Fui obligada a casarme con el CEO enmascarado y discapacitado por culpa de mi padre, quien en una apuesta me perdió.
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—3—
ELENA COEN
— Levántate muchachita — era la voz del señor Mondragón.
Abrí mis ojos, me enrollé la cobija alrededor de mi cuerpo. Recordé que la señora antes de salir me dijo que había dejado ropa. Aún seguía desnuda bajo la cobija.
Me puse de pie.
— He tomado una decisión para ti— lo miré fijo sin nada — Te casarás con mi hijo Dustin este sábado.
— Aún soy menor de edad.
— Tu padre ya firmó el permiso. No habrá problema porque en dos semanas tendrás 18 años.
Siendo honesta siento que mi vida no vale nada. En cuanto pueda huiré de las manos de esta maldita familia. Me iré lejos, muy lejos de todo.
— Mi padre firmó — mis lágrimas caían al piso — está bien.
El señor aplaudió y tras ese aplauso entraron dos sirvientas que traían ropa en sus manos, zapatos y maquillaje.
El señor Mondragón salió del cuarto.
— La voy a ayudar a vestirse— una de las empleadas me quiso quitar la cobija que envolvía mi cuerpo.
— No lo hagas. No quiero que ustedes vean mi cuerpo. Soy capaz de vestirme sola. Dejen la ropa en la cama y salgan de aquí.
— Solo seguimos órdenes.
— Que se vayan de aquí— las dos empleadas se salieron.
Entraron los dos gorilas y me sacaron del cuarto cargada. Me llevaron a otro cuarto donde estaba él, el hombre que usaba la máscara. Su padre, el señor Mondragón, estaba con él.
Me agarré fuerte la cobija. No podía dejar de verle la cara que estaba cubierta por un antifaz negro. Una de la empleada entró con la ropa y la puso en la cama.
— De hoy en adelante dormirás aquí con mi hijo. Lo único que tenías que hacer era dejar que mis empleadas te vistieran, Pero te encanta llevar la contraria. Estaba siendo amable porque eras la hija de tu padre, pero ya me cansé de tu berrinche.
— Me voy a dejar vestir.
— No. Ya perdiste tu oportunidad. De ahora en adelante este es tu cuarto.
El señor salió. Cerró la puerta. Caminé un poco hacia la puerta y la abrí, y ahí estaban los dos gorilas. Cerraron la puerta. Tenía la sensación de que estaba en la jaula de un león a punto de ser devorada.
Dustin me miró con una mirada tan fría.
— La próxima vez que me veas así, lo vas a lamentar— Dustin habló siendo grosero.
Giró su silla a la ventana. Me quedé de pie, no sabía qué hacer. Me veía de reojos.
— Vístete.
— Sal del cuarto.
—¿Por qué?
Tomé la ropa y visualicé el baño.
— No entres ahí. No estás autorizada.
Su voz y su mirada me dan miedo. Me vestí en un rincón, sentía su mirada. Mi cuerpo temblaba, era algo que no podía controlar. Me quedé de pie.
¿Qué le habrá pasado para quedar así?
Pasó una hora, él seguía a un lado de la ventana y yo parada en mi mismo lugar. Me dolían los pies.
Se escuchó un disparo. Di un pequeño grito, que luego fue ahogado con mis manos. Y las lágrimas que tanto me contuve, salieron.
Dustin me miró con su cara sería.
— ¿Por qué lloras? No me gustan las lloronas.
Él escribió algo en su celular. Los guardaespaldas, gorilas o lo que sea que sean, entraron.
— Llévatela. No soporto a las mujeres lloronas.
Ellos me sacaron del cuarto y me llevaron al cuarto de antes. Me sentí un poco aliviada. Me senté en la cama.
Pensé un poco en Erick, mi novio de la escuela. Al graduarnos del High School, él se fue a estudiar a España y llegando allá perdí comunicación con él. Nunca supe si es porque tenía a otra chica o porque mi padre empezó a perder todo.
Cómo extraño a mi mamá. ¿Por qué haces esto papá? Me sentí resignada a mi destino. Ser la esposa de ese hombre tan frío.
Llegó el sábado. Eran las 7:00 de la noche.
Las empleadas me vistieron, está vez no hubo resistencia. Los dos gorilas me escoltaron en la sala. Ahí estaba mi padre y Loren. Sentía asco por ellos.
El abogado me pidió que firmara. Dustin no bajó, pero ya había firmado.
— Felicidades, hermanita. Ahora eres la esposa del CEO feo— me susurró en el oído.
— No puedo con tanta felicidad, Loren. Me voy a asegurar que ustedes dos no reciban ni un solo centavo. No me digas hermanita, maldita hipócrita.
Mi padre se acercó a darme un abrazo y a felicitarme.
— No lo hagas, padre. No quiero tu falsa felicidad. Sacrificaste a tu hija menor. ¿Por qué no lo hiciste con Loren? Los odio a los dos. Te odio padre. Espero no volver a verte.
No podía huir con tantos hombres acompañando la boda.
— Señora acompañame— una de las empleadas.
La seguí.
Llegamos a un cuarto que no era el de Dustin y no era el cuarto donde estuve confinada.
Dustin estaba ahí.
—Este es su cuarto y del señor Dustin. El armario está lleno de ropa y de todo lo que usted pueda necesitar. Me retiro. Disfrute de su noche de bodas.
¿Noche de bodas? Tendré que entregarle mi virginidad a este hombre que seguro tiene como 30 años.
— Cámbiate. Puedes acostarte. No te haré nada. ¿Cómo si pudiera?
Tomé una pijama y fui al baño a cambiarme. Cuando salí Dustin no estaba.
Dustin Mondragón, 27 años.
Gracias Luna por una novela corta pero excelente te felicito que Dios te bendiga siempre 🫂😘🙏🇻🇪💐