Malas Decisiones.!

Abuelo, es demasiado, no puedo aceptar esto, dije, sintiéndome emocionada por dentro, pero a la vez preocupada por la generosidad del regalo tan costoso.

No vas a rechazarlo. Esa casa ya está a tu nombre y te brindará libertad para tomar tus propias decisiones, sin la intervención de tus padres, respondió el abuelo.

Mis ojos se llenaron de lágrimas; esa casa significaba mucho para mí, era un refugio al que podía ir a estar sola y sin preocupaciones.

No podía hacer otra cosa más que correr y abrazar a mi abuelo mientras estallaba en llanto.

—Mi niña bonita, quiero lo mejor para ti. Esta casa puede ser un gran comienzo para ti, y nadie tiene por qué saberlo —dijo mi abuelo mientras secaba mis lágrimas.

Abuelo, te quiero muchísimo, no sé cómo podré agradecerte por todo lo que has hecho por mí, dije entre lágrimas.

Jamás quiero que me agradezcas nada, solo deseo verte sonreír. Ahora, seca tus lágrimas y ve a cenar con Sonia sin preocupaciones; yo iré a casa de tus padres a ver a mi bisnieto y a Camil, dijo Mario.

Limpié mis lágrimas y le di un beso en la frente. No sabía qué decir realmente, así que tomé las llaves, las metí en la bolsa y salí de la oficina de mi abuelo.

¿Estás lista para ir a cenar? me preguntó Sonia, mientras tomaba mi brazo para subir al elevador.

Estoy lista. Mi abuelo vendrá a mi casa, así que podemos cenar con calma. ¡No te preocupes! - dije.

Ambas bajamos en el elevador hasta el estacionamiento.

Ahora dime, Nova, ¿no te gustaría volver a ver a ese hombre tan guapo? Déjame decirte que ni siquiera me enteré de su nombre ni supe qué hacían en la fiesta de la empresa. - comentó Sonia mientras subía al auto.

Quizás era de esos hombres que se cuelan en las fiestas. - respondí, un poco preocupada.

No lo creo, había una lista de invitados específica, pero no te preocupes, yo investigaré. Dijo Sonia con una sonrisa.

No, yo no quiero saber, de hecho, quiero olvidar todo lo que pasó. Dije mientras suspiraba, aunque en el fondo anhelaba volver a verlo o, por lo menos, saber su nombre.

En el camino al restaurante, ambas cantamos en el auto como es habitual.

Nos detuvimos en un semáforo, al lado de un auto que venía a gran velocidad. Ambas miramos a los dos hombres que estaban dentro del vehículo.

De repente, me quedé paralizada al darme cuenta de que el que conducía era el mismo con quien había pasado la noche.

Nuestras miradas se cruzaron al instante y sentí un cosquilleo en el estómago, así que me agaché dentro del auto, tratando de esconderme.

¡Por Dios, son los tipos de la fiesta! -dijo Sonia, subiendo el vidrio del auto lentamente y tratando de mantener la calma.

¡Sonia, arranca! -dije nerviosa.

Sonia pisó el acelerador y yo solo pude escuchar los claxon de los demás autos que tuvieron que detenerse, ya que aún estaba el alto.

¡Lo siento mucho, perdón! decía Sonia mientras pisaba el acelerador a fondo.