Elena es la primera princesa del imperio Viton, su padre la ama sobre el resto y le permite hacer cosas que se consideran de hombres así reciba quejas por esto.
Gracias a esto sus hermanas la envidian y la engañan una vez, permitiéndoles dañarla grandemente haciéndola desaparecer.
Elena no muere aunque era lo que querían pero su rostro fue destrozado y le impide regresar.
Vive con el médico que la salvo y a su cabaña llega la solución a sus problemas, un rostro nuevo, una vida nueva, pero tendrá que pagar por eso al ayudar a su nuevo esposo a completar también su propia venganza. Intentando en el camino de superar dejar atrás todo lo que vivió ¿podrán amar de nuevo?.
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Cap 11
Max llegó un poco tarde y no dijo palabras a pesar de que Andrea se encontraba sentada en la cama, se quitó la ropa y se acostó en la pequeña cama en el despacho.
Andrea prefirió acostarse y no hablar, no sabe lo que él piensa y lo menos que quiere es presionarlo.
A la mañana siguiente ya Max no estaba en la habitación, piensa que sigue molesto aun así quería por lo menos una charla, pese a eso trato de minimizarlo y se arregló para desayunar.
Sin embargo, al abrir la puerta para dirigirse al comedor, allí estaba Marcos con una bandeja en sus manos.
—Señora, mi señor me pidió que le trajera el desayuno, él no podría acompañarla en el comedor está mañana y no quiere que esté incómoda.
—¿Dónde está él?
—Tenía asuntos que atender por lo que salió antes, me pidió cuidarla mientras él regresa. —aunque le pareció absurdo en un inicio la idea de no salir no es tan molesta, seguro la duquesa se molestara por eso.
—Bien, gracias —extendió sus manos para tomar la bandeja, pero Marcos entró y la colocó en la mesa.
—¿Necesita algo más? —preguntó haciendo un leve inclinación
—No, puedes irte.
Marcos no dijo nada más, hizo una reverencia y salió. Al estar sola Andrea se sentó a la mesa y comenzó a disfrutar de los platillos, seguro y ese día no podría buscar una nueva doncella.
Max por su parte se encontraba en un pueblo cercano a la ciudad que pertenece al ducado. En este hay muchos hombres y mujeres quienes dedican su vida a la cosecha, algunos también son buenos en artes marciales.
Sobre su caballo recorria las calles mirando cada una de las casas en compañía de algunos guardas, miraba los patios donde se encontraban las cosechas buscando algo en especial.
En una de estas pequeñas casas había una joven sentada en la mesa en el patio, está separaba las semillas que debía plantar, tiene el cabello negro y ojos marrones, se ve delicada a la vista aunque el trabajo que realiza para ayudar a sus padres siendo hija única, es pesado dandole fortaleza.
Se bajo de su caballo acercándose a la casa.
La joven al verlo se levantó de un brinco e hizo una reverencia.
(Silvia)
—Joven señor —dijo con pánico, sin saber el motivo por el que estaba Max en ese lugar.
—No te asustes, me dijeron que eres buena en la lucha además de ser una de las chicas más fuertes del pueblo.
—Yo… yo… —Max entró con los brazos tras su espalda.
—Necesito que trabajes para mí —se sentó en la mesa donde ella trabajaba mientras que ella se mantenía de pie sin saber que decir —en realidad no para mí, mi esposa necesita a una doncella y tú serías perfecta para eso.
—¡Yo! —dijo señalándose, con sus ojos abiertos a más no poder.
—Estoy seguro que ella no aceptará a alguien débil a su lado, recibirás una buena cantidad de plata para eso.
Silvia no sabía que pensar, que Max fuera directamente hacia ella es extraño, pudo solo enviar a su asistente en su lugar.
—Será suficiente para que tanto tú como tus padres vivan bien y si deseas casarte te dejaremos ir.
—No me importa casarme, lo único que me importan son mis padres.
Silvia ya es mayor para el matrimonio, teniendo veintidós años decidió no abandonar a sus padres quienes ya estában mayores para el trabajo siendo ella quien tomara este lugar, impidiendo que su padre le buscará un esposo.
—Bueno —Max se levantó —necesito que te vengas conmigo ya que mi esposa te necesita, si quieres despídete de ellos.
—Gracias.
Para Silvia era una buena oportunidad, trabajar para una casa ducal y más para quien sería una duquesa le prometía por lo menos cuidar a sus padres en la vejez y viendo la sinceridad de Max, mucho más.
Sus padres en un inicio no aceptaron pero viendo la determinación de su hija solo la despidieron, pensaron que también sería de ayuda y que cuando ellos faltaran su hija no estuviera sola.
Max la esperó por un rato hasta que Silvia salió con una bolsa en sus manos.
En la mansión ya se acercaba el almuerzo y Andrea caminaba de un lado al otro dentro de la habitación, no sabía de Max y la duquesa le había pedido visitarla.
—Seguro querrá meter a una de sus espías como mi doncella —apretaba sus puños ya que se lo imaginaba —tendré que aceptar ya que no tengo una. Max tenías que hablar conmigo antes de irte.
La puerta se abrió por lo que miro hacia ella.
—¡Max! Necesitamos… —se detuvo al ver que entró tras él una mujer. —¿Qué sucede?
—Preséntate. —Silvia con los nervios a mil hizo una reverencia.
—Mi nombre es Silvia y estoy aquí por pedido del joven señor para ser su doncella.
—Fui temprano a buscarla ya que me imaginaba que necesitarías una.
Andrea lo miraba y también a Silvia, estaba un tanto impactada en que Max se adelantará a lo que ella tenía en mente.
—¿Cómo fuiste capaz de saber lo que quería?
—Era lógico. —Andrea recordó la invitación de la duquesa.
—¡Mierda! —camino hacia Silvia quitandole el bolso de las manos, dándoselo a max y agarrando a Silvia de la mano —ven conmigo.
Silvia miró a Max confundida quien solo asintió.
—Señor, ella va con la duquesa. —le dijo Marcos quien entró al ver salir a Andrea.
—Me lo imaginé —tras decir esto dio la vuelta saliendo de la habitación hacia el despacho.
Andrea caminaba con Silvia a su lado a quien le daba indicaciones después de presentarse, estaba aún ansiosa a pesar de tener la doncella que quería.
—Buenos días madre —dijo al llegar al salón principal donde la duquesa la esperaba.
Mariana (la duquesa)
—Buen día, creí que no me visitarias —dijo mirándola y luego a Silvia —¿Quien es ella?.
Andrea camino hacia su lugar y tras hacer una reverencia se sentó.
—Madre, ella es mi nueva doncella, me la trajo Max.
—¿No me habías dicho que no necesitabas doncellas?
—Claro que necesito, pero es que con Mara ya no me sentía a gusto, el médico me dijo que alguien me estaba envenenando y siento que fue ella.