En Esta Segunda Vida Seré Villana

Dalia por su parte, lee los documentos bien, y al no ver nada fuera de lo normal, firma.

—Ya está listo, mañana mismo me marcho de este palacio, y espero y sepas cuidar a mi hija, porque si me entero de que algo le pasó, vendré aquí dispuesta a todo— dice Dalia y deja los documentos en la mesa más cercana, y toma a su hija de una mano y sale con ella de allí, sin siquiera mirar atrás.

Al estar solo, el emperador se queda en silencio, sumergido en sus pensamientos, él en su interior siente que está haciendo algo mal, pero no sabe qué.

Marta al notarlo, usó su magia en él, para que esté deje de pensar, pues de seguro, está pensando en que lo que acaba de hacer estaba mal.

—Esposo, seremos felices, no te preocupes, yo estoy preparada para el puesto de emperatriz, la princesa Dayana tendrá en mí una madre— dice ella y el hombre solo sonríe.

¿Pero está preparada Marta para el puesto de emperatriz?

La verdad es que no, ella nunca ha tenido esa educación, pero no dirá eso delante de nadie, ya verá como se hace para hacer el trabajo de la emperatriz, quizás estudie, o le pague a alguien.

**

Ante las palabras de Marta, el emperador confía en que ella será una buena emperatriz, como lo es Dalia.

Con madre e hija

Ambas se fueron al palacio en dónde habitan, el cual estaba muy feo por fuera, aunque por dentro, Dalia se ocupa de que esté limpio.

Sus empleados son tratados muy bien, y ellos aman trabajar con ella, claro, allí también habitan informantes secretos de la concubina, quienes tienen la tarea de informar todo lo que Dalia hace.

Aquellas personas ya han sido identificadas por Dayana, puesto que, en su anterior vida, ellos también cooperaron con Marta y su hija, para hacerle la vida difícil.

En esta nueva vida, ella le enseñará a todos cómo es ser villana, nadie escapará de su ira.

Con ese pensamiento en mente, Dayana se puso de buen humor.

En cuanto a su madre, ella desde que llegó al palacio, se reúne con sus empleados, para explicarle la situación.

—Oficialmente, ya no soy la emperatriz de este imperio, y por lo tanto, todos ustedes mis fieles empleados, son los que deciden si irse de este palacio, o quedarse a servir a la nueva emperatriz Marta— expresa ella y el mayordomo dice.

—Para todos nosotros, usted será la única soberana de este imperio, y si usted no está aquí para que la sirvamos, preferimos irnos de este palacio, nuestra lealtad es solo para la emperatriz Dayana — expresa aquel hombre y los demás dicen lo mismo.

Dayana lo entiende, tal parece que en su otra línea de tiempo, estos sirvientes fueron despedidos por Marta.

Ahora entiende muchas cosas.

Al ver la decisión de sus empleados, Dalia decide dejarle ir, no puede obligarlos a quedarse, ya que eso implica servir a Marta.

—Bien, tienen mi permiso para irse, hoy mismo les daré a todos su indemnización y una carta de recomendación, gracias por servirme de todo corazón— dice ella agradecida.

Los espías de la arpía, deciden hablar.

—Emperatriz, nosotros nos quedamos, no tenemos a donde ir— dice una sirvienta y otros tres la apoyan.

En vista a eso, Dalia solo les agradece por sus servicios; luego de eso, se va a su oficina a trabajar por última vez, en la indemnización de sus empleados.

Su hija la seguía para todos lados, y hasta se ofrece a ayudarla.

Ella de buena voluntad lo acepta y ambos se ocupan en ese asunto.

Cuando la tarde cayó, Dalia cita a sus empleados, y le da lo que corresponde a sus años de trabajo y la carta de recomendación, luego se despide de cada uno de ellos.

La empleada nueva también recibe una buena suma de dinero. Todos los empleados se fueron del palacio agradecidos con Dalia.

Sin más que hacer, Dalia se va al salón de té, pues sus anteriores empleados, le dejaron una mesa de té lista, la cena, y también su ropa en sus maletas.

Esos empleados eran las mejores personas que un amo puede tener.

—Espero y sepas cuidarte— dice Dalia mientras le sirve té a su hija.

—Lo haré no te preocupes, no te sorprendas por los sucesos que empiecen a pasar en este palacio— dice ella mientras toma la taza.

—Para nada, si fueron capaces de matarte en un pasado, y también a mí, no me importa su destino, esta es tu venganza— expresa Dalia y la niña sonríe.

—Así es, tengo planes para cada uno de ellos, mi venganza llegará a lo grande— dice Dayana y ambas sonríen.

Ambas solo se limitan a continuar su agradable momento a solas, pues ya mañana Dalia se tiene que ir.

***

Cuando el siguiente día llegó, Dalia desde temprano se fue del palacio, siendo llevada por guardias del emperador.

Ella para no levantar sospechas de que se irá a otro lugar, tiene planes de estar unos días donde su familia, luego se irá de ahí a otro lado.

Cómo sus padres viven lejos de la capital, será difícil enterarse del divorcio y para cuando se enteren, ya Dalia estará en dónde desea hacerlo.

El único que la acompañará será el cochero, quien no solo es eso, sino un soldado ya retirado.

Aquel hombre es fiel a Dalia y la ve como una hija.

En cuanto Dalia se fue del palacio, la concubina comenzó a dar órdenes como ama y señora.

Sus secuaces también mostraron sus verdaderas caras; todos miraban mal a Dayana y ella por precaución, consiguió un pequeño cuchillo, uno bien afilado. Uno que usará en quien intente hacerse el malo.

Ellos aunque no digan una palabra ella ya conoce sus intenciones. Ellos apenas le llevaban alimentos y sencillos; por supuesto que al Dayana ser una general en su otra vida, sabe valerse por sí misma.

Ese día nadie hizo nada, pero una semana después de que la madre de Dayana se fuera del palacio, nadie atendía a la pequeña y el palacio estaba desordenado. Ella ya sabe, que aquella mujer ya comenzó a actuar.

Ella un poco curiosa, se acerca a uno de esos lacayos y le pregunta sobre qué estaba pasando. Aquella persona estaba descansando teniendo aún cosas que hacer por delante.

—¿Me gustaría saber por qué razón este palacio está tan desordenado? ¿No sé les paga a todos para cumplir su trabajo?— la sirvienta al escuchar sus palabras sonríe.

—Yo solo sirvo a mi señora Marta y a la señorita Tania, tu solo eres la mugre de la familia imperial, no tengo la obligación de servirte, mis compañeros piensan lo mismo— dice la mujer con arrogancia.

Su actitud no hizo otra cosa más que enojar a la niña.

—Sirvienta, será mejor que todos ustedes inicien a hacer su trabajo, o me veré en la obligación de echarlos de este palacio— dice la pequeña y la mujer se ríe.

—Una mocosa como tú que su madre abandonó y quizás se fue con otro, no tiene derecho a nada, usted no manda aquí— expresa la mujer con burla.

En esos momentos, Dayana sintió su sangre hervir del enojo y una fuerte cantidad de magia oscura comenzó a salir de su cuerpo. La mujer quien se reía con burla, dejó de reír y miraba asustada.