Valeria Intriago y Esteban Miller son una pareja que parece perfecta, pero todo se derrumba cuando ella descubre que él la engaña con su mejor amiga, Camila García. Devastada, Valeria decide vengarse y comienza un juego peligroso de seducción con el hermano de Esteban, quien también tiene sus propios secretos oscuros.
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La Traición
El corazón de Valeria latía con fuerza mientras sostenía el volante con ambas manos. Su intuición le decía que no era una locura seguir a Esteban, que sus sospechas no eran simples paranoias. Algo estaba mal. Algo que tenía que descubrir con sus propios ojos.
Horas antes, había esperado pacientemente en casa, observando a su esposo con atención. Cuando él finalmente dijo que tenía que salir por “asuntos del trabajo”, Valeria decidió seguirlo. Tomó su bolso, las llaves del auto y lo persiguió a una distancia prudente.
El auto de Esteban avanzó con rapidez por la ciudad hasta detenerse en una zona residencial de lujo. Valeria estacionó a unas cuadras de distancia y caminó hasta la entrada del edificio. Había un guardia en la puerta, un hombre de apariencia robusta que, para su sorpresa, la observó con una leve sonrisa de complicidad.
—Buenas noches, señorita. ¿En qué puedo ayudarla?
Valeria improvisó con rapidez.
—Soy la nueva sirvienta contratada por el señor Esteban Miller mintió con voz segura, tratando de no mostrar su nerviosismo.
Para su sorpresa, el guardia asintió sin dudar.
—Oh, sí. El señor Miller mencionó algo sobre eso. Pase, el departamento es el 504. Tome el ascensor.
El estómago de Valeria se revolvió. ¿Desde cuándo Esteban tenía un departamento aquí? ¿Por qué el guardia lo conocía tan bien?
Sin responder, caminó con pasos firmes hasta el ascensor y presionó el botón. Cuando las puertas se abrieron en el quinto piso, avanzó por el pasillo con el corazón a punto de estallar.
Frente a la puerta del 504, apoyó el oído con cuidado. Lo que escuchó hizo que la sangre se le helara en las venas.
Gemidos.
Risas ahogadas.
Y la voz de Camila.
Una furia ciega la envolvió. Con un golpe seco, empujó la puerta con todas sus fuerzas.
La escena frente a ella fue un puñal directo al alma.
Esteban estaba en la cama, desnudo, encima de Camila, quien lo abrazaba con descaro. Ambos se giraron de golpe al escuchar la puerta.
El silencio fue ensordecedor.
Los ojos de Camila se abrieron con pánico. Esteban, en cambio, palideció, como si el alma se le hubiera escapado del cuerpo.
Valeria sintió que el aire le faltaba. Su pecho subía y bajaba con violencia, sus manos temblaban, pero su voz salió firme y llena de odio.
—¡Malditos perros traidores! espetó con rabia—. ¿Cómo pudieron hacerme esto?
Esteban abrió la boca, pero no logró decir nada.
—Valeria… musitó Camila con el rostro lívido.
Pero antes de que pudiera decir más, Valeria levantó la mano y le estampó una sonora bofetada en la mejilla.
El sonido del golpe resonó en la habitación.
—¡Maldita zorra! escupió con desprecio. No quiero volver a verte en mi vida.
Camila llevó una mano a su mejilla, incapaz de responder.
Valeria giró su furiosa mirada hacia Esteban, quien apenas había reaccionado, aún cubriéndose con la sábana.
—Y tú, animal rastrero su voz tembló, pero no por miedo, sino por la furia contenida. Recoge tus malditas cosas de mi casa y lárgate.
—Valeria, déjame explicarte…
—¡Cállate! le interrumpió, con los ojos llenos de lágrimas. Perdí a dos personas que amaba, ¡los odio a los dos!
Sin darle la oportunidad de hablar, se giró sobre sus talones y salió del departamento.
Las lágrimas caían sin control mientras corría por el pasillo. Sentía que el suelo se desmoronaba bajo sus pies.
Había perdido todo.
Sin un rumbo fijo, salió del edificio, dejando atrás su corazón destrozado.