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El Silencio De Los Herederos

El Silencio De Los Herederos

Status: En proceso
Genre:Matrimonio arreglado
Popularitas:3.1k
Nilai: 5
nombre de autor: sonhar

Angela, una psicóloga promesa del país, no sabe nada de su familia biológica y tampoco le interesa saber, terminará trabajando para un hombre que le llevara directo a su pasado enterandose la verdad de su origen...

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CAPITULO 15

Las oficinas del piso veintitrés siempre tenían un aire frío, como si el vidrio que recubría las paredes filtrara no solo la luz, sino también las emociones.

—Cierra la puerta, Luc —dijo mi padre sin levantar la vista del informe que revisaba.

Obedecí. Ya conocía ese tono. No era el del padre. Era el del presidente.

Me senté frente a él. Durante unos segundos solo se escuchaba el tic-tac del reloj de escritorio y el leve roce del papel.

—Vi las noticias esta mañana —dijo al fin.

—¿Sobre el proyecto?

—Sobre todo. El contrato con Santander, las fotos tuyas en el bar, la mención a una reacción alérgica y la “eficiente intervención de una empleada”.

Asentí con la mandíbula tensa.

—No fue exactamente como se dijo.

—Lo sé. Por eso te llamé. Quiero entender qué está pasando.

—Abigaíl manipuló la situación. Me dio una bebida con durazno sin saber que soy alérgico. O eso dice. Después se aseguró de quedar como la víctima.

—Y tú como el imprudente. —Me clavó la mirada—. En esta familia no podemos darnos el lujo de parecer débiles, Luc.

—No fue debilidad.

—¿No? ¿Y qué fue entonces?

Respiré hondo. No tenía ganas de justificarme.

—Fue un error. Me distraje.

—¿Con ella?

—Con todo. El trabajo. El juicio. Matt.

Mi padre se inclinó hacia adelante, por primera vez mostrando más preocupación que dureza.

—¿Cómo está Matt?

—Silencioso. Más de lo normal. Ángela dice que está más ansioso desde que comenzó el proceso legal.

—¿Y tú?

—¿Yo qué?

—¿Estás preparado para todo esto?

Su pregunta me descolocó. Pensé que solo le interesaban los negocios.

—No sé. A veces siento que sí. Otras no entiendo cómo llegamos a esto.

—Llegamos porque tú tomaste una decisión emocional. Te encariñaste con ese niño y lo trajiste a casa.

—¿Y eso está mal, acaso se te olvida que es tu nieto también?

—No. Pero debes ser consciente de lo que eso implica.

Custodia. Exposición. Ataques legales. Ese abogado, el tal Castillo, ya pidió medidas provisionales. Tienen una psicóloga y testigos. Buscan demostrar que ese niño no está seguro contigo.

—¿Y tú lo crees?

Mi padre me observó por un momento largo. Luego se levantó, caminó hasta la ventana y cruzó los brazos.

—Creo que te estás dejando llevar por emociones que no sabes manejar. Que estás confundido. Pero también creo que amas a ese niño. Y eso, Luc, es tu punto más fuerte… y tu debilidad.

Guardé silencio. Era la primera vez que usaba la palabra “amar” tan naturalmente respecto a mí.

—El centro comercial empieza remodelación en una semana —dijo luego, cambiando de tema sin avisar—. Santander firmó. Los medios lo cubrieron. Tu nombre estuvo en todos los titulares.

—¿Y eso te agrada?

—Me preocupa. Todo el país empieza a verte como mi heredero. Pero eso también significa que cualquier error tuyo será mío.

—Entonces deberías apoyarme más.

Se volteó. Me miró con algo que casi parecía nostalgia.

—Yo estoy aquí, hijo. A mi manera. Aunque a veces no lo parezca.

No supe qué responder.

—Quiero ver a Matt esta noche —añadió—. Tu madre también. Vendremos a cenar.

—¿Y si no quiere verlos?

—Entonces esperaremos.

Y ahí estaba. Su forma de amar: callada, severa, pero constante. Como el reloj en su escritorio. Siempre marcando el ritmo, incluso cuando nadie lo escucha.

Horas más tarde en la mansión de Luc estaba con sus padres, desde el accidente de su hermano no se había vuelto a sentar juntos en una mesa a compartir una buena cena, pero Matt estaba encerrado en su cuarto no quería salir de ahí, no paraba de romper u botar todas las cosas al suelo... nadie podía calmarlo ni el mismo Luc, sin más opción Gloria decide llamar a Ángela, ella había notado que ellos dos formaron un vínculo muy bonito.

—Ángela… por favor, ven —me dijo Gloria, la niñera que a veces ayudaba con Matt. Su voz al teléfono estaba temblorosa—. El niño está inquieto, no deja de llorar y botar todas las cosas de su habitación.

No pregunté más. Tomé mis cosas, salí del departamento y pedí un taxi. Matt me necesitaba. Y yo había aprendido que cuando un niño en silencio te llama, es porque grita por dentro.

Cuando llegué, no toqué el timbre. La seguridad del edificio ya me conocía y me dejaron pasar. Subí directo al Penthouse, sabiendo que podía interrumpir algo importante. Pero no me importaba.

Toqué la puerta. Fue Luc quien abrió.

—¿Ángela? —Su voz denotaba sorpresa, pero también alivio.

—Matt —dije sin aliento—. Gloria me llamó. Dijo que estaba mal.

Luc asintió. Sin cuestionarme, sin dudar. Tomó mi brazo suavemente y me guio hacia el interior.

Solo entonces noté la escena: la mesa servida con copas de vino y platos elegantes. Luc iba con una camisa sin corbata, los primeros botones abiertos. A su derecha, su madre. Al otro extremo, su padre. Todos me miraron.

—Ángela, buenas noches —dijo el presidente Reyes con cordialidad medida.

—Buenas noches, señor.

La madre de Luc no dijo nada. Solo me miró. De arriba abajo. Con esa expresión que no necesita palabras.

—Ángela —dijo Luc, como para justificar mi presencia—. Ella… está aquí porque Matt la necesita. Ha tenido una crisis.

—¿Y la niñera? —preguntó su madre por fin, en voz suave pero cortante.

—La niñera la llamó, no pudimos calmar a Matt —explicó Luc por mí—. No supo cómo calmarlo.

Me incliné apenas.

—Perdón si interrumpí. No era mi intención.

—No interrumpes —dijo Luc, y su mirada se sostuvo en la mía un segundo más de lo prudente.

Ahí fue cuando ella lo notó.

La madre.

La esposa de un imperio. La mujer detrás del hombre. La observadora silenciosa. Su gesto apenas cambió, pero fue suficiente. Las comisuras de sus labios se tensaron. Su mentón se alzó apenas. Era como si dijera “esto no es lo que tenía pensado para mi hijo” sin decir una sola sílaba.

—Voy a ver a Matt —dije, incómoda.

—Te acompaño —respondió Luc, casi al instante.

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