Y llegaste tú, y me sorprendió el poder que había en tu interior y llegaste tú...
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Capítulo 6
Samantha vio por el retrovisor que Emmanuel se detenía al principio del camino. Dudó, y se preguntó si no debió invitarle a entrar y que se tomara un café antes de dejar que diese media vuelta y regresara a su casa.
Es lo que debió hacer (lo mínimo que podía haber hecho), pero ya era demasiado tarde.
Por otro lado, ya estaban bien las cosas de esa manera. No quería equivocarse de nuevo.
No lo soportaría.
Y tampoco era prudente invitar a entrar a uno de los organizadores del evento de tu familia; y para añadir te tiene babiando por él.
Además estas sola y de noche puede complicar las cosas, Sobre todo cuando todavía notaba la punzada en el estómago de aquel absurdo momento bajo el capó del auto en el que le habían entrado unas ganas incontrolables de besarlo. Lo cual hizo quedándo en ridículo. Y en evidencia ante él.
Deseó poder ir a contarle el maldito embrollo a Carla. Pero eso estaba fuera de lugar. Su amiga ahora vivía con su prometido en casa de él, así que ni pensarlo, tendría que esperar hasta mañana.
Estaba claro que Emmanuel se había enrollado con un montón de mujeres.
No iba a echárselo en cara, - pensó mientras aparcaba.
Apagó el motor del auto, se mordió el labio y dio una vuelta a la llave del contacto. El carro hizo unos ruidos muy desagradables y pareció dudar, pero al final arrancó.
Eso debía de ser una buena señal, decidió la joven apagando el motor. De todos modos, lo llevaría al taller de su hermana tan pronto como pudiera.
Entró en su apartamento tomó una botella de agua y se la llevó a su habitación. Por culpa de Samuel y de la estúpida batería no cenaría y se acostaría sin comer bien, porque no tenía muchas ganas de cocinar. Y eso significaba que no tenía ninguna excusa para perderse la sesión de ejercicios matutinos que había planeado a primera hora de la mañana.
Ninguna excusa, se advirtió a sí misma.
Dejó el agua en la mesilla de noche y, al comenzar a desvestirse se dio cuenta de que todavía llevaba puesta la chaqueta de Emmanuel.
- Oh, Dioss.
Olía tan bien, - pensó.- El cuero y Emmanuel. Ese aroma no le ayudaría a tener una buena noche. Por eso dejó la chaqueta en el otro extremo de la habitación, en el respaldo de una silla. El paso siguiente sería devolvérsela, pero ya se ocuparía de eso más adelante.
Quizás podría enviársela con Patricia. No era un acto de cobardía pasarle el mandado a otra. Era actuar con eficiencia.
La cobardía no tenía nada que ver con aquello. Veía a Emmanuel muy seguido. Solo que no veía por qué tenía que hacer el viaje, si otra podía ir en su lugar. Seguro que él tenía alguna chaqueta más. Era improbable que necesitara esa en concreto, y a la mañana siguiente. Además, si fuera tan importante para él, no la habría olvidado.
Era culpa de él.
Pero ¿no había dicho que ya se ocuparía de eso más adelante?
Se puso un camisón y entró en el baño a darse una ducha de agua caliente y relajarse.
Pero ni así pudo sacarse de la mente a Emmanuel.
- ¿Por qué? Porque no podía dejar de pensar en él y convencerse a sí misma que él no era para ella y nunca lo será.
Malhumorada, apagó la luz de un manotazo y salió del baño directo a la cama. Se acostó y se acurrucó para disfrutar de las sábanas suaves y blandas en contacto con su piel, del aroma de ensoñación de las fresas perfumando el aire y
«¡Mierda!» Todavía percibía el olor de él cerca de su cuerpo. Aun mucho después de ese beso.
Suspirando, se puso boca arriba.
-:¿Y qué? ¿Qué había de malo en tener pensamientos lujuriosos con el mejor amigo del hermano de tu jefa? Ni que fuera un delito. Los pensamientos lujuriosos eran lo más normal del mundo. De hecho, era positivo tenerlos. Saludable incluso. Le encantaba tener pensamientos lujuriosos.
- ¿Por qué una mujer normal no podía tener pensamientos lujuriosos con un hombre sexy y fantástico que tenía un cuerpo impresionante y unos ojos que te miran desnudandote el alma?
Estaría loca si no los tuviera.
Ahora bien, ponerse manos a la obra eso sí sería una locura. Pero tenía todo el derecho del mundo a soñar despierta.
Samantha recordo cómo había reaccionado Emmanuel cuando se le acercó unos centímetros más bajo el capó del carro y lo beso.
Como todo hombre, le siguió la corriente. Y fue lo maximo. Y se lo habrían pasado increíble en la orilla de la carretera, bajo la nieve, fundidos en un ardiente abrazo. Dos cuerpos ardiendo de pasión, con el corazón latiendo con fuerza mientras la nieve caía sobre ellos y...
No, no, ya empezaba a hacerse ilusiones con él. Ya Samantha ¿Por qué siempre acababas convirtiendo una noche de pasión loca en una historia de amor?
- Aquel era su problema, y su origen sin duda era la maravillosa y romántica historia de amor que habían vivido sus padres. ¿Cómo no iba a desear algo así?
«Olvídalo», se ordenó a sí misma. Con Emmanuel no funciona lo de «y vivieron felices y comieron perdices». Valía más dejarlo todo como estaba.
Estaban excitados, abrazándose en la orilla de la carretera, pero tras ese impulsivo beso, un beso electrificante, sin duda, se habrían sentido incómodos y avergonzados.
- Pero me encantó que él le dijera que le gustaría continuar. Pero se preocupo por mi... Que bello. Ay Emmanuel. Si supieras ¿Cuanto significas para mi?
- Pero ya Samantha. Tú y Emmanuel, solo son, una clienta que requería de sus servicios como organizador de eventos y ya. Y una no trata de ligarse a sus organizadores. Se sentía mejor, infinitamente mejor, si se guardaba para sí misma sus pensamientos mientras seguía buscando el amor verdadero.
El amor que duraba toda la vida.