"El Misterio del Bosque Encantado" es una emocionante novela de aventuras que sigue a Lucas, un joven aventurero que, desafiando las advertencias de su pueblo, explora un bosque misterioso lleno de secretos. Tras encontrar una puerta oculta y enfrentarse a una criatura mítica, Lucas descubre que su destino está ligado a una espada ancestral y a un portal que lo transporta a un mundo desconocido. Allí, es recibido por un grupo de guerreros que lo guiarán en una nueva misión, mucho más peligrosa de lo que jamás imaginó. Esta es la historia de un viaje lleno de valor, misterio y descubrimientos.
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El Sacrificio Final
El viento frío azotaba el rostro de Lucas mientras observaba el altar frente a él, sintiendo cómo cada fibra de su ser vibraba con la tensión de la decisión que había tomado. La llave, ahora completamente despierta, emitía un suave resplandor en su mano, como si supiera que pronto cumpliría su propósito final. El peso de las palabras de su padre aún resonaba en su mente: si cerraba la puerta, quedaría atrapado para siempre en este mundo, condenado a una vida en las sombras, lejos de todo lo que amaba.
Mara y Torak lo miraban en silencio, conscientes de la carga que Lucas llevaba consigo. Aunque no sabían exactamente lo que había visto durante su enfrentamiento en el Umbral de la Verdad, podían sentir el cambio en su postura, en sus ojos. La lucha interna que libraba era visible, palpable.
—Lucas —dijo Mara finalmente, rompiendo el silencio—. No tienes que hacer esto solo.
Lucas levantó la vista hacia ella, apreciando su preocupación, pero sabía que había llegado al momento en que nadie más podía cargar con este peso.
—Lo sé, Mara —respondió, tratando de mantener la calma en su voz—. Pero este es mi destino. Soy el único que puede cerrar la puerta.
Torak, que había permanecido en silencio, se adelantó y le puso una mano en el hombro.
—Has luchado bien, muchacho —dijo en su tono áspero, pero con una honestidad que Lucas nunca había sentido antes—. Si esta es la forma en que termina, que así sea. Pero debes saber algo: no importa dónde acabes, no estarás solo.
Lucas esbozó una sonrisa débil, agradeciendo las palabras de Torak. Era extraño pensar en cuánto habían cambiado desde que comenzó esta aventura. Lo que había empezado como una simple misión para sobrevivir, ahora se había convertido en algo mucho más profundo. Había forjado lazos con estos compañeros, y aunque no los volvería a ver si cerraba la puerta, sabía que el vínculo que compartían no se rompería.
—Gracias, Torak. Y gracias a ti también, Mara —dijo Lucas, volviendo a concentrarse en el altar—. Pero el tiempo se acaba. La niebla se está acercando.
Miró hacia el horizonte, donde la niebla oscura avanzaba como una marea imparable. Había pasado ya por las montañas de Nymara y ahora se extendía hacia el valle, devorando todo a su paso. Sabía que no les quedaba mucho tiempo antes de que esa oscuridad alcanzara el Umbral de la Verdad y se apoderara de todo.
Con un suspiro profundo, Lucas se acercó al altar y levantó la llave. La ranura en la piedra parecía esperar ansiosamente su llegada, como si el propio altar estuviera preparado para el momento. Sin más dilación, Lucas insertó la llave en la ranura, sintiendo cómo el metal encajaba perfectamente.
El suelo tembló bajo sus pies.
Un sonido profundo, como un rugido distante, llenó el aire. El altar comenzó a brillar intensamente, iluminando el valle con una luz que contrastaba violentamente con la niebla oscura que se aproximaba. Lucas retrocedió un paso, observando cómo la energía del altar se expandía, creando ondas que parecían repeler la oscuridad por un momento.
—¿Qué está pasando? —preguntó Mara, con el arco en la mano, lista para lo que fuera a suceder.
—Es el sello —respondió Lucas, con los ojos fijos en el altar—. Está despertando.
De repente, una grieta apareció en el suelo frente al altar, y de ella surgió una figura. Al principio era una sombra, una mancha negra en el aire, pero rápidamente comenzó a tomar forma. Lucas dio un paso atrás, sintiendo una oleada de energía oscura emanando de la figura. Lo que apareció ante ellos no era un ser humano, ni siquiera un guardián corrupto.
Era algo más.
La figura se alzó ante ellos, alta y esbelta, con una capa de oscuridad que parecía moverse como humo alrededor de su cuerpo. Su rostro estaba oculto bajo una capucha, pero sus ojos, dos esferas brillantes de luz oscura, resplandecían con una maldad antigua, inhumana.
—Así que al fin has llegado —dijo la figura, su voz resonando en el aire como un eco distante, cargado de siglos de odio y poder—. El último de los elegidos, portador de la llave. Pensé que serías más fuerte.
Lucas sintió que su corazón se aceleraba. Sabía que enfrentaba a la fuente de toda la oscuridad que había contaminado ambos mundos. Esta figura, este ser, era el arquitecto de todo el mal que había ocurrido.
—No importa lo fuerte que sea —respondió Lucas, tratando de mantener su voz firme—. Esta guerra termina hoy.
La figura rió, un sonido frío y cruel.
—¿De verdad crees que una simple llave puede detener lo que soy? —preguntó, avanzando lentamente hacia Lucas—. He existido desde mucho antes de que tus mundos fueran creados. Los Antiguos no pudieron detenerme, y tú tampoco lo harás.
Mara levantó su arco y apuntó hacia la figura, pero Lucas levantó una mano, deteniéndola.
—No —dijo—. Esto no es una batalla que se pueda ganar con flechas o espadas.
Sabía que el poder del ser frente a ellos superaba cualquier arma física. La única esperanza que tenían era el sello, y el único que podía activarlo era él.
—La llave no está aquí para destruirte —dijo Lucas, apretando los puños—. Está aquí para sellarte.
La figura se detuvo, sus ojos brillando con furia.
—¿Sellarme? —se burló—. Los Antiguos ya lo intentaron, y fracasaron. ¿Qué te hace pensar que tú, un simple mortal, tendrás éxito donde ellos no pudieron?
Lucas sintió una oleada de duda, pero recordó las palabras de su padre. Este era su destino. Si no lo hacía, la oscuridad consumiría ambos mundos.
—Porque no estoy solo —respondió, mirando a Mara y Torak a su lado—. Y porque estoy dispuesto a sacrificar todo para detenerte.
Con esas palabras, Lucas alzó ambas manos y tocó el altar. Una ola de energía recorrió su cuerpo, conectándolo con la llave y con el poder que yacía dentro del altar. Podía sentir la tensión entre la luz y la oscuridad, como si dos fuerzas opuestas lucharan dentro de él. La oscuridad trataba de consumirlo, pero Lucas se aferró a la luz, a la esperanza de salvar a los suyos.
El suelo tembló con más fuerza, y la grieta frente al altar comenzó a expandirse, como si el mismo mundo se estuviera partiendo en dos.
—¡No! —gritó la figura, dando un paso hacia adelante—. ¡No puedes detenerme!
Pero Lucas no retrocedió. Se aferró a la luz, sintiendo cómo el poder del altar fluía a través de él y hacia la llave. La figura gritó de rabia, pero Lucas no escuchó. Estaba concentrado en un solo objetivo: cerrar la puerta para siempre.
Finalmente, con un último esfuerzo, Lucas sintió cómo la energía de la llave alcanzaba su punto máximo. El aire alrededor del altar brillaba con una luz cegadora, y un rugido ensordecedor llenó el valle.
Y entonces, todo se desvaneció.
Cuando la luz se disipó, Lucas cayó de rodillas, exhausto. El altar seguía en su lugar, pero la figura había desaparecido. La niebla, que había estado avanzando hacia ellos, ahora se retiraba, como si una fuerza invisible la estuviera empujando de vuelta.
Mara y Torak se acercaron rápidamente a Lucas, ayudándolo a levantarse.
—¿Lo logramos? —preguntó Mara, mirando a su alrededor, esperando ver algún signo de victoria.
Lucas, todavía jadeando por el esfuerzo, asintió débilmente.
—Lo logramos —dijo, con una pequeña sonrisa—. La puerta está cerrada.
Sabía que el sacrificio que había hecho lo había condenado a quedarse en este mundo, pero también sabía que había salvado a los suyos. Y eso, pensó mientras miraba el horizonte despejado, era lo único que importaba.
El Valle de las Sombras volvía a estar en paz