El Patito Feo De Sara.

Después de la demanda de los padres de Sara los días transcurría lentamente.

Para Renata, el día transcurría con aparente tranquilidad, quien había salido de una reunión importante con los inversores de NeuroLink . Caminaba con confianza hacia su auto, tarareando una canción, cuando sintió que algo no estaba bien. Al voltear, apenas tuvo tiempo de ver a dos hombres encapuchados que se abalanzaron sobre ella.

—¿Qué diablos...? Fue todo lo que alcanzó a decir antes de que la golpearan en la cabeza y la arrastraran hacia una camioneta negra.

Cuando despertó, se encontró atada de pies y manos en una habitación oscura y maloliente. A pesar de su situación, lo primero que hizo fue evaluar su entorno, buscando alguna oportunidad de escapar.

—¿En serio? ¿Esto es lo mejor que tienen? murmuró con sarcasmo al ver las cuerdas mal ajustadas en sus muñecas.

Mientras tanto, Sara estaba en su oficina revisando documentos cruciales cuando sonó su teléfono. Al contestar, una voz fría y desconocida la hizo estremecerse.

—Si quieres volver a ver a tu amiga Renata, entrega los planos y acceso total a los servidores de NeuroLink demandó el secuestrador, sin rodeos.

—¿Renata? ¿Qué le han hecho? ¡Si le tocan un solo cabello, se arrepentirán! gritó Sara, sintiendo que el mundo se le venía abajo.

—Eso depende de ti, señorita García. Tienes 24 horas. Te enviaremos más instrucciones.

La llamada se cortó, dejándola temblando. Su mente era un torbellino de pensamientos. ¿Cómo podría haber llegado tan lejos? ¿Y si le hacían daño a Renata?

En ese momento, Rodrigo entró a la oficina, notando de inmediato el rostro pálido de Sara.

—¿Qué sucede? preguntó con gravedad.

—Han secuestrado a Renata respondió ella, con lágrimas en los ojos. Su voz temblaba. Quieren que entregue el control de NeuroLink a cambio de su vida.

Rodrigo se acercó, colocando una mano reconfortante sobre su hombro.

—No vamos a dejar que eso pase. Renata estará a salvo. Confía en mí.

Mientras Rodrigo movilizaba a sus contactos para rastrear a los secuestradores, Renata, en el lugar del cautiverio, no estaba dispuesta a quedarse quieta. Aunque las cuerdas le dificultaban moverse, mantenía su actitud desafiante.

—¡Vaya montones de idiotas! ¿De verdad pensaron que me iba a quedar callada? gritó a los hombres que la vigilaban.

Uno de ellos, visiblemente molesto, se acercó.

—Cállate, maldita mujer.

Renata arqueó una ceja, sin perder su tono mordaz.

—Eso es todo lo que tienes? No me extraña que estén haciendo el trabajo sucio de otros. Claramente no tienen cerebro propio.

El hombre levantó la mano, pero otro lo detuvo.

—Déjala. No nos pagan para golpearla... aunque ganas no faltan.

Renata lanzó una carcajada.

— ¿Golpearme? ¡Inténtenlo, cobardes! Les garantizo que saldrán peor de lo que entraron.

Sus palabras lograron desconcertar a sus captores, pero no lo suficiente para liberarla. Mientras tanto, Rodrigo logró rastrear la señal del teléfono usado para hacer la llamada. La ubicación los llevó a una bodega abandonada en las afueras de la ciudad.

—Ahí es donde la tienen dijo Rodrigo, mostrando el mapa a Sara.

—Voy contigo respondió ella.

-No. Es demasiado peligroso. Déjamelo a mí.

—Rodrigo, es mi amiga. No voy a quedarme esperando mientras esté en peligro.

Al ver la necedad en los ojos de Sara, Rodrigo no discutió más. Prepararon un plan rápido y se dirigieron al lugar con un pequeño equipo de seguridad.

Dentro de la bodega, Renata seguía buscando la manera de soltarse. Finalmente, logró aflojar las cuerdas lo suficiente como para liberar una mano.

—Prepárense, idiotas. Renata Montiel no se queda quieta por mucho tiempo susurró para sí misma.

En ese momento, escuche un ruido en la entrada. Rodrigo y su equipo irrumpieron con armas en mano, desatando el caos. Los secuestradores intentaron defenderse, pero fueron superados rápidamente.

Renata, al ver su oportunidad, se liberó por completo y se lanzó contra uno de sus captores.

— ¿Crees que podías secuestrarme y salir ileso? gritó mientras le propinaba un golpe directo en el rostro que lo dejó inconsciente.

Otro hombre intentó detenerla, pero Renata, demostrando su habilidad como cinturón negro, lo derribó con una llave impecable.

—¡Vamos! ¿Eso es todo lo que tienen? ¡He enfrentado retos más grandes que ustedes en el dojo! exclamó, golpeando a otro que intentó atacarla por la espalda.

Sara y Rodrigo llegaron justo a tiempo para ver a Renata enfrentarse a los últimos dos secuestradores. Aunque estaba agotada, su fuerzas parecía no agotarse.

—Renata, basta. Ya estamos aquí dijo Rodrigo, tratando de calmarla.

Renata, jadeando, se giró hacia ellos con una sonrisa triunfal.

—Basta? ¡Esto apenas se estaba poniendo divertido!

Cuando finalmente todo terminó, Renata se dejó caer en una silla, riendo a carcajadas.

—¿Vieron eso? Ni siquiera tuvieron una oportunidad.

Sara corrió hacia ella, abrazándola con fuerza.

—¡No vuelvas a asustarme así! Pensé que te iba a perder.

Renata la miró con ternura, pero no pudo evitar bromear.

—Tranquila, Sara. Soy como un gato; siempre caigo de pie.

Rodrigo, aunque aliviado, no pudo evitar admirar la valentía de Renata.

—Eres increíble, Renata. Pero por favor, no volvamos a ponernos en esta situación.

—No prometo nada respondió ella, con una sonrisa traviesa. Pero si lo hacen, por lo menos que envíen secuestradores más competentes la próxima vez.

La experiencia, aunque aterradora, no hizo más que reforzar los lazos entre Sara, Rodrigo y Renata. Ahora más que nunca, estaban decididos a proteger lo que habían construido juntos, sin importar los obstáculos que se interpusieran en su camino.