El centenario del Torneo de las Cuatro Tierras ha llegado antes de lo esperado. Para conmemorar los cien años desde la creación del brutal torneo, los Padres de la Patria han decidido adelantar el evento, ignorando las reglas tradicionales y usando esta ocasión para demostrar su poder y someter aún más a las Nueve Ciudades.
Nolan, el mejor amigo de Nora, ha sido elegido para representar a Altum, enfrentando los peligros de las traicioneras tierras artificiales: hielo, desierto, sabana y bosque. Nora, consciente del destino que le espera a Nolan, no está dispuesta a permitir que se repita la misma tragedia. Junto a la rebelión, buscará acabar con los Padres de la Patria y poner fin a la dictadura de las Cuatro Tierras.
El reloj avanza, el torneo está a punto de comenzar, y esta vez, el objetivo de Nora no es solo salvar a Nolan, sino destruir de una vez por todas el yugo que ha esclavizado a las nueve cuidades
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Un plan sin fallas
Nolan había esperado toda la semana con una sensación que oscilaba entre la ansiedad y el temor. Finalmente, después de poco menos de diez días, había llegado el momento. El muchacho se movía con sigilo, manteniéndose oculto en las sombras mientras se acercaba a los bordes de Altum. Sabía que no podía permitirse ser visto; los guardias de los Padres de la Patria patrullaban las zonas cercanas, siempre vigilantes. Llegar hasta el punto de recogida sin ser descubierto era el primer desafío, y el más inmediato.
Su corazón latía con fuerza mientras se agachaba tras un muro derruido, observando con nerviosismo el cielo nublado en busca del helicóptero. Era un aparato viejo y chirriante, pero inconfundible; lo había escuchado muchas veces en los cuentos de Nora, que se lo describía con el mismo desdén con el que uno se refiere a un enemigo familiar. Esa aeronave se usaba exclusivamente para llevar a los seleccionados a la base de los Padres de la Patria, donde comenzarían su "entrenamiento". Aunque la palabra no le hacía justicia a la verdadera naturaleza de ese lugar, que más bien era un campo de pruebas, donde los débiles eran eliminados sin piedad.
El sonido del helicóptero, un ruido grave y persistente, comenzó a intensificarse, y el viento levantó polvo y hojas secas a su alrededor. A medida que la aeronave descendía, las palas del rotor giraban con un zumbido casi ensordecedor, generando turbulencias en el aire. Nolan se acercó cauteloso, con la vista fija en la puerta lateral que se abría lentamente. Un hombre alto y corpulento, con el rostro endurecido por la vida militar, emergió del helicóptero y clavó sus ojos en él. Su uniforme, desgastado pero aún imponente, portaba los emblemas de los Padres de la Patria, símbolos de opresión para la mayoría de los habitantes de las nueve ciudades.
—¿Nolan Norton? —preguntó el hombre, su voz era grave y autoritaria, un tono que no admitía dudas.
Nolan sintió un nudo en la garganta y su voz salió entrecortada.
—S-sí… soy yo —respondió, intentando parecer firme, aunque sus piernas temblaban incontrolablemente.
—Suba —ordenó el hombre, sin un atisbo de simpatía—. Vamos a la base de los Padres de la Patria. Se unirá a los demás seleccionados.
El miedo lo atravesaba como un frío penetrante, y a cada paso que daba hacia el helicóptero sentía que la vida lo abandonaba un poco más. Sus pies apenas le respondían, y la respiración se le agitaba cada vez más con cada escalón de la aeronave. Sabía que era peligroso, pero no tenía opción; había prometido cumplir con su parte para ayudar a la rebelión, incluso si eso significaba arriesgarlo todo. "Si Nora sobrevivió allí, yo también puedo hacerlo", se repetía mentalmente para darse valor, mientras el helicóptero se alzaba en el aire, alejándolo de la relativa seguridad de Altum y llevándolo hacia lo desconocido.
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Mientras tanto, a kilómetros de distancia, Nora estaba en la base de la rebelión en Vire, terminando de teñirse el cabello de un rubio pálido. La tonalidad dorada brillaba bajo la luz tenue de la lámpara de la habitación, haciéndola ver diferente, casi irreconocible. Era un cambio necesario; un intento de borrar rastros del pasado y prepararse para lo que estaba por venir.
Eli, su hermano mayor y líderes de la célula rebelde, la observaba desde el umbral con una sonrisa de aprobación.
—Te quedó bien, Nora —comentó con tono cálido—. Realmente te ves diferente.
Nora se limitó a asentir, mientras exhalaba un suspiro profundo que parecía venir del fondo de su alma.
—Gracias, lo sé —respondió, aunque había un dejo de tristeza en su voz.
Eli la miró con preocupación, notando la sombra en sus ojos. Se acercó un poco más y le habló con delicadeza.
—¿Sigues preocupada?
—Sí —confesó Nora, mordiéndose el labio inferior—. Hoy Nolan debería estar llegando a la base de los Padres de la Patria, o al menos estaría a punto de encontrarse con el resto de los seleccionados. No puedo evitar pensar en lo asustado que debe estar.
—Debe estarlo, sin duda —admitió Eli, colocando una mano en su hombro para reconfortarla—, pero también sabe lo que está en juego. Es necesario, Nora. Es la única forma en que podremos seguir adelante con la misión.
—Tienes razón, Eli. No puedo quedarme atrás. Debo estar preparada para lo que venga —dijo Nora, enderezándose, como si se sacudiera la tristeza de los hombros. Sus ojos comenzaron a brillar con una determinación renovada.
—Esa es la Nora que esperaba ver de regreso —sonrió Eli.
En ese momento, Sora irrumpió en la habitación con un montón de papeles arrugados bajo el brazo, y sus ojos brillaban con entusiasmo. Sora era una jefa por ser una estratega sagaz, aunque su carácter a veces impulsivo podía poner a prueba la paciencia de cualquiera.
—¡Les tengo noticias! —exclamó, extendiendo los papeles sobre la mesa—. He conseguido los planos de las cuatro tierras artificiales.
Nora se inclinó para examinar los documentos. Los mapas mostraban las estructuras, las zonas fortificadas y las posibles rutas de acceso. Los detalles eran complejos, pero imprescindibles para el éxito de la misión.
—¿Cuál es el plan? —preguntó Nora, con un toque de urgencia en su voz.
—La idea es evaluar cuál de las cuatro tierras es la más accesible para infiltrar a nuestras tropas y rescatar a los participantes —explicó Sora, señalando varias rutas marcadas en rojo.
Nora frunció el ceño. La preocupación seguía latente en su mirada.
—¿Y qué pasa si Nolan muere en el primer intento? ¿De qué servirá todo esto? —preguntó con un tono agrio, como si la sola idea de perderlo la desgarrara.
—No va a morir —respondió Eli con firmeza—. Él fue entrenado durante días, Nora. El cambio en su condición física era evidente. Tiene la fortaleza necesaria para llegar hasta el final, estoy seguro.
—Eli tiene razón —agregó Sora, volviendo a trazar con su dedo una línea sobre el mapa—. El plan es enviar dos grupos grandes como señuelos para distraer a las fuerzas de los Padres de la Patria. Luego, un equipo de infiltración reducido se colará por esta entrada oculta —dijo, señalando un pequeño acceso lateral casi imperceptible en el plano—. Una vez que los participantes estén a salvo, procederemos a capturar a los tres Padres de la Patria que quedan y los obligaremos a renunciar frente a las nueve ciudades.
—¿Y qué haremos con ellos después? —preguntó Nora, entrecerrando los ojos con sospecha.
—Los encarcelaremos por los crímenes que han cometido contra nuestro pueblo —respondió Eli con resolución.
—El plan parece sencillo —admitió Sora, aunque con un tono que denotaba una leve incertidumbre—. Sin embargo, hay un pequeño inconveniente... un detalle crucial que no podemos ignorar.
Eli asintió lentamente, preparándose para dar la mala noticia.
—Alguien de la rebelión tendrá que infiltrarse en la ciudad principal, es decir, en la sede de los Padres de la Patria, para colocar explosivos en puntos clave. Tendrá solo una semana antes de que todo comience —explicó Sora, su voz sonando casi como un susurro.
—Iré yo —dijo Nora, dando un paso adelante con decisión—. Ese es mi deber. Necesito estar cerca de Nolan, debo asegurarme de que sobreviva.
—No, Nora —intervino Sora, sacudiendo la cabeza—. Eres una de las principales figuras de la rebelión. Necesitamos que motives a los demás, y desde allí no podrás hacerlo.
—Déjala, Sora —dijo Eli, con una expresión que combinaba admiración y resignación—. Cuando Nora se fija una idea en la cabeza, no hay fuerza en el mundo que la haga cambiar de opinión.
—Desde allí —añadió Nora, con una mirada determinada—, podré inspirar aún más a nuestra gente. Nolan no estará solo en esto.