Sinopsis: Camila es una apasionada estudiante de arte que decide participar en un programa de voluntariado en un hospital, buscando dar un sentido más profundo a su vida y su arte. Allí conoce a Gabriel, un joven carismático que enfrenta una dura batalla contra el cáncer. A pesar de la gravedad de su situación, Gabriel irradia una energía contagiosa que transforma el entorno del hospital.
A medida que Camila y Gabriel pasan tiempo juntos, su amistad florece. Camila descubre que el arte puede ser una poderosa herramienta de sanación, mientras que Gabriel encuentra en ella una fuente de inspiración y alegría. Juntos, crean un mundo de colores y risas en medio de la adversidad, compartiendo sueños, miedos y momentos de vulnerabilidad.
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Un día para recordar.
Camila se acomodaba en el asiento del copiloto del auto de su mejor amiga. La música sonaba suavemente de fondo, y las risas de las dos chicas resonaban en el vehículo. Sin embargo, la alegría del momento estaba matizada por un nerviosismo que pesaba en el corazón de Camila: Gabriel, conocería a su familia hoy, en el cumpleaños de su padre y necesitaba que todo estuviera bien.
—¿Estás lista para esto? —preguntó Amanda, lanzando una rápida mirada y sonrisa.
—Sí, estoy lista —respondió Camila, aunque su voz no sonaba completamente convencida. La idea de llevar a Gabriel a la fiesta de su padre, la emocionaba, y a su vez la llenaba de terror. Debían hacer el viaje hasta el hospital para buscarlo y de allí, a casa de sus padres, era un recorrido largo, sus padres vivían en un pueblo fuera de la ciudad, así que se habían preparado para pasar el día allí y volver al día siguiente al amanecer. Amanda encendió el motor y, con una sonrisa de complicidad, condujo hacia el hospital.
Al llegar al hospital, Amanda estacionó el auto y ambas chicas se miraron, compartiendo un momento de complicidad antes de entrar. Camila tomó una profunda respiración y, juntas, se dirigieron hacia la entrada. Los pasillos del hospital estaban llenos de vida, y los sonidos de las máquinas y las conversaciones creaban una atmósfera que, aunque a veces abrumadora, también era esperanzadora.
—Espero que Gabriel esté listo, anoche le di indicaciones de que volveríamos mañana.—dijo Camila, mientras caminaban.
—Probablemente lo esté ¡vamos a darle un día increíble! Necesita un respiro de todo esto. —respondió Amanda con optimismo.
Finalmente, llegaron a la habitación de Gabriel. Al abrir la puerta, el corazón de Camila se llenó de calidez al verlo. Estaba sentado en la cama, con una camiseta negra, jeans beige y zapatos blancos, se encontraba revisando su teléfono, su mirada se levantó al verlas.
—¡Hey, chicas! —exclamó Gabriel, su voz llena de energía. —¿Qué tal están?
—¡Hola, Gabriel! —respondió Camila, acercándose para darle un abrazo. —¿Estás listo?
—Si, solo le escribía a mi padre para tranquilizarlo, le preocupa un poco que salga de aquí—dijo Gabriel, sus ojos brillando con emoción.
—Es totalmente comprensible, Gabriel. Pero estás con nosotras, y creeme, nada te pasará —Amanda tomó la mochila aun lado de Gabriel y la puso en sus hombros.
—Lo se, solo es que le preocupa son mis medicaciones, ya configure mi teléfono para que me recordara. Aunque está muy feliz por mi, también expresó que me haría bien tomar otros aires.
—¡Y te va a encantar! La familia de Camila es muy agradable—dijo Amanda, con entusiasmo.
Gabriel miró a Camila, buscando su aprobación. Ella asintió con una sonrisa.
—Vamos, será divertido. Necesitamos un poco de pastel en nuestras vidas, ¿no crees?
—Claro, suena genial —respondió Gabriel.
Camila se acercó a Gabriel y colocó su brazo en sus hombros, rodeándolo. Amanda por su parte ofreció su brazo, y juntos caminaron hacia la salida, sintiendo cómo la emoción comenzaba a invadir. La vida fuera de esas paredes blancas era algo que Gabriel necesitaba.
Una vez en el auto, Amanda condujo con cuidado mientras Camila y Gabriel intercambiaban historias y risas.
—La historia es esta, ella era la chica más hermosa de la escuela y recuerdo que un día mientras iba a mis prácticas de basket, simplemente se acercó a mí y me confesó que le gustaba, así de la nada. No tenía ni idea que le pudiera gustar a alguien como ella. Yo solo la mire con mi cara de idiota sorprendido.
—Espera…—-Camila se levantó de su asiento y giró su cuerpo para tener una mejor visión de Gabriel en la parte de atrás del auto —...dices que ¿Le gustabas a la chica mas linda de tu secundaria? ¡Cómo es eso posible que no supieras!
—En mi defensa, no me gustaba la escuela, lo mío eran los videojuegos, siempre estaba pensando en la hora de salida y mi siguiente videojuego. Jugaba Basket, y ni siquiera era bueno en el, lo hacía porque uno de mis profesores me alentó a ello. No tengo ni idea de cómo me gradué. Y si, jamás sospeche que a alguien como ella le pudiera gustar.
Amanda centró mejor el espejo retrovisor para tener una mejor visión de Gabriel y dijo— Espero le dieras alguna respuesta alentadora.
—Bueno… no tan… alentadora, le dije que llegaba tarde a mi práctica y que lo sentía.
Amanda y Camila se miraron sorprendidas, sus bocas formaban una gran O. Gabriel se apresuró a decir.
—Lo remedie, lo juro, esa noche en casa me di cuenta que fui un idiota y al día siguiente hablé con ella. Eso fue el inicio de todo, ella se convirtió en mi primera novia.
—Pero si tuviste una relación con la niña más linda de la escuela, lo que es igual a la niña más popular, (porque en toda las escuelas es igual) ¿Eras popular? —Camila tomó su bolsa de papitas y la acercó a Gabriel, luego tomó dos papitas y las puso en la boca de Amanda.
—La relación duró cinco meses, y digamos que éramos demasiados diferentes, ella solo se hartó de mí y me terminó. Creí que me dolería o algo así pero fue muy llevadero. Y si fue un poco abrumador cuando de repente todo el mundo centro su atención en mi. Disfrute cuando volví a las sombras, a lo de siempre.
Así el trayecto pasó rápidamente, entre charlas e historias de su vidas, sin medir el tiempo se encontraron llegando a la casa de Camila, un lugar muy acogedor y lindo, que estaba decorada con globos y luces. El aroma de la comida recién hecha se mezclaba en el aire, creando un ambiente festivo y hogareño.
—Aquí estamos, no puedo esperar a probar la comida de tu madre. —anunció Amanda mientras estacionaba.
Su familia siempre había sido acogedora, y sabía que hoy no sería la excepción. Al abrir la puerta, su padre y su hermano la recibieron con abrazos.
—¡Camila! —gritó su padre con una gran sonrisa—. Estoy tan feliz de verte. ¿Quién es tu amigo?
—Papá, este es Gabriel —dijo Camila, presentando a su amigo—. Vino a pasar el día con nosotros.
Gabriel se sintió un poco abrumado por la calidez de la bienvenida. Se presentó y, para su sorpresa, su nerviosismo se desvaneció cuando vio la sonrisa genuina en el rostro del padre de Camila. Amanda por su parte abrazo a su padre y hermano, paso a un lado de ellos y se dirigió a la cocina.
—¡Es un placer conocerte, Gabriel! —dijo el padre, extendiendo la mano —Espero que disfrutes de todo lo que hemos preparado.
Gabriel asentía y sonreía mientras Camila lo acercaba a algún familiar o amigo para presentarlo, al principio se mostraba un poco cohibido pero luego comenzó a mostrar lo que realmente lo caracterizaba, su buen humor.
Su madre y hermano la apartaron de todos para interrogarla.
—¿Lo conociste en la universidad? ¿Si lo trajiste es porque te gusta y planeas algo más con él, no?. Cuéntame cariño casi nunca nos hablas y cuando lo haces solo te limitas a contarnos cosas de tus clases. Mírate, estás más delgada —Dijo su madre dándole un plato con mini Hamburguesas.
—Espero sea mejor que el idiota de tu ex, deberías solo centrarte en tus estudios. —Su hermano, tomó sus cachetes entre sus dedos y los pellizco, Camila lanzó un manotazo y pateó a su hermano, pero él logró esquivar este último.
—Idiota, lo de mi ex es pasado, porque mejor no vas a cuidar a Sabrina, sigo sin entender como es que le gustan los idiotas.
Su hermano se alejó con varias bebidas, pero no antes de jalar el cabello de Camila, esta volvió a lanzarle un segundo manotazo pero su hermano se quitó a tiempo —Esta me las pagas Adrian, no te descuides idiota. —Centró su atención nuevamente en su madre.
—Ya les dije, es un amigo. Lo conocí en el hospital. En el voluntariado que les conté, es un gran chico. ¿No crees?.
—Es un chico muy guapo, toma está demasiado delgado, lleva esto. —Tomo tres mini hamburguesas más y las colocó en su plato. Camila no tenía intención de decirles que Gabriel tenía cáncer, aún. Sabía que el ambiente tomaría un rumbo diferente y Gabriel se divertía en ese momento, no quería hacerlo sentir incómodo. Por fortuna en el trayecto él había sacado un gorro de lana negro y se lo había colocado cubriendo la totalidad de su cabeza, nadie se dio cuenta y nadie le había insistido en quitarselo.
A medida que la tarde avanzaba, Gabriel se integró poco a poco en el ambiente. Adrian, le mostró a Gabriel algunos de los juegos que estaban organizando para los invitados. Camila, al ver cómo su amigo se reía y disfrutaba, sintió que su corazón se llenaba de alegría.
No pasaron mucho tiempo antes de que Gabriel se sintiera como en casa. La familia de Camila lo incluyó en cada actividad, y sus padres hicieron todo lo posible para que se sintiera cómodo. La risa resonaba en la casa mientras compartían historias, y Gabriel se dio cuenta de lo maravillosamente cercanos que eran.
—¿Te gustaría venir a visitarnos más seguido? —preguntó el hermano de Camila, mientras le ofrecía más pastel.
—Me encantaría —respondió Gabriel, sintiendo que había encontrado un lugar donde podría ser él mismo, lejos de las preocupaciones del hospital.
La fiesta continuó con música, baile y deliciosos platillos. Camila observó cómo Gabriel se sumergía en la alegría del momento, y su corazón se llenó de gratitud. Verlo reír y disfrutar tan plenamente era un recordatorio de que la vida, a pesar de sus desafíos, podía ser hermosa.
A medida que el sol comenzaba a ponerse, la atmósfera se tornó mágica. Las luces comenzaron a brillar, y la música se volvió más suave, creando un ambiente íntimo. Camila tomó a Gabriel de la mano y lo llevó hacia el jardín, donde las estrellas comenzaban a aparecer en el cielo.
—Mira eso —dijo ella, señalando las estrellas—Son un recordatorio de que siempre hay luz, incluso en los momentos más oscuros.
Gabriel miró hacia arriba, sintiéndose como si hubiera encontrado un nuevo significado en la vida. La conexión que había creado con la familia de Camila, la calidez de su amistad, lo hacían sentir que aún había esperanza.
—Gracias por invitarme, Camila. Este ha sido uno de los mejores días de mi vida —dijo Gabriel, volviéndose hacia ella con una sonrisa sincera.
—No tienes que agradecerme. A partir de ahora serás parte de nuestra familia, creo que ellos te aman más que a mi—respondió Camila, sintiendo que su amistad era un tesoro invaluable.
Y así, en la calidez de ese hogar, entre risas y abrazos, la familia vivieron un día divertido, un día que se convertiría en un faro de esperanza en sus corazones.