijamente, clavando su mirada en ella como un cuchillo frío. Su tono se volvió más oscuro, casi inquisitivo.
> Zarek (voz baja, cargada de suspicacia y un matiz amenazante):
—Por cierto… escuché que… conoces al elegido. ¿No es así, Camila?
Camila sintió un escalofrío recorrerle la columna. Su cuerpo entero se tensó, sus manos temblaron ligeramente sobre su falda azul marino del uniforme. Intentó forzar una sonrisa, desviando la mirada con incomodidad.
> Camila (voz temblorosa, intentando sonar despreocupada, pero sin lograrlo del todo):
—¿Eh? No… no sé… es… es alguien que mi papá conoce, pero… yo no… no tengo idea de quién sea en realidad…
Zarek sonrió con calma, pero su sonrisa no era cálida. Era como hielo bajo un rayo de sol. Su mirada bajó un instante hacia Diana, que los observaba con curiosidad y ternura, antes de volver a clavarse en Camila.
> Zarek (pensando, su mirada oscureciéndose mientras una idea fría se formaba en su mente):
“Si es así… ¿qué hace esta niña aquí entonces…?”
Con un gesto de mano, le indicó a Camila que avanzara. Ella obedeció, dando pasos cautelosos mientras Diana los miraba alejarse con una sonrisa dulce, sin percibir la tensión que pesaba como un océano entre ellos.
⚠️ [Patio de entrenamiento, minutos después]
Diana corrió por los pasillos iluminados por el sol de mediodía hasta llegar al patio de entrenamiento. Allí, Lloyd estaba sentado en el suelo de piedra, bebiendo agua directo de su botella metálica. Su cabello castaño estaba despeinado y su rostro sudado tenía esa sonrisa infantil suya mientras escuchaba las indicaciones de Gabriel.
Al ver a Diana acercarse, Lloyd sonrió aún más, levantando una mano con energía.
> Lloyd (voz curiosa y algo infantil, con una sonrisa brillante mientras ladea la cabeza):
—¿Eh? Diana… ¿dónde está Camila? Pensé que estaban estudiando juntas… ¿ya se cansaron?
Diana se paró frente a él, con su típica sonrisa pícara. Balanceó su mochila mientras lo miraba con sus ojos llenos de travesura y felicidad.
> Diana (canturreando divertida, con un tono dulce y juguetón mientras se tapa la boca para no reír):
—Fue a una cita con su futuro novio… Zarek.
Lloyd parpadeó un par de veces, su expresión mostraba total confusión. Rasguñó suavemente su mejilla con un dedo, ladeando la cabeza con inocencia.
> Lloyd (voz despreocupada e inocente, sin captar el trasfondo mientras se ríe bajito):
—Ah… está bien… jeje, que le vaya bien entonces. Oye, ¿quieres un poco de agua?
Pero Gabriel, que estaba a su lado limpiando su espada con un paño blanco, al oír el nombre de Zarek, detuvo sus movimientos de inmediato. Sus hombros se tensaron y su mirada se volvió tan fría como el hielo. Su mandíbula se apretó con fuerza.
> Gabriel (voz grave, cargada de preocupación, dureza y un dejo de rabia contenida mientras mira el suelo):
—¿Zarek…? ¿Por qué aceptó ir con él…?
Diana, sin notar el cambio de su expresión, sonrió feliz mientras guardaba su lápiz y sus apuntes en su mochila rosa.
> Diana (voz alegre, con total inocencia mientras ríe suavemente):
—Jeje… porque yo la convencí. ¡Parecían novios cuando se miraban!
Gabriel guardó silencio. Sus ojos se perdieron en un punto fijo frente a él, llenos de sombras que parecían antiguas y pesadas como el plomo. Sin decir una palabra más, siguió limpiando su espada con movimientos lentos y calculados, pero su respiración era pesada, como si intentara calmar un temblor interno.
Diana, sin comprender el ambiente tenso que se formaba, miró a Lloyd con una gran sonrisa y le tendió su mano.
> Diana (voz dulce, animándolo con calidez mientras ladea la cabeza con ternura):
—Ya es hora de irnos a casa, nii-chan. Estoy cansada y… quiero comer tu curry.
Lloyd asintió rápidamente, su sonrisa infantil y llena de energía volvió a su rostro mientras tomaba su mochila con descuido y se la colgaba de un hombro.
> Lloyd (voz fuerte y emocionada, con su típica energía inocente y feliz):
—¡Sí! Vamos, Diana. Te haré el curry más rico de todos, ya verás.
Mientras se alejaban juntos, el viento jugaba con los mechones castaños de Lloyd y el cabello largo de Diana. Gabriel los observaba de espaldas, su mirada cargada de un presentimiento oscuro que no se atrevía a confesar.
[Escena – Centro Comercial, tarde]
El bullicio del centro comercial era constante, pero en los oídos de Camila sonaba como un eco distante. Caminaba junto a Zarek, quien avanzaba con pasos largos y seguros, siempre un poco adelante de ella, girándose de vez en cuando para sonreírle con esa confianza suya que a ella le generaba más incomodidad que calma.
Habían entrado a varias tiendas. Zarek, sin consultarle, compraba cosas pequeñas: una pulsera, un llavero, un chocolate importado. Cada vez que le entregaba algo, lo hacía con un gesto orgulloso y un brillo extraño en la mirada.
> Zarek (con voz relajada, inclinándose hacia ella mientras caminaban juntos, su tono suave pero con un matiz de posesividad):
—Te queda bien… todo te queda bien, Camila. Siempre fuiste… perfecta.
Camila esbozaba pequeñas sonrisas, educadas, mientras guardaba los regalos en su bolso con cuidado. Cada palabra de Zarek le dejaba un peso en el pecho que no lograba sacudirse. Intentaba mantener su compostura y su aura de serenidad, pero la sensación de incomodidad crecía con cada paso.
> Camila (voz tranquila y formal, bajando la mirada mientras ajustaba el tirante de su bolso):
—Gracias, Zarek… no tenías que molestarte tanto. Realmente… con solo platicar hubiera sido suficiente.
Zarek soltó una pequeña risa baja, mirándola de reojo con esa intensidad suya que a Camila le resultaba difícil sostener.
> Zarek (voz más baja, con un toque serio mientras caminaba):
—No digas eso. Me gusta verte feliz… y sé que esto te gusta, aunque no lo digas.
Camila no respondió. Su pecho dolía. No por las palabras, sino por la sensación de que él nunca la escuchaba realmente.
⚠️ [Escena – Parque al anochecer]
El cielo comenzaba a teñirse de naranja y púrpura. El viento era fresco y movía suavemente las hojas de los árboles. Camila y Zarek estaban sentados en una banca de madera frente al lago artificial iluminado por pequeñas farolas blancas. Entre sus manos, Camila sostenía una botella de agua, girándola una y otra vez, mientras Zarek la miraba fijamente.
> Zarek (voz tranquila, con un dejo de nostalgia mientras recargaba un brazo en el respaldo de la banca, inclinándose hacia ella):
—¿Recuerdas cuando éramos niños…? Siempre ibas al jardín detrás de tu casa a entrenar movimientos de agua… decías que querías ser fuerte, como tu papá.
Camila sonrió suavemente, aunque su mirada estaba fija en el lago.
> Camila (voz suave, con un matiz de tristeza y serenidad mientras acariciaba el plástico frío de la botella):
—Sí… y tú siempre estabas en el monasterio, entrenando con Caelum y Gabriel. Eras tan dedicado… siempre decías que querías ser como ellos.
Zarek soltó una pequeña risa, con un tono amargo oculto.
> Zarek (voz baja, cargada de un orgullo herido mientras apretaba sus manos sobre sus rodillas):
—Quería ser como ellos… hasta que entendí que nunca me verían igual.
Camila desvió la mirada hacia él, sintiendo un nudo en la garganta. Abrió los labios, pero antes de que pudiera hablar, Zarek se puso de pie con determinación.
> Zarek (con voz animada, como si apartara sus emociones de golpe):
—Vamos, quiero invitarte un café antes de que oscurezca.
Camila asintió en silencio, sintiendo su corazón latirle con nerviosismo, pero también con un atisbo de calma al ver que no insistía más en el tema.
⚠️ [Escena – Café en la Plaza, atardecer]
El lugar olía a café recién molido y pan dulce recién horneado. La música instrumental suave llenaba el aire, mezclándose con el canto lejano de los pájaros que volvían a sus nidos. Camila sostenía su taza caliente con ambas manos, observando el reflejo distorsionado de su rostro en el líquido oscuro para evitar ver directamente a Zarek, quien la miraba fijamente con una sonrisa confiada.
> Zarek (voz suave, segura, inclinándose hacia ella con una mirada intensa):
—Sabes… me alegra que hayas aceptado venir hoy.
(hace una pausa, bajando un poco la voz, casi como un susurro)
—Camila… tú eres… realmente especial para mí.
Camila parpadeó y levantó la vista. Su expresión era tranquila, pero en sus ojos danzaba un matiz de incomodidad y nerviosismo.
> Camila (voz baja, tranquila pero distante mientras apartaba la mirada de nuevo):
—Gracias, Zarek… pero… ¿para qué querías que viniera hoy…? ¿Había… algo que querías decirme?
Zarek sonrió más amplio y metió su mano en el bolsillo de su chaqueta, sacando una pequeña cajita. La colocó sobre la mesa frente a ella y la empujó suavemente. Camila la miró con confusión. No era un anillo, pero sí un dije con un cristal azul, hermoso y delicado.
> Zarek (voz seria pero cálida, su mirada clavada en ella mientras hablaba con decisión):
—Quería darte esto… porque… Camila, yo…
(respira hondo, sus ojos no se apartan de los de ella)
—Desde que llegué aquí… me gustas. Me gustas demasiado. Sé que no soy el más amable… ni el más correcto… pero… contigo quiero ser mejor. Camila… quiero que seas mi novia.
Camila abrió los ojos, sorprendida. Sintió su corazón dar un vuelco, no de emoción, sino de incomodidad y culpa. Bajó la mirada hacia el dije, lo observó un momento en silencio antes de volver su vista hacia él. Su rostro estaba sereno, pero sus ojos reflejaban una tristeza profunda.
> Camila (voz suave, calmada y sincera, sin agresividad, mientras empujaba el dije suavemente de regreso):
—Zarek… yo… gracias. Gracias por lo que sientes… y por esto…
(hace una pausa, respirando hondo)
—Eres… una buena persona… y sé que intentas ser mejor… pero… yo… no puedo. Lo siento.
Zarek la miró confundido. Sus labios temblaron ligeramente antes de fruncir el ceño, su voz salió más áspera y herida.
> Zarek (con rabia contenida, su tono más oscuro mientras sus ojos la atraviesan):
—¿Por qué…? ¿Hay alguien más…? ¿Es por Lloyd?
Camila bajó la vista, respiró profundamente, intentando mantener la compostura. Negó con la cabeza lentamente.
> Camila (voz tranquila, seria, con un dejo de tristeza):
—No es por nadie más… simplemente… no siento lo mismo, Zarek.
(levanta su mirada, sus ojos llenos de sinceridad)
—No quiero que te hagas ilusiones falsas conmigo… prefiero decirte la verdad ahora… antes que herirte más tarde.
Zarek apretó los puños sobre la mesa. Su expresión pasó de dolor a rabia en un parpadeo. Su mirada se volvió fría y dura.
> Zarek (voz baja, cargada de ira contenida y desprecio):
—No me mientas… sé que es por alguien más. ¿De verdad crees que al regresar a la ciudad hablé contigo primero…?
Camila lo miró con confusión y miedo en su mirada. Su voz tembló.
> Camila (voz baja, insegura):
—¿De… de qué estás hablando…?
Zarek sonrió, pero su sonrisa era cruel y amarga.
> Zarek (voz dura, casi burlona mientras la observa con odio):
—Hablé primero con Danna… tu prima. Me dijo que habías estado hablando de Lloyd… que sentías algo por él.
Camila sintió cómo su corazón se detenía por un momento. Su cuerpo se tensó y sus manos temblaron levemente sobre la taza caliente.
> Camila (voz temblorosa, con un deje de desesperación mientras negaba con la cabeza):
—No… eso es mentira. Danna… malinterpretó todo ese día. Lloyd es… es solo mi amigo… él…
Pero Zarek ya no la escuchaba. Su mirada estaba perdida en un abismo de ira y resentimiento. Se inclinó hacia ella, con su rostro a centímetros del suyo.
> Zarek (voz baja, oscura y amenazante):
—Vamos, Camila… solo dame una oportunidad. No sabes lo que estás perdiendo.
Camila tragó saliva, sintiendo su pecho oprimido. Su voz era suave, pero firme como siempre.
> Camila (voz baja, cargada de tristeza y decisión):
—Zarek… de verdad… yo… yo solo te veo como un amigo.
Zarek cerró los ojos con fuerza, su mandíbula temblaba de rabia contenida. Sus palabras salieron como un veneno suave y peligroso.
> Zarek (voz fría, casi un susurro cargado de odio):
—Si es por Lloyd… voy a encargarme de quitarlo de mi camino.
Camila lo miró horrorizada, sus ojos temblaban de miedo y dolor.
> Camila (voz rápida, desesperada mientras extendía su mano hacia él):
—¡No! Zarek, no es Lloyd… no es él… ¡por favor!
Pero Zarek negó lentamente con la cabeza, con una pequeña sonrisa rota en sus labios.
> Zarek (voz amarga, rota y fría mientras se ponía de pie):
—No, Camila… he visto cómo lo miras… sé cuánto lo quieres…
(la observa con una tristeza venenosa)
—Algo que yo jamás voy a tener… ¿verdad?
Camila abrió la boca para responder, pero ninguna palabra salió. Su corazón dolía con fuerza en su pecho. Zarek se giró y se alejó sin mirar atrás. Ella extendió su mano hacia él, intentando detenerlo.
> Camila (voz baja, quebrada, con lágrimas acumulándose en sus ojos):
—Zarek… espera… por favor…
Pero él no la escuchó. Caminó hasta perderse entre las luces de la plaza.
⚠️ [Escena – Casa de Camila, noche]
Camila caminaba lentamente por el pasillo de su casa, con sus pasos silenciosos sobre el piso de madera. Su corazón aún latía con dolor, su mente revivía cada palabra de Zarek como cuchillos. Al llegar a la sala, vio a Gabriel sentado en su sillón, leyendo un pergamino antiguo. Al verla entrar, alzó la vista de inmediato.
> Gabriel (voz grave, cargada de preocupación mientras dejaba a un lado el pergamino):
—Camila… ¿por qué fuiste con Zarek? ¿Te hizo… algo?
Camila bajó la mirada, sus manos se aferraban al dije azul que Zarek le había dado y que aún guardaba. Su voz salió baja, casi como un susurro.
> Camila (voz temblorosa, con un matiz de tristeza profunda):
—No… él no me hizo nada. Yo… yo acepté ir… pensé… pensé que había cambiado.
Gabriel la miró con el ceño fruncido, notando el leve temblor en su voz y el brillo de lágrimas que amenazaban con caer. Se levantó sin dudarlo y la abrazó con fuerza, apoyando su barbilla sobre su cabeza mientras sus grandes manos cubrían su espalda con calidez y protección.
> Gabriel (voz baja, grave y cargada de preocupación mientras cerraba los ojos):
—No llores… estás a salvo…
(piensa con un dejo de oscuridad en su mirada)
Ese muchacho… Zarek… va a hacer algo malo… lo puedo sentir…
Camila cerró los ojos, apoyando su frente en el pecho de su padre, dejando que su respiración temblorosa saliera en un suspiro largo y silencioso.