EL DESEO POR RYLER DE LOS LOBOS ALFA

Caius Torrerife

POV Draven

El crepitar del fuego en la chimenea apenas logra apaciguar mi mal humor.

El despacho, normalmente mi refugio, es ahora una prisión de obligaciones que intento ignorar.

Una loba joven y hermosa se ríe suavemente desde el sofá, su cuerpo aún caliente contra el mío. Su cabello plateado brilla bajo la luz tenue, pero incluso su compañía no puede distraerme del golpeteo insistente que retumba en la puerta.

-Otra vez...

Cierro los ojos, dejando escapar un suspiro pesado. Los golpes continúan, más fuertes, más impacientes.

-No va a parar -gruño.

-¿Deberíamos ignorarlo, mi Alfa? -murmura la loba, con un deje de diversión en su voz.

-No es tan fácil ignorar a una... maldita bruja crespa o como esa. -Me levanto con un movimiento fluido, dejando que el frío del aire me envuelva.

-Vístete.

Ella asiente, recogiendo sus prendas y desapareciendo por la puerta lateral sin hacer ruido.

Los golpes se intensifican, un tamborileo constante que parece atravesar las paredes.

-Maldita chiquilla... -murmuro mientras me paso una mano por el cabello.

-Otra vez tú, Ryler. ¿Cuántas veces tengo que decirte que esta casa no es tu patio de recreo? -le gruño furioso, sin abrir.

Abro la puerta de golpe, y ahí está ella. Como toda una bruja Crespa.

Su cabello negro, un desastre de rizos salvajes, enmarca un rostro demasiado hermoso para su edad. Esos ojos almendra con tonos verdes oliva brillan con desafío.

Lleva la misma expresión de siempre: insolente, testaruda, como si el mundo entero estuviera en deuda con ella.

-¿Qué quieres ahora? Ya pareces una maldita bruja Crespa -le espeto, cruzándome de brazos.

-Que me dejes salir. Quiero irme -dice sin rodeos, su voz cargada de frustración-. No tengo por qué estar aquí. ¡No soy tu prisionera, Draven!

La miro fijamente, intentando no gruñir.

-Llevas una semana aquí, Ryler. En siete días, has destrozado dos estatuas antiguas, arrancado cortinas, golpeado muebles, y, por si fuera poco, casi incendias el ala oeste de la casa. No eres una prisionera. Eres una tormenta con patas.

Ella da un paso al frente, enfrentándome con esos malditos ojos que parecen leerme.

-¿Y qué esperabas que hiciera? ¿Sentarme en un rincón y comportarme como una buena niña? No soy una mascota, Draven. Soy... soy una mujer, o bueno, voy a serlo, ¿recuerdas?

Me habla altanera, esta maldita bruja. La miro de reojo y noto cómo observa mi cuerpo. Estoy sin camisa, y mis músculos se tensan con mi enojo.

-Sé que eres una mujer y también muy maleducada. Mañana inicias clases, Ryler, y más te vale comportarte. Una más y te encierro en un calabozo. -le digo, cerrándole la puerta en la cara.

No pienso dejarme dominar por una chiquilla bruja como ella. Tiene algo que me inquieta, y mi corazón se acelera cuando estoy cerca de ella.

Sigue pasando, pero no me dejaré engatusar por ninguna más. Soy un hombre lobo mayor, y como tal, tenemos una ventaja: no envejecemos como los humanos.

Parezco un hombre de treinta y tantos. Soy grande y musculoso, con cabello oscuro y ojos oscuros con destellos azules grisáceos.

Sé que se ha ido; puedo escuchar sus pasos, aunque no tardo en oír los vidrios caer. Tal vez de un jarrón o alguna escultura.

-Maldita bruja -murmuro. Me concentro en el vínculo mental y llamo a mi Beta.

-Ezra, tranquiliza a esa mocosa o yo mismo lo haré, y no será divertido. -le ordeno.

-Por supuesto, Alfa. Podría acceder al permiso para que salga con la casa. Tal vez estar fuera de la mansión la calme, Alfa -sugiere mi Beta.

Accedo. Lo que sea para que deje de enloquecerme.

-Hazlo. Ten cuidado; podría escaparse.

Dejo mi conversación mental con Ezra cuando mi celular suena. Es Caius, mi primogénito.

-Hijo, me alegra escucharte. ¿Cómo has estado? -lo saludo con alegría, aunque mi rostro no lo demuestre.

-Bien, padre. ¿Cómo están las cosas por Eclipse Salvaje? ¿Es cierto lo de tu amigo el vampiro?

Mi expresión cambia a una peor.

-Las cosas por aquí están perfectas, hijo. Sabes que no permitiría que ingresen a esta manada. No por nada soy el Alfa Supremo -respiro profundamente antes de continuar-. Rafael Vesperis se confió demasiado y pagó un precio muy alto: su vida.

-Tienes razón, padre. No podemos dormirnos ni confiar. Hay que estar atentos; nuestros enemigos pueden disfrazarse incluso de chiquillas hermosas.

-Tienes razón, hijo. Siempre debemos estar atentos. ¿Y tú? Cuéntame, ¿cómo van las cosas en ese territorio?

Caius será mi sucesor y próximo Alfa. Desde que cumplió su mayoría de edad y llegó Caos, ha estado viajando por diferentes manadas, poniendo orden y paz. Ha aprendido a ser un buen dirigente y a servir a los suyos.

Cuando Caius cumpla los 28 años, tal y como yo lo hice, tomará mi puesto. Aunque espero que para entonces tenga a su compañera.

Eclipse Salvaje tiene muchos años sin una Luna, y lo está necesitando. Los nacimientos han mermado, y los frutos han sido escasos. Una Luna traerá armonía y tranquilidad a nuestra vida.

El problema es que no solo yo he sufrido a causa del abandono de Lyra; mi hijo mayor, Caius, también lo ha hecho.

Está apático respecto al tema de los compañeros y el amor. Dice que no piensa sufrir como yo he sufrido. La maldita soledad me ha llevado a ser un hombre frío y hasta cruel.

-Ha estado tranquilo, padre. Aunque, para ser sincero, el desafío de liderar una manada no es fácil. Pero me las arreglo.

Sonrío ligeramente, con un orgullo que no dejo traslucir del todo.

-Eso es parte del proceso, Caius. Liderar no se trata solo de fuerza, sino de demostrarles que eres digno de su respeto. Lo conseguirás con el tiempo.

-Lo sé. Y lo haré - responde con convicción. -Aunque a veces extraño Eclipse Salvaje. Era más sencillo cuando solo seguía tus órdenes.

-Eras un cachorro entonces - comento, burlándome ligeramente. -Ahora eres un Alfa, y con ello vienen responsabilidades.

Caius ríe suavemente, pero hay un leve tinte de cansancio en su voz.

-Padre, ¿alguna vez pensaste que no querías ser Alfa? Que preferirías una vida más simple... como un guerrero o incluso un lobo solitario.

Me sorprende su pregunta, pero sé que viene de un lugar sincero.

-Tal vez, cuando era joven. Pero no puedes huir de lo que eres, hijo. Y tú no puedes evitar ser un líder. Está en tu sangre.

Un breve silencio se instala entre nosotros antes de que cambie de tema.

-¿Y qué hay de tu compañera, Caius? ¿La has encontrado ya? - Aunque Caius no la esté buscando, una compañera será necesaria, tanto para la manada como para el Alfa Supremo. No quiero que mi hijo termine solo y amargado como yo.

Escucho un resoplido al otro lado de la línea.

-No, padre. Y no estoy buscándola.

Frunzo el ceño, aunque no digo nada de inmediato.

-¿Por qué no? Sabes lo importante que es encontrar a tu compañera destinada.

-Porque no la necesito - responde con firmeza. -No quiero estar atado a alguien, padre. Mi enfoque está en la manada, en ser un buen líder. Una compañera solo complicaría las cosas.

Sus palabras me irritan un poco, pero me esfuerzo por mantener la calma.

-Caius, tener una compañera no es una complicación. Es una fortaleza. Ella te equilibrará, te hará mejor en todo.

-Con el debido respeto, padre, no todos pensamos igual. Tal vez no sea mi destino tener una compañera. Y si lo es, entonces tendrá que esperar. Ahora tengo otras prioridades.

Sus palabras son contundentes, y aunque no estoy de acuerdo, decido no presionarlo más.

-Como quieras, Caius. Pero no te cierres a la posibilidad. A veces, el destino actúa cuando menos lo esperamos.

-Lo tendré en cuenta - responde con una nota de cansancio. -Por ahora, seguiré concentrándome en mis deberes.

-Eso está bien. Pero recuerda, hijo, no siempre podemos controlarlo todo. Algunas cosas simplemente suceden.

-Lo sé, padre. Cuida Eclipse Salvaje. Prometo visitarte pronto.

-Aquí te esperamos, Caius. Y no te olvides de mantenerme informado.

-Por supuesto. Hasta luego, padre.

La llamada se corta, y me quedo pensativo, mirando el fuego de la chimenea. A pesar de sus palabras, sé que Caius no podrá escapar de su destino por mucho tiempo. Las compañeras destinadas siempre encuentran la manera de cambiar nuestras vidas... para bien o para mal.

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