Mauricio Silva, un exitoso empresario de 38 años, se encontraba en una posición inesperada. Conocido en la alta sociedad por su inteligencia, carisma y atractivo, Mauricio había disfrutado de la vida de soltero por muchos años. Las cenas de gala, los eventos benéficos y las reuniones de negocios eran su hábitat natural. Sin embargo, su vida dio un giro radical cuando se convirtió en el tutor legal de Samanta Santos, la hija de su mejor amigo fallecido.Samanta, de 20 años, era todo un desafío. Conocida entre sus amigos y conocidos como el "demonio", no por maldad, sino por su espíritu indomable y travieso.
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Capítulo 6 : Consejos Maternos
Tania se sentía frustrada y preocupada. Las cosas con Samanta no mejoraban, y Mauricio parecía cada vez más distante. Decidió que era momento de buscar consejo en su madre, una mujer astuta y pragmática que siempre tenía una solución para todo. Cogió su teléfono y llamó a su madre, Lorena.
—Mamá, necesito hablar contigo. ¿Podrías venir a casa esta tarde? —pidió Tania, tratando de contener su ansiedad.
—Claro, querida. Estaré allí en una hora —respondió Lorena con su tono calmado y autoritario.
Una hora después, Lorena llegó a la mansión. Tania la recibió en la sala de estar, nerviosa pero aliviada de tener a su madre allí.
—Gracias por venir, mamá. Estoy... estoy un poco perdida con todo esto —comenzó Tania, frotándose las manos inquietamente.
Lorena, una mujer elegante de cabello perfectamente peinado, se sentó en el sofá y miró a su hija con una mezcla de preocupación y expectación.
—Cuéntame, querida. ¿Qué está pasando? —preguntó Lorena, con su tono firme pero cariñoso.
Tania tomó una respiración profunda y comenzó a explicar.
—Es Samanta. Desde que llegó aquí, las cosas han sido complicadas. Ella y Mauricio tienen una conexión que me hace sentir... desplazada. Intenté ser amable al principio, pero ella me respondía con travesuras y actitudes infantiles. Y ahora Mauricio parece estar siempre de su lado —dijo Tania, con una mezcla de frustración y desesperación en su voz.
Lorena asintió lentamente, procesando las palabras de su hija.
—Entiendo, Tania. Pero tienes que recordar que Samanta ha pasado por mucho. Ha perdido a sus padres y está viviendo en un entorno nuevo y extraño para ella. Es natural que esté a la defensiva —dijo Lorena, con tono comprensivo pero firme.
—Lo sé, mamá. Pero siento que estoy perdiendo a Mauricio. Él siempre la defiende, y parece que todo lo que hago está mal a sus ojos. No quiero perder todo esto... nuestra vida, nuestras comodidades. —Tania hizo una pausa, tomando aire antes de continuar—. La verdad es que no soporto a Samanta. La he tratado mal porque me hace sentir insegura. No puedo soportar verla y saber que tiene tanta influencia sobre Mauricio.
Lorena se inclinó hacia adelante, mirando a su hija directamente a los ojos.
—Tania, tienes que ser más estratégica. Mauricio tiene un sentido de responsabilidad muy fuerte hacia Samanta. Si sigues viéndola como una enemiga, solo lograrás alejarlo más. En lugar de eso, intenta construir una relación genuina con Samanta. Hazle ver que estás de su lado y que quieres lo mejor para ella. Así, Mauricio verá tus esfuerzos y comenzará a apreciarte más —aconsejó Lorena.
Tania asintió, tratando de procesar el consejo de su madre.
—Pero mamá, ¿y si no funciona? ¿Y si Samanta sigue haciendo travesuras y Mauricio sigue alejándose? —preguntó, con una nota de desesperación en su voz.
—Tania, nada es seguro en la vida. Pero si no intentas cambiar tu enfoque, es casi seguro que perderás a Mauricio. Tienes que mostrarle a él y a Samanta que eres capaz de ser una figura de apoyo en sus vidas. Y recuerda, la paciencia y la consistencia son clave —dijo Lorena, con firmeza.
Tania asintió, sintiéndose un poco más clara sobre sus próximos pasos.
—Gracias, mamá. Intentaré hacerlo mejor. Sé que tengo que cambiar mi actitud —dijo, con una sonrisa tímida.
—Así es, querida. Y recuerda, siempre estoy aquí para ti —respondió Lorena, abrazando a su hija.
Más tarde esa noche, Tania decidió poner en práctica el consejo de su madre. Se acercó a la habitación de Samanta y tocó suavemente la puerta.
—¿Puedo entrar? —preguntó.
—Claro —respondió Samanta desde adentro.
Tania entró y se sentó en el borde de la cama de Samanta.
—Samanta, quería hablar contigo. Sé que no hemos empezado con buen pie, y quiero disculparme por cualquier cosa que haya hecho para hacerte sentir incómoda. Quiero que sepas que estoy aquí para ti, y que realmente quiero que te sientas parte de esta familia —dijo Tania, con sinceridad.
Samanta la miró con una mezcla de sorpresa y desconfianza.
—Está bien, Tania. Yo también he hecho cosas que no estuvieron bien. Pero no estoy acostumbrada a todo esto. Extraño a mis padres y este lugar todavía me parece extraño —admitió Samanta, bajando la mirada.
Tania sonrió, sintiendo que era un pequeño paso en la dirección correcta.
—Lo entiendo, Samanta. Y quiero ayudarte a sentirte más cómoda aquí. ¿Te parece si empezamos de nuevo? Podemos intentar ser amigas y apoyarnos mutuamente —sugirió Tania, con una sonrisa cálida.
Samanta asintió lentamente, devolviéndole una pequeña sonrisa.
—Me parece bien. Podemos intentarlo —dijo, sintiendo un poco de esperanza.
Durante las semanas siguientes, Tania se esforzó por mejorar su relación con Samanta. Empezó a incluirla en más actividades, a escucharla más y a ser más paciente. Samanta, por su parte, comenzó a responder positivamente, haciendo menos travesuras y mostrando más interés en la convivencia.
Una tarde, mientras estaban en el jardín, Samanta se acercó a Tania con una sonrisa.
—Gracias, Tania. Sé que no ha sido fácil, pero aprecio que estés intentando hacer esto mejor para ambas —dijo, sinceramente.
Tania sonrió, sintiéndose más cercana a Samanta que nunca.
—Gracias a ti, Samanta. Creo que estamos logrando algo bueno aquí —respondió, con un sentimiento de logro.
Mauricio, observando desde la distancia, no pudo evitar sonreír. Ver a Tania y Samanta llevándose mejor le daba una sensación de paz que no había tenido en mucho tiempo. Decidió que esa noche sería perfecta para expresar su gratitud a Tania.
—Tania, ¿puedo hablar contigo un momento? —preguntó Mauricio, acercándose a ella más tarde esa noche.
—Claro, Mauricio. ¿Qué pasa? —respondió Tania, sintiéndose un poco nerviosa.
—Solo quería decirte que he notado el esfuerzo que has estado haciendo con Samanta. Quiero que sepas que realmente lo aprecio. Sé que no ha sido fácil, pero estás haciendo un gran trabajo —dijo Mauricio, con una sonrisa cálida.
Tania sintió una ola de alivio y alegría al escuchar esas palabras.
—Gracias, Mauricio. Quiero que esto funcione para todos nosotros. Samanta es importante para ti, y quiero que se sienta feliz aquí —respondió, sintiendo que sus esfuerzos estaban siendo reconocidos.
—Y lo estás logrando. Gracias, Tania —dijo Mauricio, acercándose para darle un abrazo.
Esa noche, mientras se preparaban para dormir, Mauricio se sintió más optimista sobre el futuro. Sabía que aún había desafíos por delante, pero con Tania y Samanta trabajando juntas, sentía que podían superar cualquier obstáculo.
Por otro lado, Tania se sentía más segura y motivada. Las palabras de su madre habían sido un punto de inflexión, y ahora sentía que estaba en el camino correcto. Estaba decidida a seguir trabajando duro para mantener a su familia unida y feliz.
En las semanas siguientes, la relación entre Tania, Samanta y Mauricio continuó mejorando. Aunque todavía había momentos de tensión y desafíos, el esfuerzo constante de todos ellos comenzó a dar frutos. La mansión se sentía más como un hogar, y todos empezaban a encontrar su lugar en esta nueva dinámica familiar.
La vida, con todas sus complicaciones y desafíos, empezaba a parecer un poco más manejable para Mauricio y su pequeña familia.