Mónica es una joven de veintidós años, fuerte y decidida. Tiene una pequeña de cuatro años por la cual lucha día a día.
Leonardo es un exitoso empresario de unos cuarenta y cinco años. Diferentes circunstancias llevan a Mónica y Leonardo a pasar tiempo juntos y comienzan a sentirse atraídos uno por el otro.
Esta es una historia sobre un amor inesperado, segundas oportunidades, y la aceptación de lo que el corazón realmente desea.
NovelToon tiene autorización de @ngel@zul para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Huyendo nuevamente
El día del cuarto cumpleaños de Sofía había llegado, y la casa estaba llena de vida. Los tíos y tías de la pequeña estaban ocupados colocando los últimos detalles de la fiesta, inflando globos y acomodando los regalos que parecían multiplicarse por cada minuto. Sofía, vestida con un vestido de princesa rosa brillante, corría emocionada de un lado a otro, completamente fascinada por la magia de su propio cumpleaños.
-¡Mira, mamá! ¡Mira mi vestido!-exclamaba Sofía, girando para que el tul de su falda se alzara en el aire.
-Estás preciosa, mi amor- le respondió Mónica con una sonrisa tierna, mientras ajustaba la tiara en la cabecita de la niña.
Diego llegó en ese momento con una enorme caja envuelta en papel brillante.
-¿Adivina qué hay aquí, princesa?- le dijo a Sofía, con una sonrisa traviesa.
Los ojos de Sofía se abrieron como platos.
-¿Un unicornio?- preguntó con toda la inocencia de una niña de su edad.
Todos en la sala rieron, y Diego le entregó el regalo, guiñando un ojo.
-Quizás sea algo mejor que eso- Sofía abrió el regalo con emoción, revelando un enorme castillo de muñecas. Sus gritos de felicidad llenaron la habitación, mientras corría a abrazar a su tío Diego con todas sus fuerzas.
-¡Gracias, papá! Te amo- dijo la pequeña, abrazando el castillo como si fuera su tesoro más preciado.
Mónica observaba la escena con una mezcla de alegría y melancolía. Todo parecía perfecto en ese momento, pero en su corazón sabía que pronto todo cambiaría. Mientras Diego bromeaba con la niña y el resto de los amigos se sumaban a las risas, Mónica no podía evitar pensar en lo que le esperaba en unos días: la partida, la mudanza y la incertidumbre que traía consigo el cambio de ciudad.
El jefe de Mónica la había llamado esa misma mañana para confirmarle que su amigo seguía necesitando una empleada con sus habilidades. Había aceptado sin pensarlo dos veces, sabiendo que esa sería la mejor forma de proteger a Sofía de Ryan y de cualquier peligro que su presencia pudiera traer.
La fiesta transcurrió entre juegos, risas y pastel. Sofía era el centro de atención, y todos se aseguraban de que la pequeña princesa tuviera el mejor día de su vida. Mientras Sofía jugaba con sus nuevos juguetes, rodeada de sus tíos y tías que la adoraban, Mónica aprovechó un momento de calma para hablar con Diego en privado en el patio trasero.
-Diego, hoy me confirmaron lo del nuevo trabajo. Nos mudamos en una semana- dijo, sin rodeos.
Diego la miró en silencio por un momento, asimilando la noticia. Aunque ya sabía que esto era una posibilidad, escucharlo en voz alta lo hizo sentir una mezcla de emociones.
-¿Estás segura?- preguntó suavemente- Sabes que no tienes que hacerlo sola. Te apoyaremos aquí, no tienes que huir de Ryan.
-Lo sé, Diego, pero no es solo por mí- dijo Mónica, mirando hacia la ventana donde Sofía jugaba- Es por Sofía. No quiero que él siquiera se entere de que existe. No puedo arriesgarme a que nos encuentre aquí.
Diego suspiró y asintió, entendiendo su decisión. La abrazó con fuerza.
-Voy contigo- dijo de repente.
Mónica lo miró sorprendida.
-¿Qué?
- Voy contigo. Al menos para ayudarte a instalarte. No voy a dejar que te enfrentes a todo esto sola. Además, Sofía necesita a su tío para armar ese castillo, ¿no?- dijo con una sonrisa suave.
Mónica sonrió agradecida, sabiendo que contar con Diego en esos primeros días sería un alivio inmenso.
Esa noche, después de que Sofía ya estaba dormida, acurrucada con su camiseta de Diego, Mónica reunió a todos en el salón para darles la noticia.
-Chicos, tengo algo que decirles- empezó, con nervios visibles en su rostro- Sofía y yo nos mudamos la semana que viene. He aceptado un trabajo en la otra ciudad.
El silencio llenó la sala por un momento. Todos se miraban entre sí, tratando de asimilar la noticia.
-¿Por qué?- preguntó Samuel, uno de los amigos más cercanos del grupo- Sabemos que ese tipo anda por estos lares, pero no tienes que irte. Aquí te protegeremos.
Mónica sonrió tristemente y negó con la cabeza.
-Sé que me protegerían, y lo aprecio de verdad. Pero no quiero arriesgar sus vidas ni la de Sofía. Ryan es peligroso, y no quiero estar en una situación en la que pueda hacernos daño a ninguno de nosotros. Es mejor que me aleje, que lo mantenga lejos de Sofía y de todos.
Los amigos asintieron, aunque con pesar. Todos sabían que Mónica tenía razón. Samuel fue el primero en levantarse y abrazarla.
-Lo entendemos, Mónica. Pero prométenos que estarás bien. No dudes en llamarnos si necesitas ayuda. Vamos a visitarlas, y siempre estaremos aquí para ustedes.
-Lo prometo- dijo Mónica, con lágrimas en los ojos.
Una semana después, todos estaban en la estación de trenes, despidiendo a Mónica y Sofía. El ambiente era una mezcla de tristeza y esperanza, con abrazos interminables y promesas de visitas.
Inés, quien ya se había convertido en una abuela de corazón para Sofía, sostenía a la niña en brazos, mirándola con ternura.
-Te voy a extrañar tanto, mi Sofi- le susurró, besando su cabecita- Pero sé que estarás bien. Dios te bendiga, mi niña.
Luego, Inés la entregó a Diego, quien la abrazó con fuerza.
-Yo las acompañaré y me aseguraré de que todo esté en su lugar- dijo Diego a los demás- No se preocupen, estarán bien.
Mónica abrazó a Inés con fuerza.
-Gracias por todo, Inés. Nunca podré agradecerte lo suficiente por haber sido una madre para mí y una abuela para Sofía.
Inés le acarició el rostro y la bendijo.
-Gracias a ti, hija. Tú me diste la familia que nunca tuve. Las visitaré pronto, te lo prometo.
Mónica subió al tren con Sofía en brazos y Diego a su lado. Mientras el tren partía, miraron por la ventana a sus amigos que les despedían con lágrimas y sonrisas, sabiendo que, aunque la distancia los separara, el lazo entre ellos nunca se rompería
El viaje fue tranquilo, con Sofía durmiendo la mayor parte del tiempo en el regazo de Mónica. Diego permaneció a su lado, sin decir mucho, pero su presencia era reconfortante. Al llegar a la nueva ciudad, el ambiente era diferente, más tranquilo, casi como si les ofreciera una nueva oportunidad para empezar de cero.
La empresa había proporcionado una casa cómoda y acogedora para ellas. Diego ayudó a instalar todo, desde los muebles hasta el castillo de muñecas de Sofía. Cuando todo estuvo en su lugar, la pequeña corrió por la casa, emocionada por su nueva habitación.
-¡Mira, mamá! ¡Tengo una ventana grande!- exclamó Sofía, mirando a través del ventanal.
Mónica sonrió, viendo la felicidad de su hija, y sintió un alivio profundo. Estaba empezando de nuevo, lejos del pasado, y aunque el futuro era incierto, sabía que mientras tuviera a Sofía, todo estaría bien.
Diego, apoyado en el marco de la puerta, la miró y le sonrió.
-Lo lograste, Moni. Un nuevo comienzo.
Mónica asintió, sintiendo que, por primera vez en mucho tiempo, la paz estaba a su alcance.
-Sí, Diego. Un nuevo comienzo.
esos lo estuvo, pero tendría hijos?, no lo creo. Entonces algo más oscuro está detrás de todo esto.